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Fingiendo que no te amo. por LycanZero

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Notas del fanfic:

-"Cursivas y comillas"- Pensamientos

-¡¡Negritas!!- Gritos.

 

Notas del capitulo:

Es mi primer fic de este anime/manga.

Se supone que era un one-shot pero como todo no puedo hacer historis cortas U.U

Agradezco a mi Beta Erza-san para hacer de mis escritos algo decente.

SU espero te agrade. Y perdón la demora U.U

 

También agradezco a mi linda uke alías "luz de Kagami" ewe

 

Les dejo leer.

 

La secundaria Teiko dio lugar a cinco prodigios en básquet, los cuales obtuvieron tres victorias consecutivas en los inter escolares.  Cinco jóvenes con habilidades increíbles, La Generación de los Milagros. Tuvieron un sexto jugador, quien sólo fue reconocido por los otros cinco ya que poseía la impresionante habilidad de disminuir su presencia hasta hacerla nula. Como era de esperarse aquellos jugadores terminaron su ciclo en la escuela para tomar rumbos distintos. Cada uno de los prodigios ingresó a una escuela reconocida a excepción del sexto miembro. Pero aun separados el destino los obligaba a encontrarse dentro y fuera de la cancha; los torneos empezaron a llegar y poco a poco empezaban a haber menos rivales.

 

Dos de ellos: la preparatoria Kaijô y la preparatoria Touou se enfrentaron en el torneo intercolegial. Dos jugadores de La Generación de los Milagros  se retaron en una dura batalla donde nadie retrocedía, donde uno quería ser reconocido por el otro como un digno rival. Kise Ryôta es un jugador excelente que fue halagado por su capacidad de copiar las jugadas de sus contrincantes a la perfección; de cabellos rubios, ojos color ámbar y piel blanca, su altura es considerable para ser modelo y jugador de básquet; su uniforme de jugador es azul con blanco, lleva el número siete en la espalda. Siendo uno de los cinco genios, logró lo que nadie creía que pudiese ser posible: “copiar a Aomine Daiki”.

 

Aomine fue el jugador estrella de La Generación de los Milagros y, obviamente, la estrella actual de su escuela. Daiki posee cabello de un azul oscuro, ojos del mismo color profundo y piel morena; su uniforme es negro con rojo, porta el número cinco. Tiene un estilo de juego único que combina su flexibilidad, velocidad y buenos reflejos para hacer que cualquier enemigo que le enfrente se quede estático por sus movimientos y fintas. Nadie puede ganarle excepto, según el moreno, él mismo. Sin embargo esta idea corrió peligro de ser cambiada en el momento en el que Kise logró perfeccionar la copia de su estilo y así poder impulsar a su equipo a la victoria. Fueron momentos de increíble suspenso donde Aomine hacía la jugada que Kise en el siguiente segundo copiaba. Muchos de los espectadores decían que eran increíbles por realizar las mismas brillantes jugadas.

 

Pero el partido llegó a su fin teniendo como ganadores a los jugadores de la preparatoria Touou. La preparatoria Kaijô sintió el amargo sabor de la derrota pero nadie más que Kise, quien en esos momentos se sentía vulnerable al no poder pararse. El haber copiado al mejor jugador de su generación repercutió en sus piernas, incapacitándolo para ponerse en pie por su cuenta. Daiki observaba  como su ex-compañero de equipo intentaba inútilmente levantarse del suelo; el corazón se le oprimió de manera tan dolorosa que apenas si pudo contener el impulso de llevarse la mano al pecho. Kise estaba decepcionado de sí mismo y eso no le gustaba ¿Por qué?... No tenía ni la más mínima idea del motivo.

 

Desde la primera vez que vio al rubio no le tomó mucho en cuenta, era un simple estudiante de la misma secundaria, sólo eso. Pero en algún momento Kise se unió al equipo de básquet y en poco tiempo se convirtió en titular, no le sorprendía que fuese de primer año, al fin y al cabo él también lo era, lo que sí pudo llamar “sorpresa” fue cuando logró imitar algunos de sus movimientos aunque estaban lejos de ser perfectos. Con el tiempo se acostumbró a su carácter carismático y al mismo tiempo torpe, nunca perdía su sonrisa incluso cuando Akashi le regañaba por cometer errores, obviamente hacía pucheros como un niño pequeño pero al poco rato regresaba esa sonrisa llena de vida.

 

Recordaba que aun cuando perdía contra él, Kise siempre sonreía, su carácter infantil salía a la luz como todos los días pero a los pocos segundos aparecía esa sonrisa sincera que le agradaba, en algunos momentos sintió como su corazón saltaba sólo por ese simple gesto. Sin embargo, ahora no había sonrisa después de la derrota, sólo frustración, tristeza y la amenaza de lágrimas en el rostro del rubio; quería acercarse y ofrecer su mano, decirle palabras para animarlo, decirle que el partido fue divertido y que dejara de llorar porque jugarían nuevamente uno contra el otro pero nada salía de su boca. Simplemente se quedó ahí, observando como el capitán de Kaijô se acercaba y le ofrecía su mano, Kise no aguantó más y soltó a llorar; el pelinegro le tomó por debajo de las axilas, le levantó para dirigirlo a la formación y dar gracias al otro equipo por el partido.

 

El capitán acariciaba la cabellera rubia en un intento de consolarlo. No culpaba a Kise por su derrota, al contrario, estaba agradecido, gracias a él la diferencia no fue tanta como pudo haber sido sin él en la cancha. El rubio dio todo de sí y eso le ayudaba a él mismo, como capitán, a mantener la cabeza en alto y animar al resto de su equipo. No podía desmoronarse frente a sus amigos sino sus palabras de aliento serían vacías.

 

-… No hay nada que el ganador pueda decirle al perdedor — Aun cuando creía que no podía oírle por la distancia, logró hacerlo. Kise escuchó con claridad como Aomine, la persona que admiraba desde la secundaria, le tachaba definitivamente como un fracasado; de alguna manera sintió que su corazón terminaba de fragmentarse para convertirse en algo más que añicos, en polvo.

 

Comprendía muy bien que dejarle de admirar no era lo mismo que dejarle de amar. Ese fue su peor error desde el principio, dejar que la enorme admiración que sentía por el moreno se transformara en algo más profundo. Ahora estaba sufriendo las consecuencias de ello, incluso cuando estaba consciente de que las posibilidades de ganarle al jugador estrella de la Generación de los Milagros eran pocas, realmente quería llevar la victoria a su equipo y a su vez demostrarle a Aomine cuanto había mejorado, mostrar que podía ser un digno rival para él, sin embargo, al escuchar esas palabras supo que había fracasado tanto en dar la victoria como en que el otro le reconociera.

