Había estado durmiendo hasta oír un leve sonido que lo despertó. Recordó lo que había soñado, pero segundos después, lo olvidó. Sentir algo frío sobre la frente lo despabiló, frunciendo el ceño con fuerza ante el contacto. Al abrir los ojos, se encontró con la enorme sonrisa de Ryo.
– Te despertaste – Le dijo.
– ¿Qué sucedió…? – Preguntó Tadayoshi, sosteniendo el pedazo de tela que no era otra cosa sino una media sobre su frente.
– Te insolaste – Respondió el morocho, quitándole la media para volver a humedecerla en el agua que tenía en lo que parecía ser un florero que sacó de algún lugar de aquella habitación.
–Ah.
– ¿Eso es todo lo que vas a decir? – Preguntó Ryo, volviendo a apoyar aquella media sobre la frente del menor, aún cuando este estuviera sentado en la cama.
– ¿Qué más quieres que te diga? – Cerró sus párpados y luego se restregó el ojo con la mano. Se le había metido una pequeña gota de agua y le molestaba.
– Por lo menos: “muchas gracias por haberme salvado, Nishikido senpai”.
Sonrió ante su pedido.
– Muchas gracias por haberme salvado, Nishikido senpai – Le dijo, burlonamente.
– No, no lo sentiste – Negó Ryo con la cabeza, levantándose del pequeño asiento al lado de la cama para, con el florero y la media, dirigirse al baño –. Lo dijiste por compromiso.
– ¡Claro que no! – Exclamó, intentando levantarse, pero un fuerte dolor de cabeza, lo hizo deslizarse hasta terminar sentado en el suelo en el instante en que Ryo regresó para socorrerlo, colocándose de cuclillas a su lado.
– ¿Estás bien? No debiste haberte levantado tan rápido – Le dijo. Cuando Tadayoshi levantó la vista, hubo algo que no pudo dejar de ver.
– ¿Tú me besaste?
– ¿Eh…? – Preguntó Ryo, con una expresión de asco en el rostro –. ¿El calor llegó a afectarte las neuronas? – Agregó, buscando hurgar con la vista dentro de una de las orejas de su compañero, ante lo cual, el menor se alejó unos centímetros.
– Lo siento, es que… soñé algo raro y sólo puedo recordar… Tus labios…
Por algún motivo, ambos se quedaron varios segundos mirándose, antes de desviar sus miradas al mismo tiempo, en sentido contrario uno de cada uno.
– Qué sueños extraños que tienes, Tacchon – Dijo Ryo, ayudándolo a levantarse y recostarlo en la cama.
– ¿Esa media por lo menos estaba limpia?
– ¿Por qué te crees que ando descalzo?
– Qué asco, Ryo-chan.
Ryo se sonrió y arropó al muchacho.
– ¿Mejor?
– Sí.
– Ahora descansa. Iré a avisar a los demás que al menos recuperaste la conciencia. Te dejo la luz encendida.
La vista de Tadayoshi se posó sobre las noticias que pasaban sin volumen en el televisor frente suyo. Poco a poco, la imagen se fue tornando borrosa, hasta que ya no pudo ver más nada, culpa del cansancio que tenía encima.
Esta vez estaba siendo partícipe de su sueño, podía sentir el calor de otra persona al lado suyo, su embriagante y familiar aroma, sus labios pegándose sonoramente sobre los suyos. Abrió sus labios, y dejó que un solo vocablo se escapara de ellos.
– Ryo-chan…
Al abrir los ojos lo vio allí, a su lado, profundamente dormido. Se llevó una mano a la frente, a las mejillas, a su cuerpo. No sintió más calor que el que normalmente tenía. Se acercó a Ryo y corrió con la yema de sus dedos, los rebeldes cabellos que caían sobre sus ojos cerrados. Acarició el contorno de su rostro y dejó que una de sus manos descansara apoyada sobre su mejilla. Cerró los ojos dejó que sus sentidos le dijeran si aquello era cierto. Pudo sentir el mismo aroma que había llegado a cada uno de los nervios de su nariz mientras sus labios se acercaban a los de Ryo, sin saber Tadayoshi que él se había despertado, pero lejos de impedir que lo besara, dejó que siguiera con su accionar, sin despegar su mirada de él.
Saboreó sus labios, como si fuera la primera vez que los encontraba. Se preguntaba si así era, porque su grosor, su sabor, la textura que pudo sentir con sus labios propios, le resultaban sumamente familiar. Abrió sus ojos lentamente, relamiéndose la comisura. Se quedó mirando al sujeto que, sin mediar palabras, lo miraba.
– ¿Tanto así querías besarme? – Le preguntó Ryo.
– Tú lo hiciste antes, ¿no?
El aludido se quedó unos instantes en su lugar antes de abalanzarse sobre Tadayoshi y sentarse a horcajadas suyo. Se quitó la gorra que aún permanecía sobre su cabeza y cubrió los ojos del menor con ella.
Aquel beso fue mágico, fue demasiado a la vez. Fue dulce al principio, inocente, pero terminó por volverse uno fogoso, lleno de pasión y lujuria, conforme el tiempo pasó. Tadayoshi quiso mirarlo, pero Ryo evitó que quitara la gorra de su lugar.
– No lo hagas.
– ¿Por qué?
– No debemos hacerlo.
– Hacer, ¿qué? Yo no dije nada.
– No quiero que me veas así – Susurró Ryo, avergonzado.
– ¿Cómo? – Preguntó Tadayoshi, sonriendo.
– Avergonzado… Vulnerable…
– Pero ese es el Ryo-chan que me gusta.
Sus palabras golpearon lo más profundo de su alma, haciéndolo sonreír.
– Dejémoslo así, ¿de acuerdo? Sólo… dejémoslo así.
Ryo se puso la gorra sobre su cabeza. Tadayoshi permaneció con los ojos cerrados hasta que se fue. En la memoria de sus labios aún permanecía el sabor de los de Ryo. Se hizo un ovillo sobre la cama y miró la ventana. Sabía que alguna vez llegaría el día en que tendría que ser sincero con sus sentimientos y ponerle un nombre a lo que estaba sintiendo. Por el momento, todo aquello que sentía por Ryo debía guardarlo en lo más profundo de su corazón.