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Notas del fanfic:

EXO

HunHan

Oh SeHun x Lu Han

Un poco HighSchool!Au, solamente un poquito. 

Notas del capitulo:

Ha pasado un tiempo desde que terminé Deseo de nieve y pensé que debía hacer un fanfic con una trama bien construida y mucho world building pero lol nope. Aquí está otra de esas historias cortitas, simples y poco profundas que últimamente es lo que hago, pero esta vez es HunHan.

He tenido tantos LuHan feels las últimas semanas…

EXO no me pertenece. Uso sus nombres para alimentar al fandom con historias tontas que me hacen feliz.

Usagi

Él lo seguía desde hace mucho tiempo. No lo había calculado bien, pero rodeaba los dos años. En ningún momento estuvo asustado por su acosador, pues todos los días que le seguía tenía el uniforme escolar puesto. El primer año se veía pequeño, ahí, enfundado en su blazer amarillo mostaza, la corbata y los pantalones elegantes. A Luhan no podía darle miedo alguien así. Era un mocoso, un estudiante. Uno que se había encaprichado un poco con él y todos los días, después de que la jornada escolar terminara, lo seguía por todos los lugares que frecuentaba.

Luhan era un hombre de rutinas. Estudiaba en la mañana, trabajaba en el café de la familia de Chen por la tarde, remoloneaba un poco y regresaba a casa. Desde su entrada al trabajo, el chico estaba ahí, asomado a los ventanales del café. Siempre observando a Luhan sin distraerse. A veces, él levantaba los ojos de lo que estaba haciendo y conectaba la mirada con el chico. Luego, Luhan no hacía más que desviar los ojos hacia otro lado, ignorando la presencia del otro como si fuese un objeto que pertenecía a la decoración del café. Pero ahí estaba él siempre, insistente, enamorado, horriblemente joven. Al otro se le hacía fácil seguirlo allí a donde fuera, porque siempre era igual.

A veces, Luhan pasaba todo el día con el chico pegado a sus talones. Veía en su mirada el hambre de su cuerpo. Varias veces se había preguntado hasta dónde había llegado la imaginación del otro. ¿Era él, Luhan, el protagonista de sus sueños húmedos? ¿De quién hablaba a sus amigos de la escuela cuando la conversación se desviaba, irremediablemente, al tema sexual? ¿A quién le dedicaba sus masturbaciones, que debían ser muchas? Luhan había pasado también por esa edad, un par de años antes, y sabía lo mucho que el cuerpo pedía eso. Y más, cuando había un objeto de deseo. Luhan era el objeto del deseo de aquel chico, era dolorosamente obvio. Estaba tan enamorado que no podía pasar un día sin verlo, rogando en silencio y en la distancia que Luhan le prestase un poco de atención. Un estudiante don nadie que se tragaba sus emociones cada vez que Luhan se ligaba a alguien en sus tiempos libres y lo llevaba a su casa; todo frente a sus ojos.

La presencia del otro era parte de la vida de Luhan, como la universidad, el café, Chen y su casa. En un momento del primer año, dejó de mirarlo. Sentía que ahí estaba, siguiéndolo como su sombra, pero él no lo distinguía ya como parte del mundo. Era un plus, algo más que estaba ahí, que no merecía atención. Tan poco importante era, hasta que Luhan quiso lo contrario.

Estaba aburrido, fumando en silencio fuera del café. Chen estaba adentro, acomodando unas sillas que un grupo de estudiantes había dejado desordenadas después de comer. Luhan no tenía intención de ir adentro a ayudar. El chico, el otro, estaba tomando un café.

—Oye, he estado pensando en algo desde esta mañana— empezó Chen, saliendo y acomodándose en la pared a su lado.

Luhan le dio una calada al cigarrillo antes de contestar.

—¿En qué?

—¿Haz escuchado todo eso del talento?— preguntó Chen, haciendo ademanes con los brazos—. ¿Eres bueno cantando? Tienes talento. ¿Bailas? Tienes talento. ¿Cocinas como los dioses? Tienes talento.

—Sí, ¿y qué hay con eso?

—Bueno, si eres bueno en algo entonces tienes talento. ¿No lo crees así?

Luhan tiró la colilla al suelo, ya terminando, y la pisoteó. El día estaba gris, triste. El tipo de clima que ponía a Luhan en una especie de sopor emocional que lo impedía sentirse muy feliz, a pesar de todo lo bueno que le había sucedido en el día. Su ensayo sobre la influencia occidental negativa sobre los países árabes había recibido un reconocimiento, su examen de inglés había estado más fácil de lo que creía y había recibido dos invitaciones a un café. Sin embargo, él estaba ahí, hundiéndose en una miseria que no existía y fumando cigarrillos como una chimenea humana. Ya iban cinco ese día, y contando.