 

El torneo terminó y junto con ello la vida volvió a tomar su curso rutinario. Cada jugador volvía a la escuela a tomar clases, practicar muy temprano y en las tardes, evitar suspender algún examen, sí, todo volvía a la normalidad; sin embargo Kise estaba ausente, quizá no de forma física, pero sus compañeros comenzaron a notar que estaba más distraído de lo normal. Sus pases eran torpes, su rendimiento bajo y su puntería fatal. Las chicas que siempre se arremolinaban a su alrededor comenzaron a distanciarse, ya que de alguna manera sabían que no era el mismo guapo rubio alegre y animado de siempre.

 

Sus compañeros de equipo le dieron también su espacio y tiempo, incluso el entrenador sabía que no era un desánimo normal. Todo lo contrario a Kasamatsu, además de ser el capitán era lo más cercano que tenía Kise a un amigo, por lo que era normal saber qué era lo que lo estaba mortificando. Sin embargo, cada que intentaba hablar con él de la situación terminaban en discusiones, ya fuera porque Kasamatsu insistía demasiado o porque Kise se negaba a decir lo que le molestaba. Llegó un momento en el que toda la tensión se rompió, ocurrió con rapidez, un momento efímero que muchos no lograron ver cómo pasó realmente, fue como si el tiempo saltara repentinamente omitiendo la parte importante de la escena.

 

-¡Deja de lamentarte, imbécil!— Yukio, una persona de carácter fuerte pero al mismo tiempo tranquila plantó un fuerte golpe en la mejilla del rubio, logrando que cayera bruscamente al suelo. Todo el gimnasio se quedó en silencio, nadie se atrevía a mover un músculo, incluso dolía respirar con el pesado ambiente que había.

 

-No me estoy lamentando— Respondió Ryôta mientras limpiaba el pequeño hilo de sangre que salía de la comisura de su labio con el dorso de la mano. Lentamente se levantó, sacudió su short y, en un parpadear, regresó con doble fuerza el golpe propinado por su capitán. Sabía que estaba cometiendo una falta, que podía ser expulsado no sólo del equipo sino de la escuela. Pero de momento nada de eso importaba, su corazón estaba tan hecho polvo que aun cuando intentaba animarse él mismo no había gran avance.

 

Sabía que era demasiado infantil sentirse deprimido por las palabras del enemigo, sin embargo los demás no comprendían lo que él. Aquellas palabras no solo le hicieron entender que Daiki jamás lo reconocería sino que además no había esperanza alguna para que respondiera a sus sentimientos y eso era lo que más le dolía, ¡joder! No exageraba al decir que podía morir si volvía a oír esas palabras. Su capitán intentaba sacarlo de su letargo, sus fans y compañeros de equipo le estaban teniendo paciencia pero por alguna razón no podía recobrarse aun cuando lo entendiera, aun cuando se diera por vencido en tener algo más que una “rivalidad amistosa” con Aomine no podía sentirse plenamente satisfecho y al parecer eso fue lo que hartó a Kasamatsu, quien se levantaba y frotaba la parte golpeada, al ser más grande, Kise tenía más fuerza.

 

-Entonces vuelve a servir para algo… Y ponte a practicar, aunque no hayan torneos importantes no podemos bajar la guardia. — Ordenó el pelinegro, dándose la vuelta para tomar un balón. El rubio le miró sorprendido, esperaba una reprimenda, que volviera a darle otro golpe, que le pidiera que se fuera de las prácticas incluso del equipo; y su capitán lo único que le pedía era que volviera a ser el mismo rubio molesto y alegre que rondaba por todos lados, a su manera claro está, no es como si Yukio fuera tan sincero.

 

-Lo lamento senpai— Un flequillo rubio cubrió sus ojos, los cuales comenzaban a llenarse de lágrimas. Kasamatsu sólo suspiró con pesadez, pidió permiso al entrenador y salió arrastrando a un Kise llorando. La caminata duró un largo tiempo y Ryôta no se dio cuenta a donde habían llegado hasta que sintió el aire fresco acariciar sus brazos desnudos y oír el suave crujir de las pequeñas ramas de un árbol al ser mecidas por la brisa. La escuela en sí era grande y había áreas verdes de considerado tamaño para que los estudiantes pudieran relajarse en momentos de receso.

 

-¿Tanto amas a Aomine Daiki para ponerte de esta manera?— La pregunta rezumbó con furia en los oídos de Kise obligándolo a levantar la mirada con suma rapidez, observando con sorpresa a su capitán. El silencio duró eternos segundos, al entender completamente la pregunta el rubio volvió a bajar la mirada, caminó hacia el árbol y decidió sentarse, recargando su espalda en el grueso tronco.

 

-Yo puedo copiar todas las habilidades de cualquier deporte con tan sólo verlas unas cuantas veces. Probé en varios clubs de Teiko para ver si alguno era un verdadero reto para mí, sin embargo todos me aburrían al poco tiempo; un día fui golpeado con un balón de básquet en la cabeza, quien se disculpó por el golpe fue Aominecchi, en ese momento pensé “no he probado básquet, aún”…

 

-Así que te inscribiste al equipo. — Concluyó Yukio con la intención de apremiar a su kohai para que siguiera hablando, no se dio cuenta en qué momento se sentó a su lado.

 

-Sí, y poco a poco fui conociendo a cada miembro de la Generación de los Milagros. Y aun cuando cada uno de ellos tenía su propia habilidad por las cuales los respetaba, nadie se comparaba con Aominecchi… Siempre sonreía cuando jugaba, no importaba si sabía que íbamos a ganar, él realmente disfrutaba jugar… Fue al primero de la Generación de los Milagros al que reconocí por su habilidad, además su estilo era el único que no podía copiar en esos momentos… Aunque esa sonrisa fue perdiéndose cuando cada uno de nosotros empezó a centrarse sólo en ser el mejor, a excepción de Kurokocchi quien aún sigue con la idea de trabajar en equipo…

 

-Pero tú también has aprendido… — Kasamatsu quiso refutar pero fue interrumpido por el rubio.

 

-Aprendí cuando fui derrotado por Kurokocchi y Kagamicchi. Cuando sentí ese amargo sabor decidí hacerme más fuerte y al mismo tiempo noté que era divertido convivir con todos ustedes. — Kise se llevó la mano al pecho y arrugó su playera en el momento en el que la cerró en un puño. — Un sentimiento cálido que Kurokocchi se negó a olvidar, todo lo contrario al resto de nosotros. Por eso, cuando nos enfrentamos a Touou quería dar todo de mí, hacer ganar a mi equipo y no sólo satisfacer mi ego. — Guardó silencio y al notar que su senpai no volvería a hablar decidió proseguir— Pero aun sabiendo eso, no pude evitar recordar “porqué”  inicié el básquet, no, más bien “por quién”.

