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Amnesia por keny_shawol

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Notas del capitulo:

He estado trabajando en esto desde hace un tiempo, y al fin tiene un final. Debo agradecer a mi hermana por soportarme hablar de esto, aunque no le gusta el yaoi, y sobre todo por ayudarme con la historia. Es más largo de lo que acostumbro, pero esto fue lo que salió. 

Minho le miente.

 

Cuando él entra en esa habitación blanca y triste, tiene que mentirle, tiene que ser otra persona, cuidar sus palabras y sus miradas. Sonreír de otra forma, hablar diferente.

 

Porque él no sabe quién es ahora. No tiene idea de lo que siente su corazón al ver su mirada perdida y triste. No tiene idea de cuánto quiere sostenerle contra él y murmurarle al oído que todo estará bien.

 

Pero no lo hace. Porque no puede, porque no debe.

 

—¿Hace mucho tiempo que eres enfermero?

 

La pregunta suena y rompe el silencio. Minho le mira, sin saber qué responder.

 

Él no tiene una respuesta. No la tiene porque él no es enfermero. Él es futbolista profesional, él es parte de la selección nacional. Él no es enfermero, no tiene ni idea de lo que es serlo.

 

Pero no puede decirle, porque entonces él se preguntaría que está haciendo un futbolista cuidando de un enfermo.

 

Uno con amnesia.

 

—No. —Miente, mientras mueve unas cosas en el lugar. —No realmente.

 

—Pareces ser nuevo en todo esto. —Murmura con voz baja. Minho se siente incapaz de verlo. A veces no puede hacerlo.

 

A veces llega, cambia las sabanas cuando él está en el baño, y corre rápidamente, alejándose de ahí. A veces va y le da sus pastillas y evita sus ojos en todo el momento. Pero hay veces en que quiere observarle, quiere verle sonreír y abrazarle.

 

Porque él, el enfermo, es después de todo su novio. Él es Kim Kibum, es la persona más importante en toda su vida. Es el chico de sonrisa bonita y ojos felices. Es Kibum el chico que diseña y que modela para revistas cuando la ocasión lo amerita.

 

Pero él también es Kim Kibum, el paciente de la habitación número 514, es el paciente con amnesia, de mirada triste y cuerpo delgado. Es el mismo que le preguntó dos meses atrás, ‘¿Quién eres?’ y es el mismo que rompió su corazón con esas palabras.

 

Su corazón duele cuando le mira esa vez. Kibum tiene perdida la vista en la ciudad, la ventana en su habitación es el lugar preferido para enfocar su vista. Quiere ir a él y decirle quién es. Quiere que Kibum le vea un día y le diga que puede recordar quién es él.

 

—Soy nuevo. —Responde, con la mirada fija en él.

 

Kibum entonces gira el rostro. Sus pequeños ojos brillan y hay una leve, casi imperceptible sonrisa pintando sus labios. Es hermoso, Minho decide, lo es. Es la primera vez desde el accidente que Kibum le sonríe y Minho lo guarda en su memoria como un paso más a recuperar lo que tenían.

 

—Puedo darme cuenta de eso. —Extiende solo un poco su sonrisa y sus ojos se fijan en él. —A veces no sabes qué hacer. ¿Eres así con los otros enfermos? ¿O sólo yo tengo el lujo de ver tu torpeza?—Por un momento le recuerda al Kibum de antes, al Kibum que le besa cuando llega del trabajo y besa su cuello cuando duermen por las noches. —Creo que fue un poco rudo, ¿No es así? Disculpa mis palabras.

 

Pero Minho no quiere hacerlo. No quiere disculparle. Quiere que Kibum le diga con esa voz divertida lo torpe que es. Quiere que golpee su brazo siempre que bromee sobre algo que a Kibum no le gusta. Lo quiere de nuevo con él, como siempre.

 

—Está bien. —Le sonríe, mientras camina hacia la puerta. —Puedes decirme lo torpe que soy. No importa.

 

Y se aleja, desaparece detrás de la puerta, porque ese día ha pasado un poco más de tiempo del que tiene permitido con él.

 

 

 

Una segunda sonrisa llega un día soleado. Minho no sabe cómo termino sentado en la pequeña silla, esa que está a un costado de la cama de Kibum.

 

Tampoco sabe cómo es que Kibum amaneció platicador esa mañana. Él habla sobre cosas que Minho sabe de memoria. Habla sobre sus padres, sobre un perro que tenía cuando era niño, sobre sus sueños infinitos, pero nunca habla sobre él.

