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Extra-Fujoshi por Miny Nazareni

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Notas del fanfic:

Pues... ¡Hola!

Bienvenidos :D

Muchísimas gracias por comenzar conmigo esta etapa. En realidad no es gran cosa, pero considero necesarios estos "extras" para explicar ciertos hechos futuros y uno que otro ya ocurrido. Para no hacer el cuento largo, los "extras" pertenecen a ambas historias: "El Club de Acción Fujoshi" y "Fujoshi de mi corazón".

Así que sin más, espero que les agraden y los amo mucho.

PD: Si llegaste aquí y no has leído las otras historias, no te preocupes, este primer capítulo es una introducción y no afecta en nada los datos de los fics.

Cualquier duda yo la resolveré ;)

Muchas gracias :)

Notas del capitulo:

Aclaraciones.

Esta es una colección de ciertos “extras” que engloban las dos historias del universo del CAFF, “Fujoshi de mi corazón” y “El Club de Acción Fujoshi”. Cada capítulo es una pequeña historia y viene acompañada de sus respectivas aclaraciones, pues no todas ocurren en el mismo momento. Sin más, espero que sea de su agrado.

Introducción: Nace el Club de Acción Fujoshi.

 

Aclaraciones: Este capítulo está ubicado un año antes de los acontecimientos de la historia de “Fujoshi Pervert” lo que quiere decir que Kaori aún no volvía de su exilio y Morina aún no era la presidenta del CAF. Para mayor claridad se puede decir que ocurre un año después del primer bloque de Fujoshi Inocent, eso quiere decir que Keita y Hanamori ya son una pareja.

****

                —Has perdido el juicio, es lo que te puedo decir—replicó el rubio de ojos negros como el carbón mientras se mandaba mensajes de texto con una de sus chicas.

Morina frunció el ceño. Era de esperar semejante respuesta de parte del tarado de Shouta, pero no por ello quería decir que estaba loca. Ella quería ser presidenta del Consejo, ahora que ya estaba en la preparatoria, era su deber imponer orden y control en esa escuela. Había muchos problemas, muchos pleitos y muy pocas personas que se tomaran en serio los asuntos correspondientes al consejo escolar.

A Morina Kanojo siempre le gustó ser líder, era algo que su madre inculcó en ella desde pequeña, casi al mismo grado en el que plantó la semilla del yaoi. Era consciente de que al ser una fujoshi reprimida, tendría que ser cuidadosa si lograba ser presidenta del Consejo. Si algo así se llegaba a saber, sus aspiraciones morirían y ella se caracterizaba por ser una persona que no se rendía fácilmente a la adversidad.

                —No me digas esas tonterías Shoutaro, necesito tu apoyo.

El mencionado entrecerró los ojos con cierto encono.

                —No digas mi nombre completo, sabes que lo odio.

                —No dije tu nombre completo—sonrió con malicia—. Pero si quieres lo digo Mi…

El chico se levantó impetuosamente de su asiento y le tapó la boca mirando a los lados como si algo maldito estuviese a punto de ser nombrado.

                —Eres ruín y perversa Morina Kanojo. No te atreverías a gritarlo a los cuatro vientos. ¿O si?

Ella sonrió satisfecha. La ventaja de tener a Shouta como mejor amigo era que se trataba de un idiota, en serio podías engañarle con una facilidad que incluso sorprendía.

                —Si prometes ayudar en mi campaña, nunca volveré a mencionar tu nombre en mi vida. Te lo juro—y para corroborarlo, le mostró el dedo meñique.

Los ojos de ilusión de Shouta fueron suficientes para comprender que había caído en la trampa y el joven entrelazó su dedo meñique con el suyo mientras le sonreía con seducción. Un truco que nunca le funcionó con Morina, eso era seguro, pero que sin duda sería muy útil con los demás.

                —Tienes frente a ti a tu nuevo asesor de campaña, ya lo verás, nadie se resiste a mis encantos, ganarás fácilmente.

                —Prepotente—replicó girando los ojos y Shouta sacudió la mano sin darle importancia al insulto.

                —Veremos si dices lo mismo cuando seas nombrada la nueva presidenta.