 

-¿A dónde quieres llegar Kise? — Kasamatsu estaba empezando a desesperarse.

 

-Dejé de admirarlo para poder ganarle, para darle la victoria a Kaijô pero eso no quiere decir que lo deje de… De amar… Aunque intente negarlo, sé que lo sigo haciendo, que después de todo quería que me reconociera como un rival al menos, para no ser sólo un ex-compañero de la secundaria…

 

-Quieres que te vea. — Concluyó el capitán, observando como Kise ocultaba su rostro en sus rodillas. De un momento a otro las había pegado a su pecho mientras sus brazos rodeaban las pantorrillas.

 

-Sé que es infantil pero…

 

-Sí, puede que sea algo infantil, sin embargo es comprensible que quieras hacerte notar frente aquella persona que amas. Aunque también debes entender que en esta vida el que no arriesga no gana. — Kasamatsu acarició con cierto cuidado los cabellos rubios de su kohai. — ¿No has pensado que quizá te vea si le cuentas acerca de tus sentimientos? — Esa pregunta atrajo toda la atención de Kise, quien levanto lentamente el rostro para ver a su senpai, buscando algún atisbo de burla, sin embargo con lo único que se encontró fue con la seriedad que caracterizaba a su capitán cuando el asunto requería importancia. Sintiéndose mejor asintió a las palabras dichas por Kasamatsu, quizá tenía razón ya que Aomine era una de las personas más despistadas del planeta, posiblemente no sepa ni por qué Kise se esforzó tanto.

 

-Pero… ¿Y si me rechaza?— Preguntó con temor. Kasamatsu sólo suspiró con cierto pesar.

 

-Es un riesgo que tú debes decidir correr o no, Kise. Debes entender que en el amor… No todos ganan— Con esto dicho, el capitán se levantó y puso frente al rubio extendiéndole la mano para ayudarle a levantarse. — Si él te rechaza, sólo tienes que recordar que ya no estás solo, en el equipo puedes encontrar el apoyo que necesitas para salir adelante. Somos compañeros, y siempre estamos los unos para los otros.

 

Ryôta sonrió ante las palabras de su senpai, con una dosis extra de valor tomó la mano ofrecida y se levantó. Mientras regresaban al gimnasio Kise decidió que esto no podía esperar, después de clases pediría permiso para faltar al entrenamiento de la tarde e ir a Touou, debía hacerlo hoy mismo sino todo el valor que había reunido tras la conversación con su senpai se iría a pique y volvería a estar deprimido.

 

 

 

**********Preparatoria Touou**********

 

 

En el gimnasio podía oírse el chirrido de los tenis, el botar del balón, los gritos de los jugadores y las instrucciones del entrenador. Kise se movió con cautela, aún no sabía cómo fue que pensó que estaba realmente preparado para esto, ahora que se encontraba dentro del gimnasio y observaba a Aomine practicar, simplemente le entró miedo e intentó retroceder pero sus pies no le respondían y sus ojos no quitaban la mirada del cuerpo del moreno. Aun cuando no sonreía se notaba que estaba esforzándose en la práctica, había oído que después de su derrota con Seirin decidió regresar a las prácticas para poder seguir mejorando.

 

-Hola Ki-chan, ¿qué haces por aquí? —Momoi, la chica peli rosa que siempre estaba con Aomine se acercó al rubio al notar su presencia. Kise suspiró con cierto pesar, ya fue descubierto, así que no podía escapar.

 

-Hola Momocchi… Vine a espiar un rato — Sonrió con esfuerzo, sin embargo olvidaba con quien estaba hablando. Momoi es muy perspicaz y su intuición jamás falla. De repente la chica puso una cara de tristeza y la dirigió a donde estaba Aomine.

 

-¿Decidiste actuar con Aomine-kun?— Preguntó con soltura pero sin perder su tono preocupado. Ryôta se sorprendió por la pregunta hecha por la chica pero no dijo nada, simplemente esperó a que la práctica terminara y así poder hablar con el moreno.

 

Daiki no se dio cuenta en que momento había llegado el rubio, no fue hasta que Satsuki dio el pitido final de la práctica que le notó. Si se sorprendió al verle no lo demostró, actuó como si no existiera; oyendo las instrucciones del entrenador, las recomendaciones de Satsuki y la despedida de sus superiores. La peli rosa se quedó platicando con Kise mientras esperaban a que Daiki terminara de cambiarse.

 

-No pensé que tú… — La chica no sabía cómo tocar el tema. Desde la secundaria se dio cuenta de los intensos y no correspondidos sentimientos del rubio hacia su idiota amigo de infancia, a ella le agradaba la idea de que alguien tan hiperactivo y persistente como el rubio estuviera al lado de Daiki, ya que veía claramente que aun cuando el moreno terminaba ganando siempre disfrutaba de sus enfrentamientos aunque no lo admitiera.

 

-Yo tampoco… Pero mi senpai me dejó ver que… Si no le digo seguirá sin notarme.

 

-Pero… Si no resulta como esperas… — La preocupación de la chica era notoria. Desde siempre había cuidado de cada uno de ellos como si fuesen sus hermanos. Fue la que más lloró cuando se separó el equipo de La Generación de los Milagros, la única que no cambio a causa de las victorias obtenidas para la secundaria Teiko.

 

-Lo sé, pero… Si no arriesgo, no gano — Más que un comentario para la chica era una afirmación para sí mismo, sinceramente estaba comenzando a acobardarse, las manos le sudaban y las piernas le temblaban como si fueran gelatina, sin mencionar que su corazón palpitaba tan fuerte que parecía podría explotar en cualquier momento.

 

-¿Qué estás haciendo aquí, Kise?— Justo cuando Satsuki iba a comentar algo más, se vieron interrumpidos por la imponente figura de Aomine, quien se acercaba a ellos con un gesto de sumo desinterés.

 

-Me gustaría hablar contigo de algo importante, Aominecchi— No se andaría por las ramas, no cuando estaba a punto de meter la cola entre las patas y salir lo más rápido posible de ahí.

 

-Les dejo solos chicos, nos vemos. — La peli rosa emprendió rápidamente la retirada, no sin antes susurrarle un “buena suerte”  al rubio, quien se lo agradeció de todo corazón porque algo le decía que la iba a necesitar.

 

-Si es sobre el partido…

 

-No, no es sobre eso…— Daiki enarcó una ceja al ver un repentino, pero lindo, sonrojo tiñendo las mejillas de Kise y por alguna extraña razón ese simple gesto causó un fuerte cosquilleo en su estómago y un acelerado palpitar. Eran sensaciones que jamás había sentido, por ello temió, sí, sintió miedo por las palabras de Ryôta.