 

Minho quiere que lo haga. Desea que un día entre por esa puerta y él Kibum que él conoce se queje de la comida y frunza los labios de esa manera adorable que él hace. Quiere que se queje con él y que le exija llevarle a casa.

 

Pero cada que entra por esa puerta Kibum rompe su corazón una vez más. Kibum lo mira con ojos diferentes y jamás lo llama por su nombre, siempre es ‘enfermero Choi’ ya no es más ‘bebé’ ‘cariño’ u otra palabra cursi.

 

Sus ojos no lo reconocen de la manera que él esperaba, ni sus labios sonríen de la manera en que él lo quiere.

 

—Entonces caí del árbol y me hice esta cicatriz. —Kibum señala su mejilla, justo debajo de su ojo. Minho conoce esa cicatriz, él tiene una igual, sólo que se la hizo de otra manera diferente. Él y Kibum han hablado de eso algunas veces, lo hacían cuando no dormían por las noches y las palabras escapaban de su boca como el mejor de los himnos. —No recuerdo si dolió. —Sonríe una vez más, esta vez haciendo que sus adorables ojos brillen. —Pero sí recuerdo la manera en que mis padres me reprendieron.

 

A Minho le duele cuando las palabras escapaban de la boca acorazonada, porque Kibum recuerda su infancia y parte de su juventud, pero no recuerda sus cuatro años de relación, ni los besos, ni los ‘te amo’, ni nada que tenga que ver con ellos.

 

—Lo sé. —Responde, distraídamente. Y es entonces que se da cuenta de lo que acaba de decir.

 

—¿Lo sabes?—Su voz es bañada en confusión, y sus ojos se entrecierran hacia él. Minho se regaña, maldice en silencio y se encoge de hombros cuando responde.

 

—Lo escuché de tus padres. Hablaron una vez sobre eso. —Kibum muerde su labio, y segundos después asiente. —No recuerdo bien, pero creo que les decías lo mismo. Uh, sobre cómo te hiciste la cicatriz.

 

Kibum asiente de nuevo, y esta vez lo mira un poco más. Kibum está pensando, lo sabe. La manera en que sus ojos lo estudian es única, la manera en que entrecierra los ojos quiere decirle que está tratando de recordar.

 

Minho quiere que recuerde. Quiere que un milagro los bañe y entonces Kibum le diga que recuerda todo. Que sabe por qué conoce la historia y que quiere que lo bese como lo hacía en las noches lluviosas.

 

—Entiendo. —Sonríe suavemente. —Creo que te he quitado demasiado tiempo, ¿No es así? No soy el único enfermo aquí. —Asiente hacia la puerta esta vez, y después baja la mirada. —De todas maneras, gracias, enfermero Choi.

 

Minho no dice nada, mientras camina hacia la puerta y finge la mejor de sus sonrisas.

 

 

 

Kibum no está más en el hospital. El medico lo ha dejado marcharse y ha aconsejado llevarlo a lugares que lo puedan hacer recordar. Kibum está en casa, pero no en la casa que ellos compartían por las noches.

 

Kibum está en su departamento, él que está justo frente al departamento de Minho. Fue ahí donde se conocieron. Fue ahí donde comenzó todo. Pero Kibum, como siempre, no puede recordar nada.

 

Y Minho está ahí en el lugar en donde se dieron su primer beso. Puede recordarlo a la perfección. Fue en la azotea del edificio, el lugar favorito de Kibum, ahora después del accidente, no sabe si sigue siendo su lugar favorito.

 

Fue justo en el centro de la azotea que ellos se dieron su primer beso. Fue en invierno, en año nuevo y cuando sus labios se encontraron los fuegos artificiales brillaron en el cielo, como si de una película romántica se tratara. Con bufandas que estorbaban y guantes inoportunos. Pero fue perfecto, fue su película y quiere que Kibum recuerde cada cosa.

 

—¿Enfermero Choi?—Minho casi salta cuando la voz de Kibum resuena cerca de él. Lo está, cuando gira el rostro de Kibum aparece en su visión, y luce confundido. Como siempre. —¿Vive aquí?

 

Minho no sabe que responder, aunque la respuesta sea demasiado obvia. Kibum luce malditamente adorable siempre que lo mira con esos ojos confundidos y desde el accidente, es la primera vez que Minho desea besarle.

 

Extraña su sabor, sus labios, sus caricias. Pero, de nuevo, sus manos seguirán picando, pero no tocaran, y sus labios tendrán sed, pero él no tomara de Kibum.

