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Me haces tanto bien por Dagi

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Spn no nos pertenece, ya saben que lo hacemos por amor a destiel!

Historia sin beta. Posibles errores.

Esta historia fue creada e inspirada por un capítulo de la serie erótica-dramática Red Shoes Diaries y del Universo Alternativo 4x17 de SPN.

Personajes: Dean Winchester/Castiel, Bobby/Ellen, Jo, Sam, Charlie.

Contiene: Explícito Lemon.

Notas del capitulo:

Dos hombres calientes y juegos de seducción.

 

Eran las cinco de la madrugada de un día primaveral…

Para ser más exacto, el día en que Dean Smith cumplía años. Tener treinta y cinco años no era poca cosa. El ya no era joven, pero tampoco era lo suficientemente viejo para hablar de recuerdos del pasado como hacía cada persona a una determinada edad.

¿Con quién celebraría? Su familia vivía en un pueblo y él en la gran ciudad. Kilómetros de carretera los separaban. Sus estudios y el trabajo lo llevaron lejos de sus padres y su hermana. Dean era el primer hijo del matrimonio de Bobby y Ellen Smith.

Su familia vivía muy bien en Kansas; su padre tenía un taller mecánico y su madre junto con su hermana menor, Jo, tenían una panadería.

Su infancia fue grandiosa al igual que su adolescencia. Dean cayó en la cuenta de que no solamente las curvas femeninas eran de su aprecio, si no que también el gran porte masculino podía ser muy bueno. Y fue en ese preciso momento en que su vida sexual dio un nuevo rumbo: el era bisexual.

Cuando Dean se lo confesó primero a sus padres, sus miedos estaban a flor de piel.

¿Lo echarían de la casa? ¿Lo repudiarían? Pero nada de eso sucedió. Sus padres lo abrazaron y le dijeron las palabras correctas.

Luego de aquella confesión y aceptación por parte de Bobby y Ellen, seguía su hermanita. Su madre lo incentivo a que dijera lo que tenia que decir. Jo estaba expectante ante lo que su hermano podría decirle.

Sus temores volvieron a inundarlo.

Amaba a su terca hermana, pero no sabía si todo cambiaria en cuestión de segundos. Por suerte, Dean estaba equivocado. Jo lo acepto como si nada. Le palmeó la espalda y comenzaron a realizar peleas amistosas para que la atmósfera que en un principio se cernía oscura y confusa, fuera más liviana y divertida.

Dean los amaba y ellos a él. Así de simple.

Él había quedado en ir a visitarlos el domingo. De paso le celebrarían su cumpleaños con un rico almuerzo.

Ahora, Dean se encontraba revisando unos papeles para la junta del lunes. Tenía que presentar un proyecto muy importante sobre las nuevas tecnologías de comunicación y ya eran dos días seguidos que se quedaba trabajando sin parar en las instalaciones de la empresa. No estaba durmiendo muy bien, es decir, casi no dormía nada. Los sofás art deco no servían para echarse a descansar. No eran como una buena y cómoda cama.

Su oficina contaba con un cuarto de baño particular; poseía un inodoro, un lavabo y un gran espejo. Inclusive se había creado una bañera a medida y varios armarios para guardar su ropa.

También tenía una de esas heladeras pequeñas. En ella conservaba su comida. Siempre manteniendo los carbohidratos necesarios, además de muchas botellas de agua y bebidas energizantes.

Prácticamente podría vivir allí. Aunque era demasiado y hasta él conocía sus límites.

Pero… ¿Alguien lo obligaba trabajar horas extras?

Era el mejor empleado que la empresa Sandover Bridge & Inc. podría tener. Dedicado y cien por ciento fiel.

En su trabajo y en algunos aspectos de su vida era muy exigente. Aunque en estos momentos tenia una crisis existencial que hacía que su ritmo de vida sea una mierda.

Su cumpleaños.

Dean suspiró y se recostó en su asiento. Se desanudo la corbata de rayas grises y revolvió su cabello.

Cerró los ojos y trató de pensar en lo que haría más tarde. Sus amigos más cercanos pensaron en organizarle un almuerzo de cumpleaños en un bar cercano. Iban a beber unas cervezas y comer alimentos lleno de calorías y mucha grasa. A decir verdad, Dean cuidaba de su salud y no era muy fanático de la comida chatarra. Igual no rechazaría la invitación, porque él era protagonista de la fiesta.

