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Diez Razones Para Odiar a Alguien Como Tú por Rukkiaa

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Notas del fanfic:

He vuelto *3* jajajajaja

Sé que mi siguiente historia debería de haber sido Johnlock, pero he estado demasiado ocupada como para leerme los libros de Sherlock que me quiero leer antes (así que la dejaré para las vacaciones de verano porque son siete libros ^^). Sin embargo, heme aquí con este relato.

Lo cierto, es que lo tenía pensado desde hace mucho tiempo, pero no me decidía por ninguna pareja en concreto para protagonizarla, hasta que viendo Sobrenatural, zas! Destiel!. En pocas semanas me he visto las 9 temporadas de golpe y estoy enamorada de esos dos. Sobretodo de Castiel >///<. Así que aquí está la historia.

Basándome en comedias adolescentes, por las que reconozco tener cierta debilidad XD.

Los personajes pertenecen a Eric Kripke, y el argumento está basado en un par de ideas que saqué de dos películas: ''10 Things I Hate about You'' y un poquito de ''She's All That''.

Escribo esto sin ánimo de lucro, sino con el de divertirme y divertir. Gracias!!

Notas del capitulo:

Es un Universo Alterno. Así que nuestros chicos son adolescentes y están en un instituto. Y pues como le cogí el gusto a eso de los Puntos de Vista tras Novilunio, he aplicado esa forma narrativa en este fic también jeje e indicaré cada cambio de POV. mediante (). Quizás OoC. siempre lo advierto por si pasa, cosa habitual, así evito reclamos luego :)

La letra cursiva son pensamientos.

1. No te conozco

 

(Dean)

-¿Por qué me has mandado a llamar esta vez, Bobby? –. Pregunté acomodándome en el asiento que estaba al otro lado de la mesa. Aunque admito que podía hacerme una ligera idea del porqué. Últimamente siempre pasaba lo mismo.

-Director Singer para ti, Winchester –dijo el hombre antes de dar la vuelta a su sillón y encontrarnos cara a cara.

Pero para mí era difícil dirigirme al mayor con el respeto que debía, porque para ser francos, no podía. Que el director del instituto vistiera como si acabase de cortar leña en el bosque y llevara aquella gorra llena de innumerables e indefinidas manchas le hacían ver como un tipo de lo más corriente; nada que ver con su cargo. Era como tener de vecino al alcalde y verle por las mañanas cortar el césped en pijama.

-Director Singer... –dije conteniendo la risa como buenamente pude.

-Te he pedido que vinieras porque ya es la tercera vez en este mes, Winchester, que una jovencita ha dejado de ir a clase por quedarse llorando en los lavabos.

Di en el clavo.

-¿Y eso qué tiene que ver conmigo? –. Pregunté fingiendo inocencia, para después inclinarme hacia la mesa y sacar un caramelo de un pequeño cuenco de vidrio junto al portanombres donde se podía leer: Director Robert S. Singer.

-Pues mucho. Porque es una de esas chicas con las que andas un par de días y luego dejas tiradas.

-Es el director, no mi padre. No debería meterse en la vida privada de sus alumnos—dije chulesco mientras desenvolvía el caramelo con parsimonia. Era mejor no mirarle a los ojos en ese momento. Debían saltar chispas en sus pupilas.

-Deja de ser privada cuando te pavoneas con diferentes ligues un día si y otro también bajo este techo.

Bobby, con ademán de cansancio, se quitó la gorra y se masajeó la frente.

-Te estás labrando una reputación, Winchester. Y no precisamente buena –continuó.

-Depende de a quién pregunte—sonreí ampliamente mostrando todos los dientes, lo que provocó que el otro suspirase hastiado. Pero me sentía orgulloso de mi mismo y no iba a decir lo contrario. –Oiga, las chicas me conocen. Si se acercan a mi, saben que no será eternamente. Yo lo veo de este modo. Soy muy generoso. Y doy amor a todas las que me lo piden. Pero no puedo atarme a una para siempre. ¿Qué sería de las demás?

-Es como hablar con una pared... –murmuró Bobby volviendo a ponerse la gorra y levantándose. – Hazme un favor, Winchester. Mantén a tu amiguito dentro de tus pantalones al menos un par de semanas. Tengo demasiadas cosas en la cabeza como para preocuparme por tus líos de faldas.

-Lo prometo—dije. Pero cruzando los dedos tras la espalda.

-¿Y cómo se llama la llorona número treinta y tres? –. Me preguntó Crowley a la hora de comer.

