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Inevitable por DraculaN666

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Notas del fanfic:

Sep, Dra regresa con otro fanfic. Un KidLaw, pareja de la cual he estado, ligeramente, obsesionada estos últimos meses. Culpo entera y completamente a Zhena Hik, ella me está llevando de nuevo al lado oscuro del fandom y eso no mola.

 

Pero en fin. Ayuda a que esté más activa (?)

 

Se supone que iba a ser un one shot, y la verdad yo no tengo naaaaada en contra de subir un jodido one shot de 10 mil palabras. Porque el asuntito se me fue de las manos a la mera hora :v jo y yo quería setso duro, como siempre, pero la cuestión esta vez no fue así. Nos aguantamos. Así que lo dividiré en dos partes. La segunda la subiré cuando se me dé la real gana, muahahahaha! -oh soy tan mala-

 

En fin.

Notas del capitulo:

Disclaimer: Jooooo últimamente digo mucho esto pero, los personajes no son de mi propiedad, pertenecen a Eiichiro Oda, oh-gran-rey-de-nada que le encanta el puto relleno y los capítulos cortos por semana y llenar hojas hasta hacerlas inteligibles. Y así no soy yo, ni soy rica, damn...

Lo único que me pertenece es la trama sosa y las situaciones en las que los personajes han sido obligados amablemente -a base de torturas y malas palabras- a cooperar. Sí señor.

Y como todos mis fics de esta pareja y de One Piece la historia es para mi adorada Zhena Hik, a la que amo, a la que me ama y prefiere leer mis historias que dormir. Gracias amor <3

Advertencias: OOC, así, en mayúsculas, subrayado en negritas y color rosa pastel. Así que si son amantes de las historias con personajes IC y esas cosas, largo, no me dan ganas de leer sus odiosos comentarios. Wuahahaha.

También malas palabras y eventual lemon. Como siempre, ¡que sorpresa!

1

 

Si se podía sacar algo totalmente en claro en las experiencias de su vida, es que estudiar medicina era malo para la salud. No estaba muy seguro de cómo un médico lograba mantenerse totalmente cuerdo hasta terminar la carrera y si realmente valía la pena el esfuerzo para salvar a un puñado de personas que, en otro momento, quizás le gustaría descuartizar.

 

Pero eran los pensamientos negativos que le agobiaban cada que tenía un mal día, lo cual ya era una constante en su vida. Las ojeras bajo sus ojos, el humor ácido enmascarando el mal humor.

 

Soltó un suspiro mientras seguía su camino a casa.

 

Trafalgar Law no estaba demasiado seguro de en qué punto de su vida decidió que estudiar medicina era una buena idea y, ahora, a mitad de carrera, ni siquiera era una opción desistir. Lo mejor que le quedaba era putear contra el mundo y dormir sus tres horas de sueño diarias.

 

O al menos ese habría sido un muy buen plan a seguir si ese enorme bulto frente a él no tuviera forma humana y algo muy dentro de sí –que se podría llamar juramento hipocrático… aunque él ni era médico todavía y tenía sueño por lo cual no se considera a sí mismo como una persona, no al menos que pase de medio día, haya tomado 15 litros de café y sienta que el universo está en paz consigo mismo de nuevo, cosa que no está pasando en ese momento- sienta la extraña obligación de… ugh… ayudar.

 

2

 

Trafalgar Law considera que ha cometido muchas estupideces en su vida. Estudiar medicina encabezaba ese largo listado de estupideces hasta el día que se topo con Eustass Kidd.

 

Aquel sospechoso bulto con forma humana en su camino había resultado ser el enorme cuerpo de un chico pelirrojo. Su gran altura no era precisamente lo que a Law le había llamado la atención, ni por asomo. Eran los múltiples golpes esparcidos por todo el cuerpo, como si alguien hubiera decidido convertir esa pálida piel en un conjunto de arte abstracto formado por coágulos de sangre de un llamativo purpura. Cuando pudo, de alguna milagrosa manera, llevar el cuerpo del chico hasta su casa –y pudo volver a respirar normalmente después del terrible esfuerzo- la nariz del pelirrojo aún goteaba sangre. Los nudillos los tenía casi despedazados, por lo cual supo que, al menos, fuera quien fuera quien le hizo eso, no había salido en mejores condiciones.

 

Law no era precisamente una persona considerada y humanitaria. La verdad a veces pensaba que había estudiado medicina por esa ligera sensación que le provocaba creerse Dios en la sala de operaciones. “Yo decido quién vive y quién muere” tan simple como eso. Pero tampoco le gustaba la idea de ir dejando morir a todo aquel pobre diablo que se desmayara cerca de su casa. Así que se encontró a sí mismo limpiando cada herida que encontraba en su paso. En el rostro, el torso –muy bien formado, si nos permitimos echarle un pequeño vistazo-, la piernas, los brazos, la espalda. Se preguntó si lo que se encontraba a la mitad de su cuerpo también se encontraba bien y, de alguna forma, deseo echar un vistazo, conteniéndose lo mejor que pudo.

