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Dos pensamientos, un sentimiento. por -DavidUke

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Notas del fanfic:

Nota:

 

   Dos pensamientos, un sentimiento es uno de esos proyectos que nació en esos días en, los que uno, está sólo y desamparado.

 

   Comencé a escribir esta novela en esos momentos de estrés, la cual, me ayudaba a relajarme, haciéndome entender que uno de los grandes placeres de esta vida es el arte de escribir; jamás pensé que las letras iban a tener una gran importancia en mi vida, y ahí entendí que, las letras son las mejores expresando sentimientos y dando a entender lo que, de pronto, muchas veces no decimos en persona.

 

   Esta obra es una de mis grandes inspiraciones, de mis comienzos, de mis primeros tropiezos y de mis primeros logros en mi vida, espero que disfruten de esta novela, tanto como disfruté yo cuando la estaba escribiendo.

 

   Espero que les guste. Es un gusto escribir.

   Posdata: Cualquier recomendación o crítica será aceptada, así me ayudan a crecer como escritor y como persona. Gracias por leer.

-DavidUke-

Prólogo

 

   El día estaba un poco lluvioso, había neblina por todos lados. El último encuentro que había tenido con su familia era hacía doce horas antes de haberse escapado.

   Estaba fatigado, muy cansado de tanto correr por esas calles que, para David, no tenían fin, era como si el destino no quisiese que él se hiciese más daño del que se ha hecho.

   —Los amores no correspondidos, las peleas, los malos tratos… ¡MIERDA!

   Gritaba por ese camino sombrío de Persianas, sabía que si se dirigía por el camino de Persianas iba a llegar a su destino final: El puente de los suicidas. Era un lugar donde había poco tránsito, casi nadie pasaba por ahí, era, por decirlo así, un puente olvidado, pero era un puente que contenía muchas riquezas: Ese puente se quedó con sueños que jamás fueron cumplidos, con libros que jamás se escribieron, con profesiones jamás llevadas a cabo… Ese puente era nada para muchos, pero era el todo para pocos, y hacia ese puente se dirigía David, con lágrimas en los ojos, sollozando por el camino. Sabía que no era la mejor decisión de su vida, pero si tenía algo que lo aliviaba:

   —Si me muero hoy, no sufriré más en esta asquerosa vida. — Decía con lágrimas en sus ojos mientras caminaba hacia dicho puente.

   Su madre Ellen, después de enterarse por medio de la carta que David había dejado en aquella pequeña mesa de madera, la cual había dedicado mucho de su tiempo para regalársela a aquella persona que, posiblemente, era la que quería más que a su propia vida, más que a su existir, aquella persona que lo había ayudado en todo, que lo miró cuando para toda una institución, e inclusive, para su propia familia, era un ser inexistente, alguien que no tenía vida propia, era como esa estrella que, era tapada por grandes nubes negras, haciendo que no emitiera su resplandor, pero esa persona había visto su luz, su sufrimiento, es más, lo acompaño siempre en sus momentos difíciles. Ellen llamó a Alexander antes de que tomase el vuelo hacia Anfis, ciudad Egipcia donde se encontraba su papá, los cuales, tenían un gusto en común: La Egiptología, que era el estudio del gran Egipto, sus aportes a la humanidad y su reconocimiento como un gran imperio. Alexander sabía de qué era por su carrera, pero también pensaba en su gran amor, sabía que no podía perder 10 años de grandes sentimientos, grandes peleas, grandes reconciliaciones, grandes placeres y deseos que surgían entre ellos dos, era su novio, su esposo, su amigo, aquella persona por la cual había dado toda su vida para que se mejorase, para que tuviera una vida más placentera.

—   ¿Sabe para dónde habrá ido? — preguntó Alexander, saliendo lo más rápido que pudo del auto.

   —No sé, pero estoy preocupada, jamás David me había escrito una nota así, y menos, con tanto sentimiento… ¡Demonios! ¿Que hice para que mi hijo esté en esta situación? — Ellen lloraba, porque sabía que, lo que le estaba sucediendo a David era, en sí, culpa de ella.

   Alexander sabía por qué David hacía esto, sabía que él había sufrido toda una vida, que su mamá no lo tenía en cuenta, que su papá se suicidó cuando tenía 8 años, que sus compañeros de colegio lo maltrataban. Eran muchos factores los que se interponían, a los cuales, David hubo tomado dicha decisión.

   —No se señora Ellen, pero no se preocupe… Sé más o menos donde David pueda estar.

   —Pero es que más o menos no nos sirve— Decía Ellen con cara de preocupación.

   —Entonces, ¿Qué hacemos?

   —No sé… ¿Llamamos a la Policía?

   —No creo, es mejor no llamarlos.

—   ¿Por qué?

   —No sé, pero es mejor dejar eso así, es mejor de que lo busque yo, además, ¿Qué fue lo que escribió?

