Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

¿Los gatos lloran? por Ari_123_love

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Invitados especiales: Yesung y Yoona.

No me di cuenta que no mencioné otro nombre además del de ellos dos u.u Supongo que la burbuja del 2min es más grande de lo que parece ♥ :B

Minho bufó molesto, era imposible que no tuviera ni un solo amigo normal, o que pretendiera serlo. ¿Quién rayos le hace una fiesta de cumpleaños a su tortuga? JongWoon ciertamente estaba perdiendo la cordura. Sea como sea, tenía que ir, y además, debía de comprarle un regalo a la tortuga. Oficialmente, iría a un psicólogo, simplemente no comprendía porque no hacía amistades normales. Rio, ya estaba exagerando. Tras un largo suspiro, entró a esa tienda de mascotas, preguntándose qué rayos le podría regalar a una tortuga.

 

Observó todo lo que había en el lugar, no tenía ni la más mínima idea, bueno, después de todo, sabía que terminaría pidiéndole ayuda a uno de los trabajadores. Se giró sobre sus talones, buscando a cualquier trabajador que hubiese por ahí, pero olvidó esa idea de inmediato. Algo mucho más agradable a su vista le había llamado la atención. Un gato, un hermoso gato de cabello casi anaranjado. Persa, pudo adivinar, puesto que, aunque nunca hubiese tenido uno, siempre había adorado a los gatos. Se acercó al vidrio, observando como el gato se recargaba en el, dándole casi por completo la espalda a la vista de los demás. Era hermoso, su pelaje lo hacía parecer gordo, pero ya de cerca, podía ver que en realidad todo era cabello. Su cola se enroscaba alrededor de su cuerpo, haciendo una protección del mundo a su alrededor. Pero nada, nada se comparó con el momento en que el gato se dignó –al fin- a mirar al chico en frente del ventanal que le miraba embelesado.

 

Minho sintió su corazón quebrarse. Ese momento, único, en donde sus ojos se conectaron con el gato, observando como lágrimas salían de esa mirada gatuna. Estaba triste, o algo más, era esa mirada penetrante, que dolía, tanto. No supo cuánto tiempo estuvo ahí, no fue hasta que el gato regresó a su antigua posición, rompiendo con el enlace de miradas, que logró salir de ese trance de dolor. 

 

Por un momento, un instante tan siquiera, quiso poder tomarle y consolarlo, ¿de qué? No sabía, pero quería mitigar esa pena en el pobre gato. Agitó su cabeza, había pasado ya mucho tiempo frente al ventanal y se le hacía tarde.

 

 

-Estás demasiado pensativo.- Yesung se sentó a lado de Minho y le palmeó la espalda, sacándolo de su mundo. -¿Pasa algo?

 

-Hyung...- Minho, que se encontraba recargado sobre la palma de su mano, se giró para mirarle. –Ayer...Vi a un gato precioso. Cuando fui a comprar algo para su tortuga, estaba ahí, llorando y, a la vez, resignado...

 

-¿Los gatos lloran?- A pesar de que Yesung tuviera casi un zoológico en su casa, no sabía tantas cosas de sus mascotas.

 

-Por supuesto, hyung. Todos lloramos.- Minho suspiró. –Quisiera poder hacer algo para que no esté así.

 

-¡Adóptalo!- El mayor exclamó de manera alegre.

 

-¡Claro! Cómo si no lo hubiera pensado...- Suspiró de nuevo. –Sabe bien que trabajo todo el día, y aunque los gatos no ocupen esa atención que cualquier otra mascota requiere...Ese gato, parece ser que no le gusta estar solo.

 

-Podrías pedirle a tu madre que lo cuide.

 

-Hyung...- Minho miró mal al mayor. -¿En serio? No adoptaré a un gato, para decirle a mi madre que no puedo tenerlo en casa, y que sería mejor que ella lo cuide. Es muy grosero de mi parte, para ambos, mi madre y el gato.

 

-Que gruñón eres. Yo solo quiero ayudar, parece ser que en realidad quieres adoptarle.

 

-Gracias, pero supongo que tendré que dejarlo pasar por ahora.- Sonrió, tratando de consolarse. -¿Dónde está el festejado?

 

-Durmiendo, por supuesto.-Rio, vaya, sí que los amigos de Minho estaban mal.

 

 

 

 

A pesar de su propia decisión, días después regresó a la misma tienda de mascotas, esperando por verle ahí, y rogando que no estuviera mal, o enfermo. Pero como había de suponerse, el gato no estaba ahí.

 

-Disculpe...Ahí había un gato.- Minho llamó la atención de una chica que trabajaba ahí. –S-sabe qué pasó con él.

 

-Oh, llega tarde.- Parecía que pensó mucho cómo decirlo.

 

-¿Lo han adoptado?- Preguntó de manera temerosa.

 

-No...- Y tras un suspiro desconsolado, la chica prosiguió. –Taemin ha estado con nosotros por varios meses, a pesar de eso, sigue huyendo. Hemos investigado, nadie responde por él y no parece ser que alguien alguna vez le haya reclamado como perdido, a pesar de usar un collar con su nombre. Él ha vuelto a escapar, anoche precisamente.- La chica movió varias cosas, para después pasarse detrás de la caja registradora. –Por eso mismo nadie lo ha adoptado.

 

-¿Cómo es que vuelve con ustedes?- Minho se encontraba curioso de la situación.

 

-La gente lo trae.- Se encogió de hombros. –Otras veces alguien de nosotros lo encuentra, y lo trae. Es mejor que esté aquí, a que la pase en las calles.

 

-¿Me haría un favor?- Minho se notaba desesperado. –Quisiera adoptarlo. Si es que vuelve, ¿podría llamarme?

 

La chica asintió, algo dudosa, pero aceptó. Ella sabía que el gato necesitaba de un hogar.

 

 

 

 

Minho abrió la puerta de su departamento, primero pasando la caja donde el gato hacía ruidos molestos. Minho suspiró, no había forma en que ese gato algún día le quisiera, parecía odiar a todos, por la forma en que desconfiaba, hasta de los que le cuidaron. Pero no pudo detenerse a sí mismo, lo adoptó, porque sentía esa necesidad de cuidarle, de que se viera feliz, aunque sólo fuera un gato, que probablemente terminaría huyendo.

 

-Tranquilo...- Abrió la reja, observando como salía disparado de su escondite, buscando otro lugar donde refugiarse. –Supongo que debieron de hacerte mucho daño...- Alzó la vista, buscando a dónde se había ido, logrando encontrarle en un rincón de la cocina, donde le era difícil verlo. –Así que te llamas Taemin...Dime, ¿quién te puso ese nombre? Es muy bonito, ¿sabes? Pienso cuidar de ti, no debes de temerme.- Intentó acercarse, pero entre más lo hacía, el lindo gato se pegaba más a la pared, con mirada retadora. –Vaya, no serás fácil de conquistar.- Le hizo un puchero, antes de rendirse, simplemente no se ganaría la confianza de su nueva mascota con diálogos que el minino no comprendía.

 

 

 

 

No importara cuanto se esforzara, ni cuánto tiempo pasara, Minho no lograba hacer que Taemin confiara en él; de hecho había escapado un par de veces, pero gracias a los vecinos, Taemin siempre volvía al departamento de Minho. Así fueron los primeros tres meses, después el lindo gato dejó de comer lo poco que comía. Cómo caminaba, la manera de reaccionar ante los movimientos, Minho no comprendía el odio que su pobre gato sentía hacía él. Tras muchos intentos se frustró.

 

-¡Basta! Sé que no te caigo bien.- Empezó una vez más a dialogar con el gato. –Pero soy tu dueño, y me niego a que te pase algo malo. Ya te lo dije, cuidaré de ti, me quieras o no; y, si no piensas comer, encontraré la forma de que estés sano.- Le retó con la mirada.

