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5 crónicas de Baker Street por PruePhantomhive

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Dentro de mi cabeza


PruePhantomhive



 (Disclaimer)


Los personajes de Sherlock pertenecen a la British Broadcasting Corporation (BBC), Steven Moffat y Mark Gatiss y son utilizados en ésta historia sin fin de lucro.


(Resumen)


John se da cuenta de que Sherlock se siente atraído por alguien, así que intenta convencerlo de que se declare. Al final, todo fue una mala idea.



—Así que —dijo John, titubeando, observando cómo Sherlock avivaba las llamas del hogar con el atizador—, ¿cuándo fue la última vez que tuviste novia? —preguntó con una media sonrisa burlona dibujada en los labios: intentó camuflarla bebiendo de su taza cuando Sherlock lo miró por encima del hombro.


Estaba lloviendo y el granizo azotaba contra la ventana haciendo mucho ruido, por lo que tenían que hablar en voz un poco más alta de lo normal. No tenían nada qué hacer mejor que conversar: la luz había fallado, así que John no podía actualizar su blog, como tenía planeado, y Sherlock estaba tan aburrido, que se le había unido en el salón para beber un poco de té —algo que John agradecía, pues prefería escucharlo criticando a sus novias que disparando a la pared de su habitación—.


—¿Por qué quieres saber eso? —preguntó Sherlock, dejando el atizador en su soporte y regresando a su butaca.


—Porque hasta el momento te has quejado de tres de mis novias, pero nunca me has hablado de alguna tuya —explicó—. Al menos dime que has tenido una —aventuró al percatarse del ceño fruncido de su compañero de piso.


La luz anaranjada proveniente de la chimenea dibujaba sombras luminosas en las pálidas facciones de Sherlock, que cruzó una pierna sobre la otra y entrelazó los dedos de las manos con aire meditabundo, sus ojos grises fijos en el rostro de su amigo.


—Sí, tuve una… —dijo e hizo una pausa. Al percatarse de que John esperaba más detalles, chasqueó los labios y continuó—. Teníamos dieciséis años y mis padres nos presentaron: era hija de una buena amiga de mi madre —contó, parpadeando un par de veces con extrañeza—. También tocaba el violín. Salimos aproximadamente durante un mes y después, cuando nos dimos cuenta de que no teníamos mucho en común, terminamos.


John enarcó las cejas y asintió con la cabeza, frunciendo los labios. Por algún motivo, sentía que Sherlock estaba omitiendo una parte de la historia.


—¿No tenían muchas cosas en común? —comentó, volviendo a beber de su taza. También cruzó una pierna sobre la otra y apoyó su rostro en una de sus manos—. Pero si has dicho que tocaba el violín.  


—Eso es irrelevante cuando la persona lo hace mal —aclaró Sherlock, imitando a John y tomando su taza de la mesa, sosteniéndola delante de su rostro para aspirar el vaho que se desprendía de la superficie marrón—. Debiste escucharla, era como oír a una cigarra muriendo —recordó con una sonrisa en los labios.


John no pudo evitar reír.


—¡Eso es muy cruel! —comentó.


—¡Pero es cierto! —exclamó Sherlock, riendo también.


—¿Por eso terminaste con ella? —inquirió John, curioso. Sherlock no hablaba mucho de su pasado, así que, de vez en cuando, no le venía mal obtener un poco de información extra, sobre todo cuando su amigo estaba tan parlanchín.


—No —respondió Sherlock, cuyo rostro se tornó serio de pronto—. Fue porque, en aquel entonces, comenzaba a darme cuenta de que… las mujeres no son mi área.  


John, que había decidido beber un poco de té en ese instante, se atragantó con el líquido al escuchar las palabras de Sherlock, que lo observó de manera extraña mientras intentaba recuperar la respiración.


Oh, cierto… había olvidado que Sherlock y las mujeres no eran sujetos de la misma oración.


—Ah —dijo al recuperar la respiración—. Vaya —murmuró, de pronto cayendo en cuenta de algo—. Entonces, ¿has tenido… novios? —preguntó, intentando ignorar el calor que le subió desde el pecho hasta las mejillas.


Sherlock soltó una risilla y bebió una vez más de su taza. Sí, fue lo que sus acciones le dijeron a John, que de pronto se sintió un tanto incómodo. Desde el comienzo de su amistad, se había formado la idea de que Sherlock no era heterosexual y ese pensamiento no le había molestado en lo más mínimo hasta el momento: acababa de descubrir que le fastidiaba imaginar a Sherlock en compañía de otros hombres, pues era como perder su exclusividad… se pateó mentalmente al darse cuenta de lo que estaba pensando.


—Algunos —respondió Sherlock por fin, analizando con atención cada una de sus reacciones.


John frunció los labios y masculló un simple “ah” al darse cuenta de que su compañero sólo había hablado de una novia, pero usado un plural al hablar de novios. Sherlock sonrió, sin duda, pensando lo mismo que él.


