Aún me pregunto cómo fue que llegue a sentirme así…
Desde que tenía trece años siempre tuve la mala costumbre de estar mucho tiempo con la PC o al menos eso decía mi madre, en esa edad hasta ahora he conocido muchas personas con los mismo gustos a los míos, en fin, no recuerdo a muchas personas para este entonces porque ahora tengo diecisiete años eh iré a la Universidad, pero aún recuerdo el nombre de aquella persona que se hizo muy especial para mí en ese tiempo, aunque hace ya dos años no se nada sobre él. Hoy es mi primer día en la Universidad, estaré perdido, no conozco a nadie allí, sin embargo debo hacer mi mejor esfuerzo, ahora estoy viviendo solo en un departamento de la cuidad.
- No sé cómo me fui a inscribir en una universidad donde siquiera conozco a nadie. – Esas fueron las únicas palabras para que aquel “Ángel” apareciera y lo abrazará de golpe.
- ¡Paulo! No sabía que vendrías a la misma universidad que yo. – Exclamo su amiga Daniela, quien ya llevaba varios años conociéndola pero no tenía ni la menor idea de que ella iba a estar ahí, por un momento se enfadó con ella pero se alivió de ver que ella estaba allí.
- Oh, Hola, Gracias a Dios que estas aquí… No conozco a nadie, joder. –
En ese momento Daniela sonrió, también se sentía aliviada. Toda la mañana estuvieron descubriendo sus horarios, conociendo personas de la misma sección donde estaban ellos y muchas cosas, llegó la hora de almuerzo y se sentaron los dos en la cafetería.
- ¿Oye, no te parece lindo ese chico de allá? – Dijo su amiga muy “irónicamente” mirando hacia atrás de él.
- ¿De qué carajos me estás hablando? – Dijo este muy disgustado ya que lo normal hubiera sido si ella preguntaba sobre una chica y no un chico, ¿Por qué él se fijaría en un chico?
- Ugh, solo voltéate. – Le dijo ella con riendo de la ingenuidad del otro.
En ese momento el Castaño se voltio hacia atrás y allí fue cuando su corazón se aceleró, aquel chico del que hablaba su amiga cruzó la mirada con la de él, aquella sensación de escalofríos y que sientes que tu corazón va a estallar recorría el cuerpo del menor, el conocía a ese chico, sabía quién era y por otro lado el pelinegro sentía lo mismo, alguno de los dos se tenía que quitar la duda, sin embargo, los dos desviaron la mirada al mismo tiempo.
- ¿Qué pasa? – Preguntó su amiga con tal confusión, no creyó que su amigo el cual siempre se molestaba y le hacía gesto de disgusto al pasar cosas como estas se ruborizará y se viera nervioso.
- Creo que lo conozco, su rostro, sus ojos incluso su cabello me hacen recordar a un chico que conocía hace mucho tiempo – No podía creer lo que pasaba, ¿Qué clase de jodida broma le estaba jugando la vida? Llevaba como dos años sin hablarle, ¿Qué hacía el allí? ¿Por qué lo miro e actuó como él? Esas preguntas y muchas más recorrían su confusa mente, estaba asustado, nervioso y con el estómago revuelto.
- Si crees que lo conoces, ¿porque no le vas y le hablas? Está solo. – Dijo en un tono de burla pero quería alentarlo para que fuera y le hablará.
- ¿¡Estás loca?! ¿Qué pasa si no me recuerda y me simplemente como un loco? No puedo llegar y decirle “Oh, Hola, yo te conozco, tenga una conversación infinita como las chicas, lo hacen.” – Dijo en tono sarcástico y enojado.
Daniela insistió tantas veces que tuvo que aceptar, se levantó de la silla en donde estaba sentado y camino hacia donde estaba aquel chico de cabellos negros. Había muchas diferencias entre ellos, uno era pequeño, castaño y el otro era alto y de cabello negro.
Con cada paso que daba su cuerpo temblaba más, pero al fin llegó y le dirigió un saludo con la mano.
- H-Hola… Me pareces conocido, ¿te eh visto en algún lugar antes? – Dijo el menor que apenas podía hablar.
- No lo sé, también me pareces conocido, bueno, Mi nombre es Miguel Ángel Jiménez. –