   Ellen llevaba la carta en su mano, estaba pálida cuando Alexander la miró, Ellen le dio la carta para que Alexander la leyera; Un pedazo de papel viejo, pero, en ese pedazo de papel viejo, Alexander se dio cuenta de lo que le quería decir David a su madre:

Diciembre, 7 de Abril de 2010

Para ti madre

Tengo miedo de decir Adiós…

Lo siento si te he fallado una y otra vez… Sé que es levantarse y ver a la persona que más odio frente de mí, ese maldito espejo, que me hacía recordar todos mis estúpidos y vergonzosos defectos de aquella persona que nunca logré amar por tantas cosas que le hicieron en toda su vida……

Perdóname mamá, te lo suplico…

Creo que de pronto no me ha entendido, estoy sentado en la barandilla de un puente que, para muchos, no tiene sentido.

Te amé, aunque tú nunca lo hayas hecho.

Con cariño

David.

   —Esto es preocupante. — Susurró Alexander

   —Eso es lo que me preocupa… ¿Y si David se hace algún daño?

   —Sabemos de qué él lo hemos rehabilitado entre los dos, pero sé más o menos por qué tomo esa decisión…

   — ¿Por qué, Alexander?

   —Porque me iba a ir de su lado… Pero mejor hagamos algo.

   —Mientras mi hijo no se haga daño de nuevo, lo oigo.

   —Bueno…

   — ¿Quiere una tacita de café?

   —Si no es mucha molestia.

   —Pero bueno, entremos y tome asiento. — Dijo Ellen.

   Ese día era uno de los más sombríos, pues, se sentía la casa más sola, más quieta; eran las 4 de la tarde, pero pareciese que eran las 6 de la tarde por el crudo invierno que se había desatado en Diciembre, además, se notaba el vacío que había dejado David, fue en esa casa, esa casa hecha de ladrillos que tenía dibujos que fueron creados por aquellas manos que querían expresar lo que sentían, aquellas manos que, por una u otra razón, expresaba sus sentimientos en las paredes, ahí fue que conoció a David, un niño que era solitario, aquel niño que deseaba tener a alguien con quien jugar, con quien expresar sus sentimientos.

   Cuando Alexander llegaba a su casa, siempre le impresionaba una parte donde había solo palomas, le daba la sensación de felicidad, pero no lo estaba del todo, su amor no se encontraba allí, aquella persona que hacía que su mundo fuese más fácil, más liviano, mas, pero más feliz.

   Eran las 5 de la tarde y se veía como las nubes que traían esa lluvia con sabor a melancolía y con aroma de recuerdos, les insinuaba que David estaba bien, pero que era capaz de hacer de todo por acabar su vida, hasta que se logró descifrar el problema: David le había dado a Alexander una hoja hacía una semana, donde le mostraba un lugar donde la gente se mataba por dolor, decepción, entre otros factores.

  “—Algún día iré allí…— Dijo David, en medio de sonrisas y juegos.

   —Pero ese día no me verás más nunca… ¿Sabes de que me harás falta?

   —Sí, Lo sé… Eres la persona que más amo en este mundo.

—   ¿Recuerdas esas veces que, nos escapábamos?

   —Sí, era tan divertido”

   Ese día corrían por el prado, los dos juntos, sin que nadie nos molestara, era uno de los mejores días que habían tenido en años, comieron, se divirtieron, sentían como el aire los abrazaba y como las gotas de sudor de sus cuerpos los unían cada vez más, hasta que sus labios se juntaron: el sol, el aire, el sudor… Nada los molestaba en ese momento, sólo pensaban en ese beso, ese beso de alegría, de felicidad, de saber que era un amor perfecto, un amor mutuo, un amor que sobrepasaba las fronteras de la vida, de lo que creían sus padres, de lo que creía la sociedad.

   Entonces, allí fue que se dio cuenta en donde podría estar David…

   —Señora Ellen, ¡Ya sé dónde puede estar su hijo!

   —Bueno, ¿Qué esperamos?

—   ¡Vamos!

   Y así fue que Alexander descubrió donde podía estar David, en la cúspide de un puente, de sus últimos suspiros, de sus últimos momentos de vida. El auto iba a 80 km/h, pero reinaba en el auto un gran silencio, ese silencio de amargura, preocupación y angustia que sentía una madre y un novio, hasta que dieron con la calle de las Persianas.

   — ¡Es por allí!

   — ¿Estás seguro Alexander?

   —Sí, lo sé, está por allí.

   —Pues, ¡Andemos!

   La noche se iba acercando, lenta y sombríamente, hacía un frío intenso, Alexander pensaba en si como estaría David, si tendría frio, si estuviese mal, si le hubo pasado algo… Pasaron 2 horas de viajes hasta que llegaron a dicho lugar, era un lugar sombrío, solo lo iluminaba dos faroles viejos, aquellos que estaban en el centro del puente, para dividir los dos carriles del tránsito, hasta que lo vieron allí, sollozando, lo vieron como un ser indefenso, un ser que, no tenía solución. David había tomado una decisión, en ese momento se iba a tirar del balcón del puente, hasta que oyó su nombre, ese nombre lo oyó de aquella voz que tanto anhelaba, de aquella voz que lo hacía feliz, solo oyó cuando Alexander gritó:

—   ¡DAVID! ¡NO LO HAGAS!

Notas finales:

Espero que les guste esta novela. Es muy halagador de que se sientan satisfechos con ella.


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