 

-Meow...- Esa, era la primera vez que Minho escuchaba al gato maullar; sabía que lo hacía, puesto que los vecinos le comentaban de lo muy ruidoso que podía llegar a ser, pero ante él, nunca había hecho algún ruido. Ahora, parecía, que después de tanto tiempo, se dignaba a contestar ante los monólogos que Minho hacía tratando de ganarse su cariño.

 

-¡Ahh! ¿Por qué me odias? ¿Qué te he hecho yo?- Pasó sus manos por su cabello antes de jalárselo. –Tan sólo me he dedicado a quererte y tratar de cuidarte, lo mejor que puedo. Sin embargo, sigues teniendo esa mirada de odio hacia mi persona. Ni siquiera sé por qué me interesas tanto...- Se dejó caer sobre la silla del comedor, a su lado, había puesto el tazón con comida que Taemin había negado comer en varias ocasiones.

 

Un ronroneo, ese simple gesto de cariño, de placer que los gatos hacen cuando están felices, o quieren algo, fue lo que llamó la atención de Minho. Taemin caminaba con parsimonia, entre las piernas de Minho, ronroneando suavemente, chantajeándolo.

 

-Vaya, sí que eres inteligente...- Minho bufó. –Estás excusándote como mi mascota ahora.- Taemin se paró sobre sus patitas traseras, apoyándose en las piernas de Minho, ronroneando con insistencia. -¿Qué es lo que pasa? ¿Ahora sí me quieres? Llevo seis meses intentando que no huyas de aquí. Eres malvado.- Suspiró, no era por hacerse el ofendido, pero se había cansado de la mala actitud del gato.

 

-Meow.- Ese ruido, que Minho había sentido como ajeno, no se acostumbraba a escuchar al lindo gato persa tratando de mantener su atención, cuando usualmente huía de ella.

 

-¿Por qué me odias?- Le preguntó de nuevo. –No te hecho nada malo, incluso, vengo más veces a casa, para que no estés solo. No suelo enojarme, las veces que lo hago...En realidad me frustras.- Suspiró de nuevo, antes de sentir que Taemin brincaba a su regazo, acomodándose ahí, ronroneando seductoramente, para que le acariciara. No tuvo otro remedio, era su gato, su mascota, le haría caso, siempre. –Si tan sólo comprendieras cuanto te quiero en realidad.- Rascaba detrás de las orejas de Taemin, esperando que la nueva actitud del gatito no fuera solo de un día, y que dejara de ser tan rejego.

 

 

 

 

Poco a poco, el mismo Taemin dejó de hacer tan frecuente sus huidas, cuando lo hacía, volvía por sí mismo, entrando por una ventana que Minho siempre solía dejar abierta. Se enroscaba entre las piernas de su dueño, y le esperaba pacientemente en la mesa que había a lado de la puerta, siempre que regresaba de la casa. Parecía, como si después de verle sufrir, se hubiera cansado de eso, y decidiera darle un poco de amor al necesitado Choi Min Ho, que era más que feliz con su gato.

 

-Taemin...- Le llamó dulcemente, para que se acercara al tazón con leche. -¿Dónde estás, ahora?- Le buscó con la mirada.

 

Tras dos meses con Taemin haciendo todo tipo de ruidos, entendía muy bien cada tipo de ronroneo y maullido que éste hacía, como si le hubieran enseñado su lenguaje. Pudo escucharle a lo lejos, un maullido, que indicaba que estaba haciendo una travesura, como si fuera un niño. Minho salió de la cocina, pasando al pasillo principal, pudo ver a Taemin en la sala, específicamente en una esquina. No batalló, al acercarse, pudo ver lo que pasaba, entre las patitas del gato, un ratón chillaba asustado. Al primer instante, Minho creyó que Taemin mataría al ratón, pero éste no lo hizo. No, Taemin jugaba con ese ratoncito, pasándolo de un lado a otro, soltándole, para que probara la libertad, antes de volver a atraparlo entre sus garras, inclusive le lamió la cabeza, esperando paciente por el chillido del pobre ratoncito que dentro de poco sufriría un ataque cardiaco.

 

-¡Taemin!- Minho le llamó la atención, haciendo que el pobre brincara del susto, soltando al muy atontado ratón. Minho rio, tomando a Taemin con una mano, y al ratón con la otra. –Sé que te he dicho que no me gustan los ratones, pero no es para que juegues con ellos. Tae, no se juega con los ratones.- Le dijo tiernamente, mientras sacaba tomado de la cola al ratón, liberándolo en la jardinera que había afuera de la venta que siempre mantenía abierta.

 

-Meow...- Taemin se veía triste, dolido por las palabras de su dueño.

 

Minho rio.
-No te estoy regañando, tonto.- Le tomó con ambas manos y le alzó, mirándolo a los ojos. –Me pareció gracioso lo que hacías, pero no debes de hacerlo, es cruel jugar con alguien más, ¿lo entiendes?

 

Un suave y quedo maullido del gato fue suficiente para confirmar lo que Minho le decía.

 

-Vamos a cenar, ¿quieres? Mañana estaré todo el día en casa, así que podrás estar afuera todo el día, no te preocupes por esperarme sentado en la mesa.- Le comentó, como si Taemin fuese capaz de entender lo que le decía.

 

 

Y casi, como si hubiera entendido, al día siguiente, Taemin salió a primer hora del día, sin siquiera esperar a que Minho se despertara. Caminó por las cornisas de los edificios, observando como el día se pintaba de anaranjado, antes de iluminarse por completo. Al cabo de una media hora, regresó al departamento, entrando por la ventaba abierta, caminando sigilosamente por los pasillos, hasta llegar a la habitación de Minho.

 

Se subió a la cama, dando cortos pasos, acercándose a su dueño. Empezó a ronronear, frotando su cabeza contra el cuello de Minho, usando su patita izquierda para palmear la mejilla del aún dormido. Maulló, varias veces, quedo, como si esperara no ser muy molesto, pero siguiendo con su misión de despertar a su dueño.

 

-¿Tae?...- Minho tardó en abrir los ojos, pero sabía que era su gato, sino ¿quién más? –Es temprano, te dije que podías irte, ¿por qué me haces esto?- Fingió falso drama.

 

-Meow.- De nuevo, ese maullido que hacía que Minho estuviera de buen humor.

 

-Presiento, que porque te he dado permiso de estar fuera de casa, estarás aquí todo el día.- Se apoyó en la almohada. -¿Me harás compañía?

 

Taemin arrugó su nariz, antes de acurrucarse en el cuello de Minho. El humano rio, tomando entre sus brazos al minino que se negaba a dejar de ronronear. Se puso en pie y caminó hacia la cocina, donde dejó a Taemin en la mesa, antes de buscar que desayunar. Era una vida simple, Minho estaba feliz, había logrado que ese gato no se viera triste, y mejor aún, que le quisiera. Esa era la mejor recompensa que el humano pudo haber tenido.

 

 

Pero todo lo bueno llega a su fin. Eran alrededor de las seis de la tarde, Minho regresó a su apartamento. El sol entraba por esa ventana abierta, iluminando el lugar, aunque faltara algo. En la mesa no se encontraba Taemin, con su amarilla mirada. No se encontraba en ningún lugar visible.

 

-¿Taemin?- Llamó, buscándole. -¿Tae...- Entonces lo comprendió, había huido.

 

No importó cuánto lo esperó, después de seis semanas, supo que el gato simplemente no iba a regresar.

 

 

 

 

-¡Yah!- Yoona golpeó la cabeza de Minho con una pila de papeles. –Papeleo, para ti.- Le sonrió burlonamente.

 

-Noona, estoy seguro que puede ser más amable.- Minho se sobó el golpe antes de tomar los papeles.