 

—No eres un pervertido, Trafalgar —se dijo a si mismo intentando convencerse de ello. Y podría pensar en su pequeño historial de perversiones para llevarse la contraria en eso, pero la verdad entre la escuela, las prácticas, comer y dormir, no tenía más tiempo que para una paja ocasional, si bien le iba.

 

Suspiró frustrado. Eso de no dormir la verdad le afectaba un poco y agregándole el cuidar a un enorme chico que parece haber sido aplastado por una manada de toros, la verdad no mejoraba las cosas.

 

No supo ni cómo, pero se quedo dormido junto al chico, recargando su cabeza en la cama –la cual le quedaba casi justa al gran tamaño del pelirrojo, y eso que Law no era precisamente pequeño- en una posición algo incómoda y se quedó profundamente dormido.

 

3

 

A pesar de la posición, de la silla incómoda en la que estaba sentado y los constantes ruiditos que alguien dejaba salir, el moreno no había dormido mejor en años. Sí, años. Se sentía renovado y fresco para afrontar el día. Un día demasiado luminoso y con demasiadas aves despiertas canturreando por el mundo.

 

Entonces supo porqué. Era pasado de medio día y según su olvidado horario, él entraba a las siete de la mañana a la escuela. Por una vez en mucho tiempo había dormido más de tres horas y, la verdad, no se arrepentía de nada. Por un día nadie iba a morir.

 

O eso esperaba al menos.

 

—A la mierda —murmuró sin más conflictos.

 

Se estiró cual gatito, desentumiendo todos los músculos de su adolorido cuerpo y por fin cayó en cuenta de la segunda razón por la cual se había despertado. Unos constantes gemidos que salían del cuerpo a su lado. Gemidos que habían parado pues su dueño ahora le veía con total atención. Esos ojos, algo rasgados y que le daban una apariencia feroz en el rostro de aquel pelirrojo, sobre todo por su inusual color dorado, estaban totalmente clavados en su persona.

 

—¿Quién coño eres tú? —Fue lo primero que articuló el chico, intentando moverse pero fallando estrepitosamente en el intento.

 

Law levanto una ceja, algo incrédulo. El grandulón tenía todas las intenciones de levantarse de la cama lo cual, como opinión profesional, al moreno le parecía algo imposible y por demás estúpido, viendo su condición actual.

 

—El que te arrastró hasta acá, te curó y salvó tu magullado trasero de ser un cadáver sin identificar en las calles —respondió tal cual, sin realmente tener un tono de reproche ni esperar nada a cambio.

 

—¿Y qué quieres? ¿Un “oh gracias, mi héroe de blanco corcel”?

 

Y como si algún ser divino intentara hacer la gracia, un blanco, peludo y juguetón gato se trepó a la cama, comenzando a maullar con insistencia.

 

—Tienes que estar bromeando —masculló el pelirrojo, admirando la ironía de su propio comentario.

 

El moreno se levantó sin hacer responder a los ácidos ataques del otro, tomado al gato en brazos.

 

—Hora del desayuno Beppo —y salió de la habitación.

 

4

 

A Law le dio tiempo de alimentar a Beppo, acariciarlo un rato, observar cómo el mismo felino se acicalaba su abundante pelaje, preparar el desayuno, comer su parte, leer el periódico de la mañana y, aún así, cuando regresó a su habitación, el chico no había ni podido sentarse de forma decente en la cama.

 

—Pareces acostumbrado a las palizas, pero creo que en esta ocasión si exageraron.

 

Entre todos los golpes y la sangre no le pasó desadvertido la enorme cantidad de cicatrices que surcaban esa pálida piel, como si cada día recibiera golpe tras golpe y por un segundo pensó en problemas familiares. No era su maldito problema pero, y ahí estaba de nuevo, esa sensación de “No, la verdad no eres Dios y, aunque lo intentes, no podrías salvarlos a todos” que a veces le embargaba. Porque puede matarlos a todos, eso sin duda. Pero no salvarlos.

 

Apartó esos pensamientos de su cabeza al sentir esa penetrante mirada sobre él y el desayuno que aún tenía entre manos.

 

—No es tu problema —fue todo lo que obtuvo por respuesta.

 

El moreno se encogió de hombros y dejó la comida frente al chico.

 

Lo observó comer en silencio.

