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LOVE ON SCHOOL DAYS por Caroshii

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Notas del fanfic:

Espero que les guste, este fanfic lo hice con mucha dedicación y cariño porque me encantan las relaciones homosexuales. Entonces les quise dar una pequeña demostración de cómo me gustan a mí las historias románticas masculinas. Claro que más adelante publicaré historias más variadas y con otro tipo de argumento, pero como es mi primer fanfic lo quise hacer así.

 

Notas del capitulo:

¡Disfruten!

Es un triste día, todo está nublado y yo voy saliendo del cementerio después de una de las peores penas que pueda sentir.

 

Contar una pequeña historia de cómo terminé así sería algo demasiado latoso, pero supongo que es necesario algo así para que todos puedan entender a lo que me refiero.

 

Siempre fui una persona callada, no me gustaba demasiado la idea de tener que hablar con muchas personas ni mantener muchos lazos afectivos con ellos. Llámenme antisocial, pero eso es lo que era.

 

A mis quince años no tenía ningún amigo con quien salir a jugar a la pelota o con quien comentar historietas, pero algo bueno sí que tuve; era muy inteligente en clases y gracias a eso acababa de recibir una beca para un colegio de mucho prestigio y al que solo tienen acceso los chicos con papás adinerados. Yo no era pobre, pero sí se notaba la diferencia entre ellos y yo.

 

Mi primer día de clases fue lo que me cambió completamente, sonará cliché pero así fue. Una dulce y dedicada maestra me presentaba ante un gran grupo de ordenados adolescentes. Todos con uniformes relucientes, como el mío, solo que el mío venía incluido en la beca. Todos muy peinados y yo con el pelo algo largo y alborotado. Escuchaba el murmullo de las chicas y la cara enojada de los demás. Sé que puede sonar un poco ególatra que lo diga yo mismo, pero tenía un muy buen aspecto a mi edad, muchas muchachas de mi edad e incluso mayores me lo decían a menudo, pero tampoco es que me gustase ser así, a pesar de los halagos de las mujeres, recibía las burlas por parte de los hombres debido al aspecto de chica que decían que tenía, y aunque trataba de verme más rudo, no había caso, así que tampoco me causaba alguna conmoción.

 

—Chicos por favor, escuchen. Él es su nuevo compañero, se llama Allan Reyes.

—Un placer conocerlos, espero que nos podamos llevar bien. —mi madre me había tenido toda la noche anterior practicando para poder decir esto fluidamente sin ponerme a tartamudear, otro problema al momento de hablar frente a los desconocidos.

—Siéntate en el asiento de allí, como verás, estos son asientos individuales así que tus compañeros tienen un pequeño pasillo de por medio. Siéntate en el asiento de allí.

 

Como pude apreciar al momento de entrar, sin necesidad de que me lo comunique la maestra, nadie se sentaba con nadie, así que si llegaba a hablar con alguien, solo sería el compañero de adelante, nunca voltearía para conversar.

 

Me dirigí al asiento que ella me indicó, estaba entre medio de un niño y una niña, adelante y atrás respectivamente. Una vez tomé asiento, comenzaron las clases normalmente por lo que me puse enseguida a aplicar, tendría que esforzarme un poco más para pillarle el ritmo a las materias, pero como tenía mucho tiempo libre, sabía que no me iba a costar.

 

En el pequeño receso de diez minutos se me acercó una linda niña muy sonriente.

 

—Hola, lo siento, soy Alexandra y la maestra me pidió personalmente que te preste mis apuntes para que te pongas al día. — Sé que esperaba alguna respuesta de mi parte, pero como mencioné anteriormente, siempre tuve problemas al expresarme frente a los demás. — Eh… yo supongo que estará bien que te los deje aquí, asegúrate de regresármelos cuando termines.

—No te preocupes… yo los cuido. —le sonreí tímidamente, no es que lo haga apropósito, pero creo que la hice sonrojar.

—C-claro, esfuérzate.

 

Volvió a su grupo de amigas y entre todas se pusieron a cuchichear, no le tomé interés y revisé un cuaderno. Como se notaba que esto era el trabajo de una mujer; tenía la letra muy bonita y simétrica y tenía los apuntes bien ordenados. Los guardé en mi mochila para cuando volvió a sonar la campana para volver a clases. Saludamos al maestro y comenzó con su clase, era bastante interesante, enseñaba historia y eso siempre me pareció divertido. Pero ahora tenía un mejor maestro, ya que el anterior no se esforzaba mucho y pasaba las materias muy lento debido al poco entendimiento de mis compañeros, pero aquí iba a mi ritmo, y eso me encantaba.

