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Kalinka por Maira

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Permanecía sentado en medio de la oscuridad, con la mirada fija en el paisaje urbano a través de los ventanales. Los únicos indicios que delataban su presencia eran el ardiente extremo del cigarrillo encendido, posado sobre el borde del cenicero de cristal y los destellos que su vaso de Whisky desprendían cada vez que los retazos de nubes en el cielo despejaban aquel círculo de plata comúnmente llamado Luna. Su cuerpo reposaba sobre el sillón más caro de la casa, uno que había mandado a hacer por capricho. A lo lejos, la música del reproductor de uno de sus nietos desgranaba notas de música clásica. Beethoven, pensó para sus adentros. Suspiró, se arrebujó contra el cómodo respaldo, cerró lentamente los ojos.

Yasunori Hayashi era mucho más viejo de lo que aparentaba. Con casi cien años de edad, su imagen no obstante era la de un hombre en sus cuarentas. Había vivido el tiempo suficiente para ver crecer a sus hijos y sus nietos, también a sus bisnietos. Era un poderoso hechicero, un nigromante. Empleando las artes oscuras había logrado superar con creces la muerte.    

Gracias a la fortuna amasada bajo sus hábiles manos, eran tan ricos que podían mantener sin problemas una enorme casa con sus numerosos sirvientes en un vecindario prodigioso. Alrededores, las calles conformaban una red de vías seguras de transitar, muchos de sus vecinos eran famosos. Asimismo tenían casas de verano en varias ubicaciones preciosas, completamente alejadas de cualquier urbanización. Los viñedos eran administrados por el más brillante de sus nietos, al igual que los campos de maíz; todos los años obtenían buenas ganancias y eran generosos con todos sus empleados a la hora de la paga. A su vez habían invertido en el negocio de las piedras preciosas, los materiales de construcción, el tabaco y la industria farmacéutica de la zona. Eran millonarios, inmensamente adinerados; aunque a Yasu eso había dejado de importarle hacía mucho tiempo.

Buscó el vaso a tientas, bebió un par de sorbos. Luego se vio obligado a tomar a conciencia el cilindro que ya se había consumido en tres cuartos de su totalidad. Mientras daba la última calada con los ojos entrecerrados, a lo lejos la música viró hacia la pieza de un compositor desconocido para sus oídos. Ah… era un tabaco fantástico, dejó escapar el humo muy despacio. El vaso reposó sobre la pequeña mesita justo a un lado del sofá, no volvería a tocarlo.
Con mucha pereza se estiró, arrojó en el interior del cenicero la colilla aún ardiente y por último se puso de pie de un salto. Esas horas de la noche eran sus favoritas, pues tenía la casa para él solo.

La alfombra amortiguó sus pasos a través de la sala, el pasillo, las escaleras. Sólo el leve crujido del anteúltimo escalón le hizo apretar los dientes. Jamás lo había enviado a arreglar, pues le gustaba la sensación frustrante que a todos les proporcionaba cuando intentaban espiarlo durante sus momentos a solas en la planta baja.
Se dirigió a paso firme hacia su habitación ubicada al final del pasillo, a la izquierda. Un ruidoso bostezo se le escapó a mitad de camino y al parecer eso bastó para alterar los ánimos de Yuto, su bisnieto más ‘especial’. El muchacho abrió de repente la puerta de su habitación, acompañado de un gemido se lanzó sobre él, lo abrazó por el medio del cuerpo y Yasu tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para mantener el equilibrio.
Yuto, su pobre niño-adolescente, un débil mental a cuya madre siempre había despreciado. Si la muchacha no hubiera sido tan descarriada, en esos momentos no sólo tendría un bisnieto sano, sino que a su preciado nieto entre los suyos. Habían sido padres demasiado jóvenes, cuando aún la vida para ellos consistía en salir a discotecas, pasear en el coche, experimentar con drogas o alcohol. Estaba convencido de que ella había sido la causante de todas las desgracias, pues su nieto jamás hubiera hecho cosas semejantes por iniciativa propia. La noticia del accidente automovilístico le había roto el corazón, jamás se había recuperado por completo. De hecho, cada uno de los difuntos miembros de su familia se había llevado consigo una pequeña porción de su corazón.
Sí, él había logrado escapar de la muerte; sin embargo, irónicamente, el clan Hayashi estaba poblado de ella.

