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Divino renacimiento por Yue Murakami

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Notas del fanfic:

Pos... nada. Lean y disfruten por favor.

Notas del capitulo:

Espero que les guste :3

"Estás muerto ¿Te gustaría otra oportunidad?" Le pregunto una voz, era un susurro lejano, frío, tenebroso e hiriente. En medio de la obscuridad recordaba gritar y suplicar, sentía un profundo vacío que lo llenaba de paz y tranquilidad. “¿Quieres vivir, Dominik? ¿Quieres otra oportunidad?” La esperanza comenzaba a embargarlo, quería vivir, un mundo que nunca debió abandonar. Dominik respondió sin emoción, frío, calculador y tal vez feliz “sí”. No alcanzo a escuchar el precio, ahora regresaba como en caída libre, de forma vertiginosa y acelerada.

Las imágenes después de la caída el sonido repetitivo de una sirena laceraba sus oídos, voces inconexas lo rodeaban, confusas y diversas, lo llamaban: “Llegaremos a tiempo”, “no te rindas chico”, “¿Qué clase de pastillas tomó?”, “Descarga”, “Atrás. De nuevo” todo pasaba demasiado rápido, las imágenes daban vueltas difuminándose. Dominik vuelve a sentir el frío, el calor, el dolor. Regreso a un mundo sólido, lleno de sonido y color; no quiere irse todavía, pero es inevitable y cierra los ojos. De nuevo la obscuridad absoluta, está y no está, se desvanece en la permanencia del mundo. Despertó en una habitación blanca y escucho murmullos a lo lejos de voces familiares y desconocidas.

 —¿Cómo te sientes?— la voz aterciopelada de una mujer, suave y cariñosa como una caricia. — ¿Sabes dónde estás, Dominik?

Negó con el cabeza, confundido y con apenas una mirada a la chica lo supo, era otra oportunidad. Podía vivir, no estaba muerto y aun así una angustia le invadía el pecho, el recuerdo de haber besado a Sylvia lo llenaba de incertidumbre. Tal vez en un rincón de su cabeza sabía que el encuentro con ese amor siempre fue imposible. Una vieja conocida se acercó con cautela.

 —Dominik… Nos diste un susto de muerte— su madre lloraba mientras se acercaba a su lecho y él no sabía cómo reaccionar, era como ser un niño de nuevo, tenía miedo de hablar y arruinar las cosas. — ¿Por qué lo hiciste?

 —¿Qué pasó, mamá? Me duele el cuerpo— se sentía incapaz de preguntar nada más.

 —Intentaste suicidarte— era la voz de un hombre desconocido, totalmente profesional. — Dominik necesita ayuda, por lo que veo en su historial es el segundo intento de suicidio. — un silencio pesado, un suave sollozo.

 —Lo sabemos ¿Qué sugiere?— la voz de su madre era apenas reconocible.

 —Una clínica. Tengo el nombre de una que le ayudaría mucho. Es por su bien. —contesto el doctor.

 —Gracias— hablo su padre. Un gesto más de cortesía que de verdadera gratitud. Volvió a cerrar los ojos para dormir un poco más.

El peso de su madre alejándose de su lado, los murmullos de sus padres en una discusión demasiado obvia y ruidosa para mantenerse en letargo. Dominik abrió los ojos y los poso en su madre que peleaba por su bienestar.

 —Es lo mejor para él— refutaba— no voy a dejar morir a mi hijo.

 —Nuestro hijo… tal vez con…

 —¡No! Deja de negar lo que está enfrente de ti. Estuvo mucho más cerca esta vez ¿la próxima lo logrará? No estoy dispuesta a perderlo… ni por ti ni por nadie. Ira a esa clínica y ni una palabra más. — era el ultimátum de una madre al borde de la desesperación, en la esquina de la locura y el dolor previos de una pérdida total.

Ambos miraron con verdadera congoja la dulce sonrisa de su hijo. Amor, era amado por sus padres sin duda. No era momento de morir. Su madre se acercó de nuevo, tomo su mano derecha y la beso con adoración, comenzó de nuevo a llorar; Dominik volvía a sentir en la piel lo que era la humedad cálida de una lágrima que se seca al contacto con el tiempo y el exterior.

 —Todo está bien—dijo su madre abrazándolo.

 —Lo siento… tanto… perdón —apenas podía articular entre sollozos, no recordaba cuando comenzó a sentir la necesidad de liberar su arrepentimiento de haber muerto en verdad.

 —Ahora estarás bien. Tenemos que hablar— no podía evadirlo, su padre tenía razón: había una necesidad profunda de hablar— iras a una clínica donde recibirás ayuda.

 —Está bien. No volveré a intentarlo, pero tal vez de verdad necesito ayuda. Perdón que los haya preocupado… yo… — su madre beso su frente en un suave gesto de amor.

Los días postrado en la cama con el cuerpo doliente pasaban con una velocidad parsimoniosa; toda la mañana convencía a sus padres de ir a trabajar y atender sus deberes hasta que accedían de mal modo. Así se quedaba solo con sus pensamientos, con el vacío que le pesaba en el pecho…

Notas finales:

Cualquier cosa sobre la historia, por favor dejarla en un comentario.


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