 

—Allan por favor, sé que eres nuevo pero me gustaría saber si me podrías nombrar todos los nombres de los países europeos que conozcas.

 

         Eso era lo mejor, la geografía era mi punto fuerte y siempre me sacaba notas perfectas en las materias debido a que yo me dedicaba a aprender las cosas antes de que siquiera el maestro diga. Podría parecer un nerd, pero el mundo en general me parecía grandioso e interesante. Así que como buen estudiante, me supe a nombrar todos los países que recordaba, y como ya deben sospechar, los dije todos. El maestro me felicitó y continuó con su clase, pero supongo que mi gracia no les agradó a los tipos que se sentaban a dos puestos de mí, porque me dedicaron una mirada que logró hacerme intimidar un poco. Vino el receso más corto y después la última clase antes del almuerzo. Cuando finalizó pasé a la sala de maestros a dejar mis últimos papeles para la matricula.

 

—Bien señor Reyes, supongo que con esto terminamos— me sonrió amablemente, él era el encargado de mi curso.

—Que bien, supongo que me voy — Volteé y comencé a caminar hasta la puerta, me incomodaba estar allí porque todos los maestros posaban su vista en mi persona.

— ¡Espere! — Me detuve en seco y me volví para observar mejor al maestro Stiff, así se llamaba mi maestro tutor —espero que te valla bien, la señorita Alexandra te ayudará en lo que necesites.

— Sí, haré mi mejor esfuerzo— hice una pequeña reverencia y me retiré rápidamente.

 

Volví al salón de clases y, para mi suerte, estaba vacío. Así que saqué mi almuerzo y me puse a comer. Mamá me había preparado unos deliciosos sándwiches para merendar y como trabajaba de ayudante de chef en un reconocido hotel, tenía muy buena mano para la cocina. Cuando estaba ya por mi último sándwich llegaron al salón los tipos que me miraron feo, genial, mi mala suerte no podía jugarme una peor pasada.

 

—Oh, miren chicos, es el nuevo— se acercó uno de ellos mientras atrás de él venían otros tres sujetos.

— ¿Quién eres princesita? —Se rió un imbécil que se había acercado también— ¿Sabías que las niñas acá tienen que usar falda? No te veo usar falda— me miraba con cierta cara burlona, yo no podía estar más nervioso.

—La asustas, idiota. Dime pequeña, ¿Cómo te llamas?— se había acercado el otro sujeto por mi costado haciendo que de un fuerte respingo en mi lugar. Mis dos compañeros simplemente reían a sus comentarios, no entendía la gracia.

—No es mujer Nick, es un chico y al parecer debe ser uno de los geniecitos— informó el más alto y corpulento. Los otros dos se mostraron completamente sorprendidos.

— ¡Valla! Por este pelo tan largo y por la cara de niña supuse que se trataba de una chica, hasta había pensado en ligármela— volvían a reír, yo no le encontraba la gracia a todo esto, no podía hablar para defenderme, me daban algo de miedo.

— Háblanos Adán, no seas irrespetuoso— se burló completamente divertido, pero al ver mi poca reacción cambió su cara de burla por una un poco más intimidadora.

—M-me llamo Allan… — logree tartamudearles muerto de miedo.

 

Ellos rieron ante mi falta de expresión, pero no podía hacer nada, como ya había dicho; no era bueno hablando con desconocidos, mucho menos si estos se mostraban tan intimidantes y, por lo demás, fuertes, lo suficiente para darme una paliza entre los cuatro. Además no me podía defender debido a que nunca fui fuerte.

 

— ¿Qué creen que hacen?— acababa de entrar alguien, y cuando todos volteamos a ver descubrimos que se trataba del compañero que se sentaba adelante mío. —Les pregunté qué hacen, ¿No les da vergüenza molestar a alguien más débil que ustedes?—se había acercado hasta llegar a donde estábamos, al parecer no les tenía miedo al grupito ese, pero he de admitir que yo sí que estaba aterrado.

— ¡Piérdete, Maximiliano! Estamos ocupados. — refunfuñó el idiota de mi compañero.

— No lo creo, me molesta que estén hostigando a este chico por nada. Dime, ¿esto te hace sentir más fuerte e imponente?— ya estaba frente a todos, tenía una pose muy marcada y un rostro de facciones muy masculinas, inclusive demasiado para su edad, el pelo era de un castaño oscuro y usaba un peinado muy inusual, pero que le quedaba demasiado bien.

