Tus ojos brillan en la lejanía
Brillan sin cesar
Parpadean como las estrellas
En esa larga oscuridad
Suenan las castañuelas
Suenan las palmadas
Corre sudor y lagrimas
Esas que en las tardes
Imaginaban a las ánimas
Paseaba en caballos
Largos mechones dorados
Bajo la lluvia cabellos oscuros
Arrepentidos y deshonrados
Se ocultaba en la lluvia, sonaba la melodía clásica que se perdía en los gabinetes de la tarde oscura.
Llovía desesperadamente y cada gota gélida rebotaba en la nariz
Se perdía en cielo y en el ruido que golpeaba la ventana de su hogar cálido, pensaba en el dueño de la cabellera rubia, tan rebelde y aventurero como él solo. Su ímpetu llegaba lejos, su curiosidad y su sueño anhelaba alcanzarlo profundamente.
Toma una pluma y en la claridad que le ofrece la fogata, tumbado en el piso escribe versos rápidamente con su mano izquierda.
Sirve vino tinto en la copa ya desgastada, el calor de la fogata derrite su corazón, late profundamente, la música suave de Libertango que puso lo conmueve, se para y haciendo el ademán de que baila con su amante arrastra sus débiles pero mortíferos pasos por todo su hogar.
Abre los ojos ante la realidad que pasa volando en su habitad, susurra simplemente en su mente y como una ráfaga fría golpea su mejilla y su corazón se compone fríamente como el hielo en invierno.
Corre por esa sangre
A la que llama madre
Pasión que quema
Pasión que arde
Sin esperarse a sí mismo la imagen mental desaparece, el misterio ronda y consciente de su torpeza gira en su pie izquierdo y se tumba en el piso preso de la ilusión.
El amor que siente por ese rebelde de cabello dorado, ojos azules y enorme carácter mal ponen a su arte en tris hecho porquería.
Al son de las castañuelas imaginarias refleja en sus ojos marrones, el cielo cae desplomado ante su realidad, precisa sin puesto alguno.
Se para vertiginosamente y vuelve a bailar con la música que el mismo compuso, Dorado como lo llamaba en honor a su amor.
El tema de Deidara se llamaba esa pieza de hermosa melodía, angelical cuando dormía y bestial cuando demostraba determinación e imposición.
Volaba entre los céfiros
Plateados sin oro
Amarillos imponían
El reto del amor
Con fiereza alborotaban
La pasión, su furor
Trataba de no volverse loco.
La ira y la rabia lo consumen, baila apresuradamente, la pieza tenía cambios bruscos de tiempo, emiola, conocido por ser cambios de tiempos sin un compás que lo indique.
Es que así era su Deidara, ese imponente rubio que cada paso que daba arrasaba y arrasó con su corazón.
Peleas azotaban su mente, recordar a Deidara le dolía, pero más le dolía su insensatez.
Le recitaba poemas delicados y suaves, pasionales y deseables, le componía piezas musicales, se ponía a su disposición y para que el rubio le terminara clavando un tallo de rosas al clavel que tenían por corazón.
Las espinas eran difíciles de sacar, arraigadas en esa débil flor que tenía por corazón. Observó la luna imaginaria en el cielo, cortaba la sangre con sus pensamientos y el filo de un amor indiscutible murió esa noche.
Galopaba en la traición
Golpeaba bruscamente su corazón
Insistía en renacer en aquella canción
La de su voz y su valor
Quería llorar pero no lo hizo. Suspira pausadamente decidiendo si dejarse llevar por la lluvia y sanar su corazón herido o salir a buscar a su amado Deidara.
Paseaba en su mente, aún tumbando en el suelo, en la fogata imaginando un rondo o un adagio en honor a su pérdida
De todo sacaba un verso, un canon, una canción que plasmaba en una partitura.
Se levanta tumbando la copa de vino que sirvió.
Sopla la idea de componerle una gran sinfonía y escribirle los más hermosos versos que en su aire transmite. Creía en la reivindicación de ambos como pareja. Deidara se marchó hace dos semanas por trabajo, pero triste con el moreno.
Una pelea de un artista contra otro artista.
Batallas de ingenio
Un escultor contra un poeta y compositor.
Ninguno de los dos se consideraba artista.
Ver el susurro, no es igual a tocarlo
Retorcerse de dolor por la partida
Y exagerarla para anhelarlo
Sacando de ello
El buen sonido de una partita.
Recriminaba el hecho de no tenerlo, la pasión incrementaba y tocarle era algo lejano, pelearon antes de irse, una bofetada que le lastimaba la mejilla, era él quien se dejaba pegar por su amor.
Sufría cuando Deidara explotaba y le abofeteaba por algún comentario erróneo que hacía.
Suspira ante el recuerdo de aquella tarde después de hacer el amor.
Las caricias se volvían eternas
Sumisas y suaves
Pasionales y salvajes
Eran dos artistas
Sin expresión alterna
Llora cual niño
Perdido se hallaba
Sus recuerdos le azotaban
A ese amor que anhelaba
Destronando su pasión
La música se apagaba
Al son de la ilusión
Al son de ese dulzón
Sudor, gemidos, éxtasis, caricias, sonrisas, recordando eso se dispuso a prepararle algo a su amado.
Vendría mañana
Y lo amaba
Súbitamente el cielo paró
Llovía sin cesar pero se calmó
La sonrisa iluminaba
El problema que olvidó
Un beso, un abrazo
El amor triunfó…