 

-¡Habla de una buena vez!— Le presionó, algo no estaba bien. ¿Qué era esto que sentía?... Sus manos sudaban y su cuerpo temblaba. ¿Qué le hacía sentirse de esa manera?

 

Kise dio un respingo ante la orden dada por un desesperado moreno. Inhaló largamente y acumuló todo el valor que pudo para poder hablar firmemente.

 

-Desde la primera vez que te vi sentí una gran admiración por ti, verte disfrutar tanto del básquet condujo a que yo también me dejara llevar por él, pero… Tiempo después y aun ahorita más que admiración… — Le estaba dando unas cuantas vueltas al asunto, desesperando más a Aomine y aumentando su miedo por estas nuevas sensaciones que se movían en su cuerpo.— Me gustas, es decir… Te he amado desde nuestro segundo año de secundaria. — Continuó diciendo el rubio, no supo en que momento cerró los ojos y los puños a causa de la inminente emoción que sentía al por fin liberarse de aquel enorme peso que era ocultar sus sentimientos.

 

Lo que vino después fue un desesperante silencio. Kise no hablaba por miedo a causar una reacción agresiva por parte del moreno, mientras que este procesaba demasiado lento la declaración del rubio. Su mente repetía las palabras una y otra vez, sin podérselas creer. Debía ser una broma. Ryôta no podía estar enamorado de él, ¡ambos son hombres!... Eso es, son hombres, no pueden… ¿Qué diría la gente? Y de repente algo en su cerebro hizo “clic” y comenzó a reírse con ganas. Abrazaba su estómago a causa del dolor que causaban las carcajadas mientras que de sus ojos salían pequeñas lágrimas. Kise sólo le miró desconcertado.

 

-Muy… Gracioso, Kise… Por un momento pensé que hablabas en serio — Comentó Daiki ya más calmado, mientras que el rubio le vio con extrañeza.

 

-Hablo en serio. — Afirmó con serenidad, algo dentro de su pecho comenzaba a romperse con anticipación.

 

-Ya no es gracioso. — Contestó molesto el moreno— No me gustan ese tipo de bromas y lo sabes. — Recriminó escuetamente. — No seas marica y mejor vamos a una cancha cercana para jugar o lárgate con Tetsu, y a él le aplicas este tipo de juegos estúpidos… Sabes que a mí me interesan las chicas de pechos grandes… Y eso es algo que tú no tienes… Jamás me fijaría en un hombre por más bonito que sea. — Dicho esto pasó al lado de un petrificado rubio, bostezando con aburrimiento. Vaya susto le había dado la pesada broma de Kise.

 

Por un momento se creyó sus palabras, pero inmediatamente las desechó. Se recalcó que no era homosexual. ¡Joder! Le iban las curvas sexys y los “coños rosados”, no el “comer arroz con popote*”. ¡Maldita sea! Odiaba a Kise con sus jodidas bromas de mal gusto.

 

-Es repugnante — Soltó en un siseo lo bastante alto para que el otro le escuchara. — Oye, apresúrate. No te puedo dejar en el gimnasio… ¡Camina!

 

Ryôta le siguió con la cabeza baja, manteniendo la distancia con el moreno. Aún no terminaba de procesar todo lo que había sucedido, estaba listo para un rechazo pero se había olvidado por completo como era Aomine en realidad, por lo que cada una de las palabras dichas le destrozó por completo el corazón. Quería llorar, gritar, arrodillarse y poder desahogarse hasta quedar completamente cansado pero no podía hacerlo, no frente a la persona responsable de su sufrimiento. Dolía caminar, cada paso que daba lo sentía abismal, la respiración era demasiado lenta, tanto que amenazaba con causarle un desmayo.

 

 

Pero no le daría el gusto.

 

 

-Lo siento Aominecchi, pero recordé que debo ir a una sesión. Nos vemos luego — Sonrió como pudo, no le preocupaba si era falsa, el estúpido moreno no se percataría de la diferencia. Sin esperar respuesta fue en dirección contraria dejando a un aburrido Aomine atrás; cuando sintió que ya no estaba a la vista del otro echó a correr tan rápido como pudo, cruzando las calles sin ver si el semáforo estaba en verde o rojo, en unas ocasiones oyó como algún conductor le gritaba improperios a causa de su forma tan apresurada e irresponsable de cruzar la calle, pero en estos momentos nada tenía sentido, solo quería correr y correr hasta cualquier lugar que estuviera lejos del estúpido moreno que tenía por nombre Aomine Daiki.

 

 

 

**************

 

 

No supo cuánto tiempo estuvo corriendo, sólo pudo detenerse cuando chocó contra un cuerpo, el impacto fue tan fuerte que cayó al suelo dolorosamente al mismo tiempo que el otro sujeto. Ese golpe sólo le hizo reaccionar y limpiarse las lágrimas con la manga de su chaleco mientras que la otra persona comenzaba a maldecir bajamente acerca de sus hamburguesas y de que iba a matar al tipo que se las había tirado por no ver por donde corría. Kise reconoció la voz inmediatamente, no había nadie que hablara ni se quejara tanto como aquella persona escandalosa y competitiva.

 

-Kagamicchi— Le observó con detenimiento. El mencionado venía con el oscuro uniforme de su escuela, de cabellos rojo oscuro y ojos del mismo tono, su mirada fiera podía causar escalofríos en el cuerpo de un adversario indigno. Su piel es acanelada y poseía un cuerpo trabajado para alguien de su edad.

 

-¿Kise? — El pelirrojo se encontraba sobándose la espalda baja debido a la caída, iba a reclamar escandalosamente al tipo que chocó contra él pero se quedó mudo al oír la voz del rubio. Algo andaba mal, incluso alguien tan despistado como él podía darse cuenta. Ese no era el Kise Ryôta que conocía. Este chico parecía más un cachorro maltratado en busca de algún refugio donde lamer sus heridas. — ¿Estás bien? — Vaya pregunta más estúpida, era obvio que no estaba bien.

 

-Sí, es… Es sólo que… — Tenía que ser fuerte, no podía llorar como niña, otra vez. Sin embargo no pudo contenerse, no era lo bastante frío como para ocultar sus dañados y destrozados sentimientos; sus ojos volvieron a ponerse acuosos y no tardó mucho para que las lágrimas recorrieran sus mejillas.

 

-¡O-oye! —Kagami empezó a mirar de un lado a otro. Varias personas que pasaban por ahí les quedaban viendo de manera interesada. — Deja de llorar. — Su gran mano acarició los lacios cabellos del rubio. Suspiró pesadamente y se dedicó a recoger sus hamburguesas. — Ven, es mejor si vamos a mi casa — Le ofreció la mano para ayudarle a levantarse, el rubio no lo dudó mucho y tomó la mano ofrecida.