 

-Claro que puedo, lo soy, pero no estoy de ánimos hoy.- Se quejó, antes de sentarse frente al escritorio de Minho. –Estamos cayendo, a números rojos.

 

-Siempre estamos en números rojos.- Minho sonrió. –Al parecer nos gusta estar en peligro de perder la sociedad.- Se puso de pie, pensando en una manera de salvar la situación. -¿Qué no hemos intentado?

 

-Nada...Hicimos alianzas, nos redujimos, después nos expandimos. Tal vez si sea hora de cerrar las puertas definitivamente.- Hizo una mueca, esperando a que su amigo diera la réplica sobre la decisión.

 

-No adelantes cosas, noona, siempre salimos a flote.- Se giró hacia la venta del local, observando la calle de afuera.

 

El teléfono sonó, siendo Yoona la que contestara, jalando la manga del chico para que el contestara la llamada. Minho solo extendió su mano, recibiendo el teléfono, sin siquiera voltear a ver. Su mirada se quedó fija en la acera de enfrente, precisamente en un chico que observaba con gran curiosidad el aparador de una tienda de chocolates. Murmuró algo al interlocutor del teléfono, antes de colgar la llamada y buscar un mejor ángulo. Había algo, ese chico, era pelirrojo, pero su cabello era de un tono inclusive algo anaranjado.

 

-Minho ah, ¿qué ves?- Yoona preguntó curiosa.

 

-Nada...- Murmuró, observando como el chico continuaba con su camino.

 

 

Cada día, de las siguientes dos semanas, Minho estuvo muy atento a la venta de su oficina, donde podía ver que cada día, exactamente a las cinco de la tarde, el chico pasaba, en la acera de enfrente, quedando prendado del aparador de la tienda de chocolates por un breve momento.

 

-¡Minho ah!- Yoona sorprendió una vez más al chico. –Pareces un acosador.- Se burló.

 

-No puedo evitarlo, es como si hubiese algo familiar en él.- Sonrió, imaginando como sería conocerle.

 

-Si te gusta tanto, deberías acercártele. Dile, “llevo espiándote por dos semanas, me encantas.”- Sobre exageró sus movimientos, burlándose de su amigo. –Quiero ver cómo sale huyendo de ti.

 

-Eres muy graciosa.- Minho la miró mal. –Si quiero acercarme, poder invitarlo a salir, pero...No lo sé...

 

-Wow, estás inseguro de ti mismo.- Aplaudió emocionada. –Nunca creí verte así, Choi Min Ho. Menos, por un chico que no conoces.- Dejó escapar una risa. –Sólo ve con él e invítalo a salir.- Le apoyó. –En serio, jamás te había visto así, por nadie, creo que debes intentar ser valiente y pedirle, aunque sea, su nombre.

 

-Gracias, noona.- Minho le sonrió de regreso.

 

 

Al día siguiente, a las cinco de la tarde, el chico se encontraba ahí, observando con encanto, como en el fondo de la tienda preparaban los chocolates. Minho cruzó la calle, esperando no trabarse al momento de hablar, y rogando por que el chico no se asustara de él. Carraspeó la garganta, un poco, al estar a su lado. Él seguía atento a la manera en que cocinaban.

 

-Disculpa...- Minho trató de hablarle, pero se sentía tan nervioso que tuvo que abrir y cerrar disimuladamente las palmas de sus manos, tratando de atrapar algo inexistente en el aire.

 

-¿Sí?- Y casi, como si estuviera en cámara lenta, Minho pudo ver la manera en que el chico se giraba a observarle. Ojos castaños, era la mejor descripción, pómulos altos, labios delgados y rosas. Eso, más la sonrisa que se ensanchó al verle, como si hubiera visto algo añorado, era un cuadro perfecto de una abstracción a lo que Minho alguna vez hubo llamado bello.

 

-M-me...¿me podrías decir tu nombre?- Más que temeroso, dejó que las palabras se agolparan en su lengua, antes de salir corriendo a trompicones, ansiosas de llegar a su destinatario.

 

El chico rio, dulcemente, como si fuera absurdo el nerviosismo de Minho, alzando un poco el rostro, dejando ver que en su cuello había una gargantilla con una T dorada, resplandeciente.

 

-Yo, me llamo Lee Tae Min.- Lo dijo de manera fluida, pero de igual forma, lento, para que el contrario entendiera las palabras. Le miró, a los ojos, sin temor de dar su nombre a un desconocido.

 

Minho sintió un alivio profundo al ver que su pregunta, su petición, fue contestada cuanto antes; sin embargo, esa curiosidad, esa extrañes, que tuvo al escuchar el nombre. Le dolió, después de todo, había adorado a esa mascota, que siempre le había dado señales de que terminaría huyendo. Tras convencerse que la vida era una gran y horrible ironía, pudo continuar con su muy difícil tarea, lograr pedirle una cita, aunque fuera una charla de cinco minutos.

 

-Yo-yo...yo soy Choi Min Ho.- Realmente se veía estúpido, tartamudeando, pero era incapaz de retomar su usual elocuencia al momento de hacer uniones. No, no podía, como si fuera un niño pequeño, se sentía perdido, ante el chico que había estado pasando por esa acera los últimos días. –No quiero sonar atrevido, pero...¿quisieras ir tomar un café conmigo?

 

Taemin hizo una mueca, antes de mirar su reloj de pulsera y reajustar el bolso que llevaba sobre su hombro. Parecía sopesar la idea, como si el tiempo corriera más rápido de lo que necesitara. A fin de cuentas, volvió a sonreírle, tras varios segundos, achicando sus ojos en ese gesto que hacía con los labios y que ya había hechizado a Minho por completo.

 

-Sí, claro, todavía tengo tiempo.- Se encogió algo de hombros, sacudiendo su cabello de tan característico color.

 

-Gracias...- Minho se sentía pequeño, muy pequeño, el mundo era enorme, pero nada de ese espacio era cavidad suficiente para guardar toda la felicidad que sentía.

 

 

Un par de cuadras abajo, una cafetería al exterior era lugar de intercambio de palabras. Lo admitía, se sentía más nervioso que antes, pero Minho no se dejaría vencer, ya había logrado conocer su nombre, ahora quería saber un poco más sobre Taemin.

 

-Como mirabas la chocolatería...Te veías tan...- Quiso decir un cumplido, pero se detuvo al ver el sonrojo en las mejillas del otro.

 

-¿Me veo tan mal? Supongo que tengo que detenerme a mí mismo, antes que los trabajadores me corran de ahí.- Mordió su labio inferior, cavilando ideas para su propio yo.

 

-No, no quise decir eso.- Minho corrigió. –Estabas tan atento, alegre, parecías embelesado por los chocolates.- Omitió decir que le había visto por dos semanas, haciendo lo mismo.

 

-Me gusta ver como los preparan...- Taemin jugó con el aza de su taza. –Ellos son expertos, lo hacen ver tan fácil...Me gusta tomar ese camino, todo los días, para poder verles preparar chocolates.- Suspiró. –Yo, trabajo en una pastelería, pero soy practicante aún, espero algún día ser tan bueno, como ellos manejando el chocolate.- Hizo un gesto con la nariz, gracioso.

 

-Se nota que quieres hacerlo, lo lograrás.- Trató de darle aliento de ánimos, pero tras decirlo, entendió lo muy patético que había sonado.

 

-Gracias.- De nuevo, esa sonrisa, que le hacía desaparecer sus ojos, convirtiéndolos en semi-lunas de felicidad.

