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Luces de neón por PureHeroine

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-          ¡Otra, otra, otra, otra! – Mi cabeza decía que no, pero el resto del cuerpo y mi grupo de amigas, decían que sí. Cogí uno de los tantos vasos de chupito que descansaban en la mesa, junto a paquetes de cigarrillos, otras botellas de alcohol y varios restos de marihuana, traídos por uno de nuestros tantos amigos que se encontraban en ese momento en la fiesta. Todo había comenzado con una pequeña fiesta entre amigas. Al principio, bebíamos tranquilamente recostadas en la zona chill-out de la gran casa de campo de mi amiga Brenda. Ahora, éramos más de veinte personas, de los cuales, una mínima parte estaba sobria.

La música estaba tan alta que parecía que iba a explotar nuestros tímpanos, había gente con ropa metida en la piscina. Bueno, y sin ropa también. Que luchaba por intentar bailar, o no ahogarse. No sé. Solamente sé que Inma se pasaba la noche rellenándome el vaso de tubo. Mi boca estaba adormecida debido a la gran ingesta de alcohol y mi vista estaba algo borrosa. Llevaba el pedo del siglo, genial. Uno, dos, tres chupitos más de sal, tequila y limón.

-          ¿No creéis que nos estamos pasando un poco? – Preguntó Ana bastante ebria dejando la botella de ron encima de la mesa.

-          No tenemos nada que perder. – Comenzó  Cristina a reír y se intentó encender un cigarrillo, pero se le resbaló de entre los dedos y me miró estallando en carcajadas y contagiándome la risa por aquel ridículo momento en el que se le había caído el tabaco al suelo. ¿De verdad íbamos tan bebidas?

-          ¿Esa que está ahí es Carolina? – Preguntó Marta entre risas. – Se está comiendo a Marcos. – Giré la cabeza y, efectivamente, vi a dos personas de forma borrosa comiéndose la boca frente a los ojos de todos. Aunque todos iban tan borrachos que dudo que le dieran importancia alguna. – No veo una mierda. – Dije riendo.

-          Se está comiendo tus babas, Paula. – Me miró Brenda mientras bebía de su cubata. - ¿No estuviste con ella la semana pasada?

-          A la gente le gusta comerse los restos que dejan los demás. – Dije con dejadez masajeándome la sien debido al mareo.

-          ¿Te la tiraste? – Se levantó de su asiento Inma bastante sorprendida. - ¡Joder, qué fuerte!

-          No fue nada del otro mudo. – Reí. – Pero joder, qué bien lo hacía. – Acerqué el vaso con fiereza a mis labios para acabar con los últimos tragos de alcohol, pero tenía los labios tan dormidos que derramé toda la bebida sobre mi escote. Se me quedaron mirando calladas, y estallaron en carcajadas al ver el tan torpe movimiento que acababa de hacer.

-          Callaos, zorras. – Reí yo también y me levanté con dificultad, volviendo a caer en la silla. – Voy al baño a… arreglarme esto. – Me levanté tan rápido que la silla volcó y volvieron a reír. – Vosotras no os podéis ni levantar, así que… - Tropecé con mis propios pies y caí encima de Martha, que iba igual o peor que yo.

-          Será mejor que te acompañe. – Intentamos levantarnos ambas pero volvimos a caer y a reír. No sé ni cómo pudimos levantarnos, pero abrimos la puerta de la casa con bastante dificultad. Habían personas tiradas por los sofás, gente haciéndose incluso la cena y comiendo guarradas tirados en el suelo de la casa. ¿Cómo una pequeña reunión entre amigas se ha podido convertir en una fiesta americana cómo las que se veían en las películas más descabelladas?

-          ¿Dónde está el baño? – Martha se apoyó completamente en mí e hizo que me desestabilizase, apoyándome fuertemente en la primera puerta que me encontré, haciendo que la abriese y entrando seguidamente en un dormitorio.

-          Aquí no es. – Dije totalmente ebria observando a una pareja de tres montándoselo en la cama. Cerramos la puerta rápidamente y reímos de manera exagerada, buscando el baño de manera torpe, palpando la pared y abriendo cada puerta. - ¿Es esto el baño? – Le pregunté a Martha desorientada.

