Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Somewhere Only We Know por xSuicide_Silentx

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Luego de tanto tiempo esquivandole a la escritora fielmente, estoy aquí con este desafio xD

 

No estoy convencida de lo que escribí y como buena chica lo hice a última hora. 

 

Disfruten si pueden, y tienen los reviews para quejarse(?). 

 

 

Las clases habían dado por finalizadas en la preparatoria de Tokio. Todos los alumnos se encontraban guardando sus útiles y dando sus respetos al profesor frente a ellos quien los saludo con la amabilidad que le caracterizaba. Recordándoles que tareas debían traer para la semana siguiente. Algunos de sus alumnos contestaban con entusiasmo mientras otros suspiraban molestos por lo bajo, pero nadie reprochaba las decisiones de su profesor titular. Muchos de ellos agradecían que aquel hombre fuera su profesor.

 

Estricto a su manera, se preocupaba por cada uno de sus alumnos. Pues claro, Mizuki era así, luego de superar el gran problema de timidez en su adolescencia pudo cumplir uno de sus sueños, el poder convertirse en un profesor de cual sus alumnos, o la mayoría de ellos, se sintieran a gusto. Tampoco los directivos no podían quejarse, puesto que a pesar de ser permisivo en varios aspectos sus alumnos mantenían buenas notas en la mayoría de las materias. Sin duda podía decirse que su trabajo, desde ya hacía siete años había dado los frutos que él quería.

 

Poco a poco el salón de clases había quedado vacío y solo el joven profesor había quedado. Ordenando sus notas y apuntes de la clase así como los documentos de está. Una vez los tuvo levanto la vista y tuvo frente así el vacío salón. Sentía que cada clase que dictaba era volver a su pasado y a sus días de adolescente en esas paredes y en esa escuela. Como parte de su sueño era poder enseñar en el mismo lugar donde él había egresado de bachiller.

 

Y ahí estaba, en el mismo salón de su último año, pero ahora no ocupaba una mesa en el fondo sino que él estaba en el lugar del profesor. Casi diario eran los sentimientos encontrados que le invadían desde el momento que comenzó a trabajar allí. Más aún cuando recorría los pasillos de la institución al retirarse de las clases, era el momento que notaba cada detalle de los salones y como el paso del tiempo los había cambiado por más minúsculo que sea el cambio, terminaba por encontrarlos.

 

Cada salón parecía ser un recuerdo distinto en su mente, desde el salón que correspondía a su clase en cada año que había pasado allí, hasta el de biología o la misma biblioteca. Una historia que contar en cada uno de ellos, una historia que vivía en sus recuerdos y lo habían construido como el hombre que era hoy. Cada uno de ellos vivos en su memoria y avivados a casa paso que daba.

 

Pero solo uno de ellos era su preferido. El que albergaba más que solo el pasar de su juventud como estudiante en la preparatoria. Aquel lugar era la sala de música. No solo eran cuatro paredes que albergaban instrumentos, era una gran caja de memorias. Era el comienzo de lo que claramente podría decirse el comienzo de todo. Y al adentrarse allí, parecía que nada había cambiado, se sentía un adolescente de nuevo.

 

Los escritorios aún se ordenaban en semicírculo, con tal de no molestar al profesor y dar un gran espacio de recreación. Y como era claro, en medio del lugar el piano de cola característico en la mayoría de las escuelas. Pero para el joven profesor era más que un sobrio objeto de enseñanza estudiantil. Si pudiera hablar de seguro tendría muchas historias que contar, mucho que callar y mucho que recordar.

 

La expresión en el rostro lo delataba, el solo sentarse en aquel banco de negra madera y descubrir las teclas de marfil del piano le hacía volver el tiempo atrás y sus memorias fluían. Al tiempo que sus dedos desorganizadamente tocaban las piezas del instrumento tratando de recordar esa melodía que tantas veces había llenado esas cuatro paredes y que en algún momento había querido aprender. Pero como era obvio en esos momentos, no había surtido mucho efecto.