 

En el camino nadie dijo nada. Kise, como niño pequeño siguiendo a su madre, sujetaba sin mucha fuerza el saco de Kagami mientras caminaba tras él. Mientras que el pelirrojo caminaba en silencio, no tenía planeado ayudar al rubio ya que el mismo tenía problemas en estos momentos pero no podía dejarle así. La efusiva alegría que siempre acompañaba a Ryôta había desaparecido por completo, no había rastros de aquella pequeña chispa divertida que le caracterizaba.

 

-Ponte cómodo— Le pidió mientras entraban por completo al departamento. Dejó su “cena” en la barra de la cocina y se dedicó a preparar un poco de té. Kise observó el lugar con curiosidad. A pesar de ser un lugar amplio también estaba vacío y sencillo.

 

-Gracias y perdón las molestias, Kagamicchi — Ryôta se sentó en el largo sillón y en ese instante sintió el cansancio repercutir en todo su cuerpo. Las piernas le punzaban, reprendiéndole por el sobre esfuerzo que hizo al correr esas grandes distancias sin tomarse un respiro.

 

Kise comprendió en ese momento que si quería llegar a su casa tendría que pedir un taxi. Suspiró desganado. Cubrió su cara con ambas manos, no sabía qué hacer, claro que tenía en la mente un posible rechazo por parte del moreno pero no contaba con que rompería completamente sus esperanzas. Sus ojos ardían por culpa de las constantes lágrimas que había derramado; respiró profundamente una y otra vez hasta que su corazón fue disminuyendo su errático palpitar, no podía hacer una escena y menos frente al pelirrojo.

 

-Toma. — Kagami se presentó frente a él ofreciéndole una humeante taza de té.

 

-Gracias. — Contestó con voz casina mientras soplaba un poco el líquido para enfriarle y después darle un pequeño sorbo. El pelirrojo le miró unos segundos antes de sentarse a lado del rubio en completo silencio. La bolsa de hamburguesas que antes estaba en la barra ahora se encontraba en la mesa de centro. Taiga se estiró lo suficiente para coger una y comerla vorazmente.

 

El pelirrojo podía ser muy despistado, escandaloso y, en la mayoría de los casos, un poco idiota pero sabía leer las emociones de la gente tanto como Kuroko podía hacerlo con los movimientos de sus contrincantes, y sabía que a Kise algo realmente malo le había pasado para que todo el entusiasmo que siempre cargaba se fuera y lo dejara sumido en una profunda depresión. Pero él no era quien para presionarlo a contarle lo que pasaba, si el rubio quería hablar escucharía atentamente sin juzgar ni aconsejar, a menos que Ryôta lo pidiera.

 

-Le dije a Aominecchi que le amaba desde la secundaria — Soltó de repente, sin siquiera saber si Kagami estaba interesado en escucharlo o no — Estaba cansado de ser ignorado por él, que no viera que me estaba esforzando al máximo para que me notara, de otra manera… Y lo que más quería es que viera mis sentimientos hacía él… Pero…

 

-Conociendo al estúpido de Aomine… Te rechazó pero no de una manera sutil. Estoy seguro que te lastimó y no se dio cuenta de ello, ¿no es así?— El rubio volteó a ver con sorpresa al mayor, había hablado con una seriedad increíble, como si no fuera la misma persona impulsiva a la que estaba acostumbrado a tratar.

 

-¿Cómo…?

 

-Amo a Kuroko… Y mucho, pero al parecer él no puede responder a mis sentimientos— Ryôta quedó aún más desconcertado, ¿Qué tenía que ver Kuroko en todo esto? — Según me dijo aún sigue teniendo fuertes sentimientos por su antigua luz. — En ese momento todo hizo “clic” en la mente del rubio, la antigua luz de Tetsuya no era otro más que Aomine. — Al igual que a ti le rechazó, me parece que fue cuando todos ustedes se dieron cuenta de su gran potencial…

 

-Kagamicchi— Susurró suavemente el rubio, podía observar el ligero temblar de la mano que sostenía la hamburguesa a medio comer.

 

-Aun no sé qué es lo que le ven en ese idiota, aunque tampoco me interesa. Luché porque Kuroko me hiciera caso, al menos que me diese una oportunidad para demostrarle que yo no le abandonaría como lo hizo ese idiota, pero no lo logré… Llegó un momento en el que simplemente me dijo que dejara de pelear por una guerra perdida… Así fue como desistí seguir… Me lo pidió con tanta seriedad que… Simplemente algo en mí desapareció.

 

-Kagamicchi yo no…

 

-Lo que quiero darte a entender con todo esto es que no por estar profundamente enamorado de una persona este ha de corresponderte, siempre está la opción del rechazo por cualquier motivo. Sé que duele tanto que sientes que en algún momento simplemente morirás de dolor. La vida pone trabas que sólo uno puede llegar a superar…— El pelirrojo le dio una gran mordida a su hamburguesa, fue un silencio para pensar— Demuéstrale que aún puedes seguir creciendo, que se arrepienta de haberte rechazado… Y si, como Kuroko, te dice que jamás podrá responder a tus sentimientos… Entonces simplemente has que te vea como un rival… Enséñale que sus palabras sólo te motivaron a crecer. — Taiga le observaba con tranquilidad, como si supiera, no, realmente sabía lo que se siente, lo que es ser rechazado por la persona que más amas así que las palabras que decía no eran vacías.

 

-Kagamicchi… A veces dices cosas muy sabias. — Y después de un tiempo de tristeza Kise logró sonreír.

 

-¡Cállate!... Sólo dije lo que pienso. — Se quejó de forma escandalosa, Kagami también había vuelto a ser él.

 

-Yo pensé que… Que tú y Kurokocchi…— Empezó a decir el rubio pero simplemente calló, estaba siendo muy idiota al tomar ese tema de conversación, lastimaría a Kagami con eso.

 

-Sí, no fuiste el único que pensó que teníamos algo… No me molestaba porque simplemente no era el caso, no le prestaba mucha atención al principio y para serte sincero no me di cuenta desde cuando mis ojos siempre buscaban su pequeña figura. —Ryôta no se dio cuenta cuando Kagami comió su octava hamburguesa ni cuando le había dado una. — Me comporto como un idiota la mayoría de las veces, no negaré eso, pero aun así me doy cuenta de muchas cosas y tampoco es que sea tan estúpido como para negar mis sentimientos… Yo soy alguien que se deja guiar por el presente y siempre digo las cosas como son.

 

-Entonces, Kagamicchi es muy sincero.

 

-Podría decirse… Así que cuando me di cuenta de mis sentimientos por Kuroko… Simplemente, se los confesé.