Y le guiñó el ojo. Morina suspiró con fuerza, pero sintiéndose satisfecha.

****

La dulce jovencita de cabellos negros y ojos verdes llevaba en sus brazos un manga yaoi. Recientemente había sido su cumpleaños y Kobashi-sensei se lo había regalado para aumentar la pequeña colección que la menor de los Mizugu había comenzado. Hana caminaba en los pasillos con cierta tranquilidad, ahora que su Keita nii-san había aprobado su amor por el yaoi e incluso se había permitido medio sonreírle a la fujoshi responsable de la corrupción de su inocencia, no podía evitar sentirse feliz.

El salón 123 era especial por muchos motivos. Kobashi siempre se sentía satisfecha de contarle esa historia. Cuando cumplió los trece, la fujoshi ya tenía demasiado conocimiento del yaoi y una idea prosaíca se había cruzado en su cabeza. Quiso formar un club, pero no cualquiera, quiso hacer un club dedicado al yaoi. Buscó un salón que estuviese desocupado siempre y al hallar el sótano de la escuela, llamado también salón 123, Kobashi Kotori sintió que había encontrado donde anidar. Lo registró con el nombre de “Club de Acción Fujoshi” y luego de evadir perfectamente a la mujer que se encargaba de ese registro diciéndole que era un club dedicado al yoga, Kobashi se sintió satisfecha del lugar y ser la presidenta.

Hana se había sumado al CAF hacía apenas un año, cuando por un malentendido creyó que su primo Keita y su mejor amigo Hanamori tenían una relación. Después de todo un enredo y un juego en el que Keita y Hanamori terminaron enamorados, el par había comenzado una relación y ella había dejado sus miedos e inseguridades al volverse una fujoshi. Pero su corazón le decía que necesitaban más miembros, que no podían ser ellas dos para siempre y aunque Kobashi trató de disuadirla diciendole que el yaoi llamaba a quien realmente lo mereciera, al final, la fujoshi mayor no se resistió. Hana era como un cachorrito, era imposible negarle algo.

Por ello caminaba en los pasillos con el manga en sus manos, pensaba hablarle a algunas personas de la bella historia y tal vez se sentirían interesados. El problema radicaba en una sola cosa, a ella no se le daba muy bien hablar con los demás, era en extremo tímida y no tenía idea de cómo iba a lograr acercarse a alguien.

Afortunadamente no tuvo que pasar por ese suplicio, pues al caminar pudo ver a una reciente amiga que había hecho. Morina Kanojo y el chico que se hacía llamar “Shouta” solamente, estaban ahí, promocionando algo al parecer, se acercó a ellos movida por la curiosidad.

                —Buenos días Kanojo-sempai—saludó la jovencita con voz tierna.

La aludida le sonrió y Shouta le dirgió una mirada de seducción que, nuevamente, no hizo efecto en ella. Cuando la conoció, Shouta se había sorprendido de que la jovencita no se sonrojara con sus coqueterías. Morina le había dicho que era porque Hana lucía como una chica demasiado inocente aún como para interesarse en los chicos. Y quizá lo era, pero lo cierto en todo eso era que, en efecto, para Hana, un chico apuesto simbolizaba una sola cosa: Un seme en potencia.

                —Buenos días Hana. ¿Te unes a nuestra causa?—respondió la pelirroja de ojos ambarinos con una sonrisa—. Me postularé para presidenta del Consejo.

                —¡Oh! ¡Eso es increíble! Seguramente ganará Kanojo-sempai, yo le daría mi voto, pero como aún estoy en secundaria y usted en prepa, creo que no está permitido—los ojos se le iluminaron a la menor y chasqueó los dedos—. Pero le diré a Kobashi-sensei y seguramente ella le ayudará.

La mayor ladeó la cabeza sin comprender y Shouta encogió los hombros ocupado en guiñarle el ojo a las demás chicas que pasaban.

                —¿Quién es Kobashi-sensei?

                —Mi maestra en el yaoi, por supuesto—y para corroborar sus palabras, Hana mostró el manga.