 

 

Su único propósito en ese instante era correr. Correr lo más rápido posible y buscar un lugar vació, que cupiera y no fuera fácilmente encontrado. La misma rutina de al menos dos o tres veces a la semana. Como la odiaba, pero sin embargo debía soportarla, no iría a molestar a los demás que le rodeaban por tonterías como aquella. ¿Cuántos años más debía de soportarlo? ¿Dos? ¿Tres? No eran nada comparado con su vida y con lo que había vivido. Se pasarían rápido.

 

Aun así, al escuchar las voces a lo lejos que cada vez eran más claras, sus piernas aceleraron el ritmo. Odiaba correr, odiaba los deportes, de seguro si el profesor de educación física le viera en esos momentos le regañaría y obligaría a unirse a algún club. Pero distinto era correr por la propia vida a que hacerlo por gusto. De todas formas, sabía que poco tiempo era el que disponía, los lugares que había usado ya los otros los conocían. ¿Qué podía hacer? Exacto. El salón de música. Estaba a la vuelta del corredor y dudaba que se fijaran allí si su presencia hacía lugar.

 

Estaba hecho, su nuevo refugio iría a ser la sala de música. Dando la vuelta a la esquina con cautela y movimientos rápidos abrió la puerta y la cerró, sin dar cuenta de que alguien se encontraba en el piano hasta el momento que se viró para esconderse entre los bancos traseros o bien detrás de los muebles. Al menos no era un profesor, sino que era un alumno, que no recibió bien la interrupción propia. Es más su cara de pocos amigos lo delataba. ¿Pero qué podía hacer? No podía echarse atrás teniendo en cuenta que sus perseguidores estaban a la vuelta. Hizo un gesto de complicidad a esté esperando que cooperara.

 

Y para sorpresa de sí mismo, aquel joven volvió a su tarea anterior, que parecía ser la práctica de las notas sobre el piano. No sabía si había sido su cara de espanto y ayuda o que realmente el otro había decidido cooperar con él. Lo que sabía que podía regresar en unos momentos más, de nuevo al aula. Y con suerte llegar a casa completo. De seguro la nueva melodía que resonaba en el salón había despistado a sus compañeros, alias acosadores. Podía respirar tranquilo, estaba a salvo por ese día.

 

-Gracias por no delatarme.- Pudo pronunciar estando seguro que no volverían a asecharlo nuevamente. Y como toda alma curiosa, centró su oído en la melodía que resonaba en el lugar. Pudiendo adivinar que no era una pieza clásica ni nada por el estilo. Hasta daría por hecho que era de autoría de aquel muchacho.- ¿Tu compusiste eso? –

 

Abruptamente las notas dejaron de fluir, así como el chico se centró en la distracción que representaba el otro en esos momentos. No había dicho nada por el hecho de que sabía, eran compañeros de clases y no iría a delatarlo, no le había hecho nada. Pero su naturaleza solitaria le pedía a gritos sacar, si pudiera, a patadas a ese desconocido de allí. – Ya se han ido los que te seguían ¿no es así? Puedes irte.-

 

Sin duda había sido una total descortesía las palabras que le fueron dirigidas, pero tampoco era que se caracterizará por hacer lo que los demás le pidieran en el mismo instante. Así fue el hecho de que, haciendo oídos sordos al comentario el muchacho solo se tomó el atrevimiento de sentarse en uno de los bancos a la espera de escuchar nuevamente la melodía que, en segunda vez, había detenido. Incrédulo a lo que sus ojos veían el otro se vio derrotado. Al menos si el muchacho se mantenía callado no sería un problema en el transcurso de tiempo. Practicaba solo, pero sabía que tarde o temprano estaría en otra situación.

 

Y luego de ese encuentro tan singular y raro, el hecho se repetía varias veces a la semana. Él tomaba asiento, en silencio y el otro interpretaba las partituras que traía. Acostumbrándose a la presencia del otro entre los recesos, llevando a cabo cortas conversaciones solo para saber lo justo y necesario del otro; o incluso pasaban el tiempo del almuerzo allí, entre el sonido del piano y el silencio. Entre las cortas y amenas charlas y el tiempo de alimentarse ambos. Hasta había ocasiones donde las opiniones salían a flote y eran tomadas en cuenta.