 

Varias cosas cayéndose, gente murmurando, y varios gritos ahogados fue lo que les llamó la atención. Una pequeña mancha blanca que se movía entre las mesas hacía que las demás personas se levantaran de sus respectivas mesas. El chillido de un ratón fue lo que hizo que Taemin girara su rostro, de manera instintiva, a donde se había refugiado el animal. Se paró, acercándose con cautela, esperando el momento preciso. Le tomó, estrujándolo suavemente entre sus dedos, provocando que chillara de nueva cuenta. Sonrió, malévolo, estrujándolo de nuevo. Después lo acarició, como si no hubiera querido hacerle colapsar segundo antes. Tras uno momentos, su mirada se entristeció, como si recordara algo. Dejó escapar un lánguido suspiro, dejando el pobre ratón, correr libre en la jardinera del lugar.

 

-No se juega con los ratones...- Murmuró para sí mismo, sentándose de regreso en su lugar, más sonrojado de lo posible. –Lo siento...- Trató de sonreír.

 

-No te preocupes...- Minho, en cambio, él si sonrió, atrapado en un recuerdo ameno. –No me gustan los ratones.

 

 

Cada día, Minho observaba al chico llegar al ventanal y quedarse ahí, por segundo, minutos, mirando embobado como decoraban su trabajo. Taemin le había dicho que le gustaba pasar por ahí, así que Minho no se preocupó por parecer acosador ante el chico. No, en cambio, decidió volverse parte de esa rutina, para no pasar un por loco extraño, sino, alguien, en quien Taemin confiara.

 

-Minho hyung...- Taemin, como siempre, pegado al ventanal de la chocolatería. -¿Quiere chocolates?- Se giró para verle y le sonrió, mientras buscaba dentro de su bolso. –Los hice yo mismo, en la pastelería. Tal vez esté paranoico, pero sé que si los pruebo por mí mismo, no sería objetivo.- Se mordió el labio inferior.

 

-¿Q-quieres que yo los pruebe?- Minho se quedó sin aire, nunca habían hablado más de diez minutos seguido, aun así, Taemin le consideraba alguien importante. –Me encantaría, Tae...

 

Taemin rio, como si hubiese visto algo gracioso.

 

-Por favor, no ponga esa cara, le juro que no se va a morir.- Extendió el empaque con los pequeños cuadros achocolatados. –Sólo, no sea tan cruel.- Rogó.

 

-Jamás...- Susurró antes de comer el dulce que le había sido regalado.

 

 

Fue fácil entrar en su vida, Taemin le trataba con una gratitud, una felicidad, que le daban un exceso de confianza al loco acosador de Minho. La primera vez que le pidió pasear, tomarse un tiempo para platicar, que no fuera urgido por el trabajo de Taemin, o el suyo, fue incluso hilarante. Taemin en sí, era hilarante, corría detrás de las palomas, miraba con curiosidad el reflejo de su ser en los charcos; y nada se comparó con aquella vez, que tras haber corrido, lo que para Minho fue un maratón, y que para Taemin fue como un simple paseo, se detuvieron a descansar un rato. Ambos, sentados en una banca, en el parque, con una suave brisa de mediados de febrero. Lentamente, Taemin acomodó su cabeza en el hombro de Minho, acercándose más a él, dejando muy nulo el espacio entre ellos. Entonces, ese ruido, como un murmullo, bajo, suave, hasta cierto punto seductor, hizo que Minho volteara a ver al chico de cabello rojizo. Taemin ronroneaba, suavemente, para sí mismo, cómodo de la posición en la que estaban.

 

Ese sólo instante, hizo que el tiempo se congelara por segundos. Minho le miró, bastante embelesado, como cuando Taemin llevaba consigo algún postre de su autoría y no dejaba de hacer que todos sus conocidos le probaran. Taemin era el postre de Minho. Le gustaba verlo, estar a su lado, cada día descubrir algo más de él, no importara que fuera.

 

Varias veces, la actitud del castaño-anaranjado, era un enigma, una mezcla de sensaciones y colores, que Minho no pudo evitar hacer más que preguntarse la procedencia de ese ser.

 

-...Entonces se cayeron accidentalmente.- Taemin explicaba por qué le habían regañado en la pastelería, mientras el alto escuchaba atento, evitando no reírse. –Huh...Hyung, deme un momento, mi celular...- Señaló su mochila, tomando el artefacto de color azulado. -¿Yuh-ba-s...

 

El silencio corrió entreverado con el aire, llenando el vacío de una sensación de pesadez total.

 

No dijo nada, simplemente colgó, acercándose a un cesto de basura y botando el celular como si fuera un papel de propaganda indeseada.

 

-Yah, ¿por qué has hecho eso?- Minho se extrañó.

 

-Se cortó la llamada.- Su sonrisa indicaba que era una mentira. –El teléfono es desechable, de cualquier forma buscaba una excusa para comprar uno nuevo.- Y como si fuera cosa de nada, logró hacer que ese suceso extraño pasara casi desapercibido por el contrario.

 

 

Mientras más tiempo pasaran juntos, más cosas lograba saber Minho. Cosas que conformaban parte de la personalidad del chico, siempre en presente, nunca en pasado. Lo que le apasionaba, lo que odiaba, las largas caminatas que daba hacia su trabajo, porque se negaba a conseguir un vehículo, o cualquier tipo de transporte. El café especiado era su favorito, en las mañanas soleadas lo primero que hacía era comprar flores, y más cosas, eran lo que ahora rondaban a cada segundo los pensamientos del acosador Minho.

 

 -¡Hey! Trabajo llamando a Minho. Regresa tus pies, pensamientos y lo que sea que esté flotando en la estratósfera, de regreso a la oficina.- Yoona hizo un megáfono con la revista que segundos antes se encontraba leyendo.

 

-Noona...Mis amigos son tan extraños, incluyéndola.- La molestó. –Pero nadie, se compara con lo bizarro que puede llegar a ser Taemin...- Suspiró, ido en una burbuja de felicidad.

 

- Y eso...¿Está mal?- Ella, simplemente parecía no comprenderlo.

 

-No, ¡me encanta!- Suspiró de nuevo.

 

-Iug, te ves tan enamorado, que das asco.- Fingió provocarse arcadas.

 

-Cuando esté en mi situación, me burlaré de usted.

 

-Por favor, cuando me veas, así, te doy permiso de encerrarme en un loquero.- Contestó, igual de grata que siempre.

 

-Noona, con todo gusto.- Ahí iba de nuevo, sus típicas peleas. Al parecer, ellos no encontraban una manera de deshacerse del estrese por el trabajo, que no fuera molestarse el uno al otro, o llevarse la contraria. De hecho, sólo coincidían en una cosa: Minho se encontraba terrible y perdidamente enamorado de Taemin.

 

 

 

 

Entonces, la relación se volvió más estrecha. No sólo intercambios de palabras, empezó como un simple regalo para celebrar el ascenso de Taemin, se volvió en constantes llamadas a todas horas, a Taemin le encantaba acurrucarse en el hombro de Minho – haciendo ese sonido que lograba llamar tanto la atención del alto –, terminó en un beso robado, por parte del mayor, un beso que logró que el menor se sonrojara y se escondiera detrás de sus manos. Minho le obligó a bajarlas, robándole de nuevo un corto ósculo que no fue más que el roce de sus labios. El viento fresco, revolviendo el cabello, el latido ensordecedor que viene antes de ese momento incómodo. Pero no fue así. Taemin sonrió, acurrucándose en Minho, cerrando los ojos mientras el viento jugueteaba con su cabello.

 

-Minho hyung...- Taemin jugaba con los dedos de Minho, que se encontraba entre lazados con los propios. –Alguna vez...¿Alguna vez ha amado tanto a alguien, que sabe que si le confiesa su amor, esa persona le corresponderá...Pero, que de igual manera sabe que no podrían estar juntos?- ¿Qué significaba eso? Minho por un momento, cuestión de segundos, se quedó helado, tratando de entender esa pregunta, ignorando la risilla que escapaba desde la garganta del castaño-rojizo.

