Camino a la escuela mi mente repetía una y otra vez el vergonzoso día de ayer, apenas y ponía atención al camino, afortunadamente la costumbre y un sexto sentido me hicieron llegar a salvo. Desde donde estaba se podía ver el gran edificio que en realidad eran los salones de los grados superiores del instituto, tan solo faltaba una cuadra para llegar.
¿Cómo se supera el rechazo?
No es la primera vez que me pasa, pero sí la primera vez que duele tanto. Llevo enamorado de Dylan aproximadamente 3 años, ayer cuando al fin reuní valor para declararme él sólo se echó a reír. Imaginé miles de veces su reacción, pero definitivamente no esperaba eso.
No soy el tipo de chico que olvida a alguien utilizando a otra persona, por lo que comenzar a salir con una chica no era una de mis opciones, lo gracioso es que soy bastante popular con ellas, si tan sólo supieran que soy gay…
Estando a unos pasos de llegar, choqué contra una persona; tan metido estaba en mis pensamientos que no me percaté de que había alguien parado a mitad del camino, al levantar la mirada para disculparme sentí una ligera punzada en el corazón al ver de quien se trataba.
— Mierda…
— ¿Por cuánto tiempo más planeas seguir ignorando mis mensajes? — preguntó el alto castaño frente a mí.
— ¿Mensajes? No me he conectado desde que te vi ayer, no estaba de humor… — Dylan algo molesto puso la pantalla de su celular frente a mis ojos, mostrándome los miles de mensajes que había mandado de la noche a la mañana. Volvió a guardar su celular en el bolsillo de su pantalón y por un instante mantuvimos el contacto visual, adoraba sus profundos ojos azules, aunque este no era el mejor momento para pensar en ello.
— No entiendo por qué escapaste así ayer…
— ¡¿QUÉ?! — Maldito insensible de mierda, no le bastó con reírse en mi cara una vez…
— ¡Huiste como un cobarde sin antes escuchar mi respuesta! — Se inclinó un poco en mi dirección para estar más a mi altura pues era más alto que yo. — Por eso he venido hoy a dártela…
— Oh no te preocupes, ayer quedó muy claro. — Murmuré. — Ahora si me disculpas, debo ir a clase. — Entre dolido y molesto miré al suelo. — No creo que pueda resistir un segundo rechazo de tu parte.
Cabizbajo le rodeé y caminé rápidamente hacia la entrada de la escuela, no pasó tanto tiempo cuando sentí como me tomaba del brazo; no fuerte como para hacerme daño pero era incómodo.
— ¿Y quién demonios dijo que te estaba rechazando?
¿Qué? ¿Había escuchado bien?
Me liberé de su agarre lentamente pues dejó de aplicar fuerza. Nuevamente se puso frente a mí viéndome directamente a los ojos, como si estuviese buscando algo, dicen que los ojos son la ventana del alma y con todas mis fuerzas esperaba que no pudiese leerme; quería llorar, pegarle, gritar. Estaba bastante confundido.
Aún shockeado seguí con mi vista sobre la suya, me había dejado sin palabras.
— También me gustas. — Declaró, con la voz más suave que alguna vez haya escuchado de él. Sentía como mis ojos lentamente comenzaban a llenarse de agua.
— No hagas bromas de mal gus…— Antes de poder acabar la oración Dylan me interrumpió entrelazando nuestros labios provocando un cosquilleo en mi estómago, cerré mis ojos y las lágrimas que traté de controlar resbalaron por mis mejillas, al instante sentí como dos cálidos pulgares limpiaban mis ojos. Por un momento creí que mi corazón se saldría de su lugar. Lamentablemente, así como el beso comenzó terminó.
Mis mejillas estaban ardiendo, incluso al separarnos yo mantenía mis ojos cerrados, asimilando lo que acababa de pasar y saboreando un poco más el beso anteriormente recibido.
—Voy muy en serio. —Tomó suavemente mi barbilla y la elevó para que lo viese, abrí mis ojos y acarició mi mejilla con su pulgar.
—No has dicho el porqué te reíste cuando me confesé ayer. —Dylan sonrió.
— ¿Nunca has reído de emoción? — preguntó levantando una ceja, parecía divertido por la pregunta. — Me gustas desde hace 2 años, estaba feliz de que al fin mis sentimientos serían correspondidos… También me pareció divertido el hecho de que tú lo hayas hecho antes que yo, no sabía que fueses tan valiente cuando en clase de gimnasia te quedas en un rincón para no recibir un balonazo.
Reí levemente, ahora estaba más rojo, pero por vergüenza.
— Resuelto el malentendido solo queda algo por preguntar…
— ¿A qué te refieres? — Soltó mi barbilla para tomarme por la cintura con ambas manos y atraerme más a él.
— Sal conmigo, Daniell.