 

5

 

Si Law hubiera sabido que tomarse un solo día libre haría esas maravillas en su humor y su salud, habría patentado el remedio hace meses. Aunque, claro, no todo podía ser perfecto en todo aquello. Pasó la mayor parte del tiempo leyendo y adelantando un par de tareas que tenía pendiente, aunque con más calma y con Beppo ronroneando entre sus piernas como el gato gordo y consentido que era. Aun así, cada cierto tiempo los inútiles intentos del pelirrojo –el cual se negaba a decirle su nombre, aún cuando él ya le había dicho el suyo y el de su gato, aunque ese último no era realmente necesario- y él debía interrumpir sus actividades y regresar a la habitación, en la cual empujaba de nuevo al chico a la cama y le amenazaba con amarrarlo si no se estaba quieto.

 

—Si te quieres morir, muérete en otra parte cuando te puedas mover y evítame tener que levantar tu cadáver de mi recibidor —era lo que decía cada que iba a reprender al otro que, enfurruñado, volvía a acomodarse en la cama, puteando contra el moreno.

 

Cuando todo pareció volver a estar en calma, Law regresó a su sofá, donde anteriormente estaba cómodo y tranquilo tratando de seguir con sus deberes.

 

No supo en qué momento volvió a quedarse dormido. Su cuerpo de forma traicionera intentaba recuperar todas aquellas horas de sueño frustradas. Y él no era nadie para negarse a ese placer de dormir.

 

6

 

Eran quizás las nueve de la noche cuando el moreno volvió a despertarse, encontrándose con la penumbra de su casa. Sintió a Beppo removerse en su regazo y saltar al suelo cuando se puso de pie, intentado volver a sentir sus piernas.

 

—Beppo, creo que es tiempo de que te pongas a dieta —le susurró al animal que sólo maulló y se frotó entre sus piernas de forma mimosa.

 

La casa estaba totalmente tranquila y, aunque eso era algo realmente normal en él, por alguna extraña razón se le hizo extraño. Entonces recordó a su extraño inquilino, el cual en ningún momento le había llamado por si necesitaba algo.

 

Sus sospechas se confirmaron al encontrar su habitación vacía.

 

—Tch… ese idiota —dijo entre dientes—. Allá él si muere —intentó restarle importancia y seguir con su vida.

 

Al menos, nuevamente, ese era el plan.

 

7

 

Tuvo que pasar una semana para volvérselo a topar. Nuevamente en calidad de bulto cerca de su casa y por un momento Law se preguntó si no lo había hecho a propósito. Estaba igual o peor de magullado que la vez anterior. No dudaba que en esta ocasión si tuviera algún hueso roto o algo por el estilo.

 

Agradeció que ese día fuera sábado y su domingo estuviera felizmente desocupado –tomó su propio consejo de que un día a la semana de descanso no mataría a nadie o, si lo hacía, por lo menos no sería a él- y nuevamente, como el bultoso cuerpo del pelirrojo le permitió, lo llevó a cuestas hasta su departamento, donde una vez recuperado el aliento, lo colocó en la cama y comenzó a inspeccionar.

 

Superficialmente al menos nada parecía demasiado roto. Ni sus costillas, ni sus destrozados nudillos. Las heridas de su cuerpo eran más aparatosas que graves y con limpiarlas el asunto estaba arreglado. Law sospechaba que sus desvanecimientos se debían más al terrible cansancio que al dolor.

 

Era un chico admirable y aterrador y la verdad es que a Law le comenzaba a agradar un poquito.

 

Su despertar en esta ocasión fue menos brusco, lo que casi le confirmó al moreno que el pelirrojo había intentado llegar a su puerta antes de desvanecerse.

 

—Pensé que habías muerto en alguna esquina después de que escaparas el otro día.

 

Su única contestación fue un gruñido detrás de la cuchara con la que el chico estaba comiendo.

 

Law volvió a quedarse dormido en su sofá, con Beppo ronroneando entre sus piernas y muchos libros de medicina a su alrededor.

 

Cuando despertó a la mañana siguiente, pensando que se encontraría nuevamente con la soledad de su apartamento, se llevó una pequeña sorpresa al ver el magullado cuerpo del pelirrojo aún en la cama. Aunque bastante despierto.

 

—Yo nunca huyo —fue toda la explicación que dio el chico, encogiéndose de hombros y acariciando a Beppo, el cual olisqueaba las vendas de su cuerpo como si fueran algo realmente interesante.

 

De alguna forma Law tuvo que contener la sonrisilla que quería aparecer en sus labios. Su comentario no había sido una provocación ni un reto, pero la seriedad de la respuesta y la cara del muchacho le hacían comprender un poquito porque su cuerpo estaba tan magullado. Quizás nunca huía de un reto por su enorme orgullo o algo por el estilo y, aunque personalmente se le parecía una tontería, de alguna forma era algo admirable en él.