 

Se acercó y de un tirón me levantó de la silla para después ponerme tras de él mientras extendía los brazos para defenderme.

 

—Ya déjenlo en paz, lo molestaste suficiente, ¿no crees?— me tomó de la mano y me llevó a tirones hasta la puerta.

— ¡Hey, Max! Nos quitas la diversión— le gritó el grandulón, que al parecer era el líder del grupo ese.

— Muérete Leandro, no voy a dejar que andes de matón por ahí, sabes que eso entristece a mamá— no esperó respuesta y me sacó de allí, me tiró hasta que entramos a los baños, los cuales por suerte estaban vacíos.

 

Una vez allí me soltó, yo simplemente me quedé parado viendo el suelo, estaba algo apenado porque me haya tenido que salvar otra persona.

 

— ¿Estás bien?— me sorprendí al escucharle preguntarme eso con una sonrisa en los labios, se mostraba bastante amable— Leandro y su grupito a veces se pasan demasiado con los nuevos, creo que quieren imponer respeto a través del maltrato.

 

Me sonrojé un poco y levanté la mirada, de verdad era muy lindo, e incluso el uniforme que muchas veces hace que uno se vea menos agraciado le hacía ver muy apuesto, se notaba que era fuerte.

 

—Sí, estoy bien, por suerte llegaste tú a salvarme— me salió una risilla nerviosa, había susurrado lo dicho debido a la vergüenza, mis mejillas estaban ardiendo y tuve que volver a agachar la mirada en un vano intento por esconder mi sonrojo.

—Siempre hacen lo mismo, son unos tontos que no encuentran nada más que hacer que molestar a los más débiles, lo siento pero para mí tú eres uno de ellos, creo que por eso te ayudé, usualmente los dejo hacer de brabucones en paz, pero vi que no podías ni defenderte. — afirmó su espalda en la pared al lado de los lavados y observó como yo me lavaba la cara, tratando de ahora quitarme el sonrojo ya que vi que era imposible esconderlo.

—Lo siento, no se me da mucho esto de la fuerza— claro que me avergonzaba decir cosas así, nunca es fácil para un hombre decir que es débil, o por lo menos a mí no me orgullecía.

—Mmm… no tú más bien te ves como una especie de genio. Un gusto, soy Maximiliano, pero dime Max— se acercó hasta mí y extendió su mano sin quitar su sonrisa del rostro.

 

Ya me había secado las manos así que no tuve problemas en estrecharlas con Max. Después de separarnos me alejé un poco.

 

—Gracias por salvarme, en serio que creí que me harían algo— ya había logrado soltarme un poco, el chico no parecía para nada agresivo.

—Bueno, igual deberías andarte con cuidado. Lo más probable es que vuelvan a querer molestarte, ellos no se quedan tranquilos hasta que te tengan comiendo de su mano— se encogió de hombros completamente despreocupado. Es cierto, no le importaba lo que me sucediese, simplemente había sido una obra de caridad.

—Me tengo que ir, si tengo suerte ya se habrán ido— iba a salir pero me tomó del brazo para impedirlo.

—Te llamas Allan, ¿cierto? Estaba con los audífonos puestos cuando te presentaron.

—S-sí, me llamo Allan, Allan Reyes.

—Un gusto, soy Maximiliano Mailer, pero me caes bien así que voy a dejar que me digas Max. — lo dijo todo con una voz controlada y tranquila, nada que ver con la actitud nerviosa y bastante abochornada que tenía yo en ese momento.

—Cuídate, Allan— se despidió con la mano y después sacó su iPod del bolsillo junto a unos audífonos. Claro, en esta escuela solo había niños con padres adinerados.

 

Caminé hasta el salón con las manos en mi bolsillo y tras asegurarme de que no estaban aquellos en ningún lado, me metí al salón. Para mi suerte mi comida seguía allí, intacta. Comencé a comer lentamente, pensando. ¿Qué había sido todo eso? ¿Por qué me salvó? Ah, tonterías mías, de seguro solo lo hizo por compasión y ya no me volvía a hablar más. Tampoco me importaba, ya estaba acostumbrado a la soledad. Terminé mi comida para cuando mis compañeros volvieron a entrar, todos reían y las chicas cuchicheaban, así era en mi anterior colegio así que para mí no era nada nuevo. Tocó el timbre y se sentaron todos lo que estaban hablando con sus amigos. No tardó en llegar el maestro. Esta vez era una maestra de unos treinta años, muy curvada y con un gran escote, algo así como las actrices porno de las películas, y no es que yo las mire, pero una vez encontré una película de mi papá, el título se veía atractivo “el paraíso de Melody” pero al ver el contenido, descubrí que su paraíso era más como un cabaret.