Morina enrojeció por completo al ver el manga y a la dulce Hana llevándolo con orgullo, como si se tratara de algo normal. Miró a los lados tratando de corroborar que Shouta no lo hubiese visto y suspiró aliviada al verlo coquetear con una chica que había aceptado los souvenirs.

                —¿Tú… tú ves yaoi Hana? ¿Eres… eres una fujoshi?

La dulce menor de los Mizugu asintió con inocencia y comenzó a hablarle de la historia. Morina ya se la conocía por supuesto, pues era uno de sus mangas favoritos el que Hana llevaba y saber que la pequeña era una fujoshi que no se avergonzaba de serlo le descolocó por completo. Ella era mayor y sin embargo estaba frenaba por sus miedos y cuestionamientos. ¿Por qué no podía ser como Hana? Al instante una nueva duda surgió en su cabeza. ¿Exactamente cómo era la famosa Kobashi como para lograr que alguien tan inseguro tuviera firmeza en algo? De repente le entraron unas enormes ganas de conocer a la chica.

                —¿Y entonces qué dices? ¿Te agrada?—cuestionó la pelinegra con emoción.

                —Ya hablaremos de eso en otra ocasión—replicó Morina conciliadoramente y como si nada agregó—. Me parece una genial idea que hables con tu amiga Kobashi, me gustaría conocerla. ¿En qué grado va?

                —Segundo—respondió Hana y sonrió—. Sería genial si te llegara a gustar el yaoi Morina, nunca te arrepentirás. Al principio es extraño y vergonzoso, pero después es tan hermoso.

La pelirroja acarició con ternura la cabellera negra de Hana y le dirigió un gesto maternal guardando su secreto en sus ojos.

                —Por supuesto que lo es.

****

                —No lo sé Hana, no me gustan esas cosas.

                —Pero Kobashi-sensei, es ayudar a una amiga—replicó Hana mientras tomaba asiento en uno de los sofás del salón 123.

La castaña de ojos grandes hizo una mueca mientras eliminaba fotografías de su cámara refléx. El día anterior Kobashi se había fugado al parque de la calle principal de la ciudad para tomar fotografías de parejas gay. La verdad era un trabajo pesado, pues para empezar, debía ser cuidadosa en que nadie la notara. A lo largo de los años, Kobashi había aprendido el noble arte del disimulo y la actuación. Ahora, a sus 16 años, era una experta a la hora de fingir hacer una cosa mientras hacía otra.

Su truco era sencillo. Hay múltiples turistas en ese parque con sus cámaras fotográficas que buscan capturar la esencia de los edificios históricos de la ciudad. Ella podía ser una más, tomar asiento en una de las bancas, mirar despreocupadamente a su alrededor mientras finge interés en la arquitectura y en cuanto halla la pareja gay automáticamente colocar la lente en su dirección y tomar la foto. A la velocidad de la luz volver a dirigir el objetivo a uno de los edificios coloniales y con ello, el acto estaba completo. Tomaba fotografías libremente, sin que nadie le cuestionara y realmente disfrutaba muchísimo de la actividad.

Pero siempre había que hacer un reciclaje de las mismas y por ello las revisaba antes de pasarlas a su computadora. Eso era lo que estaba haciendo cuando su joven pupila había llegado impetuosamente pidiéndole que votara por su amiga para presidenta del Consejo. Kobashi había crecido con las ideas de independencia de su padre, un hippie que manejaba una psicodélica furgoneta, y por ello no creía en la democracia. Además de que no le interesaba, claro está.

El problema era que se trataba de Hana. Lanzó un gran suspiro y asintió.

                —Te diré lo que voy a hacer. Veré cuál es su propuesta de campaña, si me agrada, me presentaré en los discurso y si llega a convencerme, votaré por ella. ¿De acuerdo?

                —Eso es mucho más de lo que podría pedir—la niña de 14 años brincó y se lanzó a sus brazos—. ¡Muchas gracias Kobashi-sensei!

La fujoshi mayor correspondió el abrazo girando los ojos. Hana era un caso perdido, debió saberlo cuando la encontró hace un año en completo shock al ver a su primo y su mejor amigo besándose. Ella tuvo que tomar una decisión, explicarle a Hana que no había nada dañino en lo visto y ayudarle a superar el trauma o, lo más factible, convertirla en una fujoshi.