-          No pienso buscar más habitaciones, hay demasiadas. – Cerró la puerta tras de sí y se dirigió al retrete.

-          ¿Cuál vas a utilizar tú? – Me preguntó Martha apoyándose en la pared y señalándolo.

-          ¿De qué? – Reí apoyándome en el lavabo.

-          ¿Cuál de los dos retretes vas a utilizar? – Estallé en una gran carcajada al entender que estaba viendo doble.

-          Usa el que quieras, yo tengo que arreglarme esto. – Me quité la camiseta con algo de dificultad y cogí una de las miles toallas que había en el baño. La mojé en agua y me la pasé por el pecho, secándome la ginebra que había quedado en mi sujetador. – Mira Martha, nos han dejado la mercancía preparada. – Reí al ver una raya de cocaína en una parte del mármol del lavabo. - ¿Martha? – Giré mi cabeza y estaba dormida encima de la taza. Reí al ver la escena y se despertó sobresaltada.

-          ¿Decías? – Intentó subirse la ropa interior pero tuve que intervenir y ayudarla. Aunque yo tampoco iba demasiado bien. - ¿Eso es coca? – Hundió el dedo en la raya y la olió.

-          ¿Acaso sabes cómo huele la coca? – Reí al ver las caras que Martha hacía y pasó la lengua por su dedo. Estallé en una carcajada y la volví a mirar sorprendida.

-          ¿Te animas? – Hizo el ademán de esnifársela, pero nos quedamos mirando sorprendidas al notar como la música se paraba de seco y abrían la puerta de una patada.

-          ¡Policía! – Entraron dos agentes uniformados. - ¡Salgan! – Gritó la figura más alta y se dirigió al lavabo, viendo la droga y palpándola con el dedo. – ¿Cocaína, eh? Mételas al coche. – No entendía bien qué decían, algo de la droga, las figuras cada vez se hacían más borrosas y las voces más lejanas.

-          Deberías ponerte algo encima. – Me dijo una voz aterciopelada que vestía el uniforme de policía.

-          Métela al coche. – Dijo con rudeza la otra persona. – Y a la otra también. – Señaló a Martha que se encontraba sentada en el suelo con un gran mareo. – Rápido, Lara.

 

 

-          ¿De verdad es esto necesario? – Pregunté aburrida extendiéndole un brazo al paramédico para que me sacase sangre.

-          Tenemos que haceros un análisis. – Dijo duramente el policía que paseaba por la habitación. – Para ver si lleváis droga en el organismo. Porque está claro que alcohol sí. – Brenda comenzó a reír por lo bajo y le contagió la risa a Inma.

-          ¿Quién os ha dado la droga? – Golpeó la mesa bastante molesto por nuestra actitud y se me escapó una pequeña carcajada que siguió Ana.

-          ¿Pero de qué droga estás hablando? – Brenda se recostó en la silla y suspiró esbozando una sonrisa.- Yo no sé nada de ninguna droga.

-          Encontramos cocaína en el baño.

-          ¿En el baño? – Rió Irma y nos miró a Martha y a mí. - ¿Pero qué estábais haciendo vosotras allí dentro, zorras? – Volvimos a reír y el policía suspiró pesadamente. - ¡Agente Jones, Agente Díaz! – Vociferó el mayor molesto y entraron dos agentes a la sala. – Las interrogaremos por turnos, porque juntas es imposible. – Suspiró cansado. – Jones, llévate a la semidesnuda. – Me dirigió la mirada. -  Díaz, llévate a la rubia y a esa que está dormida. – Señaló a Ana y a Martha, que dormía con la cabeza ladeada.

-          Por aquí. – Me levanté sin mirar al agente a la cara y pasé por su lado, dirigiéndome a una sala contigua. Crucé mis brazos para taparme lo máximo posible. Estaba en sujetador, tenía frío y todo me daba vueltas.