 

—Bien chicos, vamos a empezar— Su voz también era muy refinada y sensual, no pude evitar observar como a algunos compañeros casi se le caía la saliva al contemplarla. Analizó a todos con la mirada y su vista se posó en mí. Maldición, justo cuando quería pasar desapercibido. — ¿Eres nuevo, cariño?— me habló dulcemente. Ya me movía nervioso, todos estaban expectantes a mí y a mis reacciones. Yo solo me puse de pie.

—Sí, lo siento. Soy nuevo y este es mi primer día. Me llamo Allan Reyes— me incliné levemente y volví a erguirme. La maestra me miraba curiosa, en ese momento no entendí por qué.

—Bienvenido Allan, espero que puedas adaptarte bien. — me sonrió comprensiva, pero para mí fue más bien una mueca demasiado fingida. Sé reconocer las sonrisas sinceras y ésta no la era. —Ahora comenzamos— Avisó y entendí que era la señal para tomar asiento.

 

La clase transcurrió normal, he de admitir que a pesar de la apariencia de mujerzuela que se cargaba, sabía muy bien lo que enseñaba; las matemáticas al parecer eran su pasión y no le sentaban para nada mal. A mí tampoco, por lo que me costó muy poco tomarle el ritmo, aunque claro que la exigencia era mayor que en mi anterior colegio, allí estable faltaban maestros y nos dejaban vagar por los pasillos.

 

Terminaron las clases, la maestra salió y todos se pusieron de pie para hablar con sus amigos, yo seguí en mi puesto y me coloqué los audífonos, siempre me emocionó mucho la música y, a pesar de las protestas de mi madre, escuchaba rock, no del pesado y donde solo habían gritos por parte del vocalista, si no que del rítmico, con solos de guitarra y bajo bien marcados, una batería muy motivadora y una voz muy apasionada, eso era lo único de lo que se podía encontrar en mi humilde celular, tampoco era un ladrillo, pero si lo comparabas con el que sacaban mis compañeros, el mío dejaba mucho que desear.

 

— ¡Hey, chico nuevo!— me sorprendí al escuchar aquel casi grito, de seguro que la persona que me gritó había notado que tenía los audífonos en los oídos. Volteé y me encontré a una chica muy linda, creo que se sentaba en el asiento de delante de mi fila, o por lo menos eso pude apreciar al momento de llegar, siempre he tenido una muy buena memoria. Me quité los audífonos y le puse toda mi atención. —sabes… mis amigas y yo nos preguntábamos algo. — Claro, al girar mi cabeza hasta el final del salón, me encontré con un grupito de chicas que miraban nuestra escena muy impacientes.

— ¿Qué pasa?— pregunté tímido. La chica pareció derretirse ante mis ojos ante mi involuntaria acción, pero no tenía nada que hacer al respecto, toda mi vida me expresé así.

—Bueno, nos preguntábamos si tú…— titubeaba, debía ser muy bochornoso lo que quería preguntarme ya que se sonrojó un poco. — ¡¿Tienes novia?!— abrí mi boca a más no poder y el sonrojo no se hizo esperar en mis mejillas, debía verme muy idiota en ese momento.

—Bueno… yo no… pero…— sí, así de idiota estaba actuando frente a las chicas que serían mis compañeras el resto del año escolar. De seguro esta era una prueba de algún dios que me quiere castigar por no saber en lo que creo.

— ¿Entonces?— preguntó ya algo impaciente, debía darle mucha vergüenza hablarle a un chico que no conoce.

—No, yo… no tengo… ninguna novia— y nunca he tenido le hubiera dicho, pero mi orgullo hubiese quedado por el suelo si las muchachas se enteraban de que ni siquiera he dado mi primer beso. Pero con lo pervertidas que están las mujeres últimamente, de seguro les atraía más e incluso apostaban para ver quién era la que le quitaba primero la virginidad a mis labios.

—Oh… está bien— se volvió corriendo a donde sus amigas y pude ver rápidamente como ella llegaba con la noticia y comenzaban todas a celebrar y a cuchichear mientras yo era el centro de su vista. Las ignoré y me volví a colocar los audífonos.