—Sí, creo.

—He pensado…— continuó Chen, ignorando su falta de entusiasmo—, ¿qué hay con las personas guapas?

—¿Personas guapas?— preguntó Luhan, interesado a su pesar—. ¿A qué te refieres con eso?

—Personas guapas, atractivas, que están buenas. Ya sabes. Son buenas en lo que hacen: verse bien. ¡Pero no hay ninguna manera de nombrarlos!

—¿Qué estás diciendo?

—Me refiero a que, si eres bueno en algo que haces tienes talento. Siguiendo esta línea de pensamiento, las personas que son guapas son genéticamente talentosas.

—¿Genéticamente talentosas? No estás hablando en serio.

—Personas que tienen el talento en sus genes, vamos— Chen sonrió, haciendo un ademán con la mano—. No todos somos tan talentosos en esta materia.

Luhan soltó una risita irónica. El cielo estaba tan encapotado que podría apostar todo lo que tenía en los bolsillos por una lluvia. Imaginó que en alguna parte de la ciudad ya los demás estaban corriendo como una manada desbocada para evitar mojarse. Sí, era uno de esos días casi podridos que ponían a Luhan de terrible humor.

—Yo creo que deberías irte a casa— dijo Chen—. Parece que estuvieses estreñido— añadió.

Él se tragó un gruñido. Chen no tenía la culpa de que los días lluviosos liberasen a la bestia que había en él. No debía desquitarse.

—¿No te molestaría?— preguntó, en cambio.

—No soporto ver tu cara cuando estás así.

—Bien, bien. Me largo, entonces.

Rompiendo con su rutina diaria, Luhan tomó sus cosas y lo dejó por el día. Enfiló hasta su casa de una sola vez. A pocas calles, empezó a llover. Luhan no llevaba consigo ningún paraguas, puesto que odiaba los días lluviosos y prefería pensar que no existían y no llevar nada que le hiciera recordarlos. Por consiguiente, se mojó de pies a cabeza. La lluvia se agravó, pero para su suerte no llegó hasta el punto en que pudiese ser llamada tormenta.

Luhan tenía buen cuidado de no salir, cuando el día era lluvioso, a mojarse. Se maldijo internamente por ser tan estúpido de haber aceptado la propuesta de Chen de salir rápido del trabajo. Si se hubiese quedado en el trabajo, ahora mismo no estaría mojado. Y aunque no valía la pena lamentarse, se permitió hacerlo en voz baja, aunando algunos insultos en chino que celebraban su mal humor.

Llegó a su portal chorreando agua a montones. Debajo de la ropa tenía la piel de gallina y pronto empezó tiritar. Los temblores empeoraron su molestia cuando intentó sacar las llaves de uno de los bolsillos de su abrigo y erró tres veces la dirección. Estaba en su infierno personal: mojado, maldiciendo y tratando de atrapar las llaves escurridizas en su apelmazado bolsillo cuando le vio. El chico estaba parado unos cuantos metros a su derecha, observándole fijamente, mojándose con la lluvia como si no la sintiera. Estaba tan fuera de lugar con su uniforme escolar que a Luhan casi le dio pena. Pero pronto olvidó el sentimiento. Atrapadas las llaves en su mano, se giró hacia la puerta y la abrió.

Estuvo a punto de entrar a su hogar, acogedor allí donde alcanzaba la vista, cuando una cuestión estúpida se atravesó en su cabeza. Había visto al chico cuando había empezado a seguirlo, más o menos dos años antes, pero no se veía como el chico que estaba ahora ahí, observándole desde la casa de uno de sus vecinos. ¿Había cambiado? Sin tiempo para reflexionar, Luhan miró nuevamente a su acosador personal bajo la lluvia y tuvo un momento de pequeño júbilo al percatarse que estaba en lo correcto. El chico no tenía el cabello castaño, la figura enclenque y el aire debilucho al que Luhan estaba acostumbrado. Todo lo contrario. Se levantaba con toda elegancia en su nueva altura, con el cabello rubio y los hombros más anchos.

—Has crecido— dijo, sin pensarlo mucho. Justo después, se cubrió la boca con la mano.