Bueno… sabemos cuál fue su elección final.

                —De nada Hana—entrecerró los ojos con perversión y agregó—. ¿Y si vemos un yaoi?

                —¿Será Hard?—cuestionó la menor temerosamente y Kobashi reprimió una risita.

                —Por supuesto, si no es hard, no es de provecho.

Hana se ruborizó por completo pero no se opuso. Kobashi hizo un gesto satisfecho. No se cansaría de pensarlo, pero aún con su “inocencia” Hana era más curiosa  que cualquiera. Y bien dicen que la curiosidad mató al gato pero también es conocido que, al menos, el gato murió sabiendo.

Y el yaoi lo valía todo, por supuesto.

****

Habían pasado un par de días desde que Morina decidió postularse como Presidenta del Consejo. Debido a muchas actividades del CAF y múltiples tareas que Kobashi evadía o realizaba, según su ánimo, la castaña amante del Boys Love no había podido cumplir con lo prometido a Hana. Pero ahora que tenía tiempo libre, Kobashi caminó por los pasillos buscando el stand de Morina Kanojo.

La había investigado, por supuesto, tenía 15 años y se había mudado con su madre hacía apenas un año atrás. Era huérfana de padre e hija única. Su madre, Shiori Kanojo, era abogada y dirigía un despacho de abogados, de ahí el afán de ser líder heredado a su hija. Sabía que había algo más, aunque no podía definirlo con precisión. Su mejor amigo era el chico que se hacía llamar solo “Shouta” debido a la vergüenza que le provocaba su nombre completo. Y no le culpaba. Kobashi reprimió una risita al recordarlo, sin duda sus padres tenían un severo problema mental, era la única explicación ante el hecho de ponerle a su hijo de esa forma tan vergonzosa que se podía malinterpretar con facilidad.

Como si el pensar en él fuese una forma de invocarlo, al dar la vuelta encontró el stand y en él al joven Shouta. Sonrió perversamente, se encontraba sin la compañía de su amiga Morina Kanojo y se veía férreamente concentrado en la tarea de convencer a una chica que estaba encandilada con su rostro. Sí, era cierto que el chico era guapo. Tenía el cabello rubio natural, ojos de un color negro profundo y un rostro cuadrado que a cualquiera le habría parecido perfecto. Hizo una mueca y le miró directamente antes de acercarse e interrumpir.

                —¿Puedo leer las propuestas de campaña?

Shouta giró el cuerpo encontrándose con una hermosa chica de ojos grandes que, por alguna razón, no se le antojó conquistar. Había algo en el aura de esa chica que simplemente le repelía, aunque no negaba que tenía unos ojos bonitos. Tal vez si viera esa clase de ojos en otra persona, se lanzaría a coquetearle. Pero como no era el caso, simplemente le guiñó un ojo a la otra chica y la despidió con la mirada.

                —Esperamos tu voto amiga—la otra asintió perdida en su embelesamiento y se alejó justo a tiempo para que Shouta borrara su perfecta sonrisa y la sustituyera con un gesto de curiosidad para Kobashi—. Por supuesto que puedes ver las propuestas. ¿Cuál es tu nombre?

                —Kobashi Kotori.

                —Bien Kotori-san—le sonrió ligeramente mostrándole un folleto—. Morina tuvo que ir al baño, pero no tarda en volver. Sin embargo no hay problema, yo te puedo explicar todo. Ella busca posicionar a este colegio en una escala más alta de la que se encuentra. Sabemos del Intercolegial que solía organizar cada año y que, por un motivo extrañó dejó de realizarse. Planeamos reinaugurar tal actividad y recabar fondos para construir una piscina y así contar con un equipo de natación, de ese modo, más escuelas podrían incluír más categorías.

