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Killer Men (Hombres Asesinos) por Charly D

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Notas del fanfic:

FanFic creado por un grupo de amigos, cado uno escribiendo las historias de estos hombres asesinos.

Notas del capitulo:

Primer capítulo de la temporada... La infidelidad puede llevar a los actos más inesperados...

Autor: Charly D

CAPÍTULO 1

 

-Mi vida desde el principio ha sido difícil- comentaba el joven flacuchento al inspector que tenía enfrente – Mis padres me odiaron siempre por mi orientación, yo busqué siempre ser libre, soñaba con una vida feliz al lado de la persona que amaba-

-¿Y eso fue el motivo de lo que hizo?- cuestionó el representante de la justicia

-No lo hice por eso, yo lo arriesgué todo y él no hizo nada, solo fue uno más que me despreció, igual que mis padres, mis compañeros, igual que todos- las lágrimas se aglomeraban en sus ojos.

-¿Entonces? ¿Por qué lo hizo?-

-Todo tiene un inicio oficial… todo…-lo miró directo a los ojos, y comenzó su relato.

JOSÉ, EL SOÑADOR…

Su casa resplandecía por los rayos del sol, las ventanas dejaban claro que un nuevo día comenzaba. José Mondragón despertó  y lo vio a su lado dormido plácidamente. Roberto, su pareja, era un hombre muy atractivo, vivían juntos desde que a José lo echaron de su casa al descubrir que eran novios. Llevaban seis años juntos, Mondragón con veintitrés años y su pareja de treinta aparentaban vivir una relación tranquila.

Como de costumbre Mondragón se levantó primero, checó que el traje de Roberto estuviera listo y fue a la cocina para preparar café. Siempre callado, obediente, paciente, así era José, un chico modelo. Pese a ser una pareja homosexual tenían el respeto del vecindario. El prestigiado Roberto Córdoba, un afamado abogado lleno de trabajo era el principal responsable de que todos los vecinos los trataran bien, nadie quería que un feroz lobo de los tribunales como él se les fuera encima.

Cuando el aroma del exquisito café gourmet llegaba a la nariz de Mondragón supo que era hora de levantar a su amado, regresó a la alcoba y éste se había levantado ya.

-Roberto, el café está listo- le habló en voz alta puesto que el mencionado se bañaba

-Sí, enseguida voy- dicho esto dio media vuelta y salió rumbo al comedor. Puso los platos, con fruta picada y esperó que su amado llegara.

Alrededor de quince minutos después ya con su impecable traje puesto se sentó para desayunar

-Ah, por cierto, lo olvidaba hoy llego tarde, tengo unas diligencias en el juzgado y no creo poder zafarme temprano- dijo Córdoba para seguir comiendo su almuerzo

-¿En verdad? Roberto, me gustaría que hoy fuéramos a comer, hoy es mi cumpleaños- dijo el otro con pesar

-Ya te dije que no puedo, el trabajo es el trabajo, como tú no lo haces no sabes que es necesario para pagar las cuentas, siempre fuiste hijito de papi y mami- le dijo con un tono de molestia

-Sé que debes trabajar, yo estoy a punto de terminar la carrera…- argumentó el más joven

-Que dicho sea de paso yo pagué- José desvió la mirada y siguió comiendo

-¿Entonces es un no?- preguntó albergando una pequeña esperanza

-Por si no lo captaste es un rotundo no, y ahora déjame desayunar en paz porque debo irme temprano- sin decir más comieron en absoluto silencio.

 

Roberto se había ido, estaba solo en casa, ese día sus clases comenzaba hasta más tarde. Tomó su celular y miró una foto, era la que él y Roberto se tomaron hacía un par de años,  se veían felices, sonreían, en esa imagen José sabía que su sonrisa era real, no como las que actualmente les dedicaba a sus vecinos.

-Ah, lo olvidaba- caminó a su alcoba, del cajón de su cómoda, que se hallaba junto a la cama, sacó una libreta pequeña, la abrió, tomó un bolígrafo y dibujó un garabato, hecho esto la cerró y guardó- Listo, me debo arreglar para llegar a clases- iba rumbo al baño para tomar una ducha y pasó frente al espejo, al ver su reflejo se dijo: - Feliz cumpleaños- dicho esto prosiguió su camino.

 

Era medio día, en su salón unos de sus compañeros se acordaron de su festejo y lo saludaron

-Muchas felicidades Joselito, que hoy te diviertas en grande- una chica lo felicitó

-Gracias, eres muy amable-

-¿Qué? ¿Hoy ya tienes planes?- le peguntó otro compañero

-Claro, iré a cenar- sonrió falsamente

-¡Qué bien! Ojalá te festejen como mereces pillo- le sonrieron pícaramente

-Yo sé que sí, hoy Roberto me felicitó muy temprano- mencionó aparentando felicidad

-¡Qué suerte tienes! Ya quisiera tener uno igual- la chica le dijo

-Sí, la verdad que sí soy un suertudo, hasta el momento todos mis deseos se han hecho realidad-

-Ay José, ojalá todos pudiéramos soñar como tú y sobre todo que se materializaran nuestros sueños- la muchacha mencionó con ojos de ensoñación

-Es una pena que muy pocos podamos hacerlo- volvió a sonreír, nadie se imaginaba su verdadera y cruda realidad.