¿Qué hacía él hablando con el chico? Lo había ignorado tanto tiempo que se había sobresaltado al darle un poco de atención. Eso era todo, ahora entraría a su casa y olvidaría que alguna vez le había dirigido la palabra. Sin embargo, no fue el único sorprendido por la acción. El rostro del chico se iluminó como si alguien le hubiese puesto un reflector en toda la cara. Tenía una expresión esperanzada tan intensa que Luhan se sintió como un hijo de puta por solamente pensar en entrar a su casa.

El chico estaba muy mojado y muy feliz, una combinación que le recordó a Luhan los cachorros que vendía Chanyeol en su tienda de mascotas. Había algo diferente, sin embargo. Después de la charla estúpida de Chen de esa tarde, podía decir con toda seguridad que sí existían personas con talento en los genes. La prueba estaba parada a unas calles de su portal, dirigiéndole esa mirada enamorada con la que Luhan había aprendido a convivir. Paladeó lo siguiente que iba decir, porque le diría algo; no era capaz de dejar al chico colgando de su comentario como si fuese el último bote salvavidas del Titanic. Sintió en la boca el sabor oscuro y almizclado del cigarrillo y reprimió una mueca.

—¿Quieres pasar?— preguntó, y señaló hacia adentro.

El atractivo rostro del chico se iluminó aún más, si era posible, y se señaló a sí mismo. A Luhan le pareció ridículo. ¿A quién más podría estarle hablando, si todos estaban refugiados en sus casas por la lluvia? Tuvo el impulso de dejarlo allí y echarse una siesta. No sería la primera vez que lo dejaba colgando, pero se sentía generoso.

—Te estás mojando. Ven, te haré café— ofreció.

Eso pareció surtir efecto. Como si fuese un animal, el chico dio un paso, tanteando el terreno. Al ver que Luhan no lo echaba o se reía de él, dio un paso más. Le tomó un poco de tiempo llegar hasta el portal, al abrigo de la lluvia. Entonces, Luhan volvió a hablar.

—Sí que has crecido— dijo, como si fuese un antiguo amigo de la familia y no hubiese visto al chico en mucho tiempo.

Luhan se percató de que tenía que mirar hacia arriba para poder ver los ojos del chico. Eso lo situaba por encima del metro ochenta y le gustó mucho.

—Sehun— susurró el chico.

Por un momento, Luhan pensó que no había dicho nada.

—¿Qué?— preguntó.

—Sehun. Oh Sehun— el chico se aclaró la garganta y se sonrojó furiosamente. Tenía la piel muy pálida, casi sin marcas—. Ese es mi nombre.

—Ah, vale— dijo Luhan. Más por decir algo, porque no sabía cómo contestar a eso. Estaba casi seguro de que el chico sí sabía su nombre.

Estaban demasiado cerca. El chico olía bien y Luhan se preguntó cómo sería pegar la nariz en su cuello y esnifar un poquito. Antes de que sus pensamientos entraran en caminos más peligrosos, Luhan hizo un gesto hacia adentro y sacudió la cabeza. Sehun entró cauteloso, de espaldas, sin dejar de mirarlo.

—Está un poco desordenado— dijo Luhan, cerrando la puerta. No sabía qué era lo que se supone que debía decirle a un acosador ahora que estaba en su casa, así que optó por lo más cotidiano—. No sabía que tendría… visitas. Hoy, me refiero. No suelo ser tan desordenado.

—Lo sé— contestó Sehun.

Luhan se quedó de pie en medio de la sala de estar. Sólo una mesa lo separaba de Oh Sehun, el acosador guión estudiante guión muchas otras cosas que él no sabía.

—Luhan…— empezó el chico—, hueles a cigarrillo.

—Estuve fumando.

—Hueles mucho a cigarrillo.

—Hoy me fumé cinco.

—Nunca habías fumado tantos— y añadió, después de una pausa incómoda—: antes.

Sin perder la compostura, Luhan se encogió de hombros. Era la situación más surrealista que había vivido. Era incluso más incómodo que aquella vez que Baekhyun había descubierto un mensaje de texto en el teléfono de su novia en el que Chanyeol le decía lo mucho que quería acostarse con ella.

—Es porque está lloviendo— se justificó.

Sehun miró alrededor y luego regresó a Luhan. Hizo eso varias veces. Afuera, la lluvia empezó a golpear con más fuerza los cristales de las ventanas. A lo lejos retumbó un relámpago y Luhan suspiró.

—Estoy enamorado de ti— confesó Sehun. Pero no era en realidad una confesión.