Kobashi escuchó atentamente todos los planes que tenía en mente la chica y tenía que admitir que no eran malas ideas. Le tenía un enorme cariño al Torneo Intercolegial y en más de una ocasión le había suplicado a Fumiko-sensei que lo reiniciaran, pero la directora alegaba que muy pocos alumnos se tomaban en cuenta los deportes y que eran pocos los equipos consolidados, como por ejemplo el de voleibol, con su eficiente y sumamente entregado Hontou Midori. Pero de ahí en fuera, no tenían otra cosa y por ello no le veía futuro. Kobashi tuvo sus dudas entonces. ¿Cómo lograría Morina cambiar todo eso?

                —Me parecen unas ideas increíbles, pero realmente no estoy segura. ¿Morina logrará todo eso?

                —Claro que lo hará. Tú no lo sabes porque no la conoces, pero ella es una chica que nunca se rinde—dijo con cariño el rubio Shouta y Kobashi se permitió pensar que quizá, solo tal vez, Shouta no era tan frívolo como creyó.

                —Suenas muy convencido. La conoces desde hace mucho. ¿Cierto?

                —Es mi mejor amiga desde el kinder.

La fujoshi entrecerró los ojos con malicia dispuesta a lanzar su primer dardo. No iba a perderse la oportunidad de emparejar a Shouta con alguien que fuese adecuado. Le parecía un tipo que pegaba a la perfección con el típico personaje que es arrogante y superficial pero en el fondo con buenos sentimientos. Un seme que en realidad nunca se ha enamorado, dedujo la castaña.

                —¿Entonces te gusta?—Shouta hizo una mueca y negó fervientemente.

                —Por Dios no, es como mi hermana, la sola idea de pensarlo me da repelús. Además, no sé si lo hayas notado, pero soy un espiritú libre. Es absurdo amarrarse a una persona si puedes hacer feliz a muchas. El amor no existe, no creo verdaderamente que algún día yo me enamore. Veo imposible dejar de coquetear por ahí y querer a una sola persona.

Ella reafirmó sus sospechas con tal declaración y sonrió con suficiencia palmeando su hombro mientras usaba un tono de voz claro y bajo, como el de una bruja lanzando un conjuro a un pobre desafortunado muchacho ingenuo y estúpido.

                —Pues yo creo todo lo contrario. Puedo ver tu futuro y te aseguro que voy a disfrutar mucho el día en que te vea enamorado de un uke que se lleve todo tu orgullo y arrogancia—se frotó las manos y le sonrió como los gatos que están a punto de devorar una presa.

                —¿De qué estás hablando? No entiendo nada de lo que dices Kotori-san—replicó el rubio realmente extrañado y justo entonces, Kobashi pudo ver a lo lejos a la pelirroja amiga de Hana.

Bajó un poco más su tono de voz y se lo aseguró con firmeza.

                —Tú solo espera y verás, pequeño seme estúpido.

Morina llegó en ese momento y miró con interés a la chica que al parecer había dejado sin palabras al tarado de Shouta. Espera de verdad que hubiese sido porque Shouta se había intentado pasar de listo con ella y la chica le había rechazado. Aquello le haría reír muchísimo.

                —Hola, lamento la ausencia. Soy Morina Kanojo, espero que mi compañero ya te haya explicado todo en lo que consiste mi campaña.

En el preciso instante en el que la chica comenzó a hablar Kobashi comprendió por qué Hana la consideraba especial, incluso por qué Shouta la defendía a capa y espada. Era como si pudiese leer su esencia y en ella encontró la confianza que cualquier persona es capaz de generar con su simple forma de hablar o moverse. La castaña adoradora del yaoi sonrió satisfecha y asintió.

                —Lo hizo. Creo que son buenas ideas. Te dare un pequeño consejo. Cuando tengas que dar tu discurso frente a toda la escuela, solo relájate. Piensa en algo que ames mucho, algo que siempre te de satisfacción.

La menor parpadeó sorprendida con el consejo de esa desconocida y a su mente vinieron todas la imágenes de yaoi hard y lemon que siempre estaban en su mente cuando leía los mangas o algún fic de sus personajes favoritos, con los cuales deliraba. Automáticamente, sin poderlo evitar, su nariz comenzó a sangrar y ella trató de limpiarse avergonzada mientras Shouta giraba los ojos. Afortunadamente para ella, su mejor amigo no estaba al tanto del motivo por el que sangraba, sería demasiado penoso. Era como un acto reflejo, Morina tenía derrames nasales cada vez que se imaginaba una escena yaoi subida de tono. Cuando veía a un par de chicos darse la mano en señal de ánimo, ella deliraba sangrando sin control. Shouta era tan estúpido como para creerse que solo era el calor.