 

Horas más tarde tomaba su celular, José iba a hacer una llamada. Marcó el número que se sabía de memoria. Dio un tono, dos, tres y nadie contestó. Colgó, esperó un par de minutos y volvió a marcar, esta vez sí hubo respuesta…

-¿Qué pasó?- contestó molesto el abogado Córdoba

-Quería saber si necesitas algo…- dijo el menor con naturalidad

-No, no necesito nada, y si lo requiriera dudo que tú me pudieras ayudar- contestó un poco agresivo

-Bueno, sólo me acomedía, ¿llegas tarde cierto?- preguntó Mondragón

-Sí, estoy ocupado con el trabajo, llego tarde, no me molestes más- colgó. José suspiró y apretó el móvil fuertemente, se encontraba en la esquina del trabajo de Roberto y claramente miraba como éste y un compañero de trabajo se acariciaban discretamente los genitales.

-Sí mi amor, ya sé que trabajas…- cerró los ojos y una lágrima salió- Una vez más trabajas…- bajó la cabeza y caminó rumbo al departamento.

 

Cerca de las nueve de la noche llegó José al departamento, cargaba una botella de plástico y otras cosas que había comprado, iba a preparar una cena para que cuando su pareja llegara celebraran su cumpleaños. Las dejó en la mesa y fue rumbo a la alcoba, volvió a tomar su libreta, repitió lo de la mañana y la guardó en su sitio. Luego volvió a la cocina y se dedicó a picar, sazonar, y cocer los alimentos. Cerca de las once de la noche un par de copas de vino estaban servidas. El joven se sentó a esperar que su amado llegara.

-Espero que no demores mucho Roberto, la cena se enfriará- se tronaba los dedos.

 

Eran las doce y media de la noche cuando la puerta principal se abrió dando paso a un visiblemente cansado abogado.

-¡Roberto! Me alegra que hayas llegado- se levantó y lo recibió, le quitó el saco.

-¿Qué haces despierto? Te dije que no me esperaras-

-Es que deseaba que celebráramos mi cumpleaños, bueno ya por la hora no lo es propiamente, pero podemos hacer de cuenta que sigue siendo mi fecha- comentó sonriente

-¿Me culpas de algo?- cuestionó el mayor

-No, no mi amor, para nada, ven… toma asiento- lo llevó al comedor

-Estoy cansado para esto José, además no tengo apetito, me iré a dormir- se iba a poner de pie pero el otro lo detuvo

-Anda, por favor, solo un ratito, por favor- lo miró con gesto suplicante

-Ahhh- soltó pesadamente el otro- De acuerdo, pero un rato… ¿Y? ¿Me darás la copa o me levanto?-

-No, no, yo te la doy…- presuroso tomó la copa de su pareja y se la dio- toma mi vida, brindemos por mi cumpleaños y un año más juntos-

-No sé si eso sea bueno, pero salud- menospreció Roberto y luego tomaron- Ahora sí, me voy a dormir-

-¿No cenarás?- preguntó el joven

-No, cena tú si tienes hambre y puedes comerte mi ración- dijo sin voltear a ver al joven esperanzado que dejaba atrás

 

Media hora después todo era silencio. Alrededor de las tres de la mañana un mareado Roberto se despertó. Con la vista borrosa miraba a su alrededor. Estaba sentado en una de las sillas del comedor, hasta donde él recordaba se había ido a acostar, se iba a levantar cuando sintió que algo se lo impedía, se percató entonces que se encontraba amarrado fuertemente.

-¡José! ¡José!- gritó llamando al menor- ¡¿Qué demonios hago amarrado?!- gritó furioso- ¡José!- gritó por tercera vez

-No es necesario que alces la voz mi vida, estoy aquí atrás- el capturado giró rápidamente la cabeza y miró al chico sentado en un sillón tomando con una mano una copa llena de vino y con la otra sosteniendo una libreta.