-          ¿Tienes frío? – Me dijo el agente mientras se sentaba justo enfrente de mí, sorbiendo de la humeante taza de café que sostenía sobre sus manos.

-          ¿Me lo preguntas de verdad? – Dije algo molesta.

-          Ha sido una pregunta estúpida. – Rió levemente. – Perdona.

-          ¿Y ahora qué pasa? – Pregunté levantando la cabeza y topándome con unos ojos azul cielo de la agente. Era alta, quizás unos centímetros más que yo. Tenía el pelo recogido en una coleta alta y larga.  

-          Tenemos que esperar a los resultados. – Se levantó levemente y se acercó a mí. – Necesitamos saber si hay droga en vuestro cuerpo.

-          Sí. Eso ha dicho tu jefe… - Suspiré y noté como ponía en mis hombros su chaqueta. – Gr-gracias…

-          No hay de qué. – Sonrió mostrando su perfecta dentadura. – Me pareces una buena chica, así que… me podrías decir quién os ha facilitado la cocaína que hemos encontrado en el baño. – Me coloqué bien la chaqueta y la abroché. La chaqueta era muy cálida y desprendía el olor de aquella agente. Levanté la vista y seguí sus movimientos hasta que colocó su silla justo enfrente de la mía.

-          Nadie nos proporcionó la droga. – Crucé mi mirada con la suya. – Simplemente la encontramos allí, nada más.

-          Sabes que mentir conlleva…

-          Los borrachos y los niños siempre dicen la verdad, ¿no? – Tomé mi cabeza entre las manos y recorrí con la mirada sus largas piernas. Ella en cambio paseó su mirada por mi torso desnudo, deteniéndose en un cierto punto. Subí la cremallera para taparlo completamente y le di una sonrisa cínica.

-          Llevas un gran golpe ahí. – Volvió a mirarme. - ¿Te has…?

-          Juego al balonmano. – Suspiré. – El último partido no fue demasiado pacífico.

-          Tendré que detenerte más a menudo. – Sonrió de lado y se recostó en la silla. – Aquí al menos estarás a salvo.

-          “Te aseguro que tú no estarías a salvo”. – Pensé y mordí levemente mi labio inferior.

-          Jones. – Entró su jefe a la sala y paseó su mirada. – Ya están los resultados.

-          ¿Y qué dicen? – Preguntó interesada.

-          Está limpia. – No me quitó el ojo de encima. – Tómale los datos y deja que se vaya.

-          ¿Qué pasa con las demás? – Preguntó.

-          Todas están limpias y ninguna tiene antecedentes. No hay por qué desconfiar de ellas… por ahora. – Se marchó dejando la puerta entreabierta.

-          Creo que tu jefe está enfadado por no haber encontrado lo que buscabais. – Me levanté de la silla y me desabroché la chaqueta.

-          Llevamos un mes buscando a una banda de narcotráfico. – Suspiró. – Creímos haber dado con ella pero… está claro que no. – Deslicé la chaqueta por mis hombros y ella habló.

-          ¿Te la vas a quitar? – Me preguntó extrañada. – Puedes llevarla a casa.

-          ¿Me estás regalando tu chaqueta? – Reí.

-          Te buscaré para recuperarla. – Sonrió de lado. – Tu nombre es… cogió uno de las tantas fichas que descansaban sobre la mesa y sacó un bolígrafo de su bolsillo.

-          ¿Sabes que es de mala educación preguntar un nombre sin decir antes el tuyo? – Me volví a colocar la chaqueta de forma sugerente.

-          Esto es diferente, pequeña. – Ladeó su sonrisa. – Yo soy la policía, tú la delincuente. Yo soy la ley. – Sonrió con autoridad.

-          Paula. – Cedí. – ¿Y cuál es tu nombre de pila, señorita Jones? - Recalqué su apellido y sonrió.

-          ¿Crees que te lo diré tan fácil, Paula? – Dijo enfatizando mi nombre y la miré interrogante.

-          ¿Te haces la dura, Jones?

-          Te lo diré la próxima vez que nos veamos y recupere mi chaqueta. – Sonrió. – Adiós, Paula.

-          Adiós, Jones. 


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