Pero Kobashi no lo era. Le miró conmocionada por la acción y Morina se disculpó.

                —Lo siento, me pasa siempre que pienso en yao… quiero decir… cuando hace calor, sí.

                —Ya veo—suavizó el rostro con nuevas sospechas de Morina Kanojo que sin duda no dejaría pasar—. No hay problema, mucha suerte en tu campaña. Te veré en los debates.

                —Muchas gracias… este… ¿Eres…?

                —Kotori-san—explicó Shouta dándole un pañuelo para que se limpiara y la mayor asintió.

                —En ese caso, muchas gracias Kotori-san.

La aludida sonrió en respuesta y se alejó en los pasillos. Algo le decía que quizá, Morina Kanojo era mucho más que una chica con ideas constructivas y buena vibra. Puedo oler la perversión en el aire, se dijo mientras caminaba con una nueva resolución en su cabeza.

Comprobaría sus sospechas, claro que sí.

****

A lo largo de los días, todo el alboroto de las votaciones había envuelto al colegio y aunque estaba algo fastidiada por ello, Kobashi se sentía un poco más interesada que en otras ocasiones. Había estado investigando con mayor recelo a la pelirroja candidata y ahora sí estaba segura de sus hipótesis. Tenía frente a ella a una fujoshi reprimida y lo pudo corroborar cuando observó como sus pupilas se dilataban al ver jugar al equipo de voleibol de la escuela.

Fue un pequeño señuelo que preparó específicamente para ello. Le pidió a Hana que, para relajar a Morina debido a la proximidad de las elecciones, la llevara a ver un entrenamiento de Hontou Midori. La menor sin comprender por qué su Sensei le pedía eso, obedeció ciegamente. A la joven Morina Kanojo casi le da un ataque cuando observó la “particular” forma de ser del entrenador. Para nadie de esa escuela era un secreto que Hontou Midori era gay y peor, coqueteaba con varios de sus alumnos, siempre en plan de broma, claro está. Ver al tipo abrazando de más al primo de Hana y a su mejor amigo taladrándole con los ojos fue suficiente para que la chica imaginara en su cabeza toda clase de situaciones y momentos románticos. Casi hasta podía leer su mente.

Hanamori celoso por la cercanía de Hontou con Keita lanzaría un balón sin “querer” al par y el primo de Hana enrojecería avergonzado por la obviedad de su relación. Kobashi observó con placer cómo Morina sufría un derrame nasal contínuo y sus ojos brillaban. Le sorprendía que Hana no lo hubiese notado pero estaba bien. Era un secreto, el secreto de Morina, el cuál no tenía reparo en ocultar, pues cada fujoshi es dueña de sus pensamientos y decisiones. Ella podía respetar los suyos.

Pero lo que sí no podía permitir era que continuara viviendo su fujoshismo en soledad, así que por ello tomó una decisión. Una vez que Morina dio su discurso y comenzaron las votaciones, observó como la masa de estudiantes votaba sin parar. La chica había sido contundente, expresó sus opiniones y no dejó lugar a dudas, estaba lista para ser la Kaichou, lo pudo ver. Cuando el furor disminuyó lentamente, Kobashi entró a la casilla de votaciones y tachó el nombre de Morina de la planilla de aspirantes.

Al salir, divisó a lo lejos a la chica en compañía de su inseparable amigo Shouta y algunas otras chicas que le daban animos. Se acercó al grupo sin darle importancia a las miradas de las chicas y Morina le sonrió con agradecimiento.

                —Kotori-san, no había tenido la oportunidad de darte las gracias, en verdad me ayudó mucho tu consejo. Espero que sigamos frecuentándonos, a pesar del poco tiempo me agradas.

                —Lo mismo digo Morina—obtuvo de su bolsillo un pequeño sobre color manila y se lo entregó en sus manos—. Toma, es mi regalo, ábrelo cuando ganes las elecciones.

