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Enséñame tu cuento de Hadas por Tsundere Chisamu-chan

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Notas del fanfic:

Y bueno, lo prometido es deuda. Como ya lo mencioné antes, esta es la continuación del fanfic "una ráfaga palpitante", algo asó como la historia paralela desde el punto de vista de Tora. 

umm es la primera vez que escribo de este personaje así que me disculpo si inventé una personalidad demasiado diferente a la usualmente utilizada, la verdad su personalidad y creencias casi que las saqué de la mía O.O pero bueno... falta de creatividad tal vez. 

la canción que utlicé se llama " my little pain" de Olivia Lufkin. 

http://www.youtube.com/watch?v=Wlj7eRfNTYc

dejo el link por si les interesa escucharla, la verdad es una canción que me encanta. debo agregarque es una canción en japonés y como por supuesto que no sé japones me ha costado increiblemente encontrar traducción ya que todas las que veía eran abismalmente diferentes entonces me quedé con la que más me gustó. y listo jaja.

Saludos a todos y espero que les guste. 

 

Disclaimer: Los personajes utilizados en la historia no me pertenecen. 

 

Notas del capitulo:

Narrado por Tora.

“Abre tus oídos y desarma este sueño a cosquillas en el justo momento.

Deja que mi sangre fluya a través de todo el espacio del universo.”

 

 

¿Tú crees en el amor?, porque yo no, para mí esto del amor es una simple patraña inventada por aquellos cobardes que quisieron manipular las mentes de las personas volviéndonos vulnerables ante algo invisible. Luché durante muchos años creyendo aquella mentira que parecen incrustar en nuestra mente desde pequeños, sobre príncipes, compromisos, finales felices y relaciones perfectas. ¡Vaya que terrible crueldad!, el dejar que nos demos cuenta de nuestra ingenuidad a punta de golpes y decepciones, sería más fácil desde un principio hacernos ver la realidad del mundo, las verdaderas intenciones, para poder reconocer la superficialidad de las personas, la avaricia, el egoísmo y de esta forma no perder el tiempo buscando por el mundo una historia digna de un final feliz.

 

Antes de darme cuenta ya me había vuelto parte de ello. ¿Has escuchado el dicho “si no puedes contra ellos, úneteles”?, bueno, pues es exactamente lo que hice. Me uní a aquel mundo de parejas de una noche, relaciones de sexo totalmente desvinculadas a los sentimientos, amor hacia mí mismo, noviazgo por apariencia, y por momentos no puedo negar que viví plenamente todo el desenfreno de mi juventud, follé con chicas y chicos hasta el cansancio, me divertí como nunca, probé cosas que nunca había probado, aprendí tantísimas cosas que ni siquiera podría enumerarlas, conocí a personas realmente interesantes y algunas hasta llegué a apreciarlas un poco, pero yo era tan autosuficiente emocionalmente que apegarme a alguien de manera afectiva me parecía una completa pérdida de tiempo. O eso creí, el problema era cuando él o ella se levantaba de mi cama, se vestía de nuevo y con un beso de despedida se largaba de mi vida. Y ahí quedaba yo como siempre, desgarradoramente solo.

 

Siempre me creí lo suficientemente fuerte para soportarlo, después de todo, con amor o sin amor estaba solo, la diferencia es que sin amor era menos doloroso. Así era como debía ser, nacemos solos y morimos solos, la gente entra y sale de nuestra vida constantemente y uno es el que debe tomar sus decisiones, defender sus ideales, formar una carrera o cuidar de sí mismo, solo. Lo sé, es aterrador y todo el tiempo intentamos convencernos de que no es así, y que somos capaces de hacer todo esto ya que somos seres conscientes, fuertes e inteligentes. A veces intentamos ser más fuertes de lo que soportamos, y aunque quiera negarlo, muy en el fondo yo me sentía terriblemente débil.

 

Hasta que lo conocí a él.

 

“Viajando a la luna

Desatas mi despertar y mis sueños

No hay nadie alrededor, mientras tú tiras de la cuerda de las estrellas.”

 

¿Has sentido alguna vez una conexión tan fuerte con alguna persona que te hace sentirte pleno y deseas quedártela por siempre?, por supuesto… como si eso fuera posible, como si las personas quisieran estar por siempre con otras, así que desechando todo pensamiento mágico que tenía sobre él hice lo que mejor sabía hacer con las personas que conocía, lo llevé a la cama.