 

—Sí. —Contesta y sonríe lo más que puedo. —Vivo aquí.

 

Contigo, vivo contigo, Kibum.

 

El rostro de Kibum se ilumina, como si le hubiera dado la más maravillosa de las noticias. No lo son, no para Minho.

 

—No sé por qué, enfermero Choi, pero en verdad estoy feliz de verle. —Sus palabras duelen de nuevo, y Minho quiere decirle que no hable, que no diga nada, porque lo está matando de esa manera. —Tal vez es porque no sé nada.

 

—Minho.

 

—¿Uh?—Se escucha adorable cuando ese sonido escapa de sus labios, Minho quiere que lo repita una vez más, y otra más, y de nuevo.

 

—Sólo dime Minho. —Kibum sonríe cuando entiende sus palabras. —Ya no soy tu enfermero más, ¿Recuerdas?

 

—Oh, por supuesto que recuerdo. —Se acerca un poco más a él y cree que no puede soportarlo. El aroma de Kibum lo atrapa, es coco y es delicioso. Recuerda esas noches mirando películas nocturnas y besándose hasta que sus labios eran de un rojo más fuerte. —Sabes, me sentía un poco encerrado ahí. Es bueno estar de nuevo en casa, aunque, —Muerde su labio inferior y suspira con pesadez. —No recuerdo nada en el departamento. No sé dónde están mis cosas, ni tampoco sé cómo es que tengo ese departamento. En verdad estoy un poco perdido.

 

Él ríe, pero no lo siente. Se siente egoísta, porque en ese momento sólo está pensando en él y no lo que Kibum puede estar pasando. Avanza un poco más y abre los brazos, pero entonces recuerda que no debe. Que Kibum le mirará extraño si llegara a abrazarle. Y duele una vez más.

—¿Es difícil?—Es tonta la pregunta, pero necesita escuchar de Kibum lo mal que lo está pasando. Necesita escucharlo una vez más, para que lo sienta un poco más real. —¿Es difícil no recordar nada?

 

Es como si volviera a ver al Kibum que conoció. Su mirada es diferente, menos amable, más dura, pero a la vez más suave. Es ahí en donde Minho cae en cuenta que está viendo a un Kibum diferente frente a él, sólo un poco diferente.

 

—Es frustrante, sabes. —Su voz es suave y se pierde un momento en la azotea. Kibum mira todo con ojos curiosos, como un niño visitando un museo. Y a pesar de todo, lo sigue viendo hermoso. —No poder recordar nada, no saber exactamente quién eres. Si cierro los ojos y trato de recordar, lo único que puedo ver es negro. Nada, absolutamente nada.

 

Es en ese momento también que Minho quiere sostenerlo fuerte contra él. Necesita besarle el cabello, la frente y su nariz y decirle que todo estará bien, que encontraran la forma de solucionar todo, que él recuperara la memoria y que sabrá que él no es el ‘enfermero Choi’ sino su  novio y nada más que eso.

 

—Debe ser difícil. —Habla y se da cuenta que su voz está por quebrarse. Quiere llorar por Kibum, necesita llorar por él y por todo lo que sucede. —Debe ser difícil estar frente a una persona y no reconocerla en lo absoluto.

 

—¿Has vivido eso, Minho?—Kibum titubea, mientras se acerca unos pasos más a él. Esta vez Minho no quiere alejarse, quiere estar lo más cerca posible para protegerlo del mundo. —¿Has visto más de cerca lo que es la amnesia?

 

—Tenía una pareja. —Las palabras escapan, sin que pueda y quiera detenerlas. Necesita de alguna manera, decirle a Kibum lo mucho que lo está sintiendo, casi como él. —Tuvo un accidente cuando regresaba del aeropuerto. Debí ir por él, ¿Sabes? Se suponía que debía ir por él, pero no pude hacerlo. —Kibum le mira, no hay más que curiosidad como siempre, pero esta frunce el ceño como si pudiera estar pensando algo. —Yo no pude llegar por él y entonces él tuvo el accidente. A veces me siento culpable de eso.

 

—Pero tú no tuviste la culpa. —Minho parpadea cuando esas palabras escapan de los labios de Kibum. Es la voz del Kibum que él conoció, es la mirada decidida de su Kibum. Y esas palabras hacen que, de alguna u otra manera, la culpa no sea tan grande. —Creo que las cosas pasan por algo, Minho. Que tu pareja tuviera ese accidente, no quiere decir que tú fueras el culpable.