Dean no podía quejarse del amor que su familia y amigos les brindaba.

Sin embargo… quería algo más.

Quería a alguien a quien abrazar y besar. Mirarlo hasta quedar saciado. Decirle al oído palabras que a nadie más diría. Tomar y ser tomado con delicadez y salvajismo. Lo quería todo y no tenia nada.

No tenía una pareja. Parecía ser que el amor no era para él. El destino se lo hacía saber cada vez que conocía a alguien.

<< Es el karma, Dean… kar – ma…>> decía su amigo, Sam Wesson.

El hombre con mirada de cachorro trabaja en la sección de TI como técnico supervisor. Se habían conocido por casualidades de la vida. Ellos siempre coincidían en tomar el ascensor al mismo tiempo. Uno de esos encuentros fue desastroso y desafortunado cuando por un desperfecto técnico, el ascensor dejo de funcionar. En el estrecho cuadrado se encontraban ellos dos y una mujer. Sam y la joven mujer trataban de calmar sus nervios e iniciaron una conversación, pero a los pocos minutos estaban socorriendo a Dean que se encontraba con principio de un ataque de pánico. Parecía ser que el hombre era claustrofóbico. Los tres se daban ánimos mutuamente y esperaban que alguien los auxiliara.

Sus oraciones fueron escuchadas al final. Habían pasado casi dos horas hasta que el equipo de bomberos los rescatara. La ambulancia también se encontraba allí. Revisaron a los tres, chequeando que estuvieran bien.

Luego de ese incidente, comenzaron a juntarse para almorzar y revivir, ya de manera cómica, la estresante situación. Ambos se convirtieron en los mejores amigos.

Sam estaba pasando por una ruptura amorosa a causa de su ex novia Madison y había momentos en que Dean tenía que oír los lamentos del hombre. Tampoco era que él fuera una persona sin sentimientos. Comprendía a la perfección sobre las relaciones, aunque Sam le reprochaba que él nunca se había enamorado.

<< No entiendes, Dean. El amor… el amor es grandioso. >>

Dean pensó en sus relaciones; en Carlo, un italiano que le gustaba vivir el momento o de Marian, una mujer de armas tomar.

Quería amor… y del bueno.

Agarró el paquete de cigarrillos que guardaba en uno de los cajones del escritorio y sacó de la arrugada caja el último cigarrillo que le quedaba y lo prendió.

Dean aspiró con experiencia y exhaló como si su alma se fuera por su boca. Que irónico. Él era el lema viviente de una vida saludable, sin embargo, cada vez que se ponía ansioso fumaba. Dean sabía que tenía que dejar el vicio. Sus pulmones se lo recordarían en un futuro.

Un ruido lo sobresaltó, sacándolo de sus pensamientos. Dean abrió sus ojos nuevamente y giró su cabeza hacia la puerta de entrada.

Sus ojos se posaron en el hombre que lo observaba a pocos metros. Intensamente. De repente, sintió un leve calor posarse en sus mejillas. Sentía que lo habían encontrado in fraganti.

—Hola—saludó, pero la respuesta no llegó como él esperaba. El hombre tenía la vestimenta de su trabajo, el traje azul de la ley. Era uno de los tantos guardias de seguridad que se repartían los turnos.

Dean se aclaró la garganta, porque el silencio del sujeto lo ponía nervioso.

—Tengo un pase para estar aquí—algo tenía que decir. Esa mirada no se alejaba de él. Esos profundos ojos azules del hombre lo hacía estremecer con una rara calidez.

—Hola—respondió después de un segundo el desconocido con una embriagadora voz grave y rasposa—. ¿Qué haces?

—Trabajando—<< gracias por su pregunta Capitan obvio>> quería decirle, en cambio le preguntó—. ¿Y, tú?

—Trabajando—contestó con sequedad.

La conversación había muerto después de eso.

Claro, si eso se podía llamar una charla.

