Objetivo I: Visitante nocturno
Desde joven Kyouya tuvo sueño ligero a diferencia de Dino que dormía como una marmota, esa fue la razón que pudo escuchar los suaves pasos que se extendían por la alcoba que ambos compartían. Debajo de las fresadas tenía escondidas su tonfas, dispuesto a usarlas si ese personaje seguía acercándose a ellos.
Agudizó los oídos, sabía que estaba en la orilla de la cama, mirándolos, tal vez, o pensando cuál sería su siguiente movimiento. Sintió que se acercaba a Dino, sus ojos negros se agudizaron y miraron de frente al intruso, con sus tonfas en mano como escucho al durmiente Jefe.
La risita de complacencia se escuchó. Lo suaves cabellos rubios cubrían los ojos azules. Kyouya reconoció al hombre parado en frente de ellos como el primer guardián de la nube: Alaude. Le molestaba lo cercano que estaba con Dino y más la mirada de superioridad que le dirigía él, mientras el desconcierto se apoderaba de su ser. Era raro que Alaude se materializara, la única vez que lo vio fue por los anillos Vongola, hace diez años.
-¿Estás cuidando de él como se merece? -preguntó el guardián de la primera generación, mirando el rostro de Dino.
Dino seguía sumergido en su sueño, ignorando la presencia del otro guardián.
-No te concierne -contestó Kyouya, a la defensiva, sin bajar sus tonfas-. ¿Qué quieres?
La suave risa de Alaude se escuchó en la habitación. Sus ojos azules podrían congelar a cualquiera menos a Kyouya, que también era un experto en lanzar miradas frías.
-Sólo busco lo que me pertenece -el guardián estaba por tocar el rostro de Dino, bajo la atenta mirada de Kyouya, que detuvo la manos antes de completar su objetivo.
-Primero, tendrás que tener una pelea conmigo, me debes el enfrentamiento desde hace diez años -recordó.
-No peleo con niños -dijo Alaude, retirando su mano.
Kyouya estaba ofendido. Salió de la cama dispuesto a llevar a cabo la batalla, pero el guardián de la primera generación salió de allí corriendo, perdiéndose entre los pasillos de las habitaciones.
El azabache escuchó las pisadas veloces del jefe de inteligencia. Se escuchaba cerca de la habitaciones antiguas de la mansión, donde los anteriores jefes de la familia había dejado de utilizar.
Kyouya avanzaba sigilosamente, agudizando la mirada y los oídos. Hasta que escucho que los pasos de Alaude se detenían en una de las habitaciones de al fondo del pasillo, no dudo en ir ahí.
Abrió la puerta, mirando a su alrededor. Era una vieja habitación que estaba polvorienta y, posiblemente, la estén usando como almacén. Sus ojos negros escaneaban el sitio, esperando cualquier movimiento del otro. Pero no había rastros del primer guardián. Dudando que hubiera sido producto de su imaginación, decidió adentrarse en el amplio cuarto.
En el centro estaba una vieja cama con doncel, con sabanas grises que en su tiempo debió ser blancas. Las cortinas estaban cerradas, no permitían ver la luz de la luna y el aire olía ha guardado. Sospechaba que hacía tiempo nadie iba a ese sitio.
De pronto, la puerta se cerró mientras la risa de Alaude se escuchaba, al parecer el guardián estaba jugando.
-Enfréntate a mí como se debe -retó Kyouya.
Sintió que sus fuerzas se iban, el cansancio tomaba su cuerpo y de un momento a otro todo se volvió negro, sólo pudo sentir que su cuerpo descansaba en un sitio cómodo.