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Failure por OreoBoy

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Notas del capitulo:

Escribí esto hace unos meses y fue modificado un par de veces hasta quedar, bueno, así(?). 
Es la primera vez que publico algo aquí, así que por favor sean gentiles *cries* 

Dedicado a un bello pingüino que me dijo "súbelo" y dije "bueno :D"

ENJOY THE RIDE, FELLAS!

La vida de Derek Hale se había transformado en un caos en el preciso momento en que había cortado la garganta de su tío, alfa en ese momento y “último” miembro vivo de su familia. Ese día se había puesto de pie delante de todos como un líder, ostentando un puesto que siempre temió obtener. Y ahora comprobaba por qué.

 

La palabra fracaso rebotaba en cada pared, no importaba el lugar donde se encontrara; era un estigma. Recordaba los viejos tiempos en los que solía refugiarse en el que alguna vez había sido un símbolo de unión y felicidad: su hogar. Su hogar, que tras arder en llamas y gritos que nadie había escuchado, desapareció junto con las pocas ganas que alguna vez tuvo de seguir caminando. Sin embargo, en ese momento no eran los fantasmas del pasado los que le atormentaba, ya que el dolor que se iba haciendo más raudo y profundo en su pecho se debía a la poca fe que él mismo se tenía.

 

Podía vislumbrar perfectamente la cara de Peter, riendo de él y sus vastos esfuerzos por conseguir una manada, los mismos que resultaron en una abominación, dos betas que murieron por su culpa y otro pequeño cachorro que prefería ir con lo único que parecía funcionar en Beacon Hills: Scott McCall.

 

Sí, tal vez eran fueran celos y que Derek quisiera la suerte que tenía Scott, siempre rodeado de gente que podía desarrollarse normalmente a su alrededor. Tenía a su madre, una novia, un mejor amigo que siempre estaba ahí para apoyarlo. ¿Y él? Bueno, él tenía los recuerdos de lo que habría sido una “familia” (si sus dotes de liderazgo hubiesen sido adecuados) y el recuerdo de lo bien que se sintió tener poder por sobre otros durante un tiempo.

 

—¡Derek! —escuchó la voz de alguien a lo lejos, aún demasiado perdido en sus pensamientos como para prestar atención a lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Lo único que tenía claro es que estaba en el Jeep de Stiles, camino a encontrarse con los Argent y Scott “el chico maravilla” McCall. —¡Derek, por el amor de Dios! Stiles está hablando, ¿podrías olvidar tu odio infundado por un segundo y escucharme? Sé que no soy tu persona favorita, pero simplemente no está bien obviar a quien gentilmente te dio un espacio en su amado vehículo. Porque no cualquiera tiene la suerte de sentarse en ese lugar, ¿sabes? —vaya que era molesto. El rostro de Derek se giró casi por inercia hacia el ruidoso chico a su lado, sin argumentar palabra alguna, lo que en otra instancia habría significado una amenaza de muerte segura. Pero no era el momento.

 

Stiles pareció notarlo. Su boca, previamente separada para seguir con el discurso sin sentido que preparaba con el paso de los segundos, se transformó en una mueca compungida. Derek estaba en “piloto automático”, uno mucho más obvio que en pasadas ocasiones y la comprensión de esto mismo sacó a Stiles de su zona de confort, independiente de que ese sour wolf siempre lo obligaba a abandonarla; era una de esas cualidades infames de Derek que le hacían desear estar lejos, kilómetros lejos, con una barrera de mountain ash de un metro de grosor separándolos.
Sin embargo, esta vez fue distinto. Los ojos ámbar se deslizaban por el preocupado y dolorido rostro contrario y muy dentro de sí la vergüenza por su poco tacto lo consumía como nunca antes lo había hecho y Stiles se caracterizaba por su falta de escrúpulos. Pero el asunto era que no quería tener que enfrentar esos ojos fríos a los que les había temido en algún momento y que en ese instante parecían escrutar inconscientemente su alma.

 

—¿Te encuentras bien? —pero claro, no estaba en su naturaleza el guardar silencio, así como no estaba en la de Derek el ser comunicativo. Pero las cosas cambiarían ese día, o al menos durante un par de minutos; puesto que, a pesar de haber desviado la vista, el mayor de los dos dentro del vehículo se había preparado para hablar.

—Stiles, ¿crees que soy un fracaso? —okay, había sido más sinceridad de la que Derek había pretendido expresar, pero las palabras abandonaron su boca de una manera tan natural que su pobre amigo humano apenas y había tenido tiempo para asimilar todo. Stiles movía los labios, balbuceando tonterías mientras miraba hacia el frente y bajaba la velocidad. ¿Qué podía responder? ¿Realmente había algo exacto para decir?

—Depende de cómo definas fracaso —otra vez, esa ridícula distracción que ya no había funcionado antes. Pero a pesar de que Stiles se preparaba mentalmente para un golpe contra el volante, el rostro de Derek no cambió en absoluto, su miseria seguía palpable.