El hombre bloqueaba con su cuerpo la puerta y no tenía ninguna escapatoria. Si el sujeto lo seguía mirando con esa vehemencia, ¿Por qué Dean no podía hacer lo mismo? Así que siguió el juego. Observó con detenimiento al guardia...el traje de seguridad le quedaba ajustado, marcando su cuerpo tonificado y esbelto. Su cabello castaño oscuro combinaba con sus ojos azules que contrastaba con su propio cabello rubio y sus ojos de color verde.

<< ¡Oh! ¡Sí!>>

El silencio reinó entre ellos. Dos desconocidos que se examinaban con la mirada.

La atmósfera se volvió densa en segundos. Una extraña pesadez los envolvía.

A estas alturas, Dean no sabía si lo que sentía era imaginación suya. Tal vez, tantas horas de trabajo sin descanso estaban haciendo estragos a su mente y cuerpo.

Se levantó de su asiento con elegancia y pereza. Una combinación sensual. Estiró sus brazos y pudo notar la mirada que el otro hombre le echaba. Un reojo mal disimulado.

Algo en el interior de Dean se encendió. No sabía qué, pero el impulso de conocer al moreno era incontrolable. Tal vez era la sensación de competencia de quién iba hacer el primer movimiento o el hecho de que el hombre era de su tipo.

El sujeto era atractivo.

<< Si la montaña no viene a Mahoma…>> pensó, Dean.

Unos pocos pasos y estaba frente a frente del otro hombre. Extendió su brazo para saludar nuevamente.

—Soy Dean Smith. Director de ventas y marketing de la empresa.

El otro hombre dudo unos segundos, pero luego fue condescendiente y estrechó la suya para un apretón de manos.

—Castiel Novak. Guardia de seguridad.

<< ¿Castiel?...>>

El saludo duró más de lo esperado. Había una sensación extraña en Dean que arañaba en su interior.

Ese sentimiento de pertenencia.

Como si se conocían de algún lado.

Soltó su mano de inmediato porque el contacto era abrumador.

<< Cuando conoces a esa persona especial. Sientes y deseas tomarlo como tuyo... Es espontáneo. Sucede… pero sólo para algunos. >> había dicho Jo en una de sus tantas conversaciones serias.                    

De repente, había cambiado todo.

El sentimiento de anhelo y vacío se había ido.

Ahora surgía un sentimiento nuevo y desconocido en él.

—Nunca te he visto… por aquí...

—Yo si—respondió Castiel. No quería sonar como un loco acosador. Así que trató de aclarar sus palabras—.  El jefe de seguridad nos aclaró que puedes estar en la empresa el tiempo que quisieras.

Dean se sorprendió ante el inesperado comentario.

—Muy halagador. Entonces… soy conocido—estaba claro que los demás empleados hablaban de él. ¿Qué dirían?—. Menos mal que no me confundieron con el fantasma del primer fundador de Sandover- —rió al recordar que hace unos meses atrás, Sam le había contado el rumor del supuesto fantasma que vivía en la antigua oficina de archivos. Las opiniones se dividían entre los que no creían en esa historia y los que por ningún motivo pisaban la vieja y polvorienta oficina.

El guardia lo miró confundido, aún sin entender lo que decía. Dean era pésimo para las bromas. Las únicas que las entendía era su secretaria Charlie Bradbury.

Suspiró resignado. Esta especie de extraño y desconcertante coqueteo se iba al barranco.

Castiel se encogió de hombros. Sonrío con sinceridad y se acercó más al otro hombre rompiendo por completo el espacio personal.

—Creo Dean Smith que si fueras un fantasma, sería una lástima.

Dean ya no soportó más. Esa voz, esas palabras…  y esa mirada que desnudaba su alma fueron su perdición.

Sin pensarlo dos veces, él tomó una decisión.

Necesitaba sentir los labios de Castiel con urgencia. Si después recibía una golpiza no se quejaría, se la tenía bien merecida.

Tomó entre sus manos el rostro de Castiel y acercó sus labios hacia los de él. El contacto de sus labios fue explosivo. Dinamita en estado puro. Dean sintió esa sensación que estaba buscando y esperando. Ese sentimiento que sacudió su cuerpo.

El beso terminó y Dean se alejó unos pasos hacia atrás. Se encontraba agitado.