 

Nuevamente se negó a decirle su nombre y salió del departamento algo tambaleante.

 

8

 

La tercera vez que se lo topó cerca de su casa, Law casi sintió ganas de llorar mientras reía. Llorar porque en esa ocasión ya lo había dado por muerto después de dos semanas en las que no apareció moribundo cerca de ahí y reír porque en esta ocasión parecía bastante despierto y, aún así, era como si le estuviera esperando.

 

—¿Debería comenzar a cobrar mis servicios? —Preguntó con buen humor mientras le ayudaba a ponerse de pie.

 

—No sé cómo siempre termino aquí —masculló el pelirrojo, dejándose guiar por Law.

 

Ese día por fin supo que su nombre era Eustass Kidd.

 

9

 

Vale todo, dinero, peleas callejeras, mucho dinero, idiotas tramposos, más dinero involucrado. Esa era la forma en que se ganaba la vida. Aunque, en realidad, a Law le parecía que Kidd lo hacía porque no tenía nada mejor que hacer con su vida. Dejó la universidad, sus padres lo corrieron de casa y no tenía demasiadas opciones.

 

—Conseguir trabajo teniendo la apariencia de un matón no es fácil —dijo con simpleza mientras comía la cena que Law había preparado.

 

Si había algo que se le daba fatal al moreno era la cocina. Realmente no estaba demasiado seguro cómo había sobrevivido hasta el momento. Seguro por su dieta de café y bolas de arroz, pero a Kidd siempre intentaba prepararle algo y éste nunca hacía comentarios despectivos o positivos al respecto. Comía todo y ya.

 

—Si no lo matan en una pelea seguro que lo termino matando yo —pensó con algo de humor mientras limpiaba la mesa.

 

Observó al pelirrojo, quien se encontraba en el sofá jugueteando con Beppo mientras su mirada se perdía en el techo. No estaba tan jodido como en las ocasiones pasadas y Law de verdad se preguntaba qué hacía ahí. Aunque, al mismo tiempo, agradecía un poco de compañía. Fuera de la escuela era alguien realmente solitario, aparte de Penguin y Shachi, con quienes mantenía mayor contacto dentro de la escuela, y Beppo, no tenía mucho contacto con otros seres vivos. Y aunque prefería echarle toda la culpa a sus estudios y su falta de tiempo, la verdad es que era él quien no se involucraba demasiado con las personas.

 

Kidd era un caso extraño y diferente y la verdad es que a Law le gustaba mucho su silenciosa compañía. También presentía que para el pelirrojo era igual.

 

10

 

La cuarta vez que se volvieron a ver, a Law casi le da un infarto en el proceso. No porque Kidd estuviera al borde de la muerte frente a su puerta o tuviera una herida realmente grave. Muy en el fondo, Law hubiera preferido alguna de esas opciones. Sabía manejar la sangre y los huesos rotos, no los sustos de muerte.

 

Todo comenzó desde que llegó frente a su puerta y sintió que algo no iba del todo bien. Al meter la llave a la cerradura sintió una pequeña alarma activarse dentro de su cerebro pero cuando escuchó el ligero “click” del seguro al abrirse, no le tomó importancia.

 

El verdadero susto vino cuando encontró las luces de su casa encendidas, y la enorme figura de otra persona que definitivamente no debería estar ahí.

 

—¿Eustass-ya? —Dijo al ver al pelirrojo sentado a la mesa, con la cena preparada y viendo la tele mientras Beppo correteaba tras un ratón de juguete que definitivamente él no le había comprado.

 

—Ey —fue la natural respuesta del chico que ni se molestó en dejar de ver la tele para ver la expresión de desconcierto en la cara del moreno.

 

Sin embargo, el pelirrojo debió sentir la insistente mirada de su anfitrión en su espalda, pues dirigió su vista hasta el estático moreno.

 

—Sí, forcé la cerradura ¿algún problema? —Dijo como si realmente no fuera un gran problema y regresó su atención a la tele.

 

Law se sintió algo ofendido por esa altanera actitud, pero dejó de lado esos sentimientos. La verdad es que no le sorprendía demasiado que a Kidd le diera por allanar moradas. Iba con su apariencia y todo.

 

—Pensé que siendo tú habrías entrado de una patada. No algo tan fino como forzar la cerradura —intentó bromear para alejar la tensión del ambiente y caminó curioso hasta la mesa, donde la cena le esperaba.

 

—Soy un rufián con clase —escuchó como respuesta y, aunque Kidd aún le daba la espalda para ver la tele, casi pudo ver su sonrisa.

 

11

 

Tuvo que haber una segunda vez de encontrar a Kidd dentro de su apartamento, con la cena servida, para que a Law le diera por darle una copia de su llave porque “no hay dinero para estar reemplazando las cerraduras que malogras”.