—Y bueno, ¿qué esperas que te diga yo?— preguntó Luhan, por fin moviéndose.

No entendía por qué, de pronto, estaba incómodo en su propia casa. Decidió comportarse como el dueño del lugar y por fin empezar a hacer algo. Sehun, por el contrario, se encogió como un gatito. El efecto le hizo ver mucho más joven y le recordó a Luhan que probablemente el chico no pasaba de los dieciocho años.

—¿Contestarme?— no era una sugerencia, sino una pregunta. Luhan no reprimió la risa burlona.

—¿Qué podría contestarte?— preguntó, y se respondió a sí mismo—: Ya lo sé. Sé que estás enamorado de mí. Lo sé desde hace mucho.

—No me refería a eso.

—¿Entonces a qué? No estarás esperando… Sehun, eres un niño.

Sehun, por primera vez desde que lo conocía, frunció el ceño. Estaba ofendido, y eso hizo que Luhan se riera un poco más.

—No soy un niño.

—¿Entonces qué eres?— siguió Luhan—. Estoy seguro de que no un hombre.

Sehun hizo un ademán de lanzarse hacia él, pero se detuvo a medio camino. Luhan dejó de reírse y se riñó por tener el corazón acelerado. Por un momento, Sehun se había visto peligroso.

—Te haré un café. Luego te vas— dejó las cartas sobre la mesa y le dio la espalda.

Entró a la cocina en medio del silencio y preparó todo. Sólo en ese momento se percató de lo oscuro que estaba el lugar. La lluvia había hecho que el día se pudriera del todo.

—Sehun, perdón— dijo, desde la cocina—. Los días como este me ponen de mal humor y creo que me he desquitado contigo— no hubo respuesta, así que Luhan se vio con la necesidad de llenar el silencio—. No he querido… eh, burlarme de tus sentimientos. O algo así. Lo respeto. Digo, no cualquiera tiene el valor de confesarse como lo has hecho tú. Por eso te admiro, ¿sí? Perdón por lo de antes— añadió.

—Me estaba preguntando por qué fuiste tan malo conmigo— contestó Sehun.

Luhan dio un salto, para su vergüenza, al escucharlo tan cerca. Sehun había entrado  la cocina y estaba goteando sobre su suelo con su ridículo uniforme escolar y su estúpida cara de genes talentosos. Tenía una expresión indescifrable en el rostro que se veía tan natural en él que Luhan pudo decir, sin temor a equivocarse, que esa era su expresión diaria. Un Oh Sehun con cara de póker que debía romper muchos corazones en su escuela.

—El día. Está lloviendo— se justificó Luhan, de nuevo.

—Ya lo veo.

En extremos opuestos de la cocina, se miraron. Luhan repasó su conversación anterior, de repente notando lo raro de la situación. Sehun podría ser un asesino en serie, pero se veía tan joven ahí que no podía ser menos que un chiquillo demasiado tonto y demasiado enamorado para su propio bien. Desde otra perspectiva, Luhan podría ser el peligroso; a punto de tomar uno de los cuchillos recién lavados para cortarle la carótida sin pestañear. Estaba pensando en eso cuando recordó a Sehun hablarle sobre su olor a cigarrillo.

—Antes, cuando estábamos en el porche, ¿me oliste?— preguntó Luhan, de pronto.

Sehun pareció, por un momento, demasiado sorprendido para responder. Luego, se sonrojó tanto como cuando se presentó por primera vez.

- ¿Me oliste?— repitió Luhan, y empezó a hablar más consigo mismo que con Sehun—: qué pregunta tan tonta… ¡Claro que me oliste! Estábamos muy cerca. Además, me preguntaste por el olor a cigarrillo.

—Yo no quería… Yo… No, pero sí… ¡No, no, no!...

Luhan sonrió. De repente se sintió poderoso. Era una sensación que le encantaba. Encontraba a alguien en algún bar, o en el café de Chen, o en cualquier otro lugar y, luego de que el sujeto en cuestión demostrara su atracción, la sensación llegaba. Normalmente Luhan no hacía nada con eso; pero saber, solamente, que tenía el poder de manejar el deseo sexual de alguien era suficiente. Ahora, Sehun era otra historia. No era sólo deseo sexual sobre el que Luhan tenía poder, sino también sus más profundas emociones. Estar enamorado era una putada, y más si era alguien como Luhan, que sabía lo atractivo que era y lo que podía hacer con eso.