Ambos estábamos sentados en la mesa redonda del gran comedor, conscientes de las miradas a medias que nos dirigían de todas partes. No era para menos, siendo los más populares del instituto. Algo que ambos disfrutábamos y que considerábamos más que merecido.

-Laura, creo. O Lori... La verdad es que no lo recuerdo –admití sin importancia dándole un mordisco a mi bocadillo, que enseguida chorreó mayonesa sobre el plato. La cogí con la punta del dedo índice y me lo limpié con la lengua. Nunca desperdiciaba comida si podía evitarlo.

-¿Rubia o morena? –. Crowley comía un chuletón de dos dedos de grosor, cogiendo el cuchillo y el tenedor con el estilo que le caracterizaba.

Crowley McLeod, mi mejor amigo. El tipo más educado y al mismo tiempo el más cabrón que había conocido en toda mi vida. Claro que, conociéndonos desde el jardín de infancia, es normal que nadie pudiera superarle, al menos para mi. Era rico hasta decir basta. Y listo el condenado. Tan listo, que hacía que su mayordomo le trajera comida todos los días al instituto, para no tener que tragarse aquella bazofia que llamaban ''almuerzo'' en la cafetería. Por eso aquel filete tenía la pinta más exquisita del mundo.

-Pelirroja—respondí en cuanto tragué.

-Mmm. – Masculló en tono de aprobación.

Escuché un bufido de molestia a mi izquierda. Y no tenía que mirar para saber que procedía de mi hermano pequeño, Sam. Sin apartar la vista de un libro de trigonometría que tenía en una mano, mientras con la otra sujetaba un tenedor. ¿Y qué comía?. Una insípida ensalada, como siempre.

-¿Y a ti qué te pasa? –. Cuestioné alzando las cejas.

-Te jactas de jugar con las chicas.

Ni siquiera despegó los ojos de aquellas páginas. Con las gafas de pasta negra en el filo de la nariz, como un octogenario.

-¿Me qué?

-Te gusta burlarte de ellas—aclaró.

-No me burlo de ellas, Sammy. Simplemente se lo toman todo a la tremenda—dije y le revolví el cabello con cariño para calmarle los ánimos. Pronto, la melena le llegaría por los hombros. Debía cortarle el pelo un día de estos.

-Claro, tú eres un santo, Dean –dijo poniéndose en pie y llevándose la bandeja a otra mesa algo más alejada.

-Has herido sus sentimientos—se burló Crowley.

-Ama defender las causas perdidas.

-Pero bueno, Dean. Hay algo a tener en cuenta. Ya apenas te quedan chicas a las que conquistar. Al menos, no las que valen la pena. ¿Con quién pasarás el fin de semana, amigo?

Crowley soltó una risita burlona mientras se limpiaba el borde de los labios con una servilleta de fina tela blanca.

Me carcajeé siguiéndole la broma, porque a aquello precisamente había sonado, pero mis ojos se deslizaron inconscientemente por la gente de nuestro alrededor y el duro peso de la realidad me golpeó con fuerza. Era cierto.

-Te quedan las feas. O eso... O buscar una antigua amiguita. Lisa Braeden sigue poniéndote ojitos, Dean.

¿Repetir?, nunca.

Torcí la boca en una mueca de disgusto y Crowley no lo pasó por alto.

-Aunque... –apartó el plato casi vacío que tenía delante y acercó su silla más a la mía. –También podrías ligar con un chico.

-¿Estás drogado?¿qué tenía ese filete?. Últimas noticias, no soy gay, Crowley –dije a la defensiva. Parecía mentira tener que desmentir semejante cosa a mi mejor amigo a estas alturas de nuestras vidas. Y encima con mi currículum.

-Ya sé que no eres gay, Dean. Pero me haría mucha gracia ver cómo intentas conquistar a un tipo. Siendo que todas las chicas se tiran a tus pies como alfombras cuando pasas. Apuesto a que eso no sería nada fácil para ti.

El extraño brillo en sus ojos me hizo ver que hablaba enserio.

-No voy a ligarme a un tío así como así. Aunque si quisiera, fijo que es tan sencillo como con una tía.

-Es una apuesta entonces.

-No digas gilipolleces, Crow. No voy a ligar con chicos. Eso no me va—repetí con lentitud y vocalizando con exageración, a ver si así captaba mejor mis palabras.

-Si te ligas a un chico, Dean Winchester, te compro el equipo de música ese por el que llevas tanto tiempo babeando. Ese que dices que quedaría genial en tu querida nena.

