"Te encontré:
Una cosita diminuta entre mis sábanas."
-Oh Land.
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Desde el momento en que Jim viró hacia sus espaldas, su destino estuvo marcado.
Era raro que esto sucediera, que la esencia de un Beta lo conjurara con su aroma, tan penetrantemente. A él, un Alfa.
Amargura, dolor, shock, necesidad. Una enorme necesidad. ¿De qué? La lista era interminable. Los instintos de protección de Jim se activaron con tal sólo divisar al jovencito, de reojo. Fue instantáneo. Un engrane encontrando su cierre, el mecanismo biológico haciendo click, de manera rotunda e irremediablemente.
Sus pasos lo guiaron hacia la figura arropada, y entre más se acababa la distancia, Jim se sentía más alterado interiormente. Esto no podía ser posible. Jim ya tenía a Bárbara, la perfecta Omega. No podía ser posible que se sintiera Conectado con otro ser. Mucho menos, con un ser tan… incompatible.
En todos los aspectos posibles.
Presentarse frente al Beta fue algo natural, así como preguntar por un nombre de vuelta. "Está bien, no tienes que hablar…" Los temblores de la pequeña criatura fueron difíciles de presenciar. Algo, recién naciendo en lo profundo de Jim, lo impulsó a ofrecer consuelo. A tratar de arreglar lo que estaba desecho. Sin embargo, Jim no estaba acostumbrado a tales actos tan vulnerables con perfectos desconocidos, así que por un momento, permaneció incierto, titubeante en el asilo de la noche y las pancartas neón. Volteó hacia Bullock, y hacia el oficial, con que el éste aun conversaba.
"Bruce."
Jim regresó al infante. Ojos oscuros por las sombras del callejón, cristalinos, le imploraron desde las escaleras metálicas.
"Mi nombre es Bruce Wayne."
Un apellido que sonaba familiar. Jim se agachó ante el joven de inmediato.
Y fue así que comenzó todo.
Cada respuesta de Bruce provocó una reacción instintiva en Jim. Cuando los sollozos quebraron al niño, Jim se apresuró a sentarse a su lado—Y no pudo evitarlo, una de sus palmas rozó con la espalda de Bruce, en muestra de apoyo. Las confesiones fueron fáciles de extraer de su persona. Hacía años que no había hablado del accidente, sobre aquella vieja y todavía pulsante herida del pasado. "Sé cómo te sientes, en éstos momentos." Electricidad los recorrió cuando Bruce giró su rostro en su dirección, atrapado por las pérdidas paralelas que tenían en común. Bruce le contó sobre lo sucedido, sobre como una noche de cine se había convertido en masacre, y escuchó como el joven se culpó a sí mismo.
"No hay nada que hubieras podido hacer para frenar lo que sucedió, Bruce." Jim acercó sus rostros, con la meta de susurrarle lo que sentía en su pecho, y cuando Bruce se acopló a su lenguaje corporal de manera sencilla y agraciada, el Alfa en él ronroneó con aprobación. Hablaron de Luz y Oscuridad, de ser fuerte y ser débil. Jim no podía despegar su mirada del Beta, y Wayne pareció sufrir del mismo hechizo. La promesa inevitable salió de los labios de Jim, entonces. "Te lo prometo, encontraré al culpable que cometió esto." Porque Jim era un completo idiota, que hacia promesas muy caras cuando menos debía hacerlo. Su interacción se sitió de antaño, como si tuvieran un largo tiempo conociéndose. Era una equivocación. Tenía que serlo. Bruce era un joven en plena pubertad (aunque no inocente; Bruce, jamás, volvería a ser inocente), cuando Jim era un Alfa mayor, ya establecido en su rol, preparado para crear un hogar con su prometida…
Justo cuando la cercanía estaba comenzando a afectarlo, cuando Jim estaba inclinando su mentón hacia la cavidad de los hombros de Bruce para tomar una profunda inhalación de su aroma a tristeza, la realidad decidió darle una abofeteada. Una fuerte bofetada. En un segundo, Bruce ya no estaba frente a él, sino corriendo hacia la multitud, su cobija gris cayendo al húmedo asfalto. Jim observó idiotizado como un hombre desconocido acogía a Bruce en sus brazos, proveyéndole del confort que Jim había querido ofrecer, pero que no había sabido cómo.
El hombre era otro Alfa. Jim gruñó.
Se les acercó en acecho total, por un instante el rojo en la mirada de Jim poseyéndolo fuera de la coherencia. Caminó hasta el hombre y en un ladrido, Jim le indicó su identidad.
"Alfred Pennyworth." Igualmente se le fue rezongado, la desconfianza en el hombre, siendo obvia y dura. Entre ambos, Bruce levantó su cabecita, intrigado, y seguramente consciente del reto que estaba sucediendo. Bruce era listo. Jim lo había visto en el brillo de sus ojos, y en el tenor de sus palabras. Bruce era demasiado listo.
La tentación de tocar la corona de cabellos castaños fue poderosa. Aun así, Jim empuñó sus manos para frenarse. "Encontraremos al responsable de esto, señor Pennyworth."
La desconfianza creció a escepticismo. "¿Eres nuevo, verdad?"
Jim se aguantó las ansías por girar sus ojos a los cielos. "Así es."
Pennyworth continuó sin mostrarse impresionado. Fue cáustico con su despedida. "Buena suerte, amigo."
Y se fueron. Bruce no volteó hacia atrás, pero Jim siguió su silueta hasta que ésta desapareció en los adentros del auto de Pennyworth.
Jim parpadeó, confundido, desorientado por la experiencia. El olor a tristeza del Beta no desapareció. Permaneció en las fosas nasales de Gordon durante el resto de la noche.
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…¿FIN?
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