 

-Pero él no siente lo mismo por ti. — Ahora los dos tenían algo en común además del básquet.

 

-Sí, primero se me salió por lo más lógico— Kagami rió, le divertía recordar eso a pesar del dolor que conllevaba. — “Somos hombres”… La excusa típica — Comentó el pelirrojo terminando su última hamburguesa.

 

-¿Y tú que le dijiste?

 

-Que no me importaba si él era incluso un hipopótamo de color purpura con alas, que me gustaba por “quien” es no por lo “que” es. Aun así siguió negándose, diciendo que aún no podía superar sus sentimientos hacia otra persona y que no se le hacía justo utilizarme para olvidarlo…  Le insistí en que podía hacerlo no porque me gustara ser utilizado sino porque me encantaría desplazar el recuerdo de él y poder poner el mío.

 

-Kagamicchi… Estás diciendo cosas muy cursis y románticas — Confesó un Kise al borde de las lágrimas a causa de lo conmovido que estaba, ganándose un coscorrón por parte del pelirrojo. — ¡Eso dolió!— Se quejó en un puchero — Pero… Kagamicchi… ¿Cómo supiste que era Aominecchi de quien estaba enamorado Kurokocchi?

 

-Aun cuando me rechazo seguí insistiendo, le daba también pequeños detalles… Todo con el único fin de que me diera una pequeña esperanza, una oportunidad… Pero después de casi un mes de insistirle me plantó cara y dijo que dejara de intentar ganar una guerra perdida porque no me correspondería jamás…— Taiga se agachó un poco y pasó varias veces sus manos sobre su cara — Exploté, simplemente no pude aguantarlo más. Comencé a exigirle que me dijera quien era el culpable de que no pudiera verme, quería saber a quién se aferraba a amar y él de manera fría simplemente contestó:

 

-Incluso cuando me rechazó, sigo amando a mi antigua luz.

 

Ryôta se quedó en completo silencio. No sabía qué decir ni qué hacer, sólo se dedicaba a observar a un decaído Taiga, la respiración de este era lenta y el rubio bien sabía que estaba alargando las respiraciones para no quebrarse, al menos no frente a alguien que estaba en sus mismas condiciones. Además, no podía creer que Kuroko se aferrara aún a Aomine después de todo lo que pasó, sinceramente había pensado otra cosa, que gracias a Kagami por fin había podido dejar los fantasmas del pasado y seguir adelante. Que ya no le importaba demostrarle a la Generación de los Milagros que su forma de jugar básquet estaba mal, sino que ahora su único interés era para con su equipo.

 

-El amor apesta, ¿no crees? — Decidió hablar después de un rato de silencio, aunque fuera una estupidez lo que dijera, quería que tanto Kagami como él salieran de ese doloroso silencio, donde ambos recordaban el rechazo de la persona a la que habían decidido darle sus corazones.

 

-Sí, no se quién rayos inventó el amor pero si lo tuviera en frente, le daría un golpe en la cara y le reclamaría por todo. —El pelirrojo lo dijo con tal seriedad que Kise no pudo contenerse y empezó a carcajearse, si él había dicho una estupidez Kagami le superó con creces. Y así comenzó una noche larga donde decían puras tonterías, donde reían por las palabras dichas por el otro, olvidando por esos momentos el motivo de sus quejas hacia el estúpido amor. Eran compañeros del mismo dolor, al menos podían hacerse compañía para menguar aquellos pesares.

 

 

 

**************

 

 

Se removió algo incómodo, la luz penetraba por la ventana y no le permitía seguir durmiendo. Se cubrió por completo con las sábanas en un intento de dormir otro poco. Había estado platicando con Kagami hasta tarde… Fue en ese momento en el que se incorporó por completo y con los ojos bien abiertos, exploró la pequeña habitación con detenimiento, de diseño sencillo y vacío en cuanto a fotos, posters y otros adornos que él tenía en su propia habitación.

 

-Ya era hora de que despertaras — En la entrada de la puerta estaba Kagami, completamente vestido para un día de escuela. — Apresúrate que se nos va a hacer tarde — Dicho esto le aventó el uniforme que correspondía al Preparatoria de Kaijô— Lo lavé, así que no debería haber algún problema — Y con esto el pelirrojo salió. Kise rememoró lo que había pasado antes, después de largas pláticas se le había hecho lo suficientemente tarde para no poder regresar a casa, a menos que quisiera arriesgarse a ser asaltado a esas horas solitarias de la noche. Kagami le ofreció la segunda habitación que poseía en su departamento. El rubio no tuvo otra más que aceptar y, sin darse cuenta, se adentró en un profundo sueño.

 

-Buenos días — Anunció por el pasillo para poder adentrarse a la cocina. Un atrayente olor le guió hasta el lugar sólo para ver montones y montones de comida. — ¿De quién es el cumpleaños?

 

-¿Cumpleaños? — Kagami se quitó el delantal y se sentó en la silla de aquella mesa llena hasta el tope de diferentes platillos, suficientes para diez personas como mínimo.

 

-¡Cocinaste demasiado Kagamicchi!— Se expresó un rubio mientras una pequeña gota resbalaba por detrás de su cabeza.

 

-¿Pero qué dices?... Esta es la ración normal del día, así que siéntate a comer, se nos hará tarde. — Sentenció el pelirrojo mientras servía arroz en un bol al rubio, le puso la cantidad normal para una persona mientras que él hacía de su plato de arroz un claro símbolo del Monte Everest.

 

-Kagamicchi siempre ha tenido un gran apetito — Sonrió nerviosamente Ryôta mientras comenzaba a comer de aquí y allá. — ¡Waah! ¡Kagamicchi todo está delicioso! — Anunció escandalosamente el rubio con una excitación en sus papilas gustativas. Había probado muchos platillos en restaurantes y banquetes elaborados por la agencia en la que trabajaba pero nada sabía tan rico como lo que ahora estaba probando.

 

-¡No seas escandaloso!— Kagami también comenzó a gritar, siendo éste desayuno el más estridente que hubiese tenido desde que se mudó a Japón.

 

 

 

*************

 

 

-Kagamicchi enséñame a cocinar. — Comentó un rubio entusiasmado mientras ambos caminaban por las calles, Ryôta necesitaba tomar el autobús si quería llegar a tiempo a clases, las prácticas matutinas se las había perdido y era obvio que sería castigado pero no importaba. No tendría ánimos de jugar por un tiempo de todas formas.

 

-Ni hablar. — Fue la rápida respuesta del pelirrojo, dejando pasmado al rubio de momento.