 

El pelirrojo le vio de forma un tanto escéptica, pero igualmente aceptó la llave.

 

Era una rutina que habían establecido sin palabras. Kidd aparecía los sábados por las noches, ya dentro del lugar y con la comida lista. Las magulladuras aparecían en menor medida aunque, en contadas veces, Kidd aparecía cualquier otro día, tirado frente a la puerta porque sus fuerza son le habían dado para lograr abrirla. Fue una de esas ocasiones en las que el moreno vio un corte bastante feo en su abdomen y tuvo el impulso de pedirle al pelirrojo que dejara de hacer ese tipo de cosas. Impulso que retuvo como pudo porque, realmente, ¿quién era él para pedirle al chico que dejara de hacer esas cosas? Nadie. Ni siquiera estaba muy seguro si eran amigos y, la verdad, no se conocían demasiado.

 

Cuando Kidd despertó, no hubo bromas ni comentarios ácidos al respecto porque Law sabía que si abría la boca, comenzarían una sarta de reproches que no tenían lugar entre ellos. Y conociendo a Kidd –o mejor dicho, con lo poco que sabía de él- estaba seguro que no aguantaría que se metiera en sus asuntos y quizás no volvería por ahí. Ni aunque las curaciones las hiciera gratis.

 

Soltó un suspiro cansado mientras estaba en la cocina tirando las gasas llenas de sangre y demás cosas que había utilizado.

 

—No deberías estar de pie Eustass-ya —dijo al escuchar el lento arrastrar de los pies del otro.

 

No obtuvo respuesta y cuando giró hacia la puerta, observó la silenciosa silueta del más alto.

 

Law estaba seguro que debería decir algo, lo que fuera, para matar la tensión del momento. Alguna burla, soltar una risilla despectiva que sólo obtuvieran como respuesta un bufido indiferente del pelirrojo. Pero sus ojos no podían apartarse de las vendas que él mismo había colocado minutos atrás en el maltrecho cuerpo de Kidd, así como tampoco podía evitar tener un sinfín de pensamientos sobre que llegaría el día en que no sabría más del pelirrojo porque las cosas se habían salido de control y, así, como si fuera una epifanía, supo porqué no le gustaba estar demasiado involucrado con las personas. No importa si era antes o después, la gente siempre se iba. Era una realidad con la que tenía que vivir. La gente importante en su vida terminaba por desaparecer, llegado a un punto en el que no quería verse inmiscuido con los demás para no tener que tener esa sensación de vacío. Entonces llega un revoltoso pelirrojo amante de las paleas callejeras a tambalear su mundo y Law no se siente demasiado preparado para dejarlo entrar totalmente pero, al mismo tiempo, ya no se ve capaz de dejarlo ir.

 

Si Kidd notó o no que había algo diferente con Law, su actitud, sus comentarios o lo que fuera, no dijo nada al respecto. Ese día estuvieron sumidos en un pesado silencio que duró hasta el día siguiente que el moreno se fue a la escuela y Kidd volvió a desaparecer cuando regresó a su departamento.

 

No sabía si sentir alivio o regresar a su mala costumbre de la niñez de comerse las uñas por la desesperación.

 

12

 

En realidad Law hace mucho tiempo que había perdido la cuenta de las veces que había visto a Kidd, pero había ocasiones que recordaba a la perfección por uno u otro motivo.

 

Una de esas ocasiones, sin duda, era cuando lo vio en su facultad.

 

Era época de exámenes finales y de pronto el mundo parecía un horrible hoyo negro que poco a poco lo iba a consumir hasta no dejar ni rastro de su alma porque, coño, al parecer cada profesor creía que sólo cursaba su materia durante el semestre y la carga era tal que si Law no ha matado a nadie aún, es porque no le quedan fuerzas ni para eso. Sus amigos, por supuesto, no se encontraban en una mejor situación. Especialmente aquel día en el que Penguin –un chico castaño y que por lo general cubría su cabello y parte de su rostro con una gorra azul- estaba al borde de un colapso nervioso.

 

—¿Qué le pasa? —Preguntó Law más por la ansiedad que le provocaba verlo en ese estado que por verdadero interés.

 

—Olvidó una de sus libretas en casa de su novio y éste no le responde —fue la respuesta que obtuvo de Shachi, quien intentaba por todos los medios ignorar los lloriqueos de su amigo.

 

Los dos continuaron concentrados en sus propias libretas y montañas de libros que habían sacado de la biblioteca.

