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Abstracción por Kuromitsu

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Notas del fanfic:

Un pequeño one-shot que dejo como consuelo por la espera de "Matándome" (?) La verdad quizá no logre actualizar hasta Febrero.

Dicho esto, ojalá les guste.

Abstracción, de abstraer (Del lat. abstrahĕre).

1. tr. Separar por medio de una operación intelectual las cualidades de un objeto para considerarlas aisladamente o para considerar el mismo objeto en su pura esencia o noción.

2. intr. Prescindir, hacer caso omiso.

O de otras definiciones… aquella que MiA prefirió entre todas:

Concentración del pensamiento, prescindiendo de la realidad exterior. Ejemplo: “Envidio su capacidad de abstracción del mundo real”

Nunca había pensado en la constante abstracción en la que vivía Meto, pero durante esa noche no pudo más que torturarse con sus propios pensamientos. No envidiaba precisamente esa capacidad que tenía de abstraerse, más que nada era una total incomprensión. ¿Cómo lo lograba?

Si se ponía a pensarlo detenidamente, él era el que justamente llegaba a los ensayos en casi un mutismo hermético, hablando sólo lo necesario (o lo que correspondiese a los errores que de vez en cuando cometían, así como también abría la boca para sugerir modificaciones a temas en proceso), pero aparte de eso nada. Sí, entendía perfectamente que cada uno estuviera concentrado en mejorar individualmente para así avanzar como un conjunto, pero caso aparte era su forma de relacionarse, tan poca y llena de monosílabos, que nunca había notado hasta esa noche maldita.

Incluso así el guitarrista de los dedos ágiles no pudo más que pensar que, a pesar de todo eso, se sentía como la persona más cercana a él comparando la relación que ambos habían entablado después de todos los años juntos. Esa cercanía era más patente en los videos que grababan como bonus de los discos, donde su juego de lenguas cercanas era algo usual. Era ahí cuando veía a Meto sonreír más que nunca, y quizá también luego de ciertos conciertos especialmente buenos.

Ni Tsuzuku ni Koichi tenían ese compañerismo con Meto; por ello se sentía de cierta forma, privilegiado.

Feliz.

Pasó sus manos por su rostro, restregándoselo. Estaba de cierta forma ignorando con absurdos pensamientos lo que realmente le había llevado a estar así. A replantearse muchas cosas. Sus ojos vagaron hacia un punto muerto en el espacio para recordar vívidamente lo que había sucedido apenas una hora atrás.

Koichi y Tsuzuku habían salido del auto del que era propietario el de cabello rosa, para ir a comprar una cena improvisada que planeaban comer mientras conducían hacia el norte, a unos cincuenta o sesenta kilómetros del lugar donde se encontraban. Ahí se hospedarían en la casa de Koichi, quien amablemente había dejado que usaran la casa temporalmente desocupada de sus padres (por quinta vez) para reparar energías antes de partir a una prueba de sonido y posteriormente, un concierto. Y luego, a seguir manejando hacia su próxima parada.

Estaban de cierta forma acostumbrados a ese agitado estilo de vida. Al principio no creía capaz que podrían soportar tanta presión, pero luego de un tiempo se había acostumbrado a ensayar en ocasiones, hasta por diez horas seguidas. Claro está, habían veces en las que no lograba soportar la natural somnolencia que surgía en él; era en momentos como ése donde los demás aprovechaban de tomar fotografías o de molestarlo hasta que lograba despertar debido al alboroto. Era divertido observar las nuevas técnicas que empleaban en mantenerle despierto.

Y justamente, una de esas veces donde el sueño era más poderoso que cualquier otra cosa era en ése momento. Había decidido quedarse dentro del auto mientras esperaba el regreso del par, puesto que los ojos se le cerraban por sí solos. ¿De dónde había sacado tanto sopor siquiera? No había sido un día especialmente agitado, sin embargo, el cansancio le ganaba la pelea. 

El baterista había decidido asimismo mantenerse dentro del vehículo, pero a diferencia suya no era por un problema derivado del adormecimiento, más bien había sido para cuidar su espalda. Estar tanto tiempo en el sillín que le correspondía, haciendo movimientos simultáneos de pies y manos sin descansar le había pasado ligeramente la cuenta. La exigencia postural propia del instrumento le tenía ahora tirado sobre el asiento del copiloto, con los músculos más distendidos.