Morina estaba por replicar que aún no publicaban los resultados pero Kobashi no se lo permitió. Hizo una reverencia y se alejó por los pasillos ante los cuchicheos de las chicas y la mirada perdida de Shouta quien, en ese preciso instante comenzó a coquetear con otro grupo de chicas que pasaban por ahí.

La chica de los ojos ambarinos observó detenidamente su sobre y sonrió. Confiaba en verdad poder abrirlo pronto.

****

En cuanto dijeron su nombre se sintió flotar en una nube. Ni siquiera supo de dónde sacó la fuerza para caminar al frente de todos con una sonrisa y una reverencia de agradecimiento. Mucho menos comprendió cómo fue que pudo dar un discurso asegurando que habían hecho una buena elección y quién sabe qué más cosas. Morina estaba muerta de la felicidad, en verdad que lo estaba. Shouta le aplaudia orgulloso de ella diciéndole a toda chica que veía que Morina era su mejor amiga y presumiendo.

La algarabía no se hizo esperar y entre tanto festejo, la chica buscó con la mirada a la dulce Hana y a la que recien conocía Kotori-san, pero no las pudo ver. Aquello le entristeció un poco, había anhelado verlas ahí celebrando su triunfo con ella, podría ser que fuese poco tiempo pero a Hana le tenía mucho cariño y Kotori-san había hecho mucho por ayudarle. Fue entonces cuando recordó el sobre que la castaña le había dado y lo sacó del bolsillo de su pantalón. Aún en medio de la muchedumbre y los gritos de victoria, Morina desdobló las hojas y comenzó a leer sin saber qué era exactamente lo que le deparaba el destino.

“Querida Morina Kanojo:

Sé tu secreto. Automáticamente sé qué es lo que estás pensando y sí, tienes toda la razón. Yo sé cuál es tu mayor obsesión en la vida. No te preocupes, contrario a lo que piensas, no es algo malo. Cuando yo conocí el yaoi pasaba por una época muy difícil de mi vida y en él encontre la felicidad y libertad que no creí que lograría. A lo largo de los años he aprendido muchísimo acerca de este noble arte. El amor es algo universal que no tiene por qué condicionarse en cuestión de géneros. He visto al amor heterosexual romperse en miles de pedazos sin posibilidad de reparación y, en cambio, he visto al amor homosexual cimentar las raíces de lo que puede ser algo duradero y precioso. Por ello no creo en los juicios de la sociedad, el yaoi es perfecto al existir y demostrar que nada es imposible en esto y que la humanidad puede ser un sitio mejor. Soy una férrea defensora de ese derecho, al menos ese es mi pensar. ¿Por qué he dicho este largo y para nada significativo discurso? Es muy simple en realidad.

No estás sola Morina, tenlo en cuenta. Somos muchísimas fujoshis y muchísimos fudanshis en el mundo. Solemos decir que algún día lo dominaremos, quizá la idea sea prosaíca, pero lo que sí es cierto es que algún día, aquello por lo que luchamos sí cambiará al mundo y podremos ver a dos chicos o dos chicas tomarse de la mano, besarse y sonreírse con amor sin que nadie les critique o juzgue. Nuevamente me desvié el tema, lo que trato de decir con muy poca elocuencia es que eres bienvenida. En el Club de Acción Fujoshi buscamos expandir este amor hacia el yaoi, esas ganas por luchar por lo correcto. Así como sé tu secreto, me tomo el atrevimiento de hacerte esta cordial invitación. Únetenos Morina y seamos muchos más los que apoyemos esta causa. El yaoi quizá no dominará el mundo aún, pero sí dominará esta escuela… a menos claro, que tú no lo desees.

Se despide esperándote en el salón 123…

Kobashi Kotori ;)

La pelirroja se quedó quieta sin poder contener las lágrimas y Shouta pudo notar muy bien eso. Estaba por acercarse y preguntarle qué ocurría, si había algo que él podía hacer o si algo grave acababa de pasar, pero no dio ni dos pasos cuando Morina se limpió las lágrimas y salió corriendo del recinto. Él trató de seguirla, pero las mútiples chicas con las que había ligado los últimos días se le acercaron tratando de conseguir una salida y maldijo por lo bajo mientras fingía una sonrisa. De ese modo, la perdió de vista.