—Eso fue hace muchos años —dijo, como esperando que eso aplacara la ansiedad del médico—. Como te comenté hace un tiempo, ahora me considero casado con mi trabajo —dijo, sin eliminar la sonrisa de sus labios.


—Así que no te gusta nadie —aventuró el doctor Watson, esperanzado en contra de su voluntad.


Sherlock, para su sorpresa, suspiró.


—Eso es algo distinto, mi querido John —dijo, negando con la cabeza—. A decir verdad, me siento atraído por alguien en éste preciso momento.


John estuvo a punto de atragantarse de nuevo. El corazón le dio un vuelco en el pecho y tuvo que tomarse un par de segundos para recordar cómo respirar.


De pronto, se sintió tonto: conocía a Sherlock desde hace meses, era su mejor amigo, y sería lógico pensar que, debido a eso, era capaz de percatarse de algún cambio en el comportamiento de su compañero de piso que denotara una repentina atracción por otra persona, puesto que Sherlock no solía mostrar verdadero interés por nadie… a menos que estuviera en una plancha de la morgue, claro está. El corazón le dio un vuelco al pensar que Sherlock no le había mencionado nada al respecto hasta el momento.


—¿Ah, sí? —preguntó John, sintiendo que un nudo de nervios se apretaba en su garganta. Tragó saliva con dificultad—. ¿Y cómo es ese sujeto que ha logrado captar la atención del asombroso Sherlock Holmes? —inquirió con un dejo de amargura en la voz.


Sherlock enarcó las cejas. Esos fantásticos ojos grises que tenía se deslizaron lentamente por el rostro de John de arriba abajo. El médico parpadeó varias veces: nunca sabría qué era lo que Sherlock veía en él cuando lo escrutaba de esa manera tan íntima y perturbadora.


 —Es un hombre fascinante, he de decir —comentó con una sonrisa. El ruido de la tormenta haciendo eco de sus palabras—. Encantador hasta cierto punto y un poco torpe también; personalmente, la mezcla de esos dos factores es lo que más me agrada de él.


John gesticuló un “oh” y se bebió de un solo trago los restos de té que quedaban en su taza mientras sentía que la cara se le ponía roja. El corazón le latía a toda velocidad en el pecho y le temblaban un poco las manos.


—Y si tanto te gusta —dijo, volviendo a percibir el tinte amargo gobernando sus palabras—, ¿por qué no te le declaras? Estoy seguro de que te dirá que sí, nadie puede resistirse a esa cara, esa voz, e-e… ¡ejem! —exclamó de pronto, fingiendo que se rascaba el cuello y después, la nuca. No podía creer que había dicho eso.  


Sherlock parecía verdaderamente sorprendido.


—Yo, sin embargo, dudo que su respuesta sea afirmativa —suspiró, negando con la cabeza. Dejó su taza en la mesa y volvió a entrelazar los dedos de las manos—. Siempre va por ahí diciéndole a todo el mundo que no es gay y pavoneándose con una novia tras otra. Es un poco incómodo, a decir verdad, pero a un veterano de guerra no se le niegan esa clase de placeres, ¿verdad, John? —comentó, riendo entre palabras. John, confundido, contenía la respiración—. ¡Oh, por fin! —dijo cuando las lámparas se encendieron. De inmediato se puso de pie—; ahora podrás actualizar tu blog, John, buenas noches —dijo y se marchó rumbo a su habitación.


John aprovechó la repentina soledad para tomar una gran bocanada de aire. ¿Qué importaba que la luz hubiera vuelto y que la lluvia estuviera amainando al otro lado del balcón? Demonios, ¿por qué había tenido que decirle a Sherlock que se declarara? Ahora le parecía que todo estaba mal.


Se inclinó hacia adelante y ocultó el rostro en sus manos. Se sentía como mier… ¿Sherlock había dicho que era un hombre fascinante y encantador, enserio?


Una llama se encendió en su interior y una sonrisa se dibujó en sus labios sin que pudiera evitarlo. Le gustaba —en más de un sentido— a Sherlock Holmes.


Se colocó una mano contra los labios para no comenzar a reír como loco, pues sabía, muy dentro de su cabeza… que Sherlock le gustaba también. Una pizca nada más. No se trataba de nada relevante o significativo. Simple atracción y ya. Ajá.


Se levantó y apagó la chimenea. Tomó su laptop y la colocó sobre sus piernas cuando se volvió a sentar. Accedió a su blog y desplegó un cuadro de texto para comenzar a postear una nueva entrada.


De pronto, Sherlock apareció de nuevo en la habitación, asomando el rostro por el borde de su puerta.


—Que no se te ocurra escribir algo relacionado a lo que acabo de decirte, John Watson —advirtió, pero inmediatamente después le guiñó el ojo y desapareció con la misma rapidez con la que había llegado.


John rió.


—No prometo nada —murmuró y escribió un título cualquiera.  


—Te escuché —le advirtió Sherlock y él se limitó a reír de nuevo.


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