Estrechó fuertemente entre sus brazos a Yuto, le besó la mejilla, más tarde lo guio de vuelta al interior de la habitación. Lo reprendió suavemente por haber permanecido de pie contra la puerta durante tanto tiempo, siempre hacía lo mismo. Con paciencia le ayudó a colocarse unos pijamas frescos, luego lo recostó. Enternecido por el gesto que Yuto le hizo, lo abrazó de nuevo. Por un instante el fuerte abrazo correspondido del muchacho lo dejó sin aire. Le pidió varias veces que se durmiera mientras le acariciaba los cabellos, por suerte había heredado el tono rubio característico de la familia.

─A-Abuelo… ─Yuto solía alargar demasiado las vocales, hecho que a mucha gente le incomodaba. Pronunciaba cada palabra muy lentamente, con cuidado de no equivocarse.

─No, Yuto ─Yasu no pudo evitar reírse─. No soy tu abuelo, ya te lo dije ─se sentó el borde de la cama, muy paciente al escuchar la palabra otra vez─. El abuelo es Tadashi.

─Ta-aaji.

─Sí, muy bien. Ahora duerme. ¿Dónde has dejado al Señor Mono? ─preguntó a la vez que llevó su vista alrededores en busca del peluche de Yuto, hasta que al fin lo encontró y se lo entregó. De esa manera era más fácil que el menor se relajara.

Tardó mucho tiempo en lograr que se durmiera, de todos modos él no tenía prisa. Nadie lo esperaba en la cama esa noche. Ryutarou se encontraba en alguna ciudad lejana arreglando unos asuntos que a él se le hacían tediosos.

Por unos instantes la idea de recostarse junto a Yuto se le hizo tentadora, pues el adolescente dormía tan plácidamente que era imposible no sucumbir a la tentación. Su rostro relajado, al igual que su cuerpo y su respiración, le transmitían una incomparable sensación de tranquilidad. Pocas veces podía verlo así. Le abultó despacio la almohada. Al fin decidió revisar la medicación del muchacho. Observó satisfecho el hueco en el blíster correspondiente a ese día.
Él mismo con mucha perseverancia le había enseñado que debía tomar las píldoras a diario, también le enseñó a cepillarse los dientes, amarrarse los cordones y a realizar otra serie de tareas sencillas. Las enfermeras eran inútiles, sólo lo hacían llorar o lo ponían peor. Así que en contra de lo que le recomendaron los médicos, tomó la decisión de arreglárselas como pudiera. Últimamente le había enseñado unas cuantas palabras, el menor las utilizaba correctamente; aunque a la hora de enseñarle a leer o escribir palabras cortas, se encontró con que los límites de su pequeño eran demasiado fuertes como para intentar sobrepasarlos.

Por si acaso le dejó encendida la luz de la lamparita en la mesita. Le depositó un último beso cariñoso seguido de más caricias antes de abandonar la habitación.

 

Por sobre todas las cosas, a él le gustaban las fiestas. Solía codearse con todo muchacho famoso que se cruzara en su camino. La atención que tanto su nombre como su apariencia física atraían, lo llenaba de gozo. Su vida transcurría entre clubes nocturnos exclusivos, muchas veces solía ausentarse de casa durante varios días. Debido a eso Yasu solía ponerse furioso, le decía que su falta de límites no sólo le perjudicaría a él, sino a la familia entera.
Vestía a la última moda, casi nunca repetía una prenda, sus armarios estaban a rebosar de cosas que ni siquiera necesitaba. Tenía el cabello largo, del tono rubio propio de los Hayashi y lo cuidaba más que a su propia vida. Aquel era el único atributo que lo diferenciaba radicalmente de su hermano mellizo, lo odiaba tanto que usaba toneladas de maquillaje para borrar toda evidencia del abrumador parecido. Su aburrido nombre había sido sustituido por un apodo que había elegido con mucho cuidado: Shindy.

