Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

"Sentimientos Pecaminosos" por HarukaChan

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

*Por ahora un one shot~ si tiene popularidad, quién sabe~ hasta me anime y haga un fanfic~ 

 

*Los personajes son míos~ 

 

*Espero que les guste~

 

 

Aquel era un sábado como cualquier otro, Daniel se encontraba pintando en su taller. Llevaba su cabello rubio atado en una media cola, el largo llegaba hasta por debajo de su mentón, le gustaba de esa manera. Sus pálidos orbes azules estaban totalmente fijos en el lienzo frente a él. El cuadro ya casi estaba terminado, por lo que se estaba encargando de darle los últimos detalles. En el lienzo se podía ver bellamente plasmado un niño de cabellos castaño claro, paseándose entre rosales de distintos colores. El efecto daba la impresión de rayos solares filtrándose a su alrededor entre las hojas de las hermosas plantas.

Por otro lado, el pequeño Fabiano se encontraba haciendo sus tareas en la mesa del comedor. Era un niño tranquilo y alegre, siempre obedeciendo a su hermano mayor en lo que fuese, después de todo le amaba. Desde el momento de su llegada hasta ese, siempre había tenido una gran empatía con Daniel, a quien admiraba de muchas maneras, a pesar de ser aún un pequeño. Pronto el aburrimiento le ganó, y dejó lo que estaba haciendo, no sin antes dejarlo listo. Entró al taller de su hermano, fijando sus orbes azules sobre el lienzo, sabía que el niño de cabellos castaños entre los rosales era él mismo, por lo que una sonrisa se formó en sus labios.

 –¡Es hermoso, hermano! ¡Qué bonito! –comentó emocionado el pequeño niño, que por inercia se acercó al lienzo para verlo mejor. Sabía que su hermano era sorprendente, pero aquella pintura sería su favorito de ahora en adelante. Volteó a ver al rubio, que le acariciaba la cabeza con total tranquilidad, manteniendo una sonrisa.

–Qué bueno que te guste Fabiano, porque es un cuadro que voy a dedicarte en la próxima exposición. Te lo había prometido ¿No? –sonriendo y acariciando con suavidad el cabello corto del menor. Le encantaba el tenue aroma infantil del champú que usaba su hermanito, siempre tan dulzón –Imagino que ya has terminado ¿Te aburrías allá solo?

–¿Eh? ¿Para mí? ¡Muchas gracias, Dani! –agradeció el pequeño castaño con una sonrisa de oreja a oreja y las mejillas tiernamente sonrosadas. Era un pequeñito adorable, cuyos ojos siempre estaban fijos en su grandioso hermano mayor –Ya la terminé, sí, por eso vine a ver que estabas haciendo –anunció el menor, inflando un poco sus mejillas.

–De nada, Fabi. Es bueno que te haya gustado –comentó, tomando al pequeño en brazos para caminar fuera del taller, hacia la sala y sentarse con el menor sobre sus piernas –Siento dejarte solo tanto tiempo, pero debo trabajar en las pinturas. Aun así, sabes que eres lo más importante para mí ¿verdad? –anunció el chico, con una sonrisa.

El pequeño ojiazul sonrió con las mejillas teñidas de carmín y se abrazó rápidamente al cuello de su hermano. Le encantaba cuando le decía aquello, “eres lo más importante para mí”, eso también pensaba él sobre Daniel –Tú también hermano, te amo mucho –murmuró el pequeño, dando un pequeño y corto beso en los labios al mayor. Era una costumbre que había desarrollado.

–También te amo, Fabiano –el rubio le dedicó una sonrisa tranquila, sintiéndose completamente satisfecho ante las palabras inocentes de su adorado hermanito. Acarició la mejilla del pequeño castaño, para besarlo en la frente. Los pequeños y suaves labios de su hermanito, le provocaban un extraño sentimiento, algo que no debía ocurrir.

–Dani, quiero dulces, en la nevera hay algunos ¿No? –el menor hizo un pequeño puchero, inflando sus mejillas y observando con ojos suplicantes a su adorado hermano. Sabía que lo complacería.

–¿Eh? Ahora que me lo recuerdas si hay un trozo de pastel de chocolate en la nevera ¿Quieres comerlo? –preguntó con una sonrisa, sabiendo la obvia respuesta del pequeño castaño, que siempre se mostraba adorable, y lo era.