La culpa disminuye cada que Kibum habla, porque siente como si fuera su Kibum y no él nuevo Kibum él que estuviera diciéndolo. De alguna manera extraña, sonríe, porque verle así, hace que su esperanza crezca más. Necesita mantener la esperanza, creer en los milagros.

 

—¿Es así?—Kibum asiente, con una sonrisa más suave bailando en sus labios.

 

—¿Qué paso con él?, ¿Él está contigo?

 

Él está ahí con él, pero no es lo mismo. Las lágrimas ya comienzan a picar contra sus ojos, como cada que recuerda el accidente y la manera en que Kibum está a su lado, pero a la vez está más lejano que nunca.

 

—Digamos que nada volvió a ser lo mismo entre nosotros.

 

—Lo siento.

 

—No lo hagas. No es tu culpa.

 

 

 

La risa llega cuando Kibum lleva una semana ahí. A veces puede escucharlo cantar desde su departamento. A veces lo ve pasearse con los pies descalzos y tazas de café sobre sus delgadas manos. A veces lo ve sonreír a cosas y lo ve perderse en su mundo. Pero nunca llega el día en que llegue a casa y diga que recuerda todo.

 

La risa llegó un día en la azotea. Minho descubre, que a este Kibum le gusta hablar. Contarle cosas sobre su pasado, decirle todo lo que le gusta hacer. Le gusta hacer bromas y puede salir con pantalones deportivos de casa.

 

Extraña a su Kibum, pero no puede negar que le agrada mucho este nuevo Kibum. Tal vez son sus sonrisas más suaves y sus ojos más brillantes. Tal vez es la forma en que muerde su labio inferior, o la manera en que lo mira cuando hablan.

 

—Siempre quise diseñar. Siempre dibujé en cada hoja en blanco que tenía. —Él ríe y Minho cree ver a su Kibum ahí. Se pierde en él, como siempre lo hace. Mira sus pestañas, su nariz y sus labios. Sólo hay una cicatriz que aún es visible. Está cerca de su ceja, en diagonal y casi está desapareciendo. —¿Minho?—Habla, pero Minho no lo escucha, porque se ha perdido en él. —Debo estar aburriéndote, ¿Cierto?

 

Kibum sonríe tímidamente, mientras se incorpora y mira hacia el cielo. Están en la azotea, porque a Kibum le gusta ese lugar. Él dice que no sabe por qué, pero se siente cómodo en ese lugar, Minho espera que esa sea una señal para recuperar su memoria por completo.

 

—No. —Toma su mano, antes que Kibum se le escape. No quiere dejarle ir, porque lo necesita aunque sea de esa manera. —No me aburres.

 

Nunca lo hace, a pesar de haber escuchado esas historias cientos de veces, a pesar de conocer cada detalle de éstas.

 

—Creerás que estoy mal, que estoy loco, pero…—Muerde su labio, mientras baja la mirada. —Es extraño, pero, me siento cómodo a tu lado. —Entonces lo mira con sus pequeños ojos brillantes y esa sonrisa suave que Minho ha aprendido a amar. —A veces quiero…—Kibum frunce los labios, mientras una risa escapa segundos después. —Nada, olvídalo.

 

—¿Qué es?

 

—¿Prometes no burlarte de mí?

 

—Lo prometo. —La sonrisa se forma en sus labios, mientras lo mira. Ese Kibum hace que su corazón lata un poco más rápido, como su Kibum podía hacerlo. Es entonces que Minho cae en otra realidad, es el mismo Kibum por dentro, es el mismo que él conoce, que le besaba por las mañanas y que le preparaba té por las noches.

 

—A veces quiero contarte todo. Las palabras escapan rápido de mí. —Encuentra su mirada y Minho cree verlo, de nuevo. A su Kibum. —Quiero contarte mis secretos, quiero que sepas todo de mí. —Su boca sonríe. —Es extraño, pero siento que puedo confiar en ti. Siento que no me decepcionarás, Minho.

 

Y su corazón late, late más rápido, más enamorado, más todo. Es diferente sí, pero esa es la forma en que Kibum le hablaba, esa es la forma en que le contaba sus secretos. Y puede que Kibum perdiera la memoria, pero Minho lo sigue amando como si fuera el primer día.

 

—¿Te cuento un secreto, Kibum?—Minho sonríe, por primera vez alejando un poco toda la tristeza de él. —Me pasa lo mismo contigo. Quiero decirte todo. Quiero que me conozcas de una forma en que nadie lo ha hecho. Y lo más extraño, es que siento que tampoco me decepcionarás.