 

—¡KILLER! —Fue el grito que rompió su pequeña burbuja de estudios, proviniendo de un frenético castaño que le berreaba a su celular—. ¡Nunca respondes cuando te necesito! ¿Qué coño…? —Y siguió y siguió y sus amigos se preguntaron si no iba a olvidar pedirle su libreta entre tanto reproche.

 

Diez minutos fue el lapso de tiempo que a Penguin le tomó su llamada, para después caminar hasta la mesa donde los otros dos se encontraban concentrados en sus estudios.

 

—¿Qué te dijo? —Preguntó Shachi, levantando un poco las gafas de sol que utilizaba casi siempre, hojeando un par de libros como si en realidad no le interesara la respuesta. Law se preguntaba si realmente era cómodo leer con esas cosas puestas.

 

—Que entró a trabajar un chico nuevo en el negocio de Franky y estaba ocupado. Llegará en veinte minutos, lo que me deja una hora para leer y rezarle a Buda para aprobar el puñetero examen.

 

Sus amigos, apiadándose un poco de él –o quizás sólo queriendo un poco de silencio- le tendieron un par de libros subrayados de los temas que verían.

 

Killer en realidad llegó en quince minutos –Law y Shachi sospechaban que el “no” y “sexo” en alguna de las oraciones que despotricó el castaño en su contra tenían mucho que ver en ello- y le tendió la libreta a su novio, quien la recibió como si fuera el Santo Grial o algo por el estilo.

 

El moreno regresó a lo suyo. El tiempo corría y seguramente Killer y Penguin aprovecharían los cinco minutos de sobra que tenían para ponerse de melosos.

 

Una enorme sombra le impidió cumplir su cometido.

 

—Así que aquí estudias —escuchó una familiar voz cerca de él y casi juraría que eso que tronó era su cuello por el movimiento brusco de alzar el rostro y ver algo incrédulo al pelirrojo frente a él.

 

Observó a Shachi quien, frente a él, era una masa temblorosa y pelirroja que por todos los medios intentaba ocultarse dentro de su pequeño y ridículo gorrito verde. Junto con Killer estaba Kidd y dos sujetos más, un chico de rastas azules y marcas extrañas por el cuerpo, de mirada algo perdida y otro hombre alto y de cabello negro con capucha que observaba todo muy curioso. Los cuatro eran de un porte algo temible y, de por si Shachi se ponía nervioso con la sola presencia de Killer, no dudaba que la de los otros lo tuvieran al borde del paro cardíaco.

 

—Eustass-ya —masculló a modo de saludo y porque aún no salía de su impresión—. Que inesperada… sorpresa.

 

—Ya ves —se encogió de hombros el pelirrojo—. Nos vemos luego —se despidió al ver que Killer y los otros comenzaban a alejarse.

 

¿Cuándo? Estuvo tentado a preguntar, pero sólo inclinó la cabeza y vio cómo las cuatro siluetas se alejaban poco a poco.

 

—¿Conoces a Kidd? —Preguntó Penguin a su lado—. Killer dijo que es el nuevo chico que entró. La verdad es que su imagen va muy bien con la suya y la de Heat y Wire. Si forman una banda y comienzan a pelear en las calles no me sorprendería nada.

 

—Nos hemos visto un par de veces —respondió obviando la última parte del comentario, no queriendo pensar demasiado en ello.

 

—No imagino por qué tendrías que toparte con un tipo tan escalofriante —masculló Shachi después de recuperar un poco el color del rostro.

 

Law prefirió no hacer ningún comentario más y los tres se enfocaron en sus apuntes y en lo tediosa que serían esas últimas semanas de clases.

 

13

 

El sábado de esa misma semana Law caminaba de regreso a su casa hastiado del mundo en general. Ni siquiera la perspectiva de que el día siguiente era su día libre le mejoraba el humor. Estaba harto de tantos exámenes, prácticas, gente idiota y enferma y gente simplemente idiota fingiendo estar enferma.

 

Lo último que esperaba al entrar a su departamento, aparte de ser recibido por el maullido hambriento de Beppo, era ver a Kidd cómodamente dormido en su sofá como si esa fuera su casa. Law se tragó su coraje y las ganas de despotricar contra el mundo porque, y nunca lo diría en voz alta, el simple hecho de ver a Kidd, en una pieza y sin marcas de golpe por ningún lado felizmente dormido en su sala le relajaba totalmente.

 

Así que en vista que el chico se había quedado dormido antes de preparar la cena, decidió no torturarlo y mejor pedir algo ya hecho.

 

Fue el llamado del repartidor de pizza lo que despertó al pelirrojo –o quizás su gato masticando los dedos de sus pies- que se estiró cuan largo era en el sofá y luego le dedicó al moreno una mirada perezosa.

 

—Pizza, mi favorita —dijo con voz algo pastosa por el sueño.

