Youngjae despertó sintiéndolo.
El celo.
En toda su vida como hombrelobo, había pasado solo dos ciclos, que fueron en su etapa donde seguía como un omega en su núcleo familiar. Ahora que Youngjae vivía con otros cinco lobos (dos alphas, dos betas y un omega al igual que él) sabía que iba a ser un problema estar de esa forma.
Había hablado con Himchan al respecto, en el momento en que el mismo mayor había pasado su ciclo y el tema simplemente había salido a flote: No era probable que fuera a pasar desapercibido, mucho menos teniendo dos alphas en su manada, pero el omega mayor le había dado un par de consejos para poder ocultarlo lo más posible. Así que, recordando qué había dicho Himchan hace tiempo, Youngjae se levantó de su cama sintiendo la incomodidad de sus partes más privadas, características del ciclo de celo, y se encaminó al baño.
Debido a que sus hormonas habían comenzado a funcionar de golpe, era de madrugada, así que el resto de su manada seguramente seguía durmiendo, sin darse cuenta de su estado, por lo que Youngjae aprovechó de escurrirse al baño principal de su gran hogar.
El muchacho soltó un suspiro cuando cerró la puerta tras él y echó el cerrojo. Secretamente tenía miedo de que alguno de sus compañeros se diera cuenta de que su ciclo había comenzado: la verguenza podía más, a pesar de ser una característica de su especie. Youngjae cayó al suelo, llevando sus rodillas a su pecho y cubrió su rostro con sus manos.
Youngjae no iba a admitir que estuvo llorando un largo rato encerrado en el baño, así que cuando alguien llamó a la puerta, sus lágrimas dejaron de caer automáticamente debido al pánico que sintió de ser encontrado.
“¿Youngjae?”
Era la voz de Yongguk, el Alpha mayor de su manada. Youngjae tembló, porque su cuerpo de omega reaccionó a la voz del hombre tras la puerta y su rostro se sonrojó al darse cuenta del cosquilleo en su estómago.
“Youngjae, ¿estás bien?”, preguntó el hombre luego, provocando que el aludido comenzara a respirar entrecortadamente.
“S-si”, respondió, esperando que fuera suficiente para hacer que Yongguk se fuera a dormir de vuelta.
Pero no lo fue. La perilla de la puerta comenzó a moverse: Yongguk estaba intentando entrar.
“Youngjae, déjame entrar”, ordenó.
El aludido cerró los ojos y se tapó los oídos. No quería ceder a lo que su cuerpo le pedía, pues eran a penas las primeras horas que llevaba de ciclo y él quería evitar el sexo con alguno de sus compañeros lo más que pudiera. Sabía que era algo que iba a pasar, en algún momento iba a suceder por su naturaleza de omega, pero la parte humana de Youngjae quería evitarlo lo más posible.
Porque su corazón solo pedía por uno.
Volvió a oír como Yongguk llamaba por él, esta vez con voz más autoritaria. Con voz necesitada, y aunque Youngjae tratara de odiar al mayor por tratarlo de esa forma, se puso de pie y abrió la puerta. Tal como esperó, vio los ojos rojos en Yongguk justo antes de que el alpha le empujara para entrar en el baño y pudiera cerrar la puerta, aun cuando quien fuera a verlos no se atrevería a entrar; ni siquiera el otro alpha de su manada podía interrumpir al alpha mayor cuando estaba de esa forma.
“¿Estas en celo?”, preguntó Yongguk, terminando de cerrar la puerta y acercarse al cuerpo del menor, respirando sobre su piel. Youngjae asintió, sin romper contacto visual. Una amable sonrisa surcó los labios del mayor, y luego con su dedo pulgar acarició una de las mejillas del otro, susurrando suavemente: “esto te calmará por un rato”, para luego acercarse aún más al menor, haciéndole sentir su erección contra la de él, y después dar un beso suave sobre la piel del cuello.
Youngjae cerró los ojos, permitiendo que Yongguk tuviera lo que quería. En parte lo entendía, pues como alpha era su deber cuidar de cada uno de sus miembros, razón primordial de por qué Himchan solo podía estar con él cuando pasaba por su ciclo de celo, así que probablemente él no sería diferente.
Yongguk tomó las piernas del menor por detrás de las rodillas luego de haber bajado su ropa interior, y lo alzó para ponerlas alrededor de su cintura, aprovechando la posición para tomar su propia erección y entrar en Youngjae de un solo movimiento, cuya entrada estaba lista naturalmente para ser penetrada por el alpha. Youngjae no quería tocarlo mucho, así que solo afirmó sus manos en los bíceps del mayor, para tener algo de qué afirmarse cuando le sintió dentro de él y luego imponer un rápido ritmo, haciendo que ese encuentro fuera meramente carnal.
Youngjae no era virgen. Había pasado un solo ciclo sin haber sido abordado por algún alpha o beta por haber sido considerado muy joven. Ese ciclo lo había pasado solo y aislado en una habitación, solo siendo visitado por una joven omega al igual que él que le llevaba comida y a veces hablaba con él. En su segundo ciclo ya fue considerado más entrado en edad y listo para que los compañeros de su manada actual pudieras disfrutar de aquel maduro omega. Recordaba ese momento con algo de amargura, porque a pesar de que Youngjae disfrutara de esos encuentros, no era nada agradable recordar las primeras veces donde los otros estaban tan excitados que no tuvieron piedad con su cuerpo.
Y ahora era similar. Yongguk solo estaba actuando por instinto, embistiendo contra su cuerpo en esa posición como si de una mujer se tratase sin ponerse a pensar en si Youngjae quería hacerlo con él o no. El menor gemía efusivamente, sí, pero era la parte instintiva la que respondía de tal forma. Youngjae, él como persona, solo anhelaba a otro.
Cuando Yongguk terminó con un gruñido, dejó a Youngjae de pie en el suelo, estrechándolo en sus brazos. Eso le había calmado el deseo, tal como Yongguk había dicho, pero no podía evitar pensar en hasta cuando volvería una nueva oleada de hormonas.
“Toma una ducha”, sugirió Yongguk, apartándose un poco para observarlo con afecto en sus ojos, “luego vas a mi habitación, estarás ahí hasta que podamos quitarte el celo”, explicó moviéndose hasta salir del baño y darle privacidad al menor.
Youngjae entró a la ducha, poniendo el agua fría, tal como Himchan le había sugerido que hiciera en todos los días que durara su ciclo.
Solo entonces se permitió llorar un poco más.