–¡Sí! Quiero comerlo, también un vaso de leche ¿Está bien, hermano? –el menor de inmediato colocó una mueca suplicante, de verdad anhelaba tener de merienda algo dulce y apetitoso. Mantuvo sus brazos alrededor del cuello ajeno, dándole a entender que no tenía ninguna intención de quedarse solo en la sala mientras él iba a prepararle la merienda –Quiero tomar un baño de burbujas.

–Sí, está bien –Daniel suspiró suavemente, agradeciendo la inocencia del menor. Se levantó, sujetando bien al menor entre sus brazos para rozar levemente los muslos ajenos. No podía contenerse cuando lo tenía tan cerca, respiraba su aroma, sentía su tersa y suave piel... Era una tentación enorme –Claro, como tú lo desees...

Fabiano dejó escapar una suave risa ante el roce, y sólo se apegó más al cuello del rubio, recargándose en su pecho –Hermano, no quiero irme con nadie más... Eso está bien, no quiero irme con los tíos, quiero quedarme contigo para siempre –murmuró el pequeño, manteniendo una leve sonrisa. Nadie podría quererlo como lo hacía Daniel, de eso estaba seguro.

–¿De qué hablas Fabiano? No voy a dejar que nadie te lleve, te lo dije la otra vez ¿Verdad? Lo que ellos quieran me tiene sin cuidado, yo me voy a encargar de ti, y el testamento de nuestros padres nos ampara... Siempre voy a estar a tu lado –aseguró el rubio, antes de besar los labios del menor con cuidado. A veces le preocupaba que el menor pensara que podían alejarlo de él; aunque el pintor estaba más que seguro de que eso no ocurriría.

 

Al entrar a la cocina el mayor sentó al menor sobre un banquito alto, el cual había comprado específicamente para Fabiano. Lo dejó allí y se dispuso a sacar una bandeja con un trozo de pastel. Daniel sacó un vaso de color azul, donde sirvió la leche para el pequeño y después se lo dejó en la mesa. La cocina era bastante amplia, y una de las ventanas daba hacia el pequeño jardín del “humilde” hogar, donde residía el famoso pintor.

–Qué rico –dijo el menor de los ojiazules mientras devoraba otro pedacito del trozo de pastel. Sus mejillas estaban manchadas con chocolate. Continuó comiendo su pastel, bajo la atenta mirada de su hermano.

–Me alegra que te guste, Fabi –aseguró el rubio con una sonrisa que dejaba en claro todos sus sentimientos por el menor. Pero aquello era un pecado ¿No? amar a su hermano, que apenas era un niño y tener deseos lascivos hacia él, a los ojos del mundo sería una aberración. Él no lo consideraba de esa manera, sus sentimientos eran sinceros, eso era lo que importaba.

–Hermano, estas muy callado ¿Ocurre algo? –preguntó el pequeño, ladeando el rostro mientras sostenía su vaso con las manos. Tomó un sorbo, el cuál le dejó un “bigote” de leche por  sobre el labio superior.

–¿Eh? No, no te preocupes, Fabi. Es solo que estoy pensando, ya casi se van a cumplir 6 meses desde que mamá y papá murieron. Ha pasado rápidamente el tiempo –señaló el mayor, mintiendo. No quería presionar al menor. Con suavidad sacó su pañuelo, para limpiar los labios de su pequeño castaño –Fabiano... Quieres estar conmigo para siempre ¿verdad?

–¡Claro que sí! ¡Siempre quiero estar junto a mi hermano! –aseguró el pequeño ojiazul con una sincera sonrisa en el rostro –La maestra dijo que cuando se amaba a una persona eso era lo normal, que por eso los adultos se casaban, porque querían estar juntos para siempre –dijo el menor con inocencia. Él estaba seguro de que amaba al rubio, por lo menos eso si lo podía asegurar.

–Gracias, Fabiano. También quiero estar para siempre contigo, voy a protegerte como siempre lo he hecho –sonrió tranquilamente, contento con la confesión de  su pequeño hermano. Si él estaba seguro de sus deseos, no tenía por qué dudar a la hora de sus propios sentimientos –Bueno, vayamos a tomar un baño de burbujas.

 

El pequeño castaño asintió, manteniendo la sonrisa que tanto le gustaba al rubio. Daniel tomó a su hermanito en brazos y se dirigió por los pasillos a su habitación; para posteriormente entrar al baño, donde prosiguió a bajar a Fabi, y desvestirlo. En lo que terminó, prosiguió a quitarse la ropa, para preparar la tina con diferentes jabones, la espuma empezaba a expandirse sobre el agua. Al terminar, cerró el agua e introdujo primero al castaño, para después seguirlo, sentándose a su lado.

