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Le Chocolatier. por waka-yukari

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Notas del fanfic:

Datos.

1.- El chocolate blanco se creo después de la Primera Guerra Mundial (Gran Guerra) en Suiza pero yo lo "cree" varios años antes, quería un pedido especial, no el típico chocolate negro. 

2.- Este fan fic es para un evento especial del Día de San Vlalentín 2015 para el grupo: Hannibal Slash en español n_n . 

Suiza 1912,Noviembre. 


Antes de la Gran Guerra.  


Le Chocolatier.  


 


El joven chocolatero abrió las ventanas de la cocina dando paso a la luz del amanecer. Los pajarillos trinaban en medio del patio de loza gris y húmeda por el rocío. El humo del horno, pintó el cielo azul y morado del alba. Poco a poco se empezó a escuchar el murmullo de la ciudad, como la mezcla de su chocolate casero que estaba batiendo.  


-Buenos días joven Lecter- le decían los vecinos que pasaban por el patio, sabían que él nunca les respondería por estar tan concentrado en su labor y pasión.  


Sin darse cuenta las horas habían pasado, era casi medio día cuando de repente una gran sonrisa cruzo el rostro del joven chocolatero. Sin dejar de decorar sus chocolates levanto su mirada y pudo ver un par de ojos verdes curioseando por el alfil de la ventana de su cocina, sus cabellos rizados y alborotados. Ruido, voces, gritos y ladridos se escuchaban a lo lejos, las amas de casa lavaban la ropa para aprovechar el sol, el olor a jabón y chocolate no era agradable pero el incienso de medio oriente hacía un contraste exquisito.  


-¿No fuiste a la escuela, Will?- le pregunto amablemente mientras colocaba sus chocolates a enfriarse a temperatura ambiente. El niño al darse cuenta de ser descubierto se escondió.  


 El azote de un bote de basura de aluminio resonó por todo el patio, lleno de ropa limpia y blanca colgada en el tendedero y las hojas de los árboles le daban vida a la loza gris; el otoño estaba cerca, el bullicio de niños jugando le indico que es lo que pasaba. Will tenía doce años en esa época, era un niño solitario y retraído, con su mejor amigo y único: Winston, era molestado por los niños del vecindario porque no tenía madre y solo un padre que trabajaba todo el día para poder pagar el alquiler a Lady Murasaki, la dueña de este. Amiga "íntima" de Lecter. Una extraña historia los rodeaba a estos dos.  


-No es necesario que te escondas Will, sabes bien que eres bienvenido a mi cocina siempre- el niño de ojos almendrados se contrajo más cuando escucho eso, estaba de cunclillas pegado a la pared de la ventana- vamos Will, entra o si no sabes que pasara- los pelos de la nuca se le erizaron al recordar eso. Se puso de pie y se sacudió. Lecter vio la pequeña sombra que el sol de mediodía proyectaba hacia dentro de su cocina, levanto la mirada y pudo ver a un Will desalineado, sucio, con un moretón en la cara, las rodillas raspadas y el rosto húmedo y cuarteado por las lágrimas y la tierra.  


-Siempre...y cuando estés aseado- Will tomo el borde de su camisón y lo apretó- Entra, porque una vez que te golpeen fuera de mi propiedad no podré defenderte de Mason- Will dio unos pasos temerosos hacía la cocina- pero por más que te quiera no puedo dejarte entrar así y que veas directamente a mis chocolates. Vamos a darte una aseada- se limpió las manos con un trapo el exceso de chocolate, las lavo con agua caliente y jabón y las termino de secar en su delantal. Se acercó a él y lo olió ligeramente, un olor de tierra mojada inundaron sus fosas nasales.  


Caminaron por un pasillo angosto y al final de este estaba un pequeño baño con una tina de mármol y una mesa que fungía la función de una lava manos. Lecter preparó el agua tibia en la vasija honda, tomo una toalla y la humedeció, se sentó y le indico a Will que se acercara. Will estaba en la entrada del baño. Se acercó al rubio y se dejó hacer, manos grandes -comparadas a las suyas- y protectoras limpiaron su rostro, el peine mojado se deslizo entre sus rizos castaños y largos. Lecter acomodo su camisón blanco, su chaleco de lino gris y sus pantaloncillos grises, sus calcetas y sus zapatos boleados.  


-Muy bien, estás listo jovencito- los dos salieron a la cocina en silencio, ya los chocolates estaban fríos y listos para decorar- Sabes, hoy tengo un pedido especial, Lady Murasaki me ha pedido chocolates blanco rellenos de vino ¿me ayudarías a prepararlos?- Will asintió en silencio - Bien, toma ese cuenco y muele los granos para hacer la manteca- el niño castaño se dirigió a la estantería y saco los instrumentos. 


No era la primera vez que le ayudaba a preparar chocolates, pero si la primera vez en un pedido especial para Lady Murasaki, algo que debía ser preparado con suma perfección.  