 

Después de eso llegamos a establecer una relación tan divertida en extremo que realmente estar junto a él me hacía creer que estaba soñando. No podía decir que estaba enamorado, después de todo ¡yo no me enamoraba!, eso es para los pubertos con esperanza en la vida, pero él y su sonrisa eran como la luz del sol para mí.

 

Fue una semana aproximadamente que él se quedó en mi departamento fornicando todo el día, riendo como drogadictos desenfrenados y bromeando como si fuésemos mejores amigos de la infancia. Es decir, lo conocía hace ya algún tiempo. Era lógico, ya que él era un celebridad, Uruha, el guitarrista de “The Gazette”, ¿Cómo no iba a conocerlo si incluso pertenecía a la misma compañía que nosotros? Pero fue cuando le hablé por primera vez en una actividad de la PSC y ese mismo día ya éramos amantes. Así como lo escuchan, ambos, chicos terriblemente promiscuos, alcohólicos, charlatanes, ambos músicos, no teníamos nada que perder. Mientras más tiempo pasaba junto a él más sensaciones me abarcaban, aquel mariposeo, ese nerviosismo cuando lo sentía tocarme, me volvía idiota junto a él, contemplándolo por largas horas. Fue hasta que su deliciosa boca me besó para despedirse con las simples palabras “no funcionará” que me enteré del más grande error de mi vida. Me había enamorado, y no me pude dar cuenta hasta que sentí mi corazón romperse mientras miraba su espalda alejándose de mi complejo departamental.

 

Era un idiota, había caído una vez más en la trampa de la que tanto intentaba escapar. Un tiempo después fue que él me volvió a contactar, pero no como su amante, según había escuchado él ya tenía un chico “especial”, pero este no le correspondía, así que lo más seguro era que yo le caía bien y necesitaba un compañero para embriagarse sin riesgo a terminar en el mercado negro y yo con el fin de convencerme de que era todo un simple capricho accedí. Me hice su compañero de parranda. Fueron como cien veces que él terminó completamente ebrio y yo lo tuve que devolver inconsciente a su casa, en ocasiones se quedaba en la mía, y yo como todo un perdedor no podía hacer otra cosa que quedarme deslumbrado contemplándolo, el dolor de mi corazón era incomparable cuando me perdía en las facciones de su rostro, admirando cada pequeño rasgo, aprendiendo de memoria sus preciosas imperfecciones, su roja y casta boquita, sus largas pestañas, su cuerpo, su aroma. Tan cerca, pero tan lejos.  

 

“Porque me estaría volviendo más fuerte si estuviésemos juntos,

podría recuperar mi sonrisa olvidada.”

 

¿Porqué me pasaba esto a mi?, ¡a mí!, que ya había perdido toda esperanza en la humanidad y había dejado de creer en el amor. Esa noche tomé una decisión que sería lo mejor para ambos. Hice un viaje de “negocios” que tuve que alargar más de lo que había planeado, todo sea por el bien de mi salud emocional. Me alejé de él todo lo que me fue posible, cambié mi dirección electrónica y mi número de celular. Pero como los rumores suelen viajar más rápido que la luz inevitablemente me dí cuenta de una tragedia que envolvía todo Japón, Takanori Matsumoto, vocalista de la banda en la que se encontraba mi precioso Uruha había tenido un accidente y fallecido. Sin embargo no volví, me llegué a sentir la persona más bazofia de la vida por no correr a apoyar a Uruha, ya que aunque yo estaba enamorado de él, él por el contario me consideraba uno de sus amigos más confiables e importantes, un título muy doloroso para un mártir como yo, pero sabía que apenas admirara aquella mirada eléctrica echaría a perder todo lo que me había esforzado por meses.

 

Me quedé allí sin hacer nada, transformándome en un pésimo amigo y prefiriendo mi bienestar que el suyo. Pasaron los meses y la compañía me obligó a volver. Supuse que era hora, después de todo no podía estar cobrando mis cheques mientras mis compañeros trabajaban como burros de carga. Había escuchado que Uruha había empezado una relación con uno de sus compañeros de banda; Reita, y aunque debo decir que me dolió como una puñalada llegué a convencerme que estaba feliz por él. Si él era feliz yo también. Todo estaba bien, era superable. Pero me daba pánico tener que ver de nuevo su carita de ángel, porque admirarlo en la televisión o en la pantalla de mi Smarthpohe era relativamente soportable. Pero mientras estuve cerca de él su sola presencia siempre me dejaba sin aire y barría con mi sistema de autodefensa.

 

Todo empezó con una invitación al facebook sobre la actividad sorpresa a Uruha. Lógicamente no iría, ¿o tal vez si?, ¿debería ir?, ¿Qué pasaría si iba?, ¿o si no lo hacía?, ¿será acaso que él estaba molesto conmigo?, ¿se había olvidado de mí, o por el contrario tal vez me extrañaba aunque sea un poco?.  La crisis existencial que tuve todo el tiempo desde el momento en que recibí la invitación fue exhaustiva. Pero llegué a una conclusión. Debía afrontarlo, no podía estar más tiempo huyendo de algo tan absurdo como lo era el amor. Así que reuní todas mis fuerzas, todas mis creencias y todo mi orgullo para soportar aquello y fui a la actividad. Por supuesto no mencionaré la cantidad de horas que emplee en encontrar el atuendo adecuado para mi “reencuentro” con él, ya que es algo patético.

 

Tomé mi temor y le di un par de bofetadas, hoy no se pondría en mi camino. Entré a la actividad y me serví un poco de alcohol, talvez este ayudaría a afrontar la situación. Me repetí una y otra vez dentro de mi cabeza, “si él es feliz, yo también”, “si él es feliz, yo también”. Las personas parecían no reconocerme, habían demasiados rostros desconocidos para mí, sin embargo eso no me impidió socializar, entablé conversación animadamente con algunos de las personas que habían allí. Me presentaban entre sus miembros de banda y preguntaban sobre mi trabajo en la mía, cosas de siempre. Pero aquel dócil apretón de manos que me dio el famoso Reita me hizo tambalear. Me dirigió una mirada fría e inexpresiva mientras yo le rogaba con la mía que hiciera feliz a Uru. Fue lo único que intercambié con él, seguí mi camino conociendo a nuevas personas, eso me bajaba ligeramente los nervios que querían matarme.

 

Mientras más tiempo llevaba allí más nervioso me ponía. Y ni que decir cuando el mismo chico de mis sueños apareció por la puerta con su típica sonrisa, me congelé, caminó hacia adentro con su irremplazable Garbo. Estaba más delgado pero su figura era estilizada igual que siempre, lo admiré mientras saludó a todos y cada uno de los pendejos que lo atacaron. Tenía el cabello más largo y despeinado con un color caramelo, en general estaba más descuidado que de costumbre. Él solía ser muy limpio y pulcro, siempre cada cosa donde debía, su imagen era despampanante todo el tiempo, sin embargo eso no me hizo amarlo menos. Por el contrario sentí mi corazón palpitando al ritmo de su caminar, el sonido de su risa retumbó en mis oídos derritiéndome. Pude admirar su pestañeo en cámara lenta, y admiré con envidia palpable su expresión cuando su novio se acercó a besarlo. Respirar me dolía, era la escena más desgarradora que había presenciado en mi vida y no podía apartar mi vista de esta. Desgraciadamente me di cuenta de algo que recorrió mi cuerpo escalofriándolo, él no era feliz, su mirada en ese momento era vacía y desoladora.

 

“Obsérvame

Aquí estoy esperando por ti, aún si el futuro es diferente de ahora en adelante,

Aquí estoy esperando por ti, sin parar de gritar.”

 

 

¿Qué pasaba con mi lema entonces?, ¿si él no era feliz acaso lo debía ser yo?, fue inevitable y automático, mi mente quedó en blanco y mi cuerpo empezó a actuar deliberadamente, me acerqué y lo saludé naturalmente el solo tacto de sus manos con mi espalda me encendió.

 

Lo miré por varios segundos admirando la inmensidad de Dios dentro de sus ojos, yo ni siquiera creía en Dios, pero no encontraba otra explicación para la profundidad de su mirada, arrasó con mi conciencia cuando lo vi sonreírme y no pude soportarlo más, tuve que contenerme para no abalanzarme ahí mismo sobre él, pero definitivamente necesitaba sentir de nuevo el sabor delirante de sus labios, así que lo llevé conmigo a donde nadie pudiese culparnos y descargué mis deseos sobre su boca, me dejé envolver con su calor al mismo tiempo que intentaba ignorar el pánico en su mirada, no me pude detener a pesar de que todo mi ser conocía y reclamaba la equivocación de mis actos, temeroso se alejó de mí,

“¿Qué estás haciendo?, sabes que estoy con Reita”? escuché su voz, sí, claro que lo sabía, pero ¿Cómo alguien podía culparme por amarte de forma desbordante?, él me miró con sus ojos cristalinos, realmente no lo soportaba, el chico de mi corazón estaba frente a mi temblando y a punto de quebrarse. Me tomó de la camisa con desespero y necesidad afectiva y lloró como un niño chiquito destrozando mi corazón en mil pedazos.

 

“Sé que mi corazón está tirando de la cuerda que nos conecta

para que vuelvan los que éramos en aquellos tiempos.

No hay necesidad de llorar.”

 

En ese momento olvidé todo, olvidé mi aversión hacia el amor, olvidé todos mis errores anteriores y las veces que habían roto mi corazón, no me importaba lo que él hiciera conmigo ya que en ese preciso instante me declaré totalmente suyo. Lo volví a besar no sin antes decirle de forma ronroneante lo muy hermoso que era y cuanto lo había extrañado, y el mundo calló sobre mí cuando empezó a corresponderme. ¡No podía ser cierto!, a pesar de mi pésimo comportamiento y de mi ataque sorpresa, ¿él me estaba correspondiendo?  La verdad si uno pudiese morir de felicidad hubiese perecido en ese momento. Perdí el control y me dejé llevar por los impulsos sexuales que nublaban mi mente en ese momento. Sus suspiros eran música para mis oídos y la impaciencia me arrastraba al mismísimo paraíso.

 

Estaba en medio de un infarto causado por excitación y un ataque de euforia cuando él me separó empujándome, yo me sentí confundido pero su mirada de pavor me lo dijo todo. Volví mi vista a la puerta, que era el lugar en el que él miraba y vi el cuerpo de aquel hombre el cual yo nunca le llegaría ni a los talones. Sentí una terrible aprensión en mi pecho, captando lo que había hecho y las posibles consecuencias que esto tendría. Fui un idiota al actuar así sabiendo que esto traería problemas hacia todos incluyendo a mi amado Uruha.  Con toda la dignidad que me quedaba abrí la boca con la intención de dar una explicación con el fin de rescatar a Uruha del agujero profundo en el que había entrado sin reaccionar, pero antes de que pudiese decir algo, el rubio bajista salió fúrico de aquel lugar.

 

De nuevo giré mi mirada hacia el castaño de mi vida que estático miraba horrorizado hacia la puerta. La verdad tomé mis intenciones originales y me deshice de ellas hasta que no quedara rastro. La realidad siempre sería esa, Uruha lo amaba a él, y yo no iba a ser un maldito egoísta para interponerme en su amor de telenovela. Perfecto o no, ¿Qué importaba?, era el amor que él quería, defendía, sufría, esa era su vida y yo estaría allí para él.

 

“Viajando en silencio.

Incluso cuando quiero tocarte al estirar mis manos

sigues estando muy lejos, esto era algo fuera de mis recuerdos.”

 

 

Por primera vez en mi vida conocí lo que era amor verdadero. Entregué mi corazón completamente mutilado pensando en su bienestar y no en el mío. Lo acaricié con un gesto de despedida y lo envié a perseguir sus sueños para yo desprenderme de los míos. Una vez más vi su espalda estilizada alejarse de mí. Poco me importaba ya todo lo demás ya que ni siquiera mi corazón me pertenecía, lo había entregado todo.

 

Ese mismo día el dolor y la angustia inundaron la ciudad. Todos mis recuerdos de ese día están completamente teñidos de negro y rojo. Después de la angustia vino la negación, y ligeramente más tarde la desesperación y el dolor. Reita se había ido para siempre de este mundo por una absoluta decisión propia, dejando en la vida de los que lo conocían un vacío inexplicable y un dolor lacerante. Sus compañeros se derrumbaron entre desesperación e impotencia. Se hundieron en un agujero tan profundo como el suplicio que sufrían. Uruha fue el más afectado, con toda razón, y sumido en un mar de melancolía se echó a morir. Esta vez sí estuve allí para él, como se debía, como mi corazón me llamaba a actuar, ese era el lugar al que pertenecía, a su lado, le daría lo que él me pidiera sin cuestionarlo.

 

“Puedo escuchar tu voz cuando cierro mis ojos,

Incluso un poco de dolor es agradable para mí.”

 

 

Pasaron los meses y yo me esforzaba con todas mis fuerzas por hacerlo feliz, me mudé con él utilizando el gran pretexto de hacerle compañía. Quería ver aunque fuese una mínima mejora en su estado de ánimo. Y cuando veía algo así, la felicidad era alentadoramente desbordante, a lo largo de muchos meses, esfuerzo y dedicación podía ver un cambio bastante notable. Lo podía percibir con cada célula de mi cuerpo, él empezaba a recuperarse. Empezaba a sonreír de nuevo, bromeaba y se relacionaba con personas nuevas, empezó a dar clases de guitarra también. Cuando nos dimos cuenta ya tenía una larga lista de chicas y chicos queriendo tenerlo de profesor. Después de todo él era un ídolo musical muy significativo, eso lo alentaba mucho, lo podía ver emocionado relacionándose dulcemente con sus pupilos. Irradiaba pureza y se veía increíblemente encantador. Aunque todavía había días en los que se despertaba con un aura terrible de depresión, lloraba durante todo el día sin salir de la cama ni comer nada. Esos días eran una verdadera tortura para mí, pero llegué a comprender que era normal para su adecuada recuperación. Dormíamos en habitaciones contiguas y usualmente lo escuchaba sollozar antes de dormir. Me rompía el corazón.

 

Pasamos un tiempo de esta forma hasta que lo intenté convencer de ver a un psicólogo, era solo por seguridad ya que según yo él, ya había logrado superar aquel golpe mortal que recibió. Aunque por supuesto el dolor nunca perecería. Y él ofendido se negó. Yo no lo obligaría por supuesto, solo era una sugerencia pero él reaccionó esa vez de forma violenta. Me gritó enfurecido e incluso hizo una sorprendente rabieta, pateó una silla de madera fuertemente hasta que esta impactó contra la pared, ese crujido me devolvió a la realidad, ¿Qué estaba pasando?, justo después salió por la puerta sin darme ninguna explicación, yo me quedé atónito. Uruha nunca me había gritado, él no era violento o agresivo. Y nunca de los nuncas había explotado frente a mí. Su actitud me alertó tanto que ni siquiera puse atención a lo que dijo. Recogí el desastre que había hecho aún con mi expresión de sorpresa. Me senté en el sofá por un momento analizando lo que había sucedido. Por alguna razón mi respiración estaba terriblemente agitada. Algo en el fondo me decía que aquel aire indomable nunca antes visto en mi castaño me maravilló al mismo tiempo que aterró.

 

“Mírame,

Aquí estoy esperando por ti, aunque me lleve el viento solo y perdido,

Aquí estoy esperando por ti, mira atrás y recuérdame.”

 

 

Ese día me quedé solo en la casa preguntándome si estaría bien. Si le habría pasado algo malo. La noche ya estaba bastante avanzada y mi preocupación se hacía cada vez peor. Lo habría salido a buscar desde hace horas pero me sentía un idiota completo al estar ignorando algo tan importante como para que Uru reaccionara de forma tan inaudita. Pensé y pensé sentado a la orilla de mi cama, ¿Qué debía hacer?, y el sonido de la puerta me devolvió el alma al cuerpo. Corrí hacia la estancia impaciente, necesitaba mirar su rostro, pero me alarmé al mirar su estado.  Abrió a duras penas la puerta y un muchachillo venía con él, era delgado y con un look ligeramente hippie, tenía el cabello rizado y con algunos mechones rosa, una camiseta de tirantes y un pantalón colorido y holgado, se despidieron con un abrazo no muy inocente y cerró la puerta después de entrar. Cuando me vio me dirigió una mirada profunda y desorientada y en seguida sonrió de forma casi perversa. Pude sentir el olor a licor desde la distancia a la que estaba. De inmediato me acerqué a Kouyou con paso firme y lo encaré. Usualmente no lo llamaba por su nombre a menos que fuese un caso de emergencia. Bueno, pues este lo era.

 

-¿Qué crees que haces?, ¿sabes lo preocupado que estaba?- le hablé demandante, me temblaron las piernas cuando me sonrió como siempre lo hacía, me sentía incapaz de sermonear al hombre de mi vida, ya que ni siquiera sabía qué clase de dolor podía sentir él en ese momento para actuar de forma tan irresponsable,

 

-no, no lo sé, ninguna de las dos cosas- me respondió indiferente caminando hacia adentro y dejando sus cosas sobre el sofá.

 

-Kouyou, me debes una explicación- le reprendí siguiéndolo,

 

-no, no es así- me miró al decirme eso, se detuvo y volteó hacia mí. –a ti no te debo nada-.

 

Sus palabras y tono frío me hirieron como nunca. Bajé la mirada sin saber qué decir.

-¿Qué creías, que volvería a casa rogando que me perdonaras?- alzó su voz fuerte,

 

-No es necesario que grites…- quise romper en llanto, me sentí débil, lo escuché bufar y caminar en dirección opuesta a la que estaba yo,

 

-espera Kouyou- agregué y lo tomé del brazo, al tiempo que se soltaba bruscamente de mí agarre,

 

-no me toques- me habló frío, -deja de tratarme como a un niño-

 

-Kouyou, intento ayudarte- intenté tranquilizarlo, pero cada palabra la podía ver venir más tajante,

 

-¿ayudarme?- se giró de nuevo para mirarme, la rabia que destilaba en su mirada me atravesó despedazando mi alma, -pues ayúdame y apártate de mi camino, ni siquiera le llegas a los tobillos-

 

Lo miré estupefacto y él dejó sus ojos en los míos, examiné sus palabras, su mirada, su postura y como paulatinamente la ira desapareció de su rostro dando paso a unos ojos adoloridos, hizo una mueca y desvió su mirada en varias direcciones, como analizando lo que acababa de decir, su expresión cada vez se notaba más triste hasta que suspiró y rompió en llanto al tiempo que caía de rodillas sobre el suelo. Corrí a él y lo abracé, el dolor de sus palabras no se comparaba con el dolor de verlo ahí sufriendo.

 

-perdón Tora, no quise decir eso- decía apenas entendible entre lamentos, se colgó de mi cuello y yo le acariciaba el cabello y le susurraba al oído.

 

-tranquilo precioso, tranquilo, estoy aquí- acaricié su mejilla limpiando sus lagrimas, estuvimos unos minutos en esa posición, hasta que su llanto iba cesando, nos separamos sin dejar de tocarnos, y miré su rostro hecho un verdadero desastre, pero no por eso menos hermoso, le sonreí con dulzura, él aún suspiraba intentando aminorar su llanto. Tomé su mano con delicadeza y la llené de besos, mi amor por él era infinito, acaricié su cabello y guardé un mechón tras su oreja.

 

“Mi corazón se ha separado eternamente de esas manos protectoras,

Hasta que vuelvas a mirarme otra vez.

No hay necesidad de llorar. “

 

-Te amo Kouyou- dije decidido, me sorprendí incluso de mi seguridad, él abrió un poco más sus ojos aún vidriosos e hinchados, hizo una expresión terriblemente inocente y sonrió,

 

-¿te quedarás conmigo?- preguntó enternecedoramente,

 

-todo el tiempo que quieras amor-

 

él sonrió y pegó su frente con la mía, -¿a pesar de que sea un idiota?-

 

-no eres un idiota, eres la persona más importante y hermosa para mí- le respondí desde el fondo de mi corazón y lo escuché reír,

 

-Me alegra, porque te necesito- levantó su rostro y me miró de forma seria y firme, había un brillo en sus ojos que me hipnotizó, y antes de verlo venir, posó sus labios en los míos. Un beso dulce, tierno, con sabor a licor y mucosa nasal, cargado de amor, de consuelo, de necesidad, nos aferramos el uno al otro esa noche y esa noche le hice el amor, él se entregó a mí con la inocencia de un chico virgen, nos unimos en cuerpo y alma, susurrándonos palabras de amor que ambos necesitábamos oír, nos devoramos con hambre y pasión, me volvió loco con cada gemido, gesto y movimiento de su cuerpo. Lo vi disfrutar de nuestra unión aferrándose con fuerza a mi espalda desnuda y descargué todo mi amor contenido durante tantos años dentro de él.

 

Ese día me convencí de una cosa, la magia del amor existía, los príncipes y los cuentos de hadas también. Y ahí justo entre las sábanas de su cama, él dio inicio al nuestro con un simple “te amo también”.

 

“Abre tus oídos y desarma este sueño a cosquillas en el justo momento.

Deja que mi sangre fluya a través de todo el espacio del universo.”

 

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer! por favor dejen sus opiniones. :)


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