–Esto se siente muy relajante, Dani –dijo el pequeño, antes de sentarse sobre el regazo del mayor. Pudo ver como las mejillas del rubio adquirían un tono sonrosado, lo que despertó dudas en el joven niño –¿Por qué te sonrojas, hermano?

–No es nada... Es que cuando estás tan cerca de mí, haces que me sienta diferente, Fabi... Es peligroso que te acerques tanto a mí –comentó el artista, mientras con sus manos rodeaba el pequeño cuerpo ajeno. Sus manos empezaron a acariciar la espalda de este con ternura. Sus orbes azules más profundos que los del menor parecían temblar, debido al nerviosismo de su interior. Estaba seguro de lo que iba a hacer, pero aun así, su subconsciente no dejaba de repetirle que estaba mal.

Las mejillas del Fabiano empezaron a tornarse sonrojadas, debido a las caricias que su hermano le estaba dando. Aquellas manos grandes, que lo hacían sentir tan seguro, se sentían bien. Le agradaba la extraña y nueva sensación que estaban despertando en su cuerpo –D...Daniel... Tus manos se sienten bien... –murmuró el ojiazul, recargando su frente en el cuello ajeno.

La suave voz del menor, lo hizo sonreír. Le gustaba lo que hacía, esa era un razón para continuar, a él mismo también le agradaba, la sensación que recibía al tocar al castaño –Lo seguiré haciendo... Voy a entregarte todo mi gran amor, Fabi... –susurró el rubio, dejando que sus manos bajaran hasta la cintura del más bajo. Empezó a acariciarlo nuevamente, y lentamente deslizo su mano hacia los glúteos ajenos, dando suaves caricias en la zona.

Un estremecimiento recorrió el pequeño cuerpo del niño. De sus labios entreabiertos los jadeos empezaban a brotar, producto del calor que se iba acumulando en su entrepierna, sabía lo que significaba, se lo habían explicado: estaba teniendo una erección –Ah... Ah... Dani... s...Se siente raro, no dejes de hacerlo... –jadeó el castaño, completamente sonrojado. Quería recibir el amor de su hermano.

–Fabiano, qué lindo... Te estás excitando por mí... Te amo, hermanito, te amo más que a nada –continuó murmurando el joven artista, sin detener sus caricias. Con sus labios buscó los labios ajenos, uniéndolos en un beso diferente al usual; este era pasional, erótico, cargado de un remolino de emociones. Era totalmente diferente, y aun así lo estaba disfrutando.

–Dani... Ah...  –sonrojado el pequeño intentaba continuar el pasional beso, con la inexperiencia típica de un niño de diez años. Se estaba esforzando por contenerse, quería ser totalmente digno de los sentimientos tan intensos que su hermano le profesaba. Él también... Él también necesitaba asegurarse de que Daniel siempre sería suyo.

El mayor continuó con sus caricias, pero el objetivo de sus besos fue cambiando, primero el cuello, después el hombro, la clavícula, y fue así hasta llegar a uno de los pequeños y erectos pezones de su pequeño hermano. Sin dudarlo empezó a lamerlo, succionarlo, besarlo, buscando excitar aún más al castaño –tan dulce... –murmuró, dejando que su mano acariciara por primera vez la hombría erecta del pequeño.

Su cuerpo tembló, estremeciéndose completamente ante la caricia en su miembro, nunca había sentido algo igual. Con una sola caricia había logrado que todo el cuerpo del menor se erizara, temblando muy levemente ante el placer –Ahh~ ah~ m... Más suave, Dani~ -pidió lascivamente el menor de los hermanos, mientras intentaba mantener sus labios cerrados.

Daniel también había empezado a excitarse. Era imposible contenerse cuando se encontraba provocando de esa manera al menor. Bajó el ritmo de su mano, continuando masturbando al castaño, pudo notar cómo, demasiado pronto Fabiano mostraba señales de un próximo clímax, le pareció normal, era un pequeño solamente –Qué lindo... –susurró complacido.

–Ah~ Ahhh~ Dani~ Dani~ -los gemidos se hicieron más sonoros y profundos, el placer desbordaba por distintos lugares de su cuerpo. La comisura de sus orbes fue llenándose de lágrimas, que rodaron lentamente por sus mejillas al ser presa de su primer orgasmo – ¡Ahhm!