Morina corrió y corrió leyendo los números de cada salón hasta poder dar con el 123. Una vez que se percató que era el sótano de la escuela, negó con una sonrisa como si hubiese sido demasiado tonta al creer que un lugar dedicado al yaoi sería un salón sencillo. Dio un gran suspiro frente a la puerta negra y la abrió entrando al instante.

De pie, con una dulce sonrisa como la de las princesas en los libros que les leen a los niños antes de dormir, estaba Hana Mizugu. Llevaba en sus manos un manga yaoi y la promesa de su mirada fue suficiente como para sentirse tranquila, confiada en que podría lograr cualquier cosa. Incluso vencer sus miedos.

Y detrás de ella, sentada en el enorme sofá, con la barbilla recargada en una de sus manos, Kobashi Kotori levantó las cejas y la miró fijamente con un gesto de suficiencia. Esta chica era la famosa Kobashi-sensei de Hana, esta chica de ojos grandes que parecían atravesar tu alma y leer tus secretos, esta chica que se había acercado fingiendo desinterés y le había animado a conseguir uno de sus mayores anhelos. No tenía palabras para definir la admiración que se instaló en su pecho al ser consciente por fin de quién era en realidad “Kotori-san”. Estuvo a punto de llorar de nuevo.

                —Bienvenida Kanojo-sempai—dijo finalmente Hana con su linda voz y Kobashi se levantó de su asiento para acercarse a la nueva presidenta del Consejo. Colocó su mano en su hombro y con su otra mano le señaló el sitio, como si le pidiera el visto bueno.

                —Así es…. Bienvenida Morina. ¿Qué te parece? ¿Es un buen lugar?

                —Bromeas… Es perfecto—respondió con la voz temblorosa la nueva Kaichou.

Hana se colocó al lado de ambas y extendió el manga. Kobashi le guiñó un ojo asintiendo y la menor sonrió con muchísima emoción.

                —Entonces hagamoslo oficial.

La castaña sintió un deja vú y procedió a comenzar la respectiva ceremonia. Los múltiples recuerdos volvieron a ella como si se tratara de un viaje en el tiempo. Y pensar que hacía un año había hecho lo mismo con Hana. Kobashi nunca creyó que cuando comenzó con esta aventura tendría tantas satisfacciones. Lo agradecía, el yaoi le había dato tantas cosas de provecho; un segundo padre que era aburrido y algo soso, pero amable, un hermanastro sumamente dulce y bondadoso que adoraba a su hermanito más que a nada en el mundo, una cámara fotográfica que era como su arma secreta, habilidades y trucos que siempre llevaría en su corazón; y amigas, dos increíbles muchachas con corazón noble que amaban lo mismo que ella y con las cuales siempre compartiría esos secretos, esos sueños.

Oh claro que sí, el yaoi le había dado demasiado y estaba muy satisfecha por eso.

                —Bienvenida al Club de Acción Fujoshi—dijo Kobashi con una ligera reverencia una vez que la ceremonia estuvo terminada.

La menor de los Mizugu aplaudió con júbilo y Morina juntó sus palmas para corresponder la reverencia que la gran Kobashi le hacía.

                —Muchas gracias… Kobashi-san.

Y entonces, por primera vez, se pudo decir que el salón 123 era un club consolidado.

Notas finales:

:D

Aunque no lo crean, extrañaba muchísimo a Hana y a Morina.

Quizá este capítulo no sea muy entretenido o tenga mucho yaoi, por lo mismo es una introducción, pero siempre creí necesario explicar cómo fue que Morina se unió al CAFF y se volvió amiga de Kobashi.

Espero que les haya gustado, si no fue así, recibiré los jitomatazos. :D

Como ya ando un poco más libre, lo más probable es que tenga el próximo capi para el martes :) y esta vez sí habrá un poco de acción oh yeah!!

Sin más les agradezco y los amo mucho ;)

Nos vemos :D


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