Fumaba el mejor tabaco, bebía el Champagne más caro hasta emborracharse, consumía drogas de la mejor calidad. Era muy común que amaneciera en la cama de algún extraño, siempre tan adinerado como él. Para ese tipo de cosas Shindy no era nada estúpido. Jamás se tumbaría sobre sábanas que no fueran importadas. Trataba con desprecio a los sirvientes de los que ni siquiera era amo, hurtaba por puro placer los pequeños objetos valiosos que encontraba mientras el dueño de casa aún dormía. Y mientras esperaba que lo recogieran, si es que no traía el coche consigo, se fumaba un par de cigarrillos.

Shindy estaba plenamente consciente de que era bello, aun así le encantaba que la gente se lo dijera. Si las responsabilidades no le hubieran fastidiado desde que tenía uso de razón, podría haber sido un modelo publicitario. El matrimonio, las empresas familiares, la administración de las numerosas casas, nada de eso estaba en sus planes. Él había nacido para gastar la fortuna familiar, divertirse, vivir la vida.
Solía enredarse con empresarios casados que sucumbían a sus encantos, los llevaba consigo en sus diversos viajes. En más de una ocasión había tenido problemas con la prensa, pero luego de amenazar a los medios a través de su abogado, todo volvía a la calma. Le gustaban los clubes nocturnos extranjeros, quizá mucho más que los de sus propias tierras.

Así le gustaba ser. Se consideraba un chico divertido, alocado, decidido. Nadie lo comprendía, todos lo envidiaban, pero a él no le importaba demasiado. Que el mundo se jodiera, él era su maldito rey. Nada ni nadie jamás iba a detenerlo, ni siquiera su excéntrico bisabuelo y cabecilla de familia, a quien amaba secretamente con toda su alma. Siempre buscaba hombres y muchachos que se le parecieran, imaginaba que ellos no se encontraban allí, entre sus piernas; sino que Yasu lo hacía. Esa tal vez era la mayor miseria de su vida.

Había heredado los poderes que a ojos ajenos rodeaban de misterio a la familia. Por supuesto, él no los poseía todos. Tenía los llamados ‘Ojos de fuego’, con tan sólo concentrarse en un lugar podía generar pequeñas llamas que desencadenaban fatales incendios. Era muy útil para encender los cigarrillos sin necesidad de un mechero cuando se encontraba solo, lo divertía bastante, aunque era un poder que le había costado mucho trabajo dominar.
También era poseedor de una pequeña capacidad para leer la mente, a pesar de que solía pensar que sólo se trataba de una magnífica intuición. De vez en cuando se topaba con pequeñas predicciones en sueños, lo entretenía adivinar en qué momento llegaría el fragmento del día siguiente.

Su hermano mellizo era un hechicero mucho más poderoso que él, hecho que también detestaba. Sentía que tenía menos de lo que merecía, pues desde el origen de los tiempos todo lo bueno le había sido otorgado a Jui. Su hermano, su contraparte. ¡A Jui ni siquiera le importaba ser un hechicero! Su mera presencia le hacía hervir la sangre.