Sintió cómo el menor se arqueaba, y por inercia lo rodeó con mayor firmeza, disponiéndose a dejar que se recargara en su pecho para recuperar el aliento. Besó sus labios lentamente, con una sonrisa –Mi adorable Fabiano... Continuemos en la cama... –sugirió el mayor, recibiendo un asentimiento por parte de su pequeño hermano. Le hacía feliz, que también estuviera disfrutando de la experiencia.

 

Más temprano que tarde, Daniel se había incorporado con el menor en brazos. Se encaminó con este al interior de la habitación donde lo recostó, sentándose él con la espalda recargada en la cabecera de la cama. Aún no estaba completamente satisfecho, quería dejar al menor marcado, que desprendiera ser suyo ante cualquier otra persona.

–Fabi... Yo también quiero sentir mucho placer como tú. ¿Quieres ayudarme? –preguntó el chico, fijando sus orbes en los ojos azulados de su pequeño hermano, que aún jadeaba levemente.

–s...Sí, quiero ayudarte hermano... ¿Debo acariciarte como tú a mí? –ladeó el rostro con inocencia mientras gateaba sobre la cama, hasta posicionarse a un lado de la cintura ajena, casi a la misma altura de su miembro.

–Quiero que lo lamas, piensa que es un helado ¿Bien? Hazlo con suavidad –estiró su mano, para tomar el pequeño mentón ajeno, y elevar el rostro de su hermano para besarlo. Este fue un beso diferente, introdujo su lengua, buscó la ajena y las frotó suavemente, provocando que el menor buscara también esa sensación exquisita. Al separar sus bocas, pudo ver complacido como un pequeño hilo de saliva se derramaba por la comisura de los labios ajenos, dándole un aspecto lascivo.

–Está bien... Dani... –sonrojado bajó su mirada, con la respiración agitada. Lentamente acercó su boca al miembro erecto de su hermano, muy grande a su parecer. Dio una leve lamida, escuchando el primer jadeo por parte del rubio. Eso le agradaba, quería darle tanto placer como él le había proporcionado. Volvió a lamerlo, empezando a hacerlo con mayor constancia.

–Mmm... Lo haces bien, Fabi... Introdúcelo en tu boca, con suavidad.... –un estremecimiento recorrió su cuerpo al sentir cómo el menor obedecía. La boca del pequeño se sentía húmeda, apretada de cierta manera... La sensación era sumamente placentera. Empezó a mover sus caderas levemente, causando que el castaño se hiciera levemente hacia atrás –No te detengas... –dijo el rubio, imaginándose lo excitante que debía sentirse estar en el interior del más bajo.

–p...Pero es muy grande... Llegas muy al fondo.... –se quejó el pequeño, haciendo un leve puchero antes de volver a intentarlo. Empezó lamiéndolo de nuevo, para después poco a poco introducirlo en su boca, succionándolo levemente en el proceso. Sintió que su hermano posaba la mano detrás de su cabeza, y pronto sintió como aquella hombría se movía dentro de su boca. Buscó posar las manos en la cama, cerrando los ojos con fuerza, no estaba preparado para algo tan intenso.

Sus jadeos fueron aumentando de intensidad poco a poco, no deseaba ser tan brusco, pero su excitación lo hacía perder el control de sus propios movimientos. El calor en su cuerpo fue subiendo, centrándose en su entrepierna, que ya punzaba ansiosa por liberar la esencia. En cuanto sintió que se corría, separó la boca del menor de su miembro, dejando que su esencia se dispersara sobre la cama –l...Lo siento, Fabi... n...No pude contenerme –jadeó el rubio, con la respiración agitada.

Fabiano tosió varias veces, antes de recuperar su respiración para mirar a su hermano con rastros de lágrimas en los orbes. A pesar de que le había gustado, no quería ser forzado a eso, quería hacerlo por su propia voluntad la próxima vez. Sus mejillas ardían en carmesí y su pequeño miembro se encontraba nuevamente erecto –t...Te amo Dani... q...Quiero casarme contigo –declaró el menor con inocencia, y lágrimas en sus orbes.

Daniel no pudo evitar sentirse excitado nuevamente al escuchar aquellas palabras tan ansiadas, y de inmediato se incorporó un poco, recostando al castaño para posarse sobre él –Yo también te amo... Nos casaremos, cuando tengas la edad te prometo que nos casaremos –declaró seguro aquel pintor, cuyo amor “pecaminoso” era correspondido. Si tenía que caer en el pecado, caería arrastrando al amor de su vida con él –Vamos a ser uno, Fabi... Puede que te duela un poco, pero eso está bien...