 

-¡No seas cruel Kagamicchi, al menos piénsatelo un momento! — El rubio comenzó a lloriquear y a seguir insistiendo. Él vivía solo debido a que poseía bastante dinero para mantenerse y probar un poco de independencia pero su mayor reto era cocinar algo decente y comestible, lo cual aun cuando lo intentara mil veces, siempre resultaba en un desastre a tal punto de que ya tenía el numero personal del capitán de bomberos para anunciar que había hecho estallar su estufa o que su departamento nuevamente comenzaba a incendiarse.

 

-¡Ya te dije que no; y no seas escandaloso, estamos en plena calle!— Incluso con lo que había dicho comenzó a discutir a gritos con el rubio. Mientras que uno quería aprender a cocinar el otro no deseaba enseñar, se le hacía demasiado problemático.

 

-Te pagaré las clases, te compraré hamburguesas… Puedo jugar un one on one contigo todos los días… — Y la lista de Kise se extendió desde viajes por todo Japón hasta presentarle modelos bonitas e incluso conseguir que él fuera modelo por un día pero Kagami se dio por satisfecho con las hamburguesas y con jugar básquet con un digno rival, al fin y al cabo jugar solo a veces era aburrido.

 

-Soy un maestro estricto. — Le advirtió al final del discurso del rubio, quien efusivo por el comentario del pelirrojo le abrazó para mostrarle su agradecimiento.

 

-¡Gracias, Kagamicchi no te voy a defraudar, seré un buen aprendiz!... ¿Cuándo comenzamos? ¿Te parece hoy en la noche? ¿Qué debo comprar? ¿Qué me enseñarás primero?— Mientras le abrazaba y llenaba de preguntas Kagami peleaba por soltarse, ese rubio estaba siendo demasiado molesto.

 

-¡¡Cállate ya, escandaloso!! — El pelirrojo volvió a darle un golpe en la cabeza al rubio y después una patada para alejarle de él. — ¡Vuelve a intentar matarme y te arrepentirás! — Le amenazó de forma siniestra, aquel abrazo dado por el rubio le había hecho perder el oxígeno en sus pulmones, por un momento pensó que el idiota de Ryôta quería matarle.

 

-Qué cruel eres Kagamicchi. — El rubio se llevó las manos detrás de la nuca e infló sus mejillas para mostrar su disgusto por la brusca separación.

 

-¡Hmp!... Anda, pásame tu número y en el transcurso del día te enviaré lo que necesito que compres… Debemos empezar con platillos sencillos. — Aseguró el pelirrojo, aunque algo le decía que enseñarle a cocinar a Kise sería un reto mayor inclusive al haber jugado contra Rakuzan.

 

 

 

**************Preparatoria Kaijô**************

 

 

Llegó a clases sin ningún problema. De camino se encontró con su capitán, quien comenzó a regañarle por no haber llegado a tiempo para la práctica matutina, sin embargo todo el enojo se fue cuando Kise le contó cómo le había ido y aun cuando no lloró a causa de la situación no pudo evitar poner un semblante lleno de profunda tristeza. Kasamatsu le animó, recordándole que en el amor uno nunca sabe si gana o pierde pero siempre hay que seguir adelante. El rubio se sintió un poco mejor y fue a tomar sus clases, prometiéndole a su capitán que se esforzaría mucho en el entrenamiento de la tarde.

 

Meditó a conciencia las palabras dichas por Kagami la noche anterior. Tenía un punto cuando se refirió a que no podía quedarse parado y sufriendo sin luchar. Haría lo que fuese necesario para poder hacer que Aomine se tragara sus palabras de desprecio. Le demostraría que aun con el dolor punzando en su corazón podría seguir adelante y convertirse en un gran rival, incluso si eso es lo único que podía llegar a ser a los ojos de Aomine Daiki.

 

Su capitán se lo había advertido, Momoi le había deseado suerte porque sabía que las posibilidades de ser rechazado eran altas, él mismo había comprendido que las probabilidades de que alguien como Aomine, un ser altamente heterosexual, aceptara sus sentimientos eran bajas, prácticamente nulas.

 

-Y aun así… Decidí arriesgarme — Susurró bajamente, sonriendo con ironía. Es verdad que le había dolido el rechazo y también era verdad que se había ilusionado, esperanzado por una respuesta positiva, sin embargo, eso fue lo que le cegó porque para Aomine Daiki sólo existían chicas con pechos grandes y curvas sexys.

 

 

 

**************Preparatoria Seirin **************

 

 

Kagami llegó a la escuela sin ningún tipo de percance. Aún no podía creer todas las tonterías que dijo la noche pasada, sin embargo eso le vino muy bien, siendo alguien tan orgulloso como él no podía desahogarse con sus compañeros de equipo, aun cuando dijeran que sus vínculos son fuertes sólo eran así dentro de la cancha, afuera es otra cosa, puede que sólo sea su idea pero no encontraba el valor suficiente para hablar de temas “amorosos” con alguno de sus senpais y eso en algunas ocasiones le ponía de mal humor. Todo el equipo se había dado cuenta de que algo malo pasaba.

 

Y es que no era raro ver que el vínculo de camaradería que tenía con Kuroko comenzaba a perderse debido a que aún le dolía verle a los ojos. Sus pases ya no son coordinados, uno se distancia del otro, cometen errores de novatos, bueno, quizá el único que esté cometiendo errores es él, al fin y al cabo al peli celeste no parece importarle mucho el dolor que está pasado a causa de su rechazo, pero tampoco es como si fuera a derrumbarse, no, ya ha pasado por muchas cosas antes, unas sumamente difíciles que le ayudaron a ser quien era hoy en día por lo que no podía darse el lujo de echar ese esfuerzo por la borda como si no importara.

 

-Buenos días — Comentó un inexpresivo chico de piel blanca, cabellos y ojos de un hermoso azul celeste, baja estatura y con el uniforme negro pulcramente puesto. Kuroko Tetsuya se sentó en su lugar tranquilamente.

 

-Sí. — Fue la escueta respuesta por parte de Kagami. El menor sólo suspiró imprescindiblemente, desde que había rechazado al pelirrojo su nivel de comunicación se había ido a pique junto con su conexión en el juego. Nunca había pensado que un tipo como Kagami le prestara atención y menos que desarrollara sentimientos hacia su persona ya que eran completamente opuestos. No podía evitar sentir ese miedo inmenso de que todo esto sólo fuera un juego, ilusionarse, enamorarse nuevamente y que de repente Kagami le dijera que todo entre ellos había terminado. No. Preferiría mil veces estar solo a pasar otra vez por aquel dolor.