A su parecer, el muchacho no merecía formar parte de la familia. Se pasaba el día en la zona de los sirvientes, dormía con ellos como si fuera uno más. A Shindy le parecía que un pordiosero se veía mucho más elegante que él. Siempre estaba sucio, con las ropas desgastadas, descalzo. De vez en cuando se colocaba unas botas de pescador e iba a atrapar peces al arroyo que se encontraba a un kilómetro de la casa. ¿Qué diablos sucedía con él? ¿Cómo podía existir un Hayashi que disfrutara de oficios tan ruines como la carpintería, la mecánica o el cultivo de campos? Jui era un traidor, un desviado, solía escaparse a los barrios más bajos y disfrutar de los espectáculos callejeros. Lo peor del asunto era que Yasunori parecía disfrutar de su compañía. Cada vez que los veía sentados en la hamaca instalada en el centro del jardín trasero, no podía reprimir los deseos de matarlo.

Si lo pensaba bien, nadie en su familia era perfecto. Comenzando por su primo Yuto, un idiota mental al que todos consentían. Sus únicos tíos vivos eran detestables, en especial Iori que era un presumido por encargarse a la perfección de los negocios familiares. Su abuelo Tadashi era tan raro como Yasunori. Kamijo, el padre de su primo Kouki, tal vez no supiera que se encontraba en la era de las computadoras. Kouki le era indiferente, creía que no le aportaba mucho más al asunto. Por último estaba su primo Yuki, de dudosa procedencia. A pesar de tener aproximadamente la misma edad, no recordaba haber visto jamás a sus padres. Simplemente apareció un día, en brazos de su abuelo Tadashi y envuelto en una manta. Shindy estaba seguro de que era un asqueroso huérfano.

En cuanto a sus padres, los habían abandonado apenas nacidos. Él no tenía mucha idea acerca del asunto, sólo sabía que eran un par de amantes de la naturaleza que fumaban hierba, comían porquerías y viajaban por el mundo con una mochila a los hombros. Si existía alguien que odiara más a su familia que él, necesitaba que se lo presentaran para así sentirse mejor.

No tenía mucho tiempo que perder en pensamientos inútiles, pronto tendría que partir hacia un club nocturno al que lo habían invitado. Enseguida fue a prepararse. Como había pasado la noche anterior en vela, también necesitaría un café fuerte y una buena línea.

 

El alerta llegó a través de una llamada. Él se acercó rápidamente a la silla del escritorio, tecleó un par de coordenadas en el mapa del ordenador e hizo una marca virtual. Más tarde lo imprimiría para asegurarse de llegar al lugar correcto.
Desde hacía varias generaciones su familia formaba parte de la Organización Secreta Anja Btrih, cuyos orígenes se remontaban a los primeros siglos de la historia de la humanidad, su nombre procedía de la extinta lengua de las tribus nómadas ubicadas al norte de Europa. Unos cazadores de brujas milenarios.

Las instrucciones le fueron impartidas de manera concisa, si no las cumplía al pie de la letra enviarían a una persona más competente. Él no fallaría, sólo una vez lo había hecho. A esas alturas de su vida no podía volver a cometer un error jamás. Los compañeros que le asignaron no estaban nada mal, al menos podría divertirse al terminar el trabajo serio. La familia Sakurai había atentado contra ellos, debían recordarles quién tenía el verdadero poder.

Una vez la llamada finalizada, dejó escapar un suspiro y se pasó ambas manos por los oscuros cabellos. Al parecer tendría que hacer uso de todas sus habilidades musicales y dramáticas otra vez. Al menos se dirigían hacia un lugar cálido, no podría soportar una segunda gripe en lo que iba del mes.

Toya estaba seguro de que lo lograrían; aunque no acabaran con el cabecilla de la familia, al menos se harían con un valioso miembro y lo destruirían. Dejarían una nota junto a sus cenizas, pues una de las únicas maneras efectivas de destruir a un brujo o hechicero común, era la hoguera.

Enseguida se puso en marcha con el asunto de la impresora que tanto trabajo le daba, el maldito aparato parecía no funcionar cuando más lo necesitaba. Luego tenía que hacer el equipaje, partirían al siguiente día.
Imprimir un miserable mapa le tomó aproximadamente treinta minutos. Después de repetidos chasquidos de lengua, golpes con el puño en la superficie del escritorio, revisar miles de veces que los cables estuvieran bien conectados e incluso cambiar las reservas de tinta, por fin pudo lograrlo. Se agotó tanto en una simple tarea que se sintió estúpido, necesitó un trago con urgencia.