 

 

 

Es de noche cuando Kibum se presenta en su departamento. Tiene una taza amarilla en la mano y llega pidiendo un poco de café. Habla sobre lo olvidadizo que es, y sobre lo perdido que a veces se siente en las calles.

 

Minho ha estado cuidándolo secretamente, cuando Kibum sale al supermercado, Minho casualmente lo encuentra en el pasillo de las frutas. Cuando Kibum va a su trabajo, Minho lo sigue detrás y espera a que entre a la oficina.

 

Después del accidente, Minho no ha dejado de cuidarle.

 

Pero no siempre puede estar detrás de él, sobre todo cuando tiene que ir a los entrenamientos, y Minho se siente como si muriera esos días.

 

Los pasos se escuchan detrás de él cuando alcanza la cocina. Toma el café, mientras mira a Kibum desde el otro extremo de la cocina.

 

—¿Qué pasa?

 

Observa a Kibum en silencio. Kibum se mantiene de pie, con las manos a un costado y sus ojos confundidos. Frunce el ceño y parpadea después. Los ojos de Kibum viajan por todas partes de la cocina, viajan rápido, como si esperara algo.

 

—Seguro que ya piensas que soy la persona más extraña. —Murmura, fijando su mirada en él. —Pero tengo la sensación de haber estado aquí antes. ¿Es eso posible?

 

Minho quiere decirle que sí. Él ha estado ahí porque ha preparado café por las mañanas. Se han besado justo en la mesa, han desayunado entre besos y caricias, y han dejado la ropa detrás también.

 

Pero no le dice nada y asiente, mientras la primera sonrisa del día llega gracias a Kibum.

 

—No lo es. —Le entrega la taza que ha llenado con café y le sonríe, porque Kibum se merece sonrisas nada más. —Has estado aquí, Kibum.

 

No es revelar de más, eso sólo asegurar una pequeña cosa. Kibum entonces recorre con la mirada el lugar y parpadea algunas veces. Toma asiento como si estuviera en casa, y lo está, Minho piensa, esa sigue siendo su casa.

 

—Minho. —Dice, con esa sonrisa que Minho comenzó a amar de la nada, esa soñadora y diferente a la de su Kibum. —¿Éramos buenos vecinos, o éramos de esos vecinos que sólo se saludaban por cortesía?

 

Minho abre la boca, pero entonces las palabras no llegan a él. ¿Qué debe decir?

 

No tiene idea de que pude decirle o no. Es un tema que Minho en ese momento no quiere tocar. Kibum y él eran más que vecinos, eran más que unos conocidos o amigos de edificio. Kibum es la persona de su vida, es la persona que más ama en todo el mundo.

 

—Éramos buenos vecinos, Kibum. —La sonrisa de Kibum se extiende, como si le gustara su respuesta. —Muy buenos vecinos.

 

 

 

Es media noche cuando tocan a su puerta incesantemente. Minho parpadea, tratando de quitarse el sueño de encima, restriega sus ojos y con pasos cansados abre la puerta.

 

Kibum está ahí y hay lágrimas bajando de sus ojos, recorriendo sus mejillas y perdiéndose contra el suelo. El corazón de Minho se oprime, se desgarra y quiere abrazarlo.

 

—Sé quién eres.

 

Son unas simples palabras, pero hace que su corazón lata más rápido, mucho más rápido.

 

—¿Lo sabes?—Susurra sin poder creerlo.

 

—Sí. No. No lo sé. —Él murmura con palabras torpes y ojos tristes. —Escuché a mis padres antes que se marcharan. Decían cosas sobre, ‘Minho ha sido un buen chico’, ‘No debe ser fácil para él tener que verlo todos los días’, ‘Minho lo visitaba todos los días en el hospital’. —Kibum habla y habla y murmura para sí, sobre él, sobre sus padres, sobre sus planes. —Tú no eres enfermero, Minho. Y somos más que vecinos.

 

No hay preguntas, no hay más que afirmación en sus palabras. Y Minho no tiene otra opción, asiente. Le da la razón, muerde su labio y espera algo más, pero Kibum no habla. Lo mira como si de otra persona se tratara, como si no fuera él y fuera otro.

 

—No soy enfermero, Kibum. —Acepta, sin más. —Nosotros somos más que vecinos.

 

—¿Por qué?, ¿Por qué no me dijiste nada?

 

—Porque no podía. No podía decirte que no era un enfermero, no podía soportar que me miraras de nuevo sin saber quién soy. Cuando me viste la primera vez y me preguntaste quién era, me quebré.