 

-Creo que con un  poco más de práctica, tendrás a todos en los bolsillos, Aki. – Aquellas palabras fluían al tiempo que se daba por finalizadas las notas de la composición de su compañero. Sin duda alguna el otro joven tenía un talento innato para ello, y debía admitir que él mismo no tenía oído musical pero gracias al otro lo había desarrollado en poco tiempo.

 

-Ya lo veremos, Mizuki. De todas formas es grata tu observación. – Ya era hora de volver a las clases y ambos lo sabían. El morocho acomodaba todo en su lugar, colocando nuevamente la tapa sobre las teclas y la manta que cubría al instrumento en su lugar. Mientras por el otro lado, se preparaba para ir primero al salón de clases.

 

-Confía en mí. Ya lo verás. –Fue lo último que se escuchó antes de la puerta cerrarse detrás de sí. Dando por terminada la conversación y que nuevamente eran dos desconocidos en una misma escuela.

 

***

 

Eran alumnos en la misma clase, pero ambos seguían con sus vidas, Mizuki con sus amigas y Aki sumergido en su propio mundo de la literatura. Tan diferentes en ambas partes pero la música los unía y los transportaba a otro mundo. Donde ninguno debía cuentas a nadie. No importaban las apariencias o los gustos de ambos. Eran ellos mismos ya en esas instancias. Pero todo no podía durar para siempre.

 

Al pasar los días habían tomado la costumbre de llegar a horas tempranas a clases, quedándose charlando amenamente hasta minutos antes que llegasen la mayoría de sus compañeros.

 

-¿Y quién te había dicho qué te iría bien? Anda, dilo. –No podía dejar pasar la oportunidad, sabía que el orgullo de su compañero era enorme y aprovecharse de ello era una total diversión.

 

-… - Nada, si algo era que lo caracterizaba al joven pianista era que no daba el brazo a torcer, más frente a la estruendosa risa ajena.

 

-No te matará decirlo por una vez, Aki. Eres un prodigio en el piano.

 

-¿No sabes cerrar la boca, verdad?

 

-No lo haré hasta que digas lo que quiero oír. –

 

Otra vez lo mismo, lo mejor que podía hacer era oídos sordos y dejarlo hablar solo. En su interior aceptaba que a veces sus críticas servían, pero de ahí a decirlo más con el tipo de persona que era el otro, no gracias. Se convertiría en una molestia lo que restaba del ciclo escolar y no lo iría a soportar. Mejor era levantar el libro que había comenzado aquella mañana y dar por terminada la charla, aunque Mizuki claramente seguiría molestándolo.

 

Y así iba a ser, pero se vieron interrumpidos por el abrir de la puerta del salón. Quedando el castaño petrificado ante lo que veían sus ojos. Entrando estaban sus amigas, ¿qué hacían ahí tan temprano? Y para complicar las cosas, se encontraba sentado frente al otro muchacho, dejando en claro que llevaban a cabo algún tipo de conversación. Excusas no tenía y por antemano daba que las chicas se molestarían. No les había comentado nada sobre ello, ambos habían acordado no dejar que se supiera pues los problemas los tendrían ambos y era lo que menos necesitaban.

 

-¿Mizuki? ¿Qué haces hablando con Aki? –  Y comenzó el martirio. Desde la expresión anonadada del pequeño grupo de chicas que termino en un gran recelo le daban a conocer que no tenía escapatoria.

 

-Solo… Le pedía prestada la tarea. Pero claramente no es algo posible.- La duda en la voz del muchacho era obvia y ni él se creía esas patrañas. Pero fue lo único que cruzó su cabeza en ese momento.

 

-Vamos, di algo más creíble Mizuki. ¿Nos ves cara de tontas? - Cada vez más acorralado se sentía, y las miradas que recibía no ayudaban. Era su problema y no debía meter a Aki en ello.

 

-Déjalo, de todas formas seguro no nos habrá querido contar porque le gusta, ¿o no? Yo te dije que tenerlo de amigo no sería algo bueno. - Otra de las muchachas hablo. Diablos ¿no podían callarse la boca y no hacer escándalo? Claramente la reacción de su cuerpo lo delato enfrente de todos. Y respuesta ante ello no tenía. Mentir no se le daba.