 

Los dos comieron con bastantes ganas. Law porque tenía mucho sin comer pizza y Kidd parecía verdaderamente hambriento.

 

—¿Hoy no debo curar ninguna de tus heridas? —Cuestionó una vez que recogieron y limpiaron todo y se dedicaban a hacer zapping en la televisión.

 

Kidd se removió inquieto en su lugar, detrás de Law. Ninguno de los dos supo cómo terminaron en el mismo sofá –no lo suficientemente largo para ninguno de sus larguiruchos cuerpos- con el pelirrojo recostado en uno de los costados y el moreno dándole la espalda y recostado entre sus piernas.

 

En ningún momento les pareció raro o incómodo. En realidad las cosas fluían con una naturalidad casi espeluznante que ninguno de los dos se molestaba en analizar.

 

—Conseguí un empleo —aunque eso realmente no parecía ser la respuesta a la pregunta de Law, la verdad es que era la que había estado esperando sin ser consciente.

 

14

 

La cosa de pasar del punto A al punto C sin que haya un punto B de por medio generalmente es un fallo de cálculo. O, en su caso, que los dos comenzaron a aceptar eso que pasaba entre ellos de forma natural. Porque un día, muchos meses atrás, son simplemente dos desconocidos que el destino, Alá, Ra, Buda, Dios, Satán, los dioses egipcios, los Pokémon legendarios o cualquier otra deidad ficticia –o en la que ellos no creían- decidió cruzar sus caminos y a los meses son algo así como… en realidad Law se ha quebrado la cabeza constantemente tratando de pensar qué son. El salto al punto C fue que básicamente Kidd decidió que eso de ir y venir de su propia casa era demasiado tiempo perdido por lo que, un día que Law llegó, encontró que su cama individual había sido sustituida por una casi el triple de grande que abarcaba con comodidad el enorme cuerpo del pelirrojo y el suyo propio –y hasta a Beppo- sin problema alguno.

 

Y que él no hiciera un escándalo al respecto de eso, era otro punto a tratar, pero realmente no le importó porque significaba Kidd las veinticuatro horas del día –o por lo menos unas seis horas, las demás eran para la escuela y las prácticas- y eso estaba bien. Muy bien.

 

Más que bien en realidad. Porque después de esa noche en la que no supo cómo terminaron los dos acurrucados en un sofá, no pasó demasiado tiempo para que llegara el primer beso entre los dos. Fue un par de días después cuando Kidd no se pudo quedar a dormir por vete-tú-a-saber-qué-razón. Law no iba a admitir que se sentía algo decepcionado porque el pelirrojo tenía dos días durmiendo en su casa –en su cama- y de pronto un día sin él era demasiado tiempo. ¿Cómo llegó a pasar semanas sin él? Oh esta vida tan misteriosa. Y obviamente tampoco iba a admitir que la mueca en su cara casi se asemejaba a un puchero. No señor, claro que no.

 

Kidd soltó una risilla burlona tan característica de él –como si fuera un gánster, si alguien le preguntaba- y se acercó hasta el moreno para darle unas palmadas en la cabeza.

 

—Mañana vuelvo Law —masculló aun entre risillas y cuando el moreno pensó que dejaría de golpetearle la cabeza, la gran mano del pelirrojo se deslizo por su cara y acarició sus labios lentamente.

 

Fue sólo una caricia superficial que pronto se vio sustituida por un par de labios que exigentes comenzaron a moverse sobre los suyos.

 

La emoción, la excitación, la sorpresa, el intoxicante sabor, todo eso fue un cúmulo tan poderoso que el moreno tuvo que sujetarse con fuerza a la ropa de Kidd. Era un beso que, para gusto de ambos, había tardado demasiado en llevarse a cabo. Aun así no le tomaron importancia porque de momento lo único que querían era sentir más. Más de esa lengua intrusa en la cavidad contraria, serpenteando hasta encontrar a su contraria y comenzar a rozarse de forma húmeda y lenta. Los dientes de Kidd arañaban suavemente los labios del moreno, saboreando, chupando un poco y volviendo a hundir su lengua hasta robar el último aliento que esa garganta pudiera ofrecerle. Y aunque Law no quería quedarse atrás, la verdad es que sólo tenía ganas de disfrutar, de sentir hasta la última fibra de su cuerpo ese beso que se sentía como el primero en su vida y, realmente, no era justo que Kidd le hiciera sentir de esa manera tan estúpida y dependiente.

 

El beso terminó más rápido de lo que les hubiera gustado. Sus pechos subían y bajaban agitados por lo intenso del momento.

 

—Hasta mañana, Eustass-ya —dijo Law más que nada para recordarse que el pelirrojo debía irse y él no debía jalarlo hasta la habitación y no dejarlo salir en días.