Ninguno de los dos habló y por tanto, la quietud del lugar (algo impropio del Japón moderno) le hizo cerrar los ojos, recostándose instintivamente a lo largo de los asientos traseros. Depositó fielmente su cuerpo en los brazos de Morfeo y se dejó atraer hacia el dulce mundo de los sueños.

Eso, hasta que un peso impropio en él le despertó justo cuando iba a comenzar a soñar, y frunció el ceño de forma autómata mientras abría sus pesados párpados. Cuando recordó en la soledad de la habitación ése momento, unos agridulces escalofríos le recorrieron la espalda.

Es que era Meto el que se había sentado encima de él, como si de un objeto inanimado se tratase, con la espalda ligeramente curvada debido a la altura del vehículo. Le miraba con rostro juguetón, propio de él cuando estaban siendo grabados, y con una sonrisa amplia de esas que sin querer se le contagiaban a él también. Sinceramente, Meto tenía una de las sonrisas más bonitas que había visto jamás y no era el único que pensaba eso. Ya en varias ocasiones hasta los de producción lo habían mencionado, mujeres en su mayoría.

Replicó su sonrisa inconscientemente, hasta que se dio cuenta de lo que estaba haciendo, y carraspeando un poco logró finalmente decir algo.

-¿Qué se supone que haces, Meto? –rio un poco.

La cabeza del baterista se ladeó un poco de forma casi mecánica, tal como si fuese un muñeco. En aquel instante recordó vívidamente el traje que hace poco utilizaba junto con la peluca celeste de rizos perfectos, ropa que utilizaba más que nada para promocionar joyas que había desarrollado para una importante marca. La primera vez que lo había visto así, había recordado súbitamente la enorme capacidad que tenía el batero para imitar las poses de un muñeco. Esa transformación en una pieza de porcelana era un proceso casi hipnótico.

Debía de admitir que le gustaba muchísimo cuando se vestía así.

Como no obtuvo respuesta alguna volvió a preguntar, pero nuevamente no obtuvo respuesta alguna. Riendo ante la actitud del batero, intentó con otra cosa, ignorando el peso de la pelvis de Meto en contra de la suya propia porque era casi ínfimo. Era realmente delgado, más ligero de lo que podía suponer a simple vista.

-Hey, no hay cámaras aquí como para personificar a tu alter ego, ¿sabes? –dijo riendo.

La sonrisa de Meto se amplió aún más, pero ésta vez era ligeramente distinta. O al menos ésa fue la impresión que dejó en MiA, acompañada de un fuerte mal presentimiento. Lo peor es que el batero ni siquiera se dignaba a contestar alguna de sus preguntas, su cabeza se movía de un lado a otro, con una actitud juguetona que en un momento así llegaba a asustar. Luego recordando ese momento, el guitarrista se dio cuenta de que Meto no estaba moviendo su cabeza en un orden aleatorio, sino que estaba atentamente vigilando por cada una de las ventanas.

-¿No hay cámaras? –logró finalmente responder, sin quitar nunca la sonrisa de su rostro.

El cuerpo de Meto se inclinó hacia adelante, colocando sus brazos a cada lado de la figura de MiA. Éste comenzó a respirar de forma más descontrolada sin siquiera darse cuenta, a la par que el cuerpo empezaba a tensarse. Cada uno de sus músculos se sentía tan rígido que dudaba el ser capaz de levantarse o incluso, dudaba si poseía aún la capacidad de mover un solo dedo.

Sintió la respiración de Meto, tan calmada como siempre rozar su rostro. No podía retirar su vista de los ojos del más bajo, en un juego de miradas que no hacía más que poner más nervioso al guitarrista.

Entonces, cuando esa pausada respiración le causaba cosquillas en el cuello (y una sensación extraña en la nuca), al fin los carnosos labios del otro se abrieron de par en par.

-No hay vigilancia –su cuerpo bajó todavía más, y susurró a continuación- No hay nadie que pueda vernos.