En su ciudad el cielo estaba despejado, en cierta manera le alegró ya que la lluvia lo ponía de mal humor. No tardó demasiado tiempo en servirse un poco de Brandy en un vaso, colocarle un par de minúsculos cubos de hielo y mientras a sorbos se lo terminaba, sin saberlo, observó la misma luna que Hayashi Yasunori. 

Notas finales:

Buenas ouo/~
¿Cómo están? He vuelto con una nueva historia~

Espero que la misma no se extienda siete meses Uu

¿Qué decir? Pues en primer lugar, bienvenidos a quienes nunca me han leído. Para quienes ya lo han hecho, nos volvemos a leer ouo/ es un placer para mí escribir esta nueva historia.

La idea principal ya está en mi cabeza, seguramente la historia tome varios rumbos porque la verdad es que voy improvisando un poco. Así que espero que les guste u3u o al menos les haya gustado el primer capi.

Voy a proseguir con los señores que aparecen en el capi~

En primer lugar, Yasu en versión rubio (Sí, se supone que es rubio natural. No le miren las raíces. Déjenme Dx   xD)

 http://visualioner.files.wordpress.com/2013/02/tumblr_m3wyggcfea1qi6hszo1_500.jpg

Yuto de Vaniru

 http://cdn2.natalie.mu/images/music/ja/sp-vaniru/photo03.jpg

Shindy de Anli Pollicino

 http://4.bp.blogspot.com/-yFR3cs4TKR0/T_6pIC59f1I/AAAAAAAACX4/B1hmCv75eY4/s1600/%255BAPP%255D+Shindy+%2523001.png

Y su gemelito en el fic, Jui de Gotcharocka

http://t0.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcRYU-7l3kKWvX4RnRU1c5cXUZX8eZAhMAxXXaZQL3aDCGQ_Q9hK

Kouki de D=OUT

 http://cdn10.mixrmedia.com/wp-uploads/rekuru/blog/2011/09/20110918_dout_kouki.jpg

Ryuutarou de Plastic Tree

http://images5.fanpop.com/image/photos/27600000/Ryutaro-Plastic-Tree-plastic-tree-27607670-358-603.jpg

Y Tadashi de la misma banda

http://t3.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcRW7aVSYcj8QGnshQR5E8x4JgdoDwcznjT_zgymTYWddQ_XSGwb1Q

Don Kamijo~

http://1.bp.blogspot.com/-g9w4TnBjgmI/UsVtIyUZpgI/AAAAAAAACgA/z1X1MsEXKQ0/s1600/kamijo_yuuji.jpg

Yuki de Jupiter, papi rico uwu

http://visualioner.files.wordpress.com/2014/02/3.png?w=839

Iori ex – Phantasmagoria

http://i192.photobucket.com/albums/z147/k3ty_lu/l_29975d36248c9044784ddfa9a53e968a.jpg

Y por último uno de mis pelinegros favoritos =//= Toya de Gotcharocka, la misma banda de Jui.

 http://data2.whicdn.com/images/128702161/large.jpg

Hmm… a los capis los voy a subir cuando los tenga listos uwu esta vez no hay día de la semana. Aunque no creo que varíe mucho el sistema, uno o dos capis a la semana. Voy a intentar hacerlos más largos, eso sí.

Al nombre de la organización de los cazadores de brujas lo inventé yo uwu/ no lo saqué de ningún lado por si se les ocurre preguntar o buscar el contexto.

Y pues, creo que no tengo más referencias para poner hoy.

Espero que les haya gustado ouo/ a partir de ahora nos estaremos leyendo en Kalinka.

Besines a todos u3u~


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