 

-No...¿Por qué no han de estar juntos?- Fue una pregunta fabricada con duda, mucha duda. Taemin era extraño, más de lo normal, tenía esa aire de ser alguien que no se conforma con cualquier cosa, y que a la vez, lo único que hacía era trabajar y disfrutar del día.

 

-No importa...- De nuevo, acurrucarse en Minho, era lo único que tenía que hacer, para que Minho olvidara por completo las inseguridades con respecto a no saber nada de Taemin. –Minho, me gustas.

 

Minho le miró, como si fuera algo extraño, que sólo se ve una vez en la vida. No pudo evitar tomarle por el mentón y juntar ambas bocas en un largo beso que les llevó al inicio...Apenas el inicio.

 

 

Si bien, lo poco que Minho conocía de Taemin, era lo de menos. Había algo más, pequeñas coincidencias que le llevaron a hacer varias conjeturas, quizás algo desquiciadas, pero jamás del todo perdidas de la verdad. Quizás, era hora de un acercamiento más profundo.

 

-Vamos.- Minho le tendió una mano a Taemin, invitándolo a bailar. Estaban en una cita, muy sencilla: una cena en el departamento de Minho, con suave música para el ambiente, y una tenue luz. Era más que una cita, era un momento a solas, verdaderamente a solas, donde sólo se podían tener a sí mismos. Le tomó con ambas manos por la cintura, mientras Taemin pasaba sus manos alrededor de su cuello, lentamente acomodándose sobre su hombro, siguiendo el compás de la lenta canción. Una vuelta, sus cuerpos se unieron más de lo debido, la segunda vuelta, el ronroneo que Taemin hacía, a veces, cerca del oído del alto; un tercer giro, Minho rozó sus labios con los de Taemin.

 

-¿Sabes? Tae...- Minho soltó una de sus manos de la cintura de su amante, para poder acariciar con parsimonia el colguije dorado que siempre llevaba sobre su cuello. –Varios meses antes de conocerte yo...Yo tuve una mascota. Un gato, de cabello rojizo-anaranjado y con un peculiar nombre: Taemin. Me odiaba al principio, pero después parecía amarme por completo.- Guardó unos segundos de silencio, siguiendo la música, que los hacía moverse con suavidad. –Huyó de casa, a pesar de mis sentimientos... Taemin...Tú eres mi gato.- Lo dijo sin temor alguno, sabiendo que sus palabras era escuchadas por el chico que soltó una sonrisa sobre su piel.

 

Taemin alzó la vista, encontrándose con la mirada del mayor. Por su parte, parecía tener ese mismo encanto juguetón, que hacía caer tan fácilmente a Minho. No se enfadó, no hizo algún otro gesto, simplemente ese suave ronroneo que sabía que le gustaba al, tal vez, algo confundido humano.

 

-No te ves asustado.- Su voz sonó incluso traviesa, sensual, mientras sus manos jugaban con el cabello en la nuca de Minho. –Supongo que quieres una muy razonable explicación...- Liberó un suspiró.

 

-Neh, eso es justo lo que quiero, Taemin~.

 

Taemin sonrió de nuevo, se paró sobre la punta de sus pies, acercándose con sensualidad al oído del alto, rozándo sus labios contra la piel ajena.

 

-Soy tan humano como tú~,- Lo dijo en un arrullo. -...sólo que, lo del gato es una especie de truco, hechizo, magia que sé hacer.- Besó la mejilla de Minho, antes de volver a acurrucarse en su hombro.

 

-¿Magia?

 

-Mi abuela, mi madre, mis hermanas y hermanos, mi familia por parte materna. Nosotros venimos de una especie de bruja...¿Cómo explicarlo? No es lo que la gente imagina.- Hizo una mueca graciosa. –Más parecido al concepto de lo que hoy se entiende por gitano. La hechicería no sólo engaña a la vista, también puede hacerlo con los demás sentidos.

 

-Y convertirte en gato, ¿eso puedes hacer?- Minho recogió un mechón de cabello de Taemin detrás de su oreja, acariciando su mejilla.

 

-Es de lo poco que sé hacer, mi abuela nunca se rindió, pero...simplemente soy malo, nada me sale, no logro recordar nada.- Suspiró.

 

Y como si fuera algo normal, Minho recordó haber visto llorar a Taemin, su mirada triste, decepcionada, agotada de todo.

 

-¿Por qué llorabas?- Besó su frente, mimándole con gestos.

 

Taemin se tensó, separando su cuerpo del contrario.

 

-Más que eso, también te has de preguntar por qué seguí siendo tu mascota por casi un año, ¿no?- Alzó la vista, apartándola por completo de su pareja. –Estaba muy enfadado, con todo...- Calló por un largo minuto. –Soy malo en esto, y quedé atascado en mi forma de gato. Estaba frustrado, acaba de irme de casa y no podía con nada. Entonces llegué ahí. Me cuidaron, sí, pero no podía evitar sentirme una basura...Entonces llegaste tú. Te odiaba, lo admito; creí que ibas a ser como ellos, como todos. En ese entonces me había dado cuenta que nadie en mi vida había sido alguien en que confiar, no podía dejarme querer, al igual que no podía querer.

 

-Pero aun así te fuiste...- Y, aunque fue un susurro, parecía que Minho le había reclamado su huida.

 

-¿Qué esperabas que hiciera?- Se quejó, haciendo un puchero.- Tú eras más bueno que un santo conmigo, sin decir que eres guapo.- Le guiñó un ojo. –Además, todos los días me decías que me querías...Me enamoré de ti, pero sólo era un simple gato. Tenía que irme y encontrar la manera de deshacer mi brujería.- Suspiró. –Iba a buscarte, lo juro, pero...¿Cómo acercarme a ti? No podía regresar aquí y tratarte como un viejo conocido. Entonces, aquel día, tú llegaste a mí. No pude ser más feliz...- Volvió a recostarse sobre el hombro de Minho y ronronear con cautela, jugando con la paciencia del mayor, que parecía excitarse con ese ruido. –Estás bobamente enamorado de mí, pero no puedo juzgarte, yo también lo estoy de ti.

 

Minho sonrió, abrazando de nuevo la cintura del chico. Hacía rato que habían dejado de bailar, pero seguían con la misma cercanía que cuando daban los giros.

 

-Tae...¿por qué estabas tan enojado? Dijiste que habías abandonado tu casa, quiero saber por qué, saber todo de ti. No me ocultes nada.- Habló sobre el cabello del chico, que se movía algo incómodo.

 

Taemin agachó su rostro, enterrándose contra el pecho de Minho, quejándose suavemente.

 

-Minho...Si hui de casa sin ninguna pertenencia, más aún, en mi forma de gato, fue porque...Me había enterado que me iban a vender.

 

-¿A qué te refieres?

 

-Al sentido de la palabra. Le pusieron un precio a mi ser; si no huía probablemente terminaría siendo esclavo sexual de algún depravado, o algún otra atrocidad.- Sollozó contra el pecho de Minho.

 

-¿Cómo alguien puede hacerle eso a su propia familia?-Minho abrazó con fuerza a su dulce novio, sin ganas de algún día dejarle ir.

 

-Quien me engendró se casó con un mal hombre.- Hizo una mueca, disimulando sus ojos acuosos. –Hyung, ya es tarde, debo irme a casa.- Se soltó, pasando sus manos por su rostro, tratando de respirar con regularidad.

 

-Tae, sabes que este lugar es tu hogar.- Minho le tomó por el rostro, atrapándolo en beso. No, ese gatito ya no huiría jamás, no lo dejaría.