Comenzó a mover su lengua de la misma forma en que jugaban en los backstages, pero no, esto era distinto y tan sorpresivo que le asustó en una primera instancia. Ésta vez, la actitud de Meto denotaba que no pararía como antes. No, no se detendría.

Pero sí se detuvo, para devolver su lengua al lugar donde correspondía, sonreír por última vez y finalmente besarle violentamente. Sus labios le besaron con ímpetu, abriendo paso para que su lengua volviese a aparecer y avanzara sin escrúpulos en la boca de MiA. Tomó además con una de sus manos el rostro del guitarrista, acercándole más a él, mientras que con la otra seguía soportando su propio peso para no caer.

Si hubiese querido, lo habría parado en cualquier momento, antes de que sucediera porque cuando había visto esa sonrisa extraña en su rostro ya sabía lo que se venía encima. Si hubiese querido, le habría incluso hasta golpeado por hacer una estupidez como ésa. Si hubiese querido…

Pero en ese momento había decidido (¿inconscientemente, conscientemente?) no detenerle. Había decidido libremente, dejar que le besara. Y después de unos escasos segundos le había besado de vuelta, rozando los piercings del batero que añadían una especie de nueva dimensión de texturas.

En incontables veces había pensado en cómo se sentiría esa lengua pequeña del batero en contacto con la suya propia, no porque tuviese un interés romántico en él, no. Simplemente era curiosidad por saber cómo era la textura de esa juguetona lengua. Curiosidad por probarle.

Pero nunca ni en un millón de años se le había pasado por la mente el que eso realmente sucediera. Ahora que había sucedido… no le molestaba en lo más mínimo. Incluso en la soledad de la habitación que se suponía, compartiría con Tsuzuku, estaba inevitablemente seguro de ello.

Habían entrelazado sus lenguas, se habían aventurado en la boca del otro, reconociendo un terreno antes desconocido. MiA pudo sentir en su pelvis el roce que Meto estaba haciendo a propósito, apenas un frote en contra de su entrepierna tan ligero que habría pasado desapercibido si la excitación no hubiera estado a flor de piel. Y la verdad era que Meto besaba de forma maravillosa, como si fuese extremadamente experimentado en el tema.

Eso, sumado a la posición en la que se encontraban, a la cercanía de sus cuerpos…

Por un momento dejó esos pensamientos de preocupación de lado. ¿Y qué importaba si Meto lograba excitarle? Aunque claro, rememorando todo una hora después de que había sucedido (ya con la cabeza fría) se hacía difícil digerirlo todo tan fácilmente. Una cosa habían sido los juegos que realizaban delante de las cámaras porque aquellas simples bromas eran para aumentar el interés de las fans, estaba todo de cierta forma calculado de antemano. Esto era distinto, más peligroso.

Porque no lo hacían por nada más que por ellos mismos. Disfrutar del otro.

¿Quererse?

Cuando finalmente los labios de Meto habían aprovechado de succionar el labio inferior de Mia, y de posteriormente morderlo con cuidado, se miraron a los ojos un segundo antes de que el cuerpo del batero se recostara completamente en el otro. Recién ahí el más alto cayó en cuenta de que sus respiraciones se habían agitado muchísimo. Podía sentir el irregular suspiro del otro cerca de su oído, haciéndole cosquillas cada vez que espiraba.

-¿Por qué? –preguntó al fin el guitarrista.

No añadió nada más, porque era un cuestionamiento dirigido en tantas direcciones que era inútil explicarlo en detalle. Que por qué le había besado. Que por qué él mismo le había recibido. Que por qué se sentía así de excitado. Que por qué lo habían aceptado de una forma casi automática.

Que por qué sentía su corazón latir tan fuertemente. Que por qué no quería realmente saber las razones de esas anteriores preguntas. Sentía miedo.

A veces era mejor quedarse en un eterno limbo, sin clarificar nada. Esa frase golpeaba constantemente el interior de su cráneo a la par que no podía dejar de evocar los sucesos de la hora anterior, solo en el cuarto.

Ésta vez, no sintió ningún tipo de risa salir de los antes sonrientes labios de Meto. Sin embargo, le escuchó tomar una gran bocanada de aire, como preparándose mentalmente para lo que fuese a decir a continuación.