 

 Disparado salió de su asiento y sacó a sus "amigas" de allí, arreglarían las cosas fuera, suficiente era ver desde la puerta la expresión sorpresiva del otro en aquellos momentos. Muchas explicaciones tenía que dar y poco tiempo. Y una acalorada discusión se llevaba en el pasillo del instituto, discusión que claramente se podía oír dentro del salón al estarse totalmente en silencio. Gritos, reclamos y una confesión enfurecida que dejaba en claro sus sentimientos por el joven pianista. Y aquel escenario solo fue el comienzo de la vergüenza de verse descubierto.

 

Desde el incidente en la sala de clases la distancia entre ambos había sido obvia, esquivándose en todo momento como también esos recesos y almuerzos juntos ya no existían. La soledad volvía a hacer estragos en ambos nuevamente. Mizuki, se encontraba solo, sus compañeras le habían excluido el momento que le vieron hablar con Aki. Y el susodicho volvió a sumergirse en la compañía de sus libros y la melodía del piano, o eso deseaba.

 

Así como el tiempo se desvaneció entre los días juntos sucedió lo mismo con ambas distancias. Nadie hacía nada para solucionarlo. Sin duda eran días largos para ellos, y entre las leves miradas de uno al otro o el pasar y dudar de Mizuki al estarse frente la puerta del salón de música en los recesos y escuchar la música dentro de este, donde luego retomaba la marcha, lo confirmaban claramente.

 

Pero ante todo aún la incertidumbre de ser adolescente no les dejaba dar el paso que necesitaban para aclarar las cosas, un tonto mal entendido a causa de ajenos. Aun así, las coincidencias y el azar son inciertas y tramposas, volviéndose a cruzar frente al corredor de la sala de música mientras uno lo abandonaba y el otro pasaba solo para escucharlo desde fuera unos momentos, dar media vuelta e irse.

 

La sorpresa era lo que se expresaba en ambos rostros, pero cada quien mantenía una expresión a parte detrás de ella. Un morocho frustrado por no poder concentrarse y dejar fluir la propia música y un castaño aún avergonzado al ser descubierto dirigiéndose a ese salón, puesto que no tenía razón alguna para recorrer esa zona del instituto.

 

Un silencio se instaló en ambos al tenerse en frente así como ninguno podía moverse del lugar donde estaban parados. Mirándose fijamente en todo momento. Sin nada que decir, teniendo bien en claro que debían hacer, pero aun así no se dirigían palabra alguna para romper la tajante atmosfera que los rodeaba.

 

-¿Qué haces aquí? –  Aquella mirada y ese tono de voz daban a entender muy bien que la frustración no se había ido, más bien persistía con fuerza en si mismo.

 

-Solo pasaba por aquí.-  Mintió, estaba ahí para escucharle y hablar seriamente de lo sucedido. Pero no pudo. – Será mejor que me vaya. – Escapar del morocho era lo único que cruzó su mente en ese momento.

 

No sucedió así, una mano firme fue la que le sostuvo y le obligó a quedarse allí, arrastrándole dentro del salón. No se podía negar que en el rostro del castaño se reflejaba el temor por lo sucedería. No había sido nada bueno que dejaran tan al descubierto y menos el tener que reflejar de aquella manera sus sentimientos.

 

Esperaba pidiera una explicación de todo o un gran regaño por la otra parte. Pero no paso así, unos labios capturaron a los otros. Sorpresa fue la que se expresó en el rostro del muchacho. Ahora Mizuki necesitaba pedir una explicación. Llegando gusto a tiempo.

 

-El evadirnos no funciona, si piensas que me molestaría por tus sentimientos, te equivocas. Siento lo mismo por ti, Mizuki.-

 

No era la típica escena salida de un cuento de hadas, pero Aki estaba siendo sincero. ¿Para qué mentir? Había comenzado a quererlo en el transcurso de los meses. Claramente, los sentimientos no eran su fuerte y si las cosas no hubiesen sido tan forzadas todo habría sido distinto, pero lo que importaba era el ahora y la oportunidad no desperdiciada.

 

Rechazo no obtendría, estaba enterado de los sentimientos ajenos, de todos modos el shock inicial se plasmaba en el rostro del castaño. Manteniendo a un muchacho impaciente a su reacción ¿qué diría? ¿Cómo reaccionaría? De seguro tendría un regaño por ocultarlo. Ya no importaba.