La sensación de poder creció al escuchar a Sehun atorarse con sus propias palabras. El café, olvidado, ya estaba listo. Sin embargo, lo importante era aprovechar la sensación que había crecido rápidamente.

—Sehun, yo también— le dijo.

Sehun se detuvo en medio de su ininteligible discurso y parpadeó, sorprendido.

—¿Qué?

—Tú olías bien. Muy, muy, muy bien— terminó, ronroneando.

La expresión dura de Sehun se borró del todo. Parecía tan sinceramente sorprendido que era un libro abierto. Luhan vio desfilar en su rostro la felicidad extrema, los nervios, la desconfianza, la esperanza y la infaltable lujuria. Estaba tan vulnerable, ahí en su cocina, que le dio un poco de pena.

—Sehun, acércate.

—No, Luhan, no— dijo Sehun rápidamente, sin pensarlo—. No me hagas esto.

—¿Hacerte qué?

—Te he visto hacer esto— explicó, con la voz temblorosa—. No me gusta cuando lo haces. Me enferma. Pero sé que no dura. No quiero que me lo hagas a mí.

Luhan tuvo un momento de arrepentimiento. ¿Qué estaba haciendo? ¿Coquetear? No debería hacerlo. Sehun era, como lo había dicho antes, un mocoso. Y decía que ya lo había visto hacer esto. ¿Se refería a sus otros ligues? Eran pocos, si Luhan era sincero. Pocas veces seguía el hilo de la sensación de poder. Prefería ser muy selectivo con quienes se iba a la cama y no se tiraba todo lo que se moviera, como Chanyeol. Coqueteaba poco, pero era muy efectivo. Estuvo a punto de detenerse, pero recordó la lluvia afuera que se ponía peor a cada segundo y sus ropas mojadas y la oscuridad de la casa y el frío que se había pegado a su cuerpo como una segunda piel; y pensó que necesitaría a alguien acompañándole esa noche en la cama, bajo las mantas, para borrar todo lo que estaba mal con el mundo ese día.

Además, la vulnerabilidad de Sehun, sus sentimientos a flor de piel, lo obvio de su enamoramiento y su apariencia mojada eran una invitación que no podía rechazar. Con movimientos lentos, sirvió el café en una taza y le dio unos cuantos sorbos. El silencio le permitía escuchar la lluvia contra los cristales con toda claridad y sus ropas y las de Sehun goteando en el suelo de la cocina.

—Sehun, acércate— repitió.

Sehun se puso horriblemente pálido y negó con la cabeza. Por toda respuesta, Luhan dejó su taza de café en la encimera, chasqueando la lengua, antes de acercarse él. Fue casi cómico ver a Sehun encogerse contra el marco de la puerta ante sus avances, hasta que no pudo retroceder más.

—No me gusta repetir las cosas— dijo. Sehun hizo un ruido parecido a un gruñido y Luhan extendió un brazo hasta rodearle el cuello—. Te había llamado.

Al ver que Sehun no se movía, Luhan lo obligó a inclinar la  cabeza hasta tener el ángulo perfecto para besarle. Pero no lo hizo. Hundió su rostro en la curvatura del cuello y esnifó hasta llenarse los pulmones con el aroma de Sehun.

—Sí, hueles realmente bien.

Sehun se relajó rápidamente, aceptando la fatalidad. La sensación de poder de Luhan se incrementó cuando él le tomó la cabeza entre las manos y empezó a regar besos por toda su cara. Había tanta adoración en cada gesto que Luhan tuvo un momento de lucidez: no estaba bien aprovecharse del chico que estaba demasiado enamorado de él, sólo porque era uno de sus días malos. Sin embargo, no fue un momento muy largo.

Y entonces Sehun tuvo la oportunidad de su vida. Cuando sus labios se apretaron contra los de Luhan, un rayo rasgó el cielo, iluminando por un momento la habitación. En medio del beso, Luhan sonrió; Sehun no había tenido la fuerza de voluntad para negarse a sus avances.

 

 

 

 

 

Notas finales:

Primer capítulo ¡terminado! Eh, fiesta.

 Si hay algún dedazo, repetición de palabras o mala ortografía les doy mis más sinceras disculpas. Lo reviso una y otra vez y siempre se me pasa algo :’D En fin, espero que les haya gustado. Envíenle fuerzas a SeHun, para que LuHan no se aproveche mucho de él, que el pobre niño no tiene idea de dónde se está metiendo.

Actualización todos los viernes hasta que se acabe el fic, que no será mucho, sí.

Usagi


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