 

 

Minho abrió los ojos, era imposible no sonreír cuando tenía a Taemin durmiendo a su lado. Le encantaba cuando Taemin se quedaba a dormir, que últimamente se había hecho algo seguido, porque sentirlo aferrado a su cuerpo era saber lo mucho que le quería. Taemin adoraba enredar sus brazos en el cuello de Minho, entrelazar piernas, acurrucarse en el cuello del alto, haciendo que las noches fuera cálidas, con la sensación de vivir en un lugar mejor. Besó la frente del chico que aún dormía, despertándolo con cariño.

 

-Buenos días.- Le susurró en los labios.

 

-Buenos días, Minho hyung.- La sonrisa de Taemin era lo que iluminaba el día de Minho, haciéndole entrar a un mar que le llevaba a la deriva, perdiéndolo de la realidad. -¿Cómo durmió?

 

-Siempre duermo bien cuando estás a mi lado.- Revolvió aún más el cabello castaño de Taemin, como si fuera posible, el cabello de Taemin siempre parecía un nido después de despertarse.

 

Taemin se levantó de la cama, ofreciéndose a hacer el desayuno, dando brincos con su usual extra carga de energía. Minho le siguió después de haberse duchado rápidamente, llegando en el momento en que Taemin agregaba azúcar extra en la masa de los hotcakes.

 

-Sabes, para ser un gato, disfrutas en exceso de lo dulce.- Le quitó el azucarero de la mano. –Mucho de esto te hará daño.- Besó su mejilla, antes de girarse y guardar el recipiente en un lugar seguro de Tae.

 

-No soy gato, Minho...- Dejó de batir la mezcla y giró su rostro para verle. –A menos que quieras que lo sea.- Afiló la mirada.

-Por supuesto que no.- Minho se acercó y le abrazó por la espalda, tomándole por la barbilla y besando su mejilla. –Me gustas así.- Metió un dedo en la masa color crema y manchó la mejilla de su pareja, haciendo que este hiciera un puchero que fascinaba tanto a Minho.

 

Era fácil, se querían, había complicidad entre ellos, mientras más tiempo pasaban juntos, más se podían llegar a querer.

 

 

 

 

Era tarde, Minho regresó a su departamento después del trabajo, encendiendo la luz del corredor sólo para darse cuenta que al instante un gato se paraba en la ventana que siempre estaba abierta.

 

-¿En serio? ¿Qué tienes en contra del transporte público?- Chasqueó la lengua.

 

Se quitó el saco, dejándolo en el perchero, para cuando volteó la vista a la ventana, Taemin le sonreía, balanceando sus piernas hacia el frente.

 

-No estaba de humor para esperar que algún taxista quisiera venir por estos rumbos.- Hizo una mueca.

 

-Lo siento por vivir lejos.- Le sonrió, esperando mejorar el ánimo de su lindo Taemin. -¿Estás bien?

 

-¿Naega?- Sonrió abiertamente. –De hecho, quería hablar contigo de algo...

 

-Te escucho.- Minho le miró, alzando una ceja. –Estás raro, ¿pasa algo?

 

-M-minho...Promete no enojarte, o salir corriendo, ¿sí?- Taemin jugó con sus propios dedos, agachando la mirada.

 

Minho dejó escapar una pequeña risilla, levantándose de su lugar para pararse enfrente del chico y cruzarse de brazos.

 

-Taemin, ¿cuánto tengo contigo?- Le miró rudamente.

 

-¿Cómo tu gato? O ¿cómo tu pareja?- Taemin volvió a sonreír con ese rostro travieso que le gustaba lucir ante Minho.

 

-Sabes a lo que me refiero.

 

-Poco más de año y medio.- Taemin se encogió de hombros, no lo hacía a propósito, pero siempre terminaba coqueteando con Minho.

 

-Entonces...¿no crees que es tiempo suficiente para ya haber salido corriendo de las cosas muy raras que haces o dices?- Se burló, riendo abiertamente de su novio.

 

-Eso es cierto...- Agitó su rostro con algo de duda. –Minho, quiero que recuerdes que esto de convertirme en gato es a voluntad. Pero hay muchas cosas que quisiera hacer y no puedo, sin pensar que hay otras tantas que sé que no puedo hacer y no me interesan. El punto, es que también hay cosas que no sé de mí, que por eso jamás podré hacer, o peor aún, que puedo hacer pero no lo sé.- Respiró hondo, contiendo una sonrisa de nerviosismo.

 

-No comprendo, Tae, ¿qué me quieres decir?- Se acercó un paso, al chico que seguía balanceándose en la ventana.

 

-Minho...yo...- Con el índice le indicó que se acercara aún más, hasta tenerlo cerca como para susurrar en su oído. Susurrar palabras que hicieron que Minho abriera los ojos por completo, sin poder responder a ellas.

 

-Taemin ah...- Sintió que ni todo el aire del mundo era capaz de entrar en sus pulmones para poder continuar la oración. -¿Lo dices en serio?

 

Un leve movimiento de cabeza, confirmando esa noticia que cambiaría la vida de ambos.

 

-¿Por qué habría de enojarme por eso, cabeza hueca?- Le abrazó con todas las ganas del mundo. –Nada me hace más feliz que saber que contigo criaré una familia.- Besó su frente. Era feliz, enormemente feliz, Taemin estaba esperando, ¿cómo negar eso? Imposible, Minho conocía muy bien que lo que más le gustaba a Taemin era cuando le tocaba, una verdad irremediable.  

 

-¿Seremos una familia?- Su mirada se iluminó por completo. -¿Criaremos pequeños Minhos y pequeños Taeminnies?

 

-Por supuesto que sí.- Le tomó por la barbilla. –Sólo espero que no hereden tu adicción por el azúcar.

 

 

Y el tiempo corrió, haciendo que cada día el vientre de Taemin se ensanchara con la esperanza de vida que había dentro de él. Por su puesto que Minho no lo dejaba vivir solo, no, ya nunca estaría solo. Vivían juntos, como siempre debió ser, dándoles mucho tiempo para convivir, con peleas, reconciliaciones, momentos divertidos, otros no tanto. Taemin se cansaba tan fácilmente de las cosas, pero nunca de Minho.

 

Era algo tarde y Taemin moría de sueño, sin pensarlo decidió irse a dormir, aunque minutos más tarde fue disturbado por su pareja, que había regresado de trabajar y quería compartir la cama con él.

 

-Taemin, últimamente he tenido una duda que sólo tú puedes esclarecer.- Minho le abrazó por la cintura, haciendo que Taemin se acurrucara en su hombro.

 

-Te escucho, amor mío.- Taemin ronroneó con suavidad.

 

-Es...sobre tu magia, los niños...

 

-No, Minho, no creo que la tengan; yo apenas la tengo y a decir verdad, no es como que disfrute mucho de ella.- Hizo una mueca.

 

-Serán ¿normales?

 

-Eso depende, ¿cuál es tu concepto de normalidad?- Rio tontamente.

 

-Pero, a lo que voy, es que tú eres un gato, independientemente de que sea a voluntad, lo eres...- Se mordió los labios, queriendo encontrar palabras para continuar.

 

-Minho, no serán mitad gato, si eso es lo que temes. Yo puedo convertirme en gato, porque para mí eso fue cómodo, pero mis familiares que pueden transformarse han escogido otro tipo de ser. No hay mutantes en la familia.- Le besó la nariz.

 

-Pero...¿Seguro que no maullarán o algo así?- Encontró consuelo en el revolver el cabello de Taemin, consiguiendo despeinarlo.

 

-¡Choi Minho!- Taemin le regañó. -¿Alguna vez yo he maullado?- Refiriéndose a su humanidad.

 

-No, pero ronroneas mucho, a decir verdad.- Acarició el cabello de quién seguía escondido entre su cuello y hombro.

 

-No puedo evitarlo, tu aroma me gusta mucho.- Taemin ronroneó. –Además me encanta estar acurrucado contigo.