Will había nacido en la vecindad, cuando cumplió los cinco años de edad Lecter llego como protegido de Lady Murasaki y ahí se conocieron. Llevaban seis años de amistad, Will tenía doce y Lecter dieciocho. Lecter siempre lo había protegido del abuso de Mason, otro niño de la edad de Will. Will era envidiado porque era el único niño que era "ayudante" del gran chocolatero Hannibal Lecter y el que tenía un perro en la vecindad.  


-Sé que tu cumpleaños se acerca Will ¿quieres algo en particular?- el moreno se limitó a abrir los ojos de par en par por la sorpresa de escuchar que alguien se acordaba de su nacimiento 


-¡WILL!- se escuchó a lo lejos, era su padre quien llegaba de trabajar días seguidos en la ciudad 


-Ve, cuando vengas la próxima vez me dirás ¿vale?- el moreno dejo todo en la mesa y camino hacia la puerta donde Winston lo esperaba dormido- llévate un par de chocolates y esta bolsa, hazle chocolate caliente a tu padre y dale mis saludos- Will asintió y se dirigió a su casa. Fuera de la vecindad un carruaje se detuvo. Todos guardaron silencio al ver como la joven asiática caminaba con gracia y finura a la modesta cocina del rubio.  


-Veo que tienes un amigo Lecter- le dijo Lady Murasaki mientras entraba a la cocina 


-Como él ninguno ¿qué te trae a este lugar?- la tomo de las manos y las beso 


-Vengo a ver a mi chocolatero favorito y ver cómo va mi pedido- el rubio sonrió  


-Pues quiero que veas la mano de mi amigo Lady- el rubio saco la bandeja de la mesa y le enseño unos chocolates decorados a mano sublimes. La joven se sorprendió por semejante -casi- perfección y olor.  


-¿Los hizo ese niño? Ya veo cual es el interés Hannibal, haz el doble de este pedido pero que él sea el encargado, vendré en una semana y media por ellos-tomó uno y lo probó, la boca se le derritió por el sabor. Un gemido lleno la habitación 


-¿Te irás tan pronto? Creo que no solo tu lengua probó la jalea real con un toque de fresa- inhalo tan profundo que sus sentidos se dieron cuenta de que Lecter tenía razón, su cuerpo se calentó y su deseo ardió. 


-Así que me esperabas ¿quieres té? - el rubio tomo una servilleta y colocó varios chocolates más  


-Sí, es echo por ti misma, claro y con leche por favor, déjame ponerle a tu té mucha leche, Lady- Lecter le abrió la puerta y los dos se perdieron en la oscuridad de la casa.  


Will recogió sus piernas que colgaban por el filo de la rendija que estaba frente a su casa, en el segundo piso de la vecindad. No sabía porque a sus doce años odiaba a la dueña, y lo que seguía era peor. Cubrió sus orejas y apretó sus ojos, sonidos de agonía provenían de la casa de Hannibal - si, a su corta edad pensaba que era agonía y dolor en vez de placer y un orgasmo- Lady Murasaki y Lecter tenía poco tiempo descubriendo el arte del placer y el erotismo, a sus cortas edades nadie les podía impedir nada. Con miedo, Will entró a su casa el frío calaba en su pálida y dañada piel.  


Aún con la oscuridad de la madrugada un carruaje llegó por Lady quien se despidió de Lecter. Era hora de dormir, pronto tenía que madrugar para hacer más chocolates. En los días siguientes Will no se presentó, como tenía de costumbre después de que Lady visitará al chocolatero. Había dicho alguna vez que no soportaba su aroma a hierbas y aromatizantes.  


Siempre que Murasaki visitaba a Lecter, Will tarda días en volver a visitarlo y eso era un problema porque ocupaba de sus magníficas manos y destreza para hacer el pedido de chocolates blancos.  


Los cascos de los caballos poco a poco se fueron perdiendo a medida que avanzaban en la carretera; con las lágrimas contenidas Will abrazaba muy fuerte a Winston mientras veía a su padre partir a la ciudad para trabajar. Sollozo durante unos minutos y después se puso de pie. Olfateo en dirección a la cocina de Hannibal y pudo darse cuenta que preparaba la manteca de cacao. Camino hasta donde estaba el chocolatero y lo miro de nuevo a escondidas por la ventana pero vio el lugar vacío.  


-¡Will!- se escuchó detrás de él, con el corazón acelerado y con miedo se dio cuenta de que Mason estaba detrás de él. Su semblante se palideció. ¿Qué hacía Mason ahí? Nadie podía entrar a la casa sin permiso. Hannibal le había dicho muchas veces que él no ocupaba permiso alguno, Will era libre de entrar a la casa como si fuera suya pero por educación no lo hacía. -¿Quieres jugar? Tengo una nueva mascota y se llama Pavlov, mira- señalo del otro lado y tenía en una caja a un pequeño cerdito color café chillando por ser liberado. El castaño negó con la cabeza. Mason se le quedo mirando como si tratara de descubrir por qué no -múltiples hematomas eran la respuesta- un !ah! Salió de la boca de Mason,  una idea de por qué lo invadió. Corrió hasta el otro lado del patio y cargo al cerdito en sus brazos, lo llevó hasta Will y se lo dejo caer. