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Entre el Fuego y el Hierro por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes del Hobbit no me pertenecen, sino a su autor J.R.R. Tolkien. Este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Personajes: Bilbo, Smaug, Thorin, entre otros.

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene slash, y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

Resumen:Bilbo es salvado de ser vendido cómo esclavo, por Smuag, príncipe de los dragones, juntos, emprenden un viaje que los hará descubrir nuevos sentimientos, pero, ¿qué sucede cuando nuestro querido Hobbit conozca al Thorin, rey bajo la Montaña?

 

 

 

Beta: Lily Black Watson.

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Entre el Fuego y  el Hierro

 

 

 

Capítulo 1.- Destino

 

 

 

 Los dragones, seres mágicos, cuyo poderío era temido por las otras razas; no confiaban en nadie, principalmente en los enanos, sus mayores enemigos; quizás porque ambas especies compartían amor por el oro y joyas preciosas, además de ser orgullosos, testarudos y avariciosos.

 Tal era la enemistad entre dragones y enanos, que los Valan, temiendo se destruyeran a ellos y a toda la Tierra Media; ordenaron a los Istari, intervenir y poner fin a la disputa.

Ahora, enanos y dragones eran aliados.

 

 

— ¡Aburrido! —se quejó Smaug, príncipe heredero de su raza. La vida en palacio era demasiado monótona para alguien tan joven e inquieto como lo era él. Quizás, necesitaba iniciar un viaje; la idea de ir a fastidiar a Thorin era atractiva, pero desde que el enano se volvió rey Bajo la Montaña, había dejado de ser divertido.

 Tal vez era mejor ir al Bosque Negro; Smaug hizo una mueca, descartando inmediatamente la idea; los elfos eran aún más aburridos que Thorin (sin mencionar, estirados).

 

 Estiró sus alas; había decidido dejarse llevar por el viento, después de todo, él nunca lo decepcionaba.

 

 Su cuerpo de dragón era grande, no tanto como Ancalagon, su abuelo que al volar, era capaz de ocultar la luz del sol tras de sí.

 Los dragones, así como los cambiantes de piel, tenían la particularidad de tomar una apariencia humana, aunque los primeros, conservaban algunos rasgos que delataba su verdadera naturaleza: escamas alrededor de sus rostros, sus cuernos, los ojos e incluso, si deseaban, podían dejar sus alas y cola a la vista. Aquella capacidad, les permitía  relacionarse con otras razas, pero no ser confundidos con hombres.

 

 Smaug aterrizó en las cercanías de Edoras, la capital de Rohan, uno de los reinos del hombre. Se dedicó a vagar entre las calles, ignorando las miradas que la gente le daba; no era común que un dragón pisara un reino humano. Llegó hasta el concurrido mercado; había joyas preciosas de exquisitos diseños (seguramente de fabricación enana), y finas telas, pero nada lograba llamar la atención del príncipe heredero. Smaug estaba por darse por vencido, pero el bisbiseo de una subasta a lo lejos, captó su interés.

 El dragón hizo una mueca al notar de qué se trataba la puja: venta de esclavos. Los humanos eran la única raza (además de los orcos y trasgos), viles criaturas que traficaban con la vida de los suyos, ¡y ellos consideraban que los dragones eran los monstruos! Vaya ironía.

 No tenía intención de ver algo tan desagradable. De pronto, sus ambarinos ojos, se toparon una extraña criatura. Era pequeña, incluso más que un enano, pero desprovisto de vello facial; sus cabellos eran rizados, del color de la paja, esmeraldas por ojos, más preciosas que cualquiera que Smaug hubiese visto jamás; su olor, ¡oh, ese delicioso aroma!, era algo que nunca había percibido e hizo crecer en el príncipe dragón, algo que creía extinto: el deseo de poseer, la avaricia de tener aquel tesoro.

 

 Desplegó sus alas (aun conservando su forma humanoide), levantó el vuelo para estar lo más cercano que pudiera a tan deliciosa criatura. ¡Oh! Era mucho mejor de cerca, esos ojos verdes que le observaban con pánico, esa piel, que se apreciaba suave y que no se reprimió en tocar.

 

— ¡No se toca la mercancía! —gritó el esclavista, jalando a Smaug. Grave error; pues fue lanzado lejos, gracias a la fuerte cola del dragón.

—Mío —rugió Smaug y, para probarlo, dejó que su aliento de fuego derritiera las cadenas de los prisioneros, que escaparon al verse libres. El dragón tomó a su pequeño trofeo y se alejó volando, sin darle tiempo a reaccionar.

 

 Pasaron varios minutos antes de que Smaug considerara que ya estaban lo suficientemente lejos de aquella horrible ciudad; aterrizó con delicadeza, no quería que su preciada carga sufriera daño alguno.

 

 El pequeño estaba asustado,  temblaba ligeramente, Smaug lo sabía, aun así, se dedicó a examinarlo de cerca; sus tobillos y muñecas tenían laceraciones de las cadenas, sus ropas estaban sucias y rotas, sus grandes pies peludos, parecían estar heridos también. Smaug gruñó ante esto, ocasionando que la criatura se encogiera de miedo.

 

—No temas, no te haré daño —aseguró Smaug, sorprendiéndose del tono dulce que acababa de emplear —. ¿Qué eres, pequeña criatura? Eres muy bajo para ser un humano y muy lampiño para ser un enano.

— ¡Hobbit! Soy, un Hobbit.

—Hobbit… —Smaug saboreó cada silaba, como si se tratara de un manjar  —. Dime pequeño Hobbit, ¿Cuál es tu nombre?

—Bi... Bilbo Baggins —la voz de su precioso Hobbit, era tan exquisita, que Smaug no pudo evitar ronronear, sintiendo una extraordinaria paz con la presencia del pequeño ser.

—Yo soy Smaug.

 

 

Continuará…

 

 

 

Corto, lo sé, pero este capítulo es más bien una introducción, de aquí en adelante, serán más largos.

 



Nota de la autora:
Dedico este fic a mi beta, Lily, que sin ella, no habría mejorado tanto.


Nota de la Beta:
*Muere de amor* Jeje, sólo di un pequeño empujoncito ;)  el mérito es más que tuyo por aprender.


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