 

—Dime quién soy. O quién era. —Suplica, mientras el corazón de Minho se oprime. —Dímelo todo, por favor, Minho.

 

—No. —Niega, mientras se aleja unos pasos de él. —No puedo.

 

—Por favor. —Sus ojos brillan, suplican y el corazón de Minho no puede más. —Dime cómo nos conocimos, dime cómo sucedió todo. Dime cada cosa que recuerdes.

 

—Nos conocimos aquí. La primera vez que te vi corrías a tu trabajo, llegabas tarde, me sonreíste cuando entramos al elevador, y juro, Kibum, que me maravillaste desde ese momento. Te gusta el café con canela y tu taza favorita es una amarilla. —Las palabras escapan tan pronto abre la boca, sus labios hablan por sí solos. —Nuestro primer beso fue en la azotea y los fuegos artificiales estallaron sobre nosotros. Queríamos comprar un perro. Amas ver películas viejas los sábados por la noche. Te gusta el frío. Amas que use bufandas y preparas café cada mañana.

 

Minho podía seguir porque la lista es infinita, y él quiere decirle todo. Quiere decirle cada hermoso recuerdo y entonces que por arte de magia, Kibum recuerde cada cosa.

 

Pero no sucede así, porque Kibum no está diciéndole que le recuerda. Sólo mantiene los ojos cerrados, mientras las lágrimas siguen escapando de sus ojos, una a una, perdiéndose contra sus labios ahora.

 

—No puedo. —Habla, pero sus ojos no se abren. —Sabes cuánto deseo poder recordar, cierro los ojos, pero lo único que veo es negro. No hay nada aquí. —Señala su cabeza, como si fuera todo un error. —Siento tanto no poder recordar nada, Minho. En verdad lo siento.

 

Kibum lo siente, pero él lo siente más.

 

 

 

Es jueves cuando ellos están en la sala de Minho. Sus dedos se entrelazaron naturalmente como siempre lo hacían. Minho siente su corazón latir por todo, por la cercanía, por la mirada de Kibum, por Kibum en sí.

 

—¿Cómo fue nuestro primer beso?

 

Minho le mira. Es la primera vez desde el último incidente entre ellos, que Kibum habla del pasado. Del pasado que aún no puede recordar. 

 

Pero le sonríe, le ama demasiado, que es imposible no contestarle cada duda.

 

—Fue en la azotea. —Dice. —Era año nuevo, los fuegos artificiales estallaron cuando nuestros labios se encontraron y teníamos unas enormes bufandas. Tú murmuraste que odiabas esas bufandas.

 

—¿Puedo pedirte algo, Minho?

 

—Lo que quieras.

 

—No te alejes de mí, por favor. —Kibum eleva una mano, titubea antes de llevarla a su rostro y ese toque es el paraíso para Minho. Es la primera vez, después de accidente, que Kibum lo toca de esa manera. —Tal vez es egoísta de mi parte, pero por favor, no te alejes de mí.

 

—No lo haré.

 

Las manos de Kibum acarician sus mejillas y esta vez le mira directamente a los ojos. Hay algo brillando ahí, algo diferente, algo que pasó desapercibido para él.

 

Entonces sucede.

 

Es rápido, Kibum le sonríe, antes de acercarse y besarle suavemente. Es el cielo para Minho, es un recuerdo más del nuevo Kibum, no es diferente, pero a la vez es único, y Minho lo ama, a pesar de todo.

 

—Siento no poder recordar nada, Minho, pero por favor no te vayas. Siento que te quiero, y sé que cuando no estás te quiero a mi lado. —Kibum sonríe tímidamente. —No puedo recordar nuestro primer beso y tomaré este como el primero para nosotros, ¿Puedes aceptar eso? No sé si algún día podre recordarlo todo, pero si no lo hago, ¿No podemos crear nuevos recuerdos?

 

Su corazón se oprime, pero sonríe. Puede ver la esperanza en Kibum y simplemente no puede decirle que no. Tampoco quiere hacerlo.

 

Cuanto todo comenzó no tenía ningún recuerdo con Kibum, ¿Por qué no podía hacerlo de nuevo entonces?

 

—Hagámoslo, Kibum. Creemos nuevos recuerdos.

 

Notas finales:

Aviso, para los que leen JALF, no sé si podre actualizar el sábado, porque ese día tengo un examen, pero si no hay actualización el sábado, es seguro que sea el domingo o lunes.


¡Nos estamos leyendo!


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