 

-En mí, querrás decir.- Minho corrigió. Taemin hizo una mueca extraña, apretando los ojos de inmediato, haciendo que el mayor entrara en pánico. -¿Tae? Amor, ¿estás bien?

 

-Neh...- Taemin respiró, después tomó la mano libre de Minho y la colocó sobre su vientre. –Son bastante inquietos.-Colocó su mano sobre la de Minho y entrelazó dedos.

 

-Taemin, por favor, tan siquiera dime cuantos son.- Rogó. –Necesito saber cuántas cunas debemos comprar.

 

-Sor~. Pre~. Sa~.- Sonrió, sintiendo más movimientos dentro de su vientre. –No te diré, ellos no quieren que te diga.

 

-Mis propios hijos ya confabulan en mi contra, ¡increíble!-Minho rio antes de besar la frente de Taemin y agacharse para besar su vientre. –Por favor, sean niños buenos.- Rogó.

 

 

 

 

Taemin dio a luz a finales de primavera, después de que el clima dejara de estar loco y empezara ser estable. Al mes de poder tener a sus hijos consigo, Minho le regaló una casa, a fueras de la ciudad, donde podrían criar a los niños sin tanto estrés de la ciudad. Eran verdaderamente una familia, feliz, bizarra, que no necesitaba más que estar junta. Era absurdo lo mucho que Minho amaba a Taemin, tan absurdo, que el mismo Taemin se burlaba de su novio. Pero, no podía prohibírselo, incluso, se lo agradecía; nunca nadie le había querido tanto como Minho lo hacía, con una febril devoción que podía llegar a ser intoxicante para quienes no comprendía que lo único que Minho quería es que Taemin no volviera a llorar y verse triste como aquella vez lejana y casi olvidada.

 

Tres niños corrían por la casa, idénticos entre ellos a excepción de las diferentes tonalidades de sus cabellos despeinados. Sus rizas se escuchaban por toda la casa, probablemente habían hecho alguna travesura, o jugaban a perseguir troles. En la sala, Taemin bailaba, con la música a todo volumen, mientras que el mayor de la casa –y probablemente el único que no disfrutara tanto del azúcar- buscaba un momento de paz.

 

Minho entró a la sala y se recostó sobre el sofá, cerrando los ojos y tratando de descansar. La música era un gran problema. Suspiró, cubriéndose los ojos con su antebrazo, gimiendo guturalmente para que Taemin le prestara algo de atención. Funcionó, Taemin apagó la música y buscó sentarse al filo del sillón donde Minho se recostó, haciéndose el sufrido.

 

-¿Qué pasa? ¿Ya te cansaste?- Taemin rio, burlándose de Minho.

 

-Ustedes, no sé de dónde sacan tanta energía.- Suspiró.

 

-Soy un gato de ciudad.- Taemin le giñó un ojos; había empezado a referirse a sí mismo como gato, cuando quería hacer molestar a Minho, y vaya que funcionaba.

 

-No lo sé, tal vez ya estoy viejo.

 

-No, no estás viejo.-Le besó la mejilla. –Sólo es que siempre das el ciento diez por ciento de ti para cuidarnos.- Le acarició. –Eres más de lo que merezco.

 

-No, yo no te merezco a ti, ni a los niños. Por eso, les daré todo lo que pueda darles.

 

Taemin sonrió, buscando hacerse un especio en el reducido sofá y recostarse junto a su pareja, abrazándole y ronroneando en el cuello de Minho.
-Siento...Que a veces te canso demasiado, por favor, dímelo cuando sea así, no quiero llegar a tu límite.

 

-Tae, jamás tendré un límite para ti.- Le besó en la punta de la nariz. -¿Dormimos un rato?

 

La risa de Taemin inundó los oídos de quien le abrazaba, dándole de nuevo esa perspectiva abstracta de la belleza.

 

-Quisiera ir al jardín, a arreglar las plantas. ¿Puedo?- Pidió permiso para ser liberado y poder ponerse en pie.

 

-Primero dame un beso, después consideraré dejarte ir.- Rogó, apretando más la cintura de Taemin.

 

-Te daré todos los que me pidas, quisiera consentirte tanto como tú lo haces conmigo.- Taemin colocó sus manos en las mejillas de Minho y le besó, varias veces, de diferentes maneras logrando comprar su liberación para poder ir al jardín.

 

 

Tiempo después, una batalla se libraba dentro de la habitación de los niños; ciertos pequeñitos se negaba a irse a dormir, argumentando con sus muy escasos vocabularios en contra de su padre, que no hacía más pedirles que entraran a la cama.

 

Minho estuvo a punto de rendirse, los niños estaban negados a hacerle caso esta noche en específico, a pesar de ser siempre unos angelitos. Les miró severo, haciendo que los niños hicieran un puchero, pero hasta ahí llegó. Taemin entró corriendo, aferrándose a Minho, con los ojos abnegados en lágrimas.

 

-Minho, Minho, afuera...Afuera hay un hombre...- Se escondía en el cuello del mayor. –Está vestido como los del servicio que trabajan para mi padre.

 

-Tae, estoy seguro en que muchos lugares el uniforme de trabajo es traje y corbata.- Minho le abrazó por los hombros, consolándolo.

 

-No, fue espantoso, estaba observando la casa. Minho, no quiero que esté aquí.- Estaba entrando en una histeria total.

 

-Iré más al rato a revisar si sigue ahí, ¿arasso? No te preocupes.- Trató de hacerle sentir mejor, pero Taemin seguía llorando, apartado en sus recuerdos. Como casi nunca hacía, se transformó en gato frente a la mirada de sus hijos, subiendo de un brinco a la cama más cercana.

 

-¡Mami es un gatito!- Exclamaron los tres al mismo tiempo, entrando a la misma cama, peleándose por un lugar.

 

-Claro, hace rato no querían dormir, y ahora van a compartir cama solo para estar cerca de su omma.- Minho se quejó. –Ustedes, duérmanse de una vez. Taemin, iré a ver, trata de dormir tú también, estás alterado.- Apagó la luz del cuarto y salió a revisar.

 

Afuera no había nadie, ni un carro, pero no era de extrañar, vivían realmente en las afueras, un lugar con mucho espacio, a diferencia de lo que se espera estando en el centro de la ciudad. Minho de cualquier modo decidió quedarse afuera un rato más, vigilando que nada sospechoso pasara. No es que no le creyera a Taemin, pero estaba demasiado alterado como para haber sido objetivo. No supo cuánto tiempo estuvo afuera, decidió regresar en cuanto la noche ya estuviera bien entrada.

 

Abrió la puerta de la habitación de sus hijos, iluminando muy poco con la luz del pasillo. Taemin seguía siendo un gato, acurrucado al pie de la cama donde sus hijos por fin dormían. Abrió más la puerta para que la luz le diera a Taemin, despertándolo.

 

-No hay nadie afuera.- Trató de sonar convincente. –Vamos a la cama, ¿sí?

 

Taemin se puso en pie, conservando su apariencia gatuna. Caminó entre las piernas de Minho, con parsimonia, balanceando la cola de un lado a otro. Pero no salió de la habitación. Su mirada amarilla era obvia, no pensaba irse de ahí.

 

-Ellos estarán bien, aun así ¿te quedarás a dormir aquí?- Creía que estaba siendo una exageración del castaño.

 

A la mañana siguiente, lo primero que Minho hizo fue ver a los niños y Taemin. Ya no se encontraban durmiendo. Se dirigió a la cocina, para encontrarlos desayunando. No le impresionó, ver a los niños cubiertos hasta el cabello de mermelada.

 

-¿No es muy temprano para el azúcar?- Preguntó, haciendo que Taemin diera un brinco de sorpresa.

 

-¡Yah! El desayuno es la comida más importante, entre más energía te dé, mejor.- Hizo un mohín.

