—Nezumi, hay algo que he querido preguntarte desde hace mucho —Shion preguntó mientras acariciaba uno de los pequeños ratones.
—Si lo tienes guardado de tanto tiempo atrás, ¿por qué no lo habías preguntado antes? —La personalidad sarcástica de Nezumi era una de las pocas cosas que seguía sin saber del todo cómo lidiar.
Shion dejó al robot sobre uno de los estantes y jaló aire antes de encararlo—. Aquella ocasión que escapamos del centro, aquella donde Safu... —Tuvo que detenerse para tragar el nudo que se le había formado en la garganta—. Donde Safu desapareció junto con Elyurias, cantaste para despertarme, ¿verdad?
Nezumi estuvo por soltar el libro que estaba releyendo por millonésima vez cuando escuchó esa pregunta. Aún recordaba la amarga tristeza que le había invadido al creerlo muerto, las saladas lágrimas que había dejado caer mientras se recostaba en el suelo, dispuesto a esperar su propia muerte. No había hablado a ciencia cierta lo que había ocurrido aquella vez con Shion, sentía que darle detalles le perjudicaría más de lo que le ayudaría, obviamente, no contaba con que él recordaría algo—. Sí, cante, pero no para ti.
—Podía escucharte, quería seguir tu voz y encontrarte —Shion optó por ignorar su comentario después del «sí»—. Tu voz es…especial.
—Deja de hablar con Inukashi, te está metiendo ideas extrañas.
—Había algo en ella que me hacía querer seguir adelante, aunque también, podía sentir un profundo dolor y tristeza en ella —Shion continuó, esta vez, no se detendría—. ¿Por qué estabas triste, Nezumi?
—¿Qué te hace pensar que lo estaba? Simplemente canté. —No quería mostrar debilidad, aunque Shion fuera alguien especial, quería dejar de hacer cosas que estaban uniéndolos más, de esa manera estarían a salvo.
—Lo podía sentir, eso es lo especial de tu voz, transmite tus sentimientos —¿por qué tenía que hablar de aquella manera inocente?
—¿Qué es lo último que recuerdas, Shion? —Nezumi suspiró pesadamente, resignándose, habían prometido ser sinceros el uno con el otro, ¿no?
—Que me dispararon y caí, tú fuiste detrás de mí, sólo eso recuerdo —Shion se encogió levemente ante los recuerdos—. De ahí no sé, oscuridad, vacío, fue hasta escuchar tu voz que empecé a volver.
—Moriste, Shion, yo te canté y después Safu te revivió. —Incluso él se sorprendió por ser tan directo.
Shion sonrió levemente—. Por alguna razón, no me sorprende que Safu hiciera algo más por nosotros…
—¿Nosotros? Te revivió a ti, no a mí.
—Sabes a lo que me refiero, Nezumi —le miró con cierto toque de superioridad cuando lo vio desviar la mirada de él—. Lo que me sigue sorprendiendo y a la vez haciéndome feliz es tu canto.
Nezumi quería responder algo, dejarlo mal con alguna contestación inteligente como solía hacerlo pero no logró encontrar las palabras adecuadas, sus pensamientos no fueron lo suficientemente rápidos como para alcanzar. Simplemente soltó un leve gruñido.
—Cantas con el corazón, Nezumi, por ejemplo, aunque cobres millones por llevarte el alma de la familia de Inukashi, lo que proyectas en tu voz es la tranquilidad y descanso que les deseas —sonrió, sentándose a su lado.
—¿Insinúas que lo que siento es diferente a lo que digo? —Sonaba tonto y lo sabía, era exactamente lo que hacía.
Shion no contestó, simplemente colocó una mano sobre la de él y le dio un ligero apretón—. Mucho fue gracias a ti.
—Por favor, qué cosas dices —aunque sentía una calidez en su pecho, no lo aceptaría tan fácilmente—. Eres inteligente, Shion, ¿por qué sentiría tristeza en aquel momento?
Un enorme deseo de gritarle «Por mi» estuvo por escapársele de la garganta, pero logró contenerse, prefería ver si era capaz de hacérselo decir directamente—. Por la situación en general —probó.
El joven tronó la boca ante su contestación, estaba a muy poco de cortar la conversación y decirle que volviera a leerle cuentos a los niños o bañar perros—. Estabas muerto, por mi culpa, por mi incapacidad de hacer algo para ayudar, ¿eso te dice algo?
—Eso no es verdad, tú sola presencia me motivaba a seguir adelante —le sonrió de nuevo, haciendo que volviera a sentir ese apretón en el estómago.
Por unos segundos, las imágenes de Shion matando a sangre fría a aquel hombre le volvieron a la mente, sin embargo, recordó que ambos habían cambiado después de eso—. ¿Podrías prometerme una cosa, Shion?
El de cabello blanco asintió, curioso por saber de qué se trataba.
—No vuelvas a cambiar el cómo eres por mí, no importa lo que me pase o diga, sigue siendo tú, siempre —involuntariamente, quizá, su mano se movió hasta la mejilla del chico de cabello blanco, acariciándole delicadamente.
—Promete tú que me cantarás otra vez, algún día, Nezumi —el chico apegó su rostros hacia su mano, buscando la calidez que le transmitía—. Prométeme que me harás sentir lo que sientes por mí con tu voz.
Nezumi sonrió con malicia y sin esperar más tiempo, se acercó a Shion y plantó un beso suave en sus labios, al igual que los anteriores, la acción hizo que sus corazones se aceleraran y palpitaran con fuerza, aumentando la agradable sensación.
—¿Aún necesitas mi canto?
—Me quedo con ambas, Nezumi —Shion lo abrazó, hundiendo su rostro entre sus ropas—. Gracias por entrar en mi vida.
El de cabello azul sonrió levemente, recargando su cabeza en la blanca cabellera y pasándole un brazo por la espalda—. Shion, gracias por salvarme tú.