Desvío su mirada y cerró sus ojos. Su mente le recriminaba que no podía ser tan irresponsable. Que su acción podía traer consecuencias. Pero el beso se había sentido exquisito. Captó entre sus labios el sabor del guardia, picante y mentolado.

Segundos después y aún con los ojos cerrados, sintió que su cuerpo fue abducido por el cuerpo y el abrazo de Castiel, quien reclamaba otro beso.

Castiel continuaba por voluntad propia.

Lenguas jugando y dientes chocando con desesperación. Besos lentos y rápidos. Besos tensos y relajados. Besos que exploraban, tratando de encontrar su lugar.

Sus cuerpos se amoldaban a la perfección. Se movían al compas de sus caderas y sus gemidos ahogados eran una melodía que acompañaban dicho movimiento. Aumentando la necesidad de sentirse.

Dean se alejo de aquellas manos que inspeccionaban su cuerpo y se dirigió hacia donde se ubicaba su maletín de cuero negro. Lo abrió y de allí, sacó un condón y un pote de lubricante. El se apoyo sobre el borde del escritorio y con mirada lujuriosa, comenzó a sacarse el pantalón.

Una incitante invitación.

Es lo que Dean le hacía saber de manera tácita.

Esta vez no era únicamente placer, algo mas se había gestado entre ellos dos.

Algo muy bueno.

Castiel no dudo en acercarse y ver el espectáculo que el hombre de negocios realizaba. Dean se encontraba desnudo de la cintura para abajo. Su pene estaba erecta y listo para jugar. Se podía deslumbrar el pre-semen, que salía de la ranura de su cabeza. El guardia de seguridad quería saborear y chupar el perfecto pedazo de carne que sus ojos devoraban. Estaba a punto de hacerlo, cuando fue detenido por las manos de Dean.

—Necesito sentirte, Cas... ¿puedo llamarte así?

Castiel asintió y retrocedió para empezar a sacarse la parte baja de su uniforme.

—Es una lástima que no tengamos tiempo para los juegos previos, Dean.

Su propia erección saltó fuera de su ropa interior. Dean pudo notar la leve curvatura de este. Un pene grueso y caliente. El hombre de ojos azules agarró el condón y lo sacó de su paquete. Lo acomodó sobre su pene, verificando que estaba bien puesto. Luego hecho un poco de lubricante sobre el látex, cubriéndolo todo.

Castiel agarró a Dean de la cintura dándole un beso febril y necesitado. Lo giró sobre sí mismo, observando su constituida espalda. Tomando nuevamente el pote de lubricante, unto bastante cantidad en la palma de su mano para comenzar a prepararlo. La viscosidad del producto se volvió caliente ante su tacto.

—Cas…

Dean rogaba por sentirlo.

Castiel abrió sus glúteos, detectando el dulce y rosado agujero que palpitaba a cada segundo. Paso un dedo y este fue absorbido al instante. Sin ninguna resistencia, comenzó a moverlo y mientras pasaba los minutos, Dean ya tenía tres dedos penetrando el agujero de su ano.

Dean ya no podía soportarlo más y Castiel pudo darse cuenta de lo mismo, porque dio un último estiramiento con sus dedos y acto siguiente, posicionó la cabeza roja de su pene sobre el hambriento culo del hombre de negocios.

—Dean…  ¡oh! eres increíble.

Su pene erecto era absorbido hasta ponerlo todo adentro. Sentía una manta caliente cubriendo su miembro, además de una gran presión.

—Cas… ahora, ¡maldición!—demandó con placer.

Los empujes no se hicieron esperar. Al principio suave para que Dean se adaptara sin que tuviera una molestia. Después fueron más salvajes y con fuerza. Ambos hombres gemían sin parar, disfrutándose. Los movimientos hacían que Castiel siempre tocara con la punta de su pene, la próstata del hombre. Haciéndolo vibrar de placer.

Castiel estaba a punto de venirse y tomó en un puño el pene de Dean que se friccionaba gustoso sobre el escritorio. Lo masturbó hasta que el hombre dejo salir un grito gutural, corriéndose. Unas cuantas embestidas más y Castiel también llegó.

Los dos se dejaron caer por el agotamiento y las buenas sensaciones que sus cuerpos sentían.