 

Kidd salió con una pequeña sonrisilla en los labios.

 

15

 

Aunque al principio pensaron que no era importante saber del otro, una vez que Kidd decidió invadir el espacio personal del moreno, se vieron en la situación de intimar de alguna forma –aunque aún no como les gustaría-. No es como si alguno de ellos lo hubiera propuesto o decidieran, por mutuo acuerdo “abrir sus corazones”. Las cosas simplemente se dieron porque ya vivían juntos, estaban algo tomados, las fechas decembrinas estaban a la vuelta de la esquina y algo muy dentro de ellos quemaba por saber.

 

Law no es que tuviera una vida especialmente dramática. Un día decidió que quería estudiar medicina y su padre apoyó esa decisión pagando todos los gastos. Y aunque bien pudo quedarse en casa y tener menos preocupaciones, vivir con su padre y su nueva pareja no le hacía ninguna gracia.

 

—Doflamingo ya era lo suficientemente tétrico por sí solo pero… juntarse con Crocodile ha sido una decisión extraña y era mejor no verme envuelto —dijo entre sorbos de cerveza.

 

—¿No te agradaba Crocodile? —Interrogó Kidd con una ceja alzada.

 

—Tiene un buen sentido del humor –negro- y compartimos ese amor-odio por Doflamingo pero… era raro. A veces –muy a veces- voy de visita —se encogió de hombros restándole importancia.

 

Tuvieron que pasar muchas más cervezas para que Kidd comenzara a hablar con más soltura.

 

Otra de sus dudas fue resuelta cuando le comentó que tenía veintiún años –tres menos que él- y que, al principio, su vida no había sido tan mala. No era nada del otro mundo saber que sus padres se la vivían peleando. Día tras día, pelea tras pelea. Era algo a lo que estaba totalmente acostumbrado. Tanto así que él mismo solía meterse en peleas constantes en la escuela. Las cosas comenzaron a salirse de control cuando terminó, de alguna forma, en las peleas callejeras ganando dinero. Al principio no era tan difícil hasta que la gente comenzó a ponerse exigente y a meter más cosas en las peleas. Tubos, sillas, botellas, bates de madera y cosas por el estilo. El punto era ver más sangre y las heridas comenzaron a ser demasiado notorias. Terminaron por correrle de la escuela por quedarse dormido, su actitud agresiva y todo en general. Sus padres decidieron desentenderse de él porque, la verdad, desde un principio tampoco parecían muy interesados.

 

Vagó durante un tiempo hasta que con el dinero que tenía guardado rentó un pequeño lugar al que sólo iba a dormir después de cada pelea. Cómo llegó a la vida de Law aún era un misterio para ambos.

 

Algo más que sorprendió mucho al moreno que el otro admitiera es que sintió su angustia al ver el corte que le ocasionaron con una de las botellas de la última pelea que tuvo. El propio Kidd se sintió terrible, como si pudiera verse a través de los ojos del moreno y, por algún estúpido impulso, al día siguiente buscó un trabajo.

 

No supo si fue suerte o el destino nuevamente, pero dio con un pequeño taller de mecánica y como siempre había sido bueno con las manos, probó suerte.

 

Y se arrepintió en ese mismo momento. El dueño era un tipo extravagante de cabello azul que le gustaba ir en tanga a todas partes diciendo lo “suuuuuuuper” que era la vida. Si no corrió a la primera oportunidad que tuvo fue porque Franky, el dueño, le aceptó de inmediato. Pensó en alguna especie de trampa –sin experiencia, con su apariencia, con lo loco que estaba el hombre- pero entendió a la perfección cuando conoció a sus nuevos compañeros. Un puñado de desadaptados con cara de mafiosos de mala muerte. Y a Kidd le encantó.

 

La noche continuó entre más cervezas y anécdotas, como si intentaran llenar esos espacios en blanco que había entre los dos desde que se conocieron. Era como si llenaran ese punto B que se saltaron y a Law le gustaba la falta de convencionalismo en su curiosa relación. Por primera vez en años se sentía tranquilo y a gusto con una persona. El miedo de si iba o venia ya no le atormentaba porque las cosas con Kidd eran naturales, como si sus resonancias estuvieran en la misma frecuencia, pulso a pulso.

 

Casi podía escuchar el “bump-bump” de sus corazones como uno solo.

 

Y segundos después pensaba en lo mucho que le gustaría darse de topes en la pared por pensar en semejantes cursilerías.

Notas finales:

Y bueno, eso es todo por le momento, nos veremos en otra oportunidad :B


Soy malísima con los títulos, deberíamos aprender a vivir con ello...


Quejas, dudas, comentarios, amor, chocolates, dinero, odio, todo es bienvenido siempre en un review ;D


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