-¿Qué diablos esperas para desatarme?- preguntó encolerizado

-Shhhh…- lo contestó con el ademán de que guardara silencio- No hables mi amor, esta es nuestra noche, pondré música- prendió el modular y se escuchó una canción “Once upon a dream” en voz de Lana del Rey- Espero que te guste tanto como a mi… ¿sabes? Yo tuve un sueño alguna vez… un sueño en donde tú eras el príncipe- se levantó con las manos ocupadas y caminó rumbo a su amado- No sé en qué momento mi sueño se convirtió en pesadilla y mi príncipe en sapo-

-Basta de esta idiotez, libérame José o te vas a meter en problemas- advirtió el otro

-No, y cierra la boca…- le dijo dulcemente para después arrojarle el vino en la cara, jadeante Roberto no creía lo que el chico acababa de hacer- Esa misma sensación de sorpresa es la que yo siento cada que trato de complacerte y tú no lo devuelves, me sorprendo de lo poco sensible que eres conmigo-

-José, déjame libre o te va a pesar- Córdoba volvía a hablar

-Yo intenté ser un buen novio, tu viste y viviste conmigo todo el infierno con mis padres, me golpearon, me echaron de la casa, y todo lo arriesgué por ti, por tu amor, y me pagas siendo infiel, dejándome solo, haciéndome a un lado- el muchacho lloraba amargamente

-Nunca te he sido infiel- descaradamente dijo el amarrado

-¿En verdad?- con los ojos húmedos por las lágrimas Mondragón se acercó- ¿Nunca me has sido infiel?-

-Nunca José, nunca…- entonces el muchacho alzó la libreta que tenía en las manos y la abrió

-¿Ves estas rayitas dibujadas?- no contestó Roberto, entonces el chico volvió a preguntar- ¿Las ves o no?-

-Sí, ¿pero eso qué tienes que ver?- preguntó, el abogado comenzaba a asustarse

-Pues estas- una hoja llena, la volteó y otra hoja llena- Son las veces que te ibas a “trabajar”- mencionó la última palabra haciendo comillas con los dedos- Son las veces que ibas a acostarte con esos sujetos y no es necesario que mientas, todas y cada una de esas veces me constan, lo sé, durante todos estos años me has engañado, me has abandonado por irte de caliente con esos tipos y me has roto el corazón cientos de veces- decía el joven muy dolido

-No es verdad… yo nunca- lo silenciaron de inmediato

-¡No mientas! ¡Hoy te vi con tu amiguito a la salida de tu trabajo!, sé que fuiste a revolcarte con él a un hotelucho fuera de la ciudad-

-José…- es verdad, lo habían descubierto

-Aguanté durante años tus estupideces porque creí que ibas a cambiar, pero no, cambiaste mi cumpleaños por sexo, por sexo que yo te hubiera dado, tanto como quisieras, pero no, siempre soy el último, el niño que no merece ni tu atención ni tus caricias, el niño al que por última vez le rompiste sus sueños- lloraba lleno de rabia, se acercó y lo besó apasionadamente en los labios, Roberto y José volvían a besarse como al principio lo hacían

-Lo podemos arreglar mi amor, suéltame y verás que solucionaremos esta crisis, anda cielo, suéltame y cumpliremos todos y cada uno de esos sueños, volveré a ser tu príncipe y seremos felices, pero suéltame- dulcificó su tono, José sonrió honestamente, como antes, caminó hacia atrás de su amado el cual creyó que iba a ser liberado, pero segundos después supo que no, el joven fue a la cocina por una botella de plástico y unos fósforos.

-Me aseguraré de que nunca vuelvas a ser infiel mi amor… - se acercó al mayor y le susurró al oído- a nadie-

-¿Qué vas a hacer José?- preguntó aterrado el abogado

-Cumplir con uno de mis sueños… que seas fiel- abrió la botella y la vertió sobre los genitales de su pareja, el olor de inmediato llegó a las fosas nasales de Roberto…

-Gasolina… ¡Maldita sea José suéltame!- gritó desesperado

-Por fin dormiré tranquilo  sabiendo que me eres fiel… te amo Roberto- encendió el cerillo

-¡No José! ¡Noooooooo!- gritó por última vez

-¡Te amoooooo!- gritó José y arrojó el cerillo prendido, al contacto con la gasolina las llamas se presentaron, el muchacho cerró los ojos pesadamente mientras escuchaba a Roberto gritar de dolor.

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-Por eso lo hice, para cumplir mi sueño, que mi Roberto fuera solo mío, que me fuera fiel, que fuera únicamente para mí- el joven decía firmemente al inspector

-¿No niega que fue usted?- Preguntó el hombre

-No, y si fuera necesario lo volvería a hacer- el chico lo miró a los ojos, no se  arrepintió ni por un instante. Es así como la infidelidad puede llevar a los actos más inesperados.

 

 

 

José fue procesado por los delitos de secuestro y homicidio en su grado de tentativa en perjuicio del abogado Roberto Córdoba. Purga una condena de 75 años de prisión sin derecho a fianza. Por su parte Roberto sufrió quemaduras de tercer grado en los genitales imposibilitándole de por vida cualquier tipo de contacto sexual, al recibir la noticia entró en shock y fue internado en un hospital psiquiátrico debido ello.

Notas finales:

Esperemos que este primer episodio haya sido de su agrado, y el siguiente capítulo será:

"Preston estudiante" By: Luis Sequera


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