-Porque sí.

Fue lo único que obtuvo como respuesta antes que éste se retirara de donde había dejado descansar el cuerpo. Miró nuevamente por la ventana, cuando notó que un escalofrío le recorría la espalda de forma súbita y violenta. Sin demora volvió a sentarse en el lugar que le correspondía, que era el asiento del copiloto, como si nada hubiese pasado. Presintiendo la razón por la cual el batero parecía tan alarmado, él mismo arregló su cabello al sentarse para pasar desapercibido e intentó calmar sus nervios agitados.

Koichi y Tsuzuku habían vuelto con unas cuantas bolsas que dejaban escapar un agradable aroma a pan recién horneado, y se relamió los labios. De todas formas, su estómago ya no estaba tan vacío como antes. La extraña sensación de escalofríos que le recorrían el cuerpo y específicamente esa zona, no podía ser calificada por nada más y nada menos que mariposas.

Sí, un hombre veinteañero como él, una persona que había dejado atrás la adolescencia años atrás estaba ahora sintiendo mariposas en el estómago. Y no parecía que se fuesen a detener.

-Eh, ¿por qué se han demorado tanto? –dejó escapar para dejar sus pensamientos reprimidos en algún oscuro rincón de sus memorias. Rio nerviosamente.

-¿Tanto? –Koichi le miró a través del espejo retrovisor- Apenas han sido unos cinco minutos, ¿verdad Tsuzuku?

-Fueron seis –replicó éste, sin darle mayor importancia.

La afirmación de que habían sido tan pocos minutos, le cayó como una piedra en el estómago. Se hundió en su asiento debido al peso de los acontecimientos. Es que había sentido que habían estado largos minutos ahí adentro, largos minutos besándose sin descanso, y había calculado que al menos una media hora había pasado encerrado junto a Meto. Saber que quizá apenas habían sido unos segundos probándose mutuamente le había dejado helado.

El tiempo pasaba de forma muy extraña.

Estaba recostado en la cama que le correspondía, arrugando las mantas al apretarlas cada cierto tiempo. No había querido específicamente recordar todo eso porque era hasta doloroso, pero era algo que debía hacer aunque costase. Si bien habían vuelto sin decir palabra, y sin mirarse cada uno se había excusado para ir a dormir antes que los demás (sin probar bocado siquiera), dejar las cosas como si nada hubiera pasado no era su estilo.

Al repasar sus memorias algo había dejado en claro. Sí quería que cosas como aquellas siguieran sucediendo. Podría haberlo dejado pasar como un simple accidente de sólo una vez, una especie de revolución de hormonas que habían explotado en un momento equivocado y con una persona incorrecta, pero no.

Ya no se trataba de un simple juego de lenguas en el que habían caído una sola vez para recordar súbitamente que “eso no correspondía”. Ahora se trataba de que quería seguir equivocándose quizá, probando una y otra vez que sí correspondía hacer cosas como ésas con él. Probándose a sí mismo cuánto podía llegar a quererle.

Y así, decidido, se levantó de la cama para ir hacia la habitación que Meto ocuparía con Koichi. Sabía que tanto el de cabello rosa como el cantante estarían abajo, comiendo unos improvisados sándwiches, e incluso desde el segundo piso podía escuchar sus risas ahogada. Sabía que encontraría al más bajo solo en la habitación.

¿Cómo estaría? ¿Le habría dado tantas vueltas al asunto como él mismo?

¿El corazón estaría tan agitado como el suyo propio? ¿Tendría también “mariposas” adolescentes en el estómago?

Suspirando, entró a la habitación. Ahí, sobre la cama, sentado como si siempre lo hubiese estado esperando, con una sonrisa amplia en su rostro que había surgido espontáneamente al cruzar sus miradas.

-¿Te quedarías a mi lado? –preguntó, señalando el espacio libre al lado de su cama. Un pedido que a simple vista lucía hasta inocente.

No era necesario ser un genio para adivinar a qué se refería.

-Sí.

Le devolvió la sonrisa a la par que Meto ensanchaba más aún la suya. Acercándose rápidamente hacia la figura del más bajo, ésta vez él tomó la iniciativa y le besó suavemente en los labios, en los párpados, en el cuello, en todo el rostro. Se miraron de forma cómplice, extasiados, antes de que MiA le empujara a la cama, riendo de la embriaguez que le producían sus propios sentimientos.

¿Lo quería, lo amaba, tan sólo le gustaba? ¿Sería algo de una noche, algo de un tiempo, algo de años? No lo sabía ni le importaba, tan sólo quería disfrutarle.

Riendo, con la respiración alterada, dejó el menudo cuerpo de Meto tendido en la cama para levantarse y cerrar con seguro la puerta, no sin antes recibir un ligero asentimiento del baterista. Y mientras se acercaba nuevamente a él, con el corazón desbocado, sintió que lo quería desde quizá mucho antes. Sólo a él.

Pero incluso si quiso murmurar un “te quiero”, no lo hizo. A veces, las acciones decían más que unas meras palabras formadas de símbolos creados hace años. El lenguaje no era lo suficientemente perfecto como para comunicarse.

El besarle, abrazarle, sostenerle en sus brazos… sí, era mucho mejor.

 

 

 

 

 

Afuera, Koichi intentó abrir la puerta de la habitación que se suponía, ocuparía junto a Meto. Pero estaba cerrada con seguro.

A propósito.

-¿Acaso se encerró con MiA o es mi idea? –perdiendo un poco los estribos volvió a intentar abrir la puerta, inútilmente- Qué se creen, al menos que expliquen por qué…

-Vamos, déjalos –instó el cantante, posando una de sus manos en el hombro del bajista. Éste le miró, con el ceño fruncido- A menos que te moleste pasar la noche conmigo, en ese caso…

-¡No es eso! –replicó, desviando la vista y aventurándose en la habitación que ahora compartiría con Tsuzuku. No podía mirarle a los ojos aunque quisiera, porque sentía todo el rostro caliente de la vergüenza.

-¿Entonces qué es? –Tsuzuku ni siquiera se había inmutado y de cierta forma, se veía un poco divertido ante la situación- No es como si se hubieran ido a otra ciudad, ¿eh? Los veremos por la mañana.

El cantante sin decir más se sentó en su cama y tomó de su maleta un cuaderno lleno de letras de canciones junto con un lápiz, en donde comenzó rápidamente a garabatear más letras. Mientras, el de cabellos rosas no pudo más que observarlo y suspirar. A veces no entendía cómo era capaz de mantenerse tan tranquilo.

Sacudiendo su cabeza en negación se dio cuenta que no era así. Tsuzuku explotaba con las cosas realmente importantes, era todo. Por el resto, él mismo había mencionado que no era necesario o importante siquiera angustiarse y enojarse. De cierta forma admiraba esa forma de ser.

Después de un corto baño, se acostó en su cama. Al volver el cantante seguía con su ágil mano anotando distintas frases en el papel, y luego borrando otras con una goma. Un par de páginas habían sido arrancadas por completo y yacían en forma de esferas mal hechas en el suelo.

-Buenas noches, Tsuzuku –murmuró antes de envolverse en las mantas.

-Buenas noches.

Siguió mirándole por un pequeño hueco que había dejado entre las mantas a propósito, antes de que el sueño le venciera por completo. Lo último que cruzó su mente fue que estaba de cierta forma feliz de compartir la habitación con Tsuzuku.

Estaba de cierta forma… feliz por su compañía.

Cuando Koichi ya había entrado en un sueño profundo, la mano del cantante terminó otra frase que pronto hizo que arrancara por completo la página. Con rabia tomó los papeles regados por el suelo y los escondió en su maleta, para botarlos en algún momento fuera de la casa de Koichi.

En el último papel estaba la última frase que había sacado directamente de sus pensamientos, sin camuflajes, y por lo mismo le había dado una rabia inmensa. Rabia por saber expresarlo todo en un burdo papel y por no ser capaz de expresarlo directamente.

El papel garabateado con un impulsivo te quiero fue ocultado entre la ropa de su maleta antes de irse a dormir también. Sí, dormir era todo lo que necesitaba.

Soñar con algo que no sucedería.

Notas finales:

Espero sus lindos comentarios <3

¡Nos vemos! 


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