—Lo defino como la incapacidad para hacer algo bien. Para guiar a mi manada por un camino correcto. Lo defino como arruinar cada pequeña oportunidad de ser feliz que se me presenta —oh, cuando esa clase de palabras eran dichas por un Hale, por ESE Hale en específico, la vida parecía carecer de fuerzas.

 

Stiles no pudo con la sorpresa y gritó un gran “¿QUÉ?” al tiempo que pisaba el freno con ambos pies. Roscoe se movió de adelante hacia atrás con brusquedad, dejándolos en la mitad de la nada. Su respiración estaba agitada, y si Derek había soportado todo lo demás sin haber mostrado su lado poco agradable, eso había acabado. Los nervios mermados por sus pensamientos habían vuelto a funcionar, haciéndolo saltar en el asiento del copiloto con el entrecejo fruncido en señal furia.

 

—¡¿Qué demonios pasa contigo?! —alzó la voz el predador, el rostro estático en esa mueca que seguramente causaría pesadillas a un niño desprevenido. Porque tampoco se podía decir que el más alto traía un cartel colgado al cuello con la advertencia “Cuidado: ejemplar hostil”.

—¿Qué demonios pasa conmigo? ¡¿Qué diablos te pasa a ti?! ¿Qué es eso de “oh, soy un fracaso”? —una de las tantas razones porque las que Stiles estaba en la lista negra de Derek, era por la falta de sutileza total, como si realmente no estuviera familiarizado con lo que algunas personas llamaban “empatía”.

—¿Te estás burlando? Porque recomiendo, por tu propia seguridad y la de tu Jeep, que te detengas ahora mismo —eso sí sonaba como el Derek normal. Stiles ya estaba extrañando la tensión innecesaria y las amenazas sin concretar.

—¡No me estoy burlando! Solo no puedo seleccionar la parte más ridícula de todo tu discurso —un bufido abandonó la boca del adolescente y no esperó aquella mano que rodeaba su brazo con fuerza y ejercía presión. Brillante, otra marca que tendría que justificar a su padre con lacrosse.

—No entiendes absolutamente nada. No sé qué hago perdiendo el tiempo contigo —un gruñido, más animal que humano, dejó los labios del licántropo en ese momento.

—¿Que dices tú que no entiendo? ¿Tener miedo a fracasar? Oh, perdóname por no tener un título en psicología canina, Derek, pero estoy bastante seguro de que puedo entender la raíz de todo tu problema existencial. Y ahora suéltame. A diferencia tuya, las marcas en mi cuerpo duran más de un par de segundos y tengo un padre al que engañar por cada uno de tus regalitos —apartó el brazo de golpe y pese a ser simplemente un hombre contra una bestia. La mirada de Stiles se perdió junto con la de Derek, quien no murmuró ninguna clase de disculpa. —Así es la vida. No sabes dónde se detendrá o dónde dará su próximo giro —retomó el humano, para calmar la palpable incomodidad que se creaba entre ambos. —A veces ocurren cosas malas y quieres escapar y tienes ataques de pánico —sí, Stiles había tomado todo eso de forma muy personal, pero servía para exponer su punto en ese instante. Se preparó para seguir, humedeciendo sus labios y apoyando por un par de segundos la frente contra el volante entre sus manos. —Pero es parte de ese ciclo que no se cierra. De los fracasos nacen los triunfos —el hombre lobo se estremeció casi imperceptible tras oír dichas palabras. Sus hombros bajaron, su guardia junto a ellos, por primera vez. Ese chico molesto, ridículo, despistado y demasiado inteligente para su propio bien, había logrado dejarlo vulnerable. —Y para alguien que ha fallado tanto como tú, debe estar cerca el triunfo —pero Stiles era Stiles y Derek sabía que habían buenas intenciones tras esa mala elección de palabras.

 

Derek hizo un puño de la mano que llevaba sobre su pierna derecha, aferrándose simbólicamente a lo que le había sido compartido y que agradeció con un “arranca” que sembró el silencio otra vez. No había mucho más que decir. Stiles sabía que había logrado tocar esa pequeña fibra que, en efecto, Derek mantenía. Y aunque el menor de los Stilinski no era don “charlas motivacionales”, de algún modo esa había hecho efecto. Había sembrado una semilla de autoestima en su copiloto, estaba seguro.

 

El resto del camino fue silencioso, con Derek regalando miradas de soslayo al conductor. Probablemente no diría nada una vez que llegaran con sus compañeros o incluso después de eso, pero estaba bien; estaban bien.
Derek se dio cuenta entonces que ese niño podía ser un dolor de cabeza algunas veces, casi siempre; pero era, por seguro, en quién podía confiar para rescatarlo cuando la piscina de la vida le atrapaba paralizado del cuello hacia abajo, en 8 pies de turbulentas y problemáticas aguas.

Notas finales:

Muchas gracias por leer, vuelvo a darle las gracias a pingüino-san que se ríe mientras escribo esto(?). Y, obviamente, a usted, buena persona, que se dio el tiempo de leer esto 

[Editado] Si fue de su agrado, lector-sa, llame al +3434384324*** y deposite para alimentar a los Hobbits hambrientos de La Comarca. 

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