 

Quería preguntarle, saber que era lo que veía en él como para decirle que le amaba porque ni siquiera dijo un “me gustas”, él fue directo a otro nivel, le dijo “te amo” con tanta seriedad que Kuroko casi le creyó. Quizá estaba siendo muy cobarde pero no era algo que pudiera controlar. Haberle dicho que seguía amando a Aomine para que dejara de proponérsele quizá fue un golpe demasiado bajo, pero se encontraba tan nervioso que no podía pensar claramente en cómo salirse de la situación.

 

-Kagami-kun— Le habló bajamente pero el pelirrojo le ignoró porque en ese momento vibró su celular. No pudo ver muy bien que decía sólo pudo captar el nombre del que lo envió. — ¿Desde cuándo Kise-kun habla con Kagami-kun? — Algo caliente empezó a burbujear en su interior y un ácido le quemaba la garganta. ¿Qué era ese molesto sentimiento?

 

 

 

**************Preparatoria Touou**************

 

 

Falló, otra vez. No comprendía que le estaba pasando, hoy no podía concentrarse lo suficiente para hacer sus fintas y lanzamientos imposibles. Antes, hacer cualquier movimiento para encestar era tan fácil que ya eran mecánicos, sin embargo ahora le estaba costando demasiado trabajo poder hacer tiros simples. Algo en su estómago burbujeaba causándole cosquillas; no entendía qué le pasaba y eso le frustraba aún más, aquellas sensaciones eran realmente nuevas para él.

 

-Es raro verte aquí tan temprano, Dai-chan— Satsuki entró sonriendo pero aquel gesto desapareció cuando vio la mueca de fastidio del moreno, no estaba de buenas.

 

-No molestes, Satsuki. Quiero estar solo. — Contestó con voz tajante pero la peli rosa no retrocedió. Eran amigos desde la infancia y con aquella mirada asesina no huiría como la mayoría de los que se ponen frente a esta enojada pantera.

 

-¿Qué pasó?... ¿Estás así por lo que pasó con Ki-chan? — Momoi es muy intuitiva y conoce muy bien a Daiki. Sabía de los sentimientos de Kise hacia su amigo al igual que las bajas posibilidades de que éste aceptara los sentimientos puros del rubio. Por un momento llegó a pensar que Aomine sacudiría un poco su cerebro, desempolvarlo y pensar por una vez en su vida, al parecer fue mucho pedir.

 

-¿Con Kise?... Nada paso con él. — Lanzó el balón para encestar y fallar, otra vez. Lanzó una maldición y su irritación no hacía más que aumentar, la sola mención del rubio le trajo el recuerdo de la broma que le hizo. Fue algo de mal gusto, incluso en estos momentos no podía quitarse la expresión de seriedad que puso Ryôta al “confesarle” sus sentimientos amorosos. ¡Maldición! ¿Por qué Satsuki tenía que recordárselo justo ahora?

 

-¿Nada?... ¿Qué no te dijo nada ayer?— Preguntó confundida. ¿Kise se habría acobardado al último momento?

 

-¿Tú qué sabes acerca de eso?— Aomine le puso más atención y se acercó en pose amenazante a la chica, pero ella no retrocedió por más agresivo que pueda mostrarse su amigo de infancia, jamás se atrevería a pegarle.

 

-Sé lo que tú sabes… ¿No?— Algo le decía que Daiki causó un daño profundo en Kise.

 

-¿Sabías que Kise me iba a jugar una estúpida broma?— Exigió saber. La sangre le hervía sólo de saber que todos querían burlarse de él.

 

-¿Broma? ¿De qué estás hablando?— Su corazón comenzaba a palpitar muy rápido, mientras que su mente se negaba a pensar en lo que pudo haber sucedido.

 

-¡¿De qué más va a ser?!— Preguntó exasperado y comenzó a gritar todo lo que sucedió. Desde el momento en el que Kise le dijo que le amaba, el cómo se burló de él, de las crueles palabras que le dijo, cómo le rechazó y regañó por la broma de mal gusto, hasta el momento en el que el rubio anunció que tenía que irse por causa del trabajo. Satsuki sólo abrió los ojos desmesuradamente, mostrando el horror que sentía por las palabras dichas por el moreno quien, obviamente, no se percató de la expresión horrorizada de su amiga.

 

-¡¡Eres un idiota Aomine Daiki!!— Satsuki se acercó al moreno y comenzó a golpearle con toda la fuerza que tenía en el pecho, pero el moreno parecía no inmutarse ante los débiles golpes mientras veía estupefacto a su amiga, jamás la había visto tan enojada en toda su vida.

 

- ¡¿Qué te pasa Satsuki?!— Le tomó de las manos para detener sus intentos de golpes, sin embargo la chica no desistió y con toda la fuerza que podía le dio una fuerte patada al moreno en la espinilla logrando que éste le soltara para sobarse el golpe.

 

-¿Por qué tienes que ser tan idiota?— Le vio de manera severa. Imaginaba la reacción del rubio. Estaba segura que ahora estaba como un cachorro herido pero ella no se quedaría con los brazos cruzados, si Aomine no quería ver las cosas con claridad ella se encargaría de “iluminarlo”. — Ki-chan hablaba muy en serio sobre sus sentimientos pero tú eres un cabeza hueca que nunca se fija en esos detalles. Ki-chan te ama desde la secundaria, todos lo podíamos notar por la forma en la que te miraba o sonreía con ello. — La expresión de Aomine comenzaba a cambiar de una mueca de dolor a una de desconcierto.

 

-¿Qué demonios…?

 

-¡¡Cierra la boca!!— Le ordenó mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. — ¿Por qué tienes que ser tan egoísta? ¿Por qué no ves a la gente a tu alrededor?... Ki-chan te ama como nadie más va a hacerlo y tú simplemente le mataste con tus palabras… ¿Tienes aire en el cerebro?— Y con esto último se fue de ahí, dejando a un Aomine completamente aturdido, no entendía, no comprendía porque Satsuki le dijo todo eso. Aunque, ahora recordaba… Kise jamás afirmó que hubiese sido una broma, ¿o sí?

 

-“Maldición, no entiendo nada.”— Se rascó la cabeza con desesperación e intentando ignorar el punzante dolor en el pecho.

 

 

Notas finales:

*La expresión: Comer arroz con popote es un modismo mexicano que referiere principalmente a la homosexualidad. El postre arroz con leche o arroz dulce, es espeso y blanco, similando al semen mientras que el popote hace referencia al pene. Por ende quiere decir que un hombre gusta de hacer sexo oral a otro hombre.


Aunque actualmente también se le dice a las mujeres que gustan mucho de practicar el sexo oral. Sí, se que no tiene coherencia pero... así es la mente de los mexicanos.


No es por ofender a mi gente pero... a veces dicen cosas sin coherencia U.U


 


Pueden dejarme comentarios, criticas constructivas, sugerencia, etc. Son bien recibidos.


 


byebye


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