 

Solo obtuvo un eufórico adolecente colgado de él que comenzaba a pucherear por todo lo pasado en esas semanas, mas ya no era necesario decir palabras. Desde ese momento una pareja se había formado.

 

***

 

Ya faltaba poco para dar fin a las melindrosas clases, la graduación estaba a la vuelta de la esquina y ellos aún juntos. Problemas si los hubo y los había, pero, aun en su cierta inmadurez, los resolvían. Sus compañeros de clases ya dejaron de asediarlos, habían cambiado. Aun así, poco les importo. El tiempo pasaba rápido y ya olían la vida después de la secundaria.

 

Varios eran los momentos que la charla sobre el futuro resaltaba entre los dos, Mizuki por su lado había de tener un sueño simple, un profesorado y enseñar en la misma escuela a futuro; mientras que Aki buscaba algo más grande gracias a sus habilidades musicales. Pero algo de lo que aseguraban era que el otro debía estar en su futuro.

               

Tenían por claro que, una vez fuera del mundo preparatoriano el tiempo escasearía y las complicaciones se harían presentes. Pero estaban dispuestos a enfrentar las adversidades que conllevarían. O al menos era lo que creían.

 

Sin embargo la vida es caprichosa y juega sus cartas a gusto de ella, sucediendo lo impensado. Una sorpresa para el joven pianista y un desagradable sabor de boca para su pareja. Había sido elegido para una beca en el exterior; toda su familia estaba orgullosa de sus logros así como lo alentaban a seguirla. Pero él dudaba… Dudaba entre aceptarlo y engrandecer sus sueños o poder esperar un poco más por ellos y seguir allí.

 

Y esa duda era la que reflejaba día tras día el morocho en su comportamiento. El pensar en su futuro le consumía el tiempo, estaba distante y ausente. Deseaba irse al extranjero, era obvio ¿pero cómo explicárselo al otro, si de nada hacía un gran problema? Era obvio que le daría su apoyo y le aconsejaría tomar la beca, pero en su interior las cosas serían diferentes.

 

Tarde o temprano debería de enfrentar la situación, y eso sucedió más temprano de lo esperado. Si algo era lo que destacaba de aquel chico molesto e hiperactivo es que nada pasaba desapercibido a sus ojos, era despistado pero un buen observador.

 

-Dime ¿te sucede algo? Has estado ausente y no creo que sean por los exámenes de ingreso. Sabes que te irá mucho mejor que a mi.-

 

Había sido descubierto. Buscando la forma de expresarse, el ambiente se volvió incómodo.

 

-Obtuve una beca en el extranjero y estoy pensando en aceptarla.-

 

Silencio nuevamente. ¿Qué decir con respecto a ello? Era una gran noticia, pero los volvían a alejar y era una distancia tan difícil de poder cubrir. Deseaba decirle que no se vaya, que se quedará, de todas maneras era un prodigio y alcanzaría la fama. Pero las oportunidades como esa no eran para siempre.  Lo mejor que podía hacer era sonreír por él y dejarlo ir.

               

-¿En verdad? ¡Muchas felicidades, Aki! Acéptala ya. No suceden estás cosas dos veces en la vida.-       Volver a fingir eso, era lo que estaba haciendo, una sonrisa y una tristeza totalmente disimulada. 

 

La obviedad en el rostro que observaba era palpable. Pero tampoco tenía algo para sostener una negativa. Sabían que no se presentaría dos veces esa oportunidad. Era ahora o nunca. Desde ese momento el futuro de ambos se había marcado y dirigido por separado.

 

Y ahí estaban, el día de su graduación había llegado. Todos sus compañeros emocionados y otros ciertamente con aire de nostalgia ¿cómo no tenerlo sí era una obviedad que muchos de ellos ya no se verían más? Pero el sentimiento de comenzar una etapa nueva en la vida era lo que prevalecía sobre todos esos sentires. El salón era llenado por los murmullos de los distintos y diversos futuros que cada uno iba a seguir. Pero para ellos, no había mucho que decir. Aki se iría esa misma tarde. Y aunque ya todo fuese premeditado, dentro de ambos no querían que el pasar de las horas se completara.