-¿El que vale siete mil dólares? –pregunté alucinando. Aquello no podía ser verdad. Era mucha pasta de la que estábamos hablando.

-Con eso me sueno yo los mocos, Dean.

-¿Hasta dónde tendría que llegar?

Crowley sonrió satisfecho.

-¿Aceptas?

-Sólo quiero saber lo que tendría que hacer—dije. No quería saltar al vacío sin saber lo que me esperaba abajo.

-No te pido mucho... Solo un beso. Puedes cerrar los ojos e imaginar que es Jessica Alba. Allá tú. No soy tan cruel ¿no?

-¿Y qué ganas con todo esto?

-Si te ligas a un tío con la misma facilidad con la que consigues a las chicas, me quito el sombrero ante ti y te compraré el equipo de música. Es más, incluso pagaré su instalación en el Impala. Pero si no lo consigues... No solo me burlaré de ti mientras viva, sino que tendrás que ser mi sirviente durante un mes y llamarme ''majestad''.

-¿Majestad?. Tú alucinas.

-¿Aceptas o no?

-Eres muy rarito, Crow.

-Tic, tac.

Miró su Rolex plateado como con urgencia. Haciendo la pantomima, claro.

Pero yo de verdad quería ese equipo de música... Y no podría pagarlo ni en un millón de años. Era solo un beso. ¿Qué más daba?

-Acepto.

Sonriendo como si del mismísimo Joker de Batman se tratara, extendió la mano hacia mi y se la estreché.

-Pero yo elijo el chico, Dean.

-Lo suponía—respiré profundamente. –El gordo, ¿verdad?, el que toca la tuba en la banda. Ese con la cara llena de granos.

-No soy tan malo—fingió sorpresa, pero aquella enigmática sonrisa no se apartaba de su rostro. Al mismo tiempo que miraba sin cesar a ambos lados de la sala, entre la multitud. Como si examinara el ganado antes de llevarlo al matadero. Comencé entonces a arrepentirme de la apuesta. De haber sucumbido. Crowley siempre conseguía lo que quería, y retractarme ahora sólo haría que me tachara de cobarde un día si y al otro también. De perdidos al río.

Entonces a mi espalda escuché un estruendo, seguido de risas. Crowley fijó su vista en el origen de aquel estallido y susurró complacido—ese.

Cuando giré el rostro para ver de quién se trataba, no pude sino abrir la boca con espanto. Era uno de los mayores perdedores del instituto. Un raro que se juntaba con el grupo de frikis y antisociales. Siempre despeinado, con la ropa más grande que su cuerpo, y manchado de pintura por todas partes.

Ese había sido el alboroto. Se le habían caído los materiales de pintura que llevaba en las manos. Porque aquel negado estaba en el club de arte.

-¿Novak? ¿Enserio? Vuelve a considerar al gordo con cara de gruyere.

-Ni de coña. Novak será más divertido. Además, creo que ese gordo sí que es gay. Paso de que tengas la mitad del trabajo hecho.

Me guiñó un ojo sin apartar la vista de aquel desastre ambulante. Castiel Novak. Siempre había ido a mi clase, pero se sentaba en primera fila, como buen empollón era. Al igual que su amiguito Tran, y su compañera Bradbury. Los tres cerebritos del curso. ¿Cómo coño iba a conseguir un beso de Novak si nunca le había dicho ni un simple ''hola''?

-¿Cómo se supone que me lo voy a ligar? Ese tío es de otro planeta.

-Vamos, eres Dean Winchester. No me digas que tengo que decirte cómo ligar.

-No sé hacerlo con extraterrestres.

-Dean. Puedes retirarte. Gustosamente admitiré tu derrota.

Le miré con ira contenida e intenté recordar porqué era mi mejor amigo. Pero mi mente estaba en blanco.

-No pienso perder.

-Pues piensa en algo para acercarte a tu futuro ex ligue.

-Te odio, Crowley.

-Puedes ensayar lo de ''majestad''.

-Antes muerto—dije antes de levantarme y marcharme a grandes zancadas de allí. A mis oídos llegaban las carcajadas de Crowley. Pero si pensaba que iba a darme por vencido, se equivocaba.

No había nacido quien se resistiera a los encantos de Dean Winchester.

Continuará...

Notas finales:

Pues hasta aquí el primer capítulo ^^

Lo escribí ayer y no veía el momento de subirlo.

Saludos!!

 


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