 

La tarde transcurrió normal, terminaron las clases y fui a buscar algunas fotocopias que tenía que firmar mi madre a la oficina principal y caminé hasta mi casa. No es tan grande como se esperaría, pero era lo suficientemente cómoda como para que podamos vivir bien. Llegué y saludé a mamá que en ese momento estaba picando verduras para la cena, después fui a dejar mis cosas a mi habitación y me tiré en mi cama para descansar un poco, había tardado alrededor de treinta minutos en llegar, mi casa quedaba algo lejos de mi nuevo colegio. Oscureció y mamá nos llamó a comer, enseguida bajamos las escaleras mi hermana pequeña llamada Jennifer, y yo, ella había cumplido los ocho años hace un mes, comentamos acerca de nuestro día, por supuesto que yo omití la escena con los brabucones. Terminamos y después volví a mi habitación, alisté todas mis materias para el día siguiente y me dormí.

 

~O~O~O~O~O~O~O~O~O~O~O~O~O~O~O~O~O~O~O~O~O~O~O~

 

Genial, segundo día de clases y ya llegaba tarde. Mi madre no me despertó y yo en ese momento corría con mi uniforme mal puesto, la corbata desabrochada, la camisa a medio abotonar, un pan en la boca y mi pelo alborotado. Simplemente perfecto.

 

Entré al colegio, por suerte no había ningún portero. Por suerte en ese horario no transitaba gente por los pasillos y ya había terminado de comerme el pan, ahora corría mientras me arreglaba el uniforme. Llegué a la puerta y me atusé el cabello para finalmente golpear. Definitivamente ese no era un buen inicio. La maestra de pechos grandes me abrió.

 

—Llega muy tarde, señor Reyes. Éstas no son horas de llegar— me recriminó, algo muy tonto dado que ya sabía que estaba llegando tarde, aun así no me atrevía a decirle nada, no me quería arriesgar a que me manden a dirección en mi segundo día de clases.

—L-lo siento, no se volverá a repetir— junté mis manos frente a mi pecho en una acción de arrepentimiento, algo exagerado, pero necesario. La maestra pareció meditarlo un momento.

—Bien, pero que no se vuelva a repetir. Tú y yo hablaremos después de clases— no sé si fue real o no, pero estoy casi seguro de que puso una sonrisa demasiado malévola como para ser una simple citación. En mi mente ya comenzaba a pensar que me llevaría a alguna especie de habitación de tortura, donde me amarraría con cadenas y golpearía con todo tipo de cosas. Lo sé, he visto demasiadas películas medievales, pero siempre me han interesado, también las de terror, aunque después en la noche no pueda dormir por el miedo. — Siéntate y saca tus cosas rápido— no la hice esperar más y me adentré en el salón. Ya estaban todos sentados en sus puestos, obvio, no eran ellos los que habían llegado tarde.

 

La clase transcurrió normal, al final la maestra me citó para la tarde. Genial, simplemente genial Allan. Le devolví amablemente los cuadernos a Alexandra y volví al mundo de mi música. Escuchaba el nuevo álbum de mi banda favorita cuando una pelotita se estrelló contra mi frente.

 

Enfoqué mi vista hasta encontré al que me la había lanzado y encontré a Maximiliano, quien en ese momento se encontraba acercándose a mí.

 

— ¿Estás bien? Lo siento— tenía cara de preocupado, se veía muy lindo así, pero no era el momento de pensar en esas tonteras.

—S-sí, no pasó nada— toqué la parte impactada con el proyectil, pero como era de papel, no me había dolido, ni mucho menos quedado algún rastro.

—Lo siento, estaba jugando con Alejandro— apuntó hacia adelante donde estaba otro chico que los miraba a ambos expectante, volteó nuevamente a mí. — ¿No quieres jugar con nosotros?— negué con la cabeza y con una pequeña sonrisa, él se alejó no muy convencido y volvió con el tal Alejandro, yo volví a mi música.

 

El resto del día estuvo normal, almorcé y fui a entregar los papeles que la noche anterior había firmado mi mamá y después en la tarde me fui a la sala de maestros. Entré y me fui al mesón donde estaba la maestra de matemáticas.

 

—Llegó, señor Reyes— se puso de pie y se despidió con el montón de maestros que le hacían compañía en ese momento. Yo la seguí hasta que llegamos a un pasillo del tercer piso del colegio, “laboratorio de matemáticas” decía la sala en la que ingresamos.