–¿Duele? E...Está bien... Quiero ser uno contigo... –sus orbes empezaron a llenarse de lágrimas nuevamente, y estas cayeron, siguiendo el camino que habían dejado las anteriores. Estaba feliz, exaltado al saber que sus tan preciados sentimientos eran correspondidos por la persona que tanto amaba. Abrió un poco las piernas en cuanto su hermano se lo indicó y aferró las manos a las sábanas, preparándose para lo que se acercaba.

El mayor se posicionó, rozando varias veces la punta de su miembro con la entrada del menor, quien soltaba suaves gemidos ante cada roce. Un par de roces más y un suave empujón bastaron para introducirse en el estrecho interior ajeno. Un fuerte gemido por parte del menor, lo hizo estremecer y de inmediato tomó el rostro de su pequeño hermano entre sus manos, llenándolo de besos. Quería hacer que se relajara, que se calmara para que el dolor cediera un poco.

–¡Ahh!~ -sonrojado jadeaba levemente, y sus mejillas continuaban siendo bañadas por las cristalinas lágrimas que se deslizaban desde sus orbes. Su cuerpo temblaba levemente, pero los besos y caricias del mayor hicieron que se relajara un poco. El rubio empezó a embestir, y los gemidos fuertes volvieron a brotar de los labios rosados del menor, que buscaba aferrar sus manos a las sábanas.

–R...Relájate Fabi... –murmuraba el pintor entre jadeos mientras aumentaba el ritmo de las embestidas gradualmente. La sensación de ser presionado por el interior ajeno lo hacía sentirse llegar al clímax demasiado pronto, pero era así. El amor que sentía por ese pequeño y el deseo eran demasiado para él, incluso si era un amor prohibido, arriesgaría todo para que se convirtiera en realidad.

Los gemidos aumentaron junto con la intensidad de las embestidas, que cada vez lo hacían volverse más ansioso. Le dolía, y al mismo tiempo lo hacía disfrutar enormemente. Nunca en su corta vida había sentido algo así, pero ahora quería dejarlo grabado en su memoria. Se negaba a olvidar la primera vez que se convirtió en uno con el hermano a quién tanto amaba, admiraba, adoraba...

Daniel empezaba a rozar el clímax, y sabía que también el pequeño Fabiano. Mantuvo el ritmo de sus embestidas, disfrutando de cada una como si fuese la primera y la última. Sus labios buscaron los ajenos, uniéndolos nuevamente en un beso cargado de amor, pasión y adoración; quería darle a entender todo lo que sentía por él con aquellas pequeñas demostraciones de afecto.

El menor se separó bruscamente del beso al sentir como su segundo orgasmo tomaba posesión de su cuerpo. Un fuerte gemido escapó de sus labios, seguido por la contracción de su interior, que llevó al mayor al completo clímax –¡AHHMM! –un gemido sonoro escapó de sus labios, al sentirse lleno de algo caliente y espeso: la esencia de su adorado hermano.

El joven pintor se encontraba jadeando, con la respiración agitada debido a su reciente orgasmo. Lentamente abandonó el interior ajeno, y estrechó el tembloroso cuerpo del castaño contra su pecho –T...Te amo, Fabi... Te amaré por siempre –consiguió articular entre los jadeos mientras sonreía satisfecho –este será nuestro secreto... Si alguien se entera, intentarán llevarte lejos de mí... –murmuró con sincera preocupación.

Fabiano se había acurrucado en el pecho ajeno, respirando con mucha más agitación que el mayor, se sentía adolorido y por la comisura de sus orbes aún caían las últimas lágrimas. Quería dormir, no quería moverse, ahora tenía una buena excusa para ser consentido –T...También te amo, Dani... Y no le voy a contar a nadie... Quiero estar a tu lado siempre –aseguró entrecortadamente el menor. Poco a poco sus ojos fueron cerrándose, y cayó en un profundo sueño, a causa del agotamiento.

 

–Aunque este amor me lleve al infierno, no voy a arrepentirme... –susurró el Daniel, rozando su nariz con la ajena –Dejaré que mi corazón se hunda, en nombre de estos sentimientos pecaminosos –murmuró, antes de rendirse también ante los brazos de Morfeo. Su amor no sería roto por ningún tabú de la sociedad, eso podía asegurarlo. 

Notas finales:

*Muchas gracias por leer~

 

*Dejen sus review~ 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).