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El Consuelo de una muerte. por AGR

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Notas del fanfic:

Bueno luego de mucho tiempo regreso con esta historia corta, donde se desenvuelve un drama algo poco usual.

Notas del capitulo:

Una perdida que no se supera.

Un amor que no se olvida.

 El Consuelo de una muerte.

 

 

La voz de aquel que yacía entre las sabanas satinadas se iba apagando como la vela que pobre alumbraba la habitación. Sus labios resecos temblaban como hojas danzarinas al viento de la primavera. Ikki le abrazó, destilando su amago llanto en los rubios cabellos de oro de aquel que en tantos años le había robado tantas alegrías.

 

 

—La muerte me llama, ha dicho que vendría en esta noche fría por mí, pero ni la misma muerte me ha de borrar este amor. No llores ni sientas pena por mi partida, porque el amor no muere.

 

 

Un terrible grito acalló los susurros que se formulaban fuera de aquella habitación, mientras que Ikki, se dejaba caer en la agonía de su propio dolor. Fue la muerte o una mala jugada de la misma vida que le arrebataba de sus manos aquello que tanto amaba.

 

 

Sollozos se escuchaban de almas abatidas y el miedo amenazaba aquellos testigos que silenciosos miraban el lienzo de Ikki sosteniendo en sus brazos el inerte cuerpo de su amado. Nadie espetó palabra ni se atrevieron separar a los amantes que en tiempos de antaño se les escuchaba reír, hablar, cantar, discutir. La mañana se aventuró a llegar mostrando los colores del primer rayo de sol que intentaba colarse por las cortinas que impedían la llegada de un nuevo día. Encontraron aquel inerte cuerpo impecablemente vestido y sus cabellos sujetados delicadamente, pero Ikki, no estaba.

 

 

Días después se escucharon rumores entre los amigos que un hombre vio pasar a Ikki de largo en la asoleada tarde cual cantaba frente al sepulcro del que en vida fue su amor. Cargaba una botella brindando así a la salud de su tristeza, notando la pena de su alma que reflejada se podía observar en su fiera mirada que ahora carecía brillo propio.  

 

 

—Luego de terminada su ronda en el Hospital Central, acudió un joven no mayor de veinte años. Había llegado en mal estado y el doctor viendo tal emergencia se devolvió para ayudarle, descubriendo que ese joven había sido violado y sin más le condenaron a muerte. Sida, fue el diagnóstico final que dio a su paciente luego de una semana de internamiento. La ira contra el doctor fue por demás evidente y fue cuando todo cambió.

 

 

El hombre cual cabellos plateados brillaban bajo la lámpara de esa vieja taberna, calaba lo último de su cigarro, bebiendo enseguida el trago que daba un amargo sabor a su paladar, sin dejar ver lo sombrío de sus orbes azules. Un suspiro salió cansado de sus labios ya secos, mientras que sus manos sucias enjugaban una lágrima que intentaba escapar.

 

 

La sonrisa amarga se dibujó antes de continuar con ese relato que solía contar aquellos que le buscaban conversación para no estar tan solos en esa noche fría y solitaria.

 

 

—Ese joven culpó a Ikki, por no poder salvar su vida, lleno de rabia violó a su amado de la misma forma, le sentenció a muerte. Pasó años buscando una cura, pero al final todos los esfuerzos fueron en vano y la enfermedad logró su cometido. La venganza fue cumplida.

 

 

Sus palabras eran el canto de una profunda tristeza que comprimía su viejo corazón que apenas y resistía el ritmo de vida que ejercía cada día. Los recuerdos eran tan claros como el licor que servía el cantinero en esa copa. Escuchó atento la canción que sonaba en la radio recordando cuando fue la primera vez que expresó a su amado todo ese sentimiento que había cultivado mucho tiempo y cual fue dichoso cuando este le aceptó.

 

 

Cada pensamiento albergado afloraba imperioso en su ser y como una flor que sus pétalos se abre a la vida llenando de color los prados, pero con el tiempo muere para dar campo aquella que ha de venir a continuar su trabajo.

 

 

Las palabras de su compañero de copas le hicieron regresar de esos hermosos momentos que le alejaban de tanto dolor acumulado por ese adiós que nunca debió ser.

 

 

—Nunca más se supo de ese hombre. Los años han pasado y solo deja saber que se encuentra vivo por la rosa que deja todas las semanas en ese sepulcro, que el tiempo mismo ha derrumbado. La muerte se interpuso entre ellos y siendo uno de los mejores doctores no le pudo salvar, solo le miró como se consumía en la oscuridad de la noche y el manto de la muerte velaba a su lado hasta robar su último suspiro.

 

 

No hubo más que decir ya que comenzó su andar lejos de aquel lugar donde había dejado una vez más una historia sin terminar donde las preguntas de aquellos que le escuchaban se incrementaban más y más.

 

 

La mañana anunciaba un nuevo día y el infierno para aquel que despertaba abrazado a la cruz del sepulcro, tras soñar a su amado ferviente de vida y placeres que esta daba a los que se amaban con locura.

 

 

—Aún llevo sobre mí el aroma de tú piel, en mis labios el sabor de tú amor. ¡Oh amor mío! Acoge mi atormentada alma en tus manos y deja que se una con la tuya en la eternidad. Hoy la muerte llama a mi puerta y con el último suspiro he de gritar su nombre ¡Hyoga!

 

 

Silencio había entre aquellos que extrañados esperaban la llegada de ese extraño hombre que elocuente contaba su historia muchas veces, pero esa noche todo cambió.

 

 

Se escuchaba de viva voz a un hombre que contaba la historia de ese doctor que día tras día esperaba que la muerte llegara a su encuentro y así estar junto su amado, que yacía muerto tantos años.

 

 

—Fue su amor una ardiente llama que abrigó su corazón, pero en aquel sepulcro es compartido por esos amantes y quizá alguien en su memoria deje dos rosas.

 

 

-Fin-

Notas finales:

Espero les guste este fic de Ikki x Hyoga.

Gracias con antelación.

Bendiciones y kisus pervertidos.


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