 

Me sorprendió un poco el hecho de que por esos pasillos no transite ningún alumno, pero al parecer en todo el establecimiento había muchas salas desocupadas.

 

—Bueno, su castigo por llegar tarde es ayudarme a ordenar estos dos estantes de libros. Como verás, aquí no viene mucha gente así que los demás maestros de matemáticas no se molestan en ordenar— habían muchos libros desperdigados por el suelo y estaban todos mezclados entre sí, si tenía suerte terminaríamos cuando anochezca. ¡Nunca más llego atrasado!

 

Nos pusimos a ordenar todo, empezamos a ordenar un estante. Ella me iba diciendo donde colorar los libros mientras ella me los pasaba a mí. Debo admitir que no estuve al cien por ciento concentrado en hacer mi labor, había veces en las que volteaba y me la encontraba agachada en ángulos de 90° a espaldas mía, su ajustado vestido hacía que se le enmarquen mucho las caderas y no era precisamente rápida para levantarse, lo hacía de una manera algo así como felina, mientras miraba, según ella, disimuladamente para atrás para luego entregarme dicho libro con parsimonia. Así fue durante un rato hasta que se le terminaron los libros que recoger. Después se puso muy cerca de mí, yo en ese momento estaba levemente cedido, ella se puso de puntillas, ya que era un poco más baja que yo, y alcanzó el espacio más alto y mientras colocaba unos libros aprovechaba a rozarme la espalda con sus grandes pechos, se inclinaba hacia adelante cada vez más, y sus pechos ya estaban golpeando mi nuca. Ya me estaba incomodando y la maestra esa no parecía querer apurarse ni un poco, es más, demoraba adrede.

 

—M-maestra— le susurré algo cohibido, nunca había estado así con alguna mujer, mucho menos creí que llegaría a estar así con una maestra. Esto ya superaba completamente mis expectativas.

— ¿Qué pasa, Reyes?— preguntó de lo más normal, debo decir que en ese momento se recargó más sobre mí. Sentía tan bien sus pechos sobre mí, cae mencionar lo enormes que eran, por si ya no lo he mencionado demasiado.

—N-nada… nada— inspiré y exhalé aire, me sentía demasiado nervioso por tener a una maestra tan cerca de mí y eso me podría causar muchos problemas a futuro.

 

Hubo un momento en el que perdí el equilibrio y trastabillé, volteé en un acto reflejo y caí sobre la maestra, quién también perdió el equilibrio al estar tan pegada a mí. Por la postura en la que nos encontrábamos mi cara fue a dar de lleno a los pechos de ella. Me levanté un poco para que mi peso no la aplaste.

 

—L-lo siento— me había dolido un poco, mientras buscaba mis zonas impactadas me di cuenta de que caí arrodillado con mis piernas a ambos lados de las piernas de ella y mis manos a los lados de su rostro, y la posición en la que me encontraba daba a entender que ella y yo estábamos haciendo algo indebido.

—Auuch… sí que dolió— comentó divertida, pero su voz había estado extraña, era más provocativa que la que llevaba utilizando toda la tarde. Por cierto, ya había comenzado a anochecer.

 

Me iba a poner de pie pero sus manos fueron más rápidas y se cerraron en torno a la parte delantera de mi camisa.

 

— ¿Q-qué sucede?— pregunté temeroso, de verdad que su actitud hacia mí me estaba asustando un poco.

— ¿Sabes? No es común encontrar a muchachitos como tú aquí. Tú sabes, son todos tan aburridos.

—L-la verdad es que n-no entiendo muy b-bien a qué se refiere— intenté nuevamente levantarme pero ella seguía haciendo fuerza para mantenerme sobre sí.

—Eres un ejemplar demasiado bonito… además he sabido que a los chicos de tu edad le gustan mucho las mujeres mayores, dicen que son más expertas, tú me comprendes.

—N-no, yo no…— estaba a punto de dar algún tipo de argumento. Sé que puedo se algo lento a veces, pero eso era una indirecta con todas sus letras, esa maestra quería algo de mí. Para mi suerte y desgracia, alguien entró e interrumpió mis estúpidas palabras que salían cada vez más atropelladas.

— ¿Qué sucede aquí?—…

 

 

Notas finales:

¿Les gustó? ¿Debería cambiar algo? ¿Alguna crítica? Todo es bien recibido, espero les haya gustado y si encuentran algún error por favor avisarme.

 

Besos^-^


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