De repente un sonido alarmó a los dos hombres rompiendo su unión.

Se veía por los grandes ventanales el sol que salía por el horizonte. Las personas comenzarían un nuevo día.

Castiel se retiro lentamente y se sacó el condón, atándolo y envolviéndolo en un papel para luego tirarlo al tacho de la basura.

Por su parte, Dean sintió el vacio que había dejado el pene del guardia. Limpio la parte del escritorio donde había caído semen y las manchas de excitación.

Se levantó y apagó la alarma de su Smartphone. El reloj digital marcaba las seis de la mañana.

Dean se fue al cuarto de baño para limpiarse y ponerse otra muda de ropa. Al salir el guardia de seguridad ya estaba impecable y esperando.

—Termino mi turno—dijo Castiel, dando a entender que la magia se había esfumado.

—Si, oficialmente es sábado—luego de una breve pausa, Dean prosiguió—. ¿Deseas desayunar conmigo, Cas?

—¿Por qué no? Me encantaría, Dean—respondió esbozando una sonrisa.

Tomando sus cosas, salió al encuentro de Cas. Posó en los labios del otro hombre un casto beso.

—Gracias por el regalo de cumpleaños—Dean le guiñó descaradamente un ojo a su novio con complicidad.

Castiel resopló y sonrió.

—No es fácil jugar a que somos dos extraños, Dean. Además tengo que agradecerle a Gabriel por irse dos horas antes. Si supieran que utilizó mi trabajo para estas cosas… me despedirían.

Dean abrazó a su novio y le susurró tiernas palabras al oído. Se habían conocido hace unos meses atrás en uno de los turnos de noche de Cas. Al principio por unos cuantos malentendidos se habían odiado. Más que nada, porque Dean se comportaba como un verdadero idiota. En realidad, el hombre no tenia la culpa de que tenía entre sus manos una semana caótica en el trabajo. Aunque eso no justificaba su comportamiento de oso gruñón. Castiel había entrado a trabajar justo en esa semana y no conocía al workaholic de Dean Smith, pero luego de aclarar sus asuntos se volvieron amigos. Hace un mes atrás, ambos se habían confesado su amor.

También comenzó paralelamente a incorporarse en su relación las ideas fetichistas que tenia Dean en su mente: El juego de roles.

Castiel tenia sus dudas, pero con Dean era imposible decir que no.

—Tenemos que hacer los preparativos para el viaje. Mi familia nos espera el domingo, ya sabes que quieren conocerte.

Ambos hombres tomaron el ascensor. Directo al vestíbulo.

—Dean acuérdate que Sam y Charlie nos esperan al mediodía. ¿Estás seguro de que puedes seguir adelante?—preguntó con preocupación.

El otro hombre sonrió a Cas y asintió.

—Sé que soy un adicto al trabajo Cas, pero la reunión del lunes es importante. No te voy a mentir. Quisiera estar en mi apartamento y dormir, pero… ¡Oye! es mi cumpleaños, vamos a festejarlo. Luego de eso podemos volver a mi apartamento y descansar un poco antes de tomar el avión.

Cuando llegaron al hall de entrada, Dean esperó que su novio terminara de configurar las cámaras de seguridad para chequear que todo estuviera bien.

—Cas estaba pensando que la próxima vez… podemos jugar a ser un cazador y un ángel.

Castiel alzó una ceja, cuestionando las palabras de su novio.

—Tú serias un ángel del señor y yo un cazador de demonios. Como en esa serie de que tanto me habla Charlie.

—Dean…

—Piénsalo, Cas. ¿No sería interesante?

En ese momento, sus ideas fueron interrumpidas por el sonido de varios mensajes de whatsapp.

—Mensajes de felicitaciones.

Dean observó como Cas pasó su mano por su cuello y lo acercó para darle un beso de los que hacían vibrar todo el cuerpo.

—¡Feliz cumpleaños, Dean! Te amo—susurró con picardía y dulzura—. Que se te cumplan todos tus deseos.

Dean sonrío y asintió con un movimiento de cabeza.

—Ya se están cumpliendo. También te amo, Cas.

Notas finales:

Gracias por leer. 

Esperamos que les guste.

Dagi.


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