 

Se sentían tontos, desde aquella realidad plasmada nada parecía lo usual. Ese trato tan distante se había instalado de nuevo y el arrepentimiento se hacía presente ahora. Pero era tarde, muy tarde ya para poner sobre la mesa los verdaderos sentimientos. La excusa de solo un amor juvenil era la que prevalecía. Ya irían a encontrar a otras personas y se auto-convencían de eso. Pronto la ceremonia daría inicio y las palabras entre ellos habían sido amenas.

 

Como despedirse era la pregunta que se hacían. Ya poco tiempo era el que les quedaba antes del vuelo, y la ceremonia daría inicio en un cerrar y abrir de ojos. Lo único en claro que tenían era darse una última vuelta a ese salón de música que tanto tiempo les había servido de escondite y lugar confortable.

 

Donde todo comenzó, todo iría a terminar. Ambos se encontraron en el mismo salón a destiempo pero no expresaban sorpresa, era una obviedad. Como muchas otras veces el banquillo del piano fue su asiento compartido y su acompañante el silencio. Hasta que uno de los dos se dignó a hablar.

 

-Sabes… Ya no puedo sostener esta mentira. No quiero que te vayas. Pero es lo mejor para ti. – El tratar de mantener su compostura no servía, el solo pronunciar esas palabras le destrozaba.

 

-Lo sé, a decir verdad, mis deseos de ir no son muchos. Pero no puedo desaprovecharlo ¿verdad? – No podía verlo, sabía lo que sentía porque lo sentía él mismo.

 

-Solo prométeme que tarde o temprano volverás. Sé que tienes que ir, no puedes desperdiciar tu futuro. Pero prométeme que volverás.-

 

-Claro que lo haré… -

 

***

 

 Todos aquellos recuerdos se iban desvaneciendo al tiempo que dejaba el intento de reproducir la melodía de su pasado y bajaba la tapa sobre las teclas. ¿Cuántos años ya habían pasado desde esa promesa? ¿Diez años o un poco más? Realmente había perdido la cuenta, pero no le importaba. Su presente aún era prometedor.

 

No era alguien nostálgico, pero esos pequeños viajes al pasado que hacía le dejaban un incierto mal y buen sabor de boca. En ello había alegrías y tristezas, experiencias nuevas que le acompañaron siempre, risas y llanto. Y sobre todo un gran amor que lo acompañaría toda la vida. Eso era lo que pasaba por su mente entre que sus pasos le llevaban de nuevo fuera del salón como fuera del instituto.

 

-Vaya, al fin sales. Pensé que debería de ir a buscarte otra vez. –

 

No pudo evitar reír, era la misma discusión año tras año. ¿Pero que podía hacer? Esa fecha para sí mismo era por demás especial, y el otro lo sabía. Le recordaba desde su encuentro hasta su última despedida, y ya habían sido cuatro años desde que volvieron a encontrarse en el paso de los años. ¿Quién diría qué luego de tantos años separados aún los sentimientos colmaban sus corazones?

               

-No seas gruñón, aún tenemos tiempo ¿no es así? Las reservaciones no se irán a ninguna parte.- Esas fueron las palabras del profesor al verse frente a su actual pareja, aquel pianista de secundaria que ahora tenía una fama de tamaño global, Aki.

 

-No, solo se las darán a otros. Cuanto más rápido lleguemos mejor.- Una respuesta bastante obvia pero que de poco era frente ante ese hombre. Siempre se salía con las suyas desde el momento de conocerse hasta el día de hoy.

               

Pero había que aceptarlo, eran el uno para el otro y eso lo sabían, ni la distancia o el tiempo pudo con ellos. Y gran testigo de ello era aquel edificio que para pocos solo fueron años de maduración o siquiera años para olvidar. Sin embargo para ellos, fue el comienzo de todo lo que les deparaba el presente y el futuro.

                

Notas finales:

Eso es todo. No puedo decir mucho más sobre esto. Fue algo repentino que salió al escuchar una canción y así lo plasme.

 

No es mi fuerte tampoco este tipo de relatos, creo yo. Pero espero lo hayan podido disfrutar.

 

See you later.~♥


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).