 

Minho rio, sentándose a lado de Taemin. Al parecer Taemin ya había olvidado al extraño de la noche pasada.

 

 

Pero no fue del todo así, Taemin insistió con que vigilaban la casa un par de vez más, antes de dejarlo por completo. Minho jamás los vio, haciendo que Taemin se convenciera a si mismo que estaba siendo paranoico.

 

A pesar de eso, Minho no era inconsciente del temor que Taemin sintió. Ese fantasma que le perseguía en las noches y lo hacía refugiarse en el cuello de Minho.

 

Volvían de la casa de la madre de Minho; uno de los niños se había quedado dormido, Minho le cargaba con una mano, mientras con la otra aseguraba a sus otros dos hijos. Se acercaron al auto, Minho abrió la puerta y primero pasó al niño dormido, después ayudó a subir al segundo.

 

-Papi.- El menor de los tres le jaló de la manga. –Ese señor nos mira feo.

 

Minho se arrodilló, quedando a la altura de su hijo, limpió la cara del niño ya que tenía restos de tierra.

 

-Lo sé, yo también lo vi.- No se inmutó, ni dejó de mirar a su niño, sólo le sonrió y le ayudo a subir al asiento del auto.

 

No se demoró en llegar a la casa, Taemin había estado todo el día en la pastelería y esperaba que ya hubiese llegado a casa. Los niños entraron corriendo, después él, y sintió un gran alivio al ver que Taemin se encontraba ahí, peleando infantilmente con sus hijos.

 

-¡Les gané! Llegué primero.

 

-No, omma hizo trampa.- El de cabellos rojizos como Taemin frunció los labios.

 

-No te enojes, corazón. Miren, les traje pastel.- Tomó una bolsa que se encontraba en la mesa. -¿Deberíamos comerlo para la cena?- Sonrió.

 

-Deberían dejarlo para mañana.- Una vez más Minho les regañó. –Taemin, quisiera...- Se detuvo antes de decir algo sobre lo sucedido.

 

-¿Sí?-La mirada de Taemin, era demasiado alegre como para arruinarla con algo así.

 

-No es nada, sólo quería decirte que te amo.- No, no le diría que llevaba varios días notando que les seguían. Taemin no tenía por qué preocuparse.

 

-Minho yeobo.- Taemin se sonrojó. –Si no quieres que comamos pastel, sólo dilo, no me chantajees.

 

 

Y todo parecía normal. A pesar de todo, no habían sucedido cosas más extrañas. Era una mañana de media semana. Minho despertó a Taemin, lo cual era raro, ya que el castaño solía despertarse primero.

 

-Amor, ya es tarde.- Minho le incitó a despertarse.

 

-No quiero ir a trabajar.- Taemin se acurrucó en las sábanas. –Sé que dijiste que todo estaba bien...Pero, simplemente no puedo dejar de sentirme observado...

 

Minho miró a Taemin, ¿había escondido su temor? No puedo evitar sentirse mal por eso. No quiso imaginárselo llorando, no le gustaba. Le abrazó por los hombros, besando su sien izquierda.

 

-Taemin...- ¿Cómo darle ánimos? Minho no sabía qué hacer. – Lo sé, creeme que lo sé. Pero, no dejaré que te hagan daño. Jamás lo permitiría.

 

-Minho, te amo.

 

-Y yo a ti, bebé...

 

 

Taemin no lo pudo soportar por más tiempo. Lo sabía, no podía huir de los negocios de su familia. Un día le llegó un paquete, con fotos de Minho y de los niños, fotos de la casa, incluso de la casa de la madre de Minho. Era cierto, al fin lo habían encontrado. No quería volver, le aterraba el hecho de regresar a esa horrible casa donde al final, nadie le había querido.

 

-Taemin, no te voy a dejar.- Minho colocó su mano sobre la del menor antes de que descolgara el teléfono. –Déjame a mí hablar con ellos.

 

-Son mis padres.- Su mirada estaba escondida entre su cabello y una sombra de pesadez.

 

-Te quisieron vender, si no hubiese sido porque escapaste, probablemente no hubieras llegado al día de hoy.- Minho le miró severo. –No dejaré que se vuelvan a acercar a ti, porque te hacen daño.

 

Ciertamente, dialogar con los padres de Taemin no fue sencillo, el problema era su padre, un ser mezquino, atrapado en la avaricia de un negocio demasiado pesado para sus propios hombros. ¿Cómo era posible que Taemin fuera su hijo? No tenía sentido, él era todo lo contrario, amable, atento, dulce; por lo menos, Minho entendió porque Taemin a veces aspiraba a mucho, había tenido sin tener nada.

 

El pleito terminó en lo legal, era de la única forma en que la familia de Taemin se haría a un lado. Después de horas de estar en negociaciones, Minho salió de la sala de juntas en el hotel donde los padres de Taemin se estaban hospedando. Los abogados que tenían eran incluso agresivos, pero él no se dio por vencido. No, Taemin no volvería a llorar.

 

Se despidió de su abogado, haciendo una reverencia, para regresar su vista al frente, encontrándose con el hecho de que Taemin le esperaba en el lobby del hotel. Se acercó, abrazándolo sobreprotectoramente.

 

-Tae, ¿qué haces aquí?- Lo alejó del pasillo donde probablemente se encontraría con sus padres.

 

-Tenía que saber cómo iban las cosas, ¿llegaste a un acuerdo?

 

-Neh...- Minho le sonrió. -¿Dónde están los niños?

 

-Con tu madre, le dije que íbamos a tener una cita y aceptó gustosa de cuidarlos.-Sonrió.

 

-Ella los adora...- Respondió a esa sonrisa. –Taemin, no me gusta que estés aquí, ellos pueden verte y no quiero que te hagan llorar.

 

-No lo harán...- A pesar de todo, el silencio que Minho guardaba, era la confirmación de lo que Taemin ya sabía. –Amor, no lo ocultes, ya lo sé, dilo: ¿me compraste?

 

Minho suspiró, cansado, aterrado, no quería hacer sentir mal a Taemin. Durante todo momento, cuando el padre de Taemin hablaba de él, parecía más hablar de un objeto, que de su propio hijo. En algún punto, Minho cayó en la desesperación, ¿cómo Taemin no se dio cuenta antes de la escoria que tenía como familia?

 

-Tuve que hacerlo...- Besó el cabello anaranjado de su novio. –No estamos casados y no podía permitir que te apartaran a ti, o a los niños, de mi lado. Los amo demasiado.- Apretó el abrazo en el cual tenía sumergido al menor.

 

-Lo comprendo...- La tristeza en su mirada castaña, su tono de voz: se sentía herido.

 

-Eres a quién más amo.- Se lo dijo mirándolo a los ojos, asegurándole que no era objeto, ni mascota, de nadie; era su pareja, con quién criaba una familia, y a quien más amaba.

 

-Ámame por mucho tiempo, ¿está bien?- Esconderse en el pecho de Minho, como siempre solía hace, le tranquilizaba.

 

-Toda la vida.- Minho sonrió. –¿Qué tal, que ahora que no tenemos a los niños, y en realidad no quiero que estemos aquí, tenemos esa cita que mi madre cree que tenemos?- Besarle, abrazarle, estrujarle, era lo único que adoraba hacer y que nunca se cansaría de ello.

 

-Neh...- Esa voz queda, suave, parecido a un ronroneo era susurrada en el oído del alto. –Una cita.- Sonrió, con ese gesto que le hacía verse tan tierno y que hizo que Minho riera, empujándolo suavemente hacia la salida.

 

FIN

Notas finales:

Espero les haya gustado. Este one-shot es para pedir disculpas por haberme tardado con Blind Love, así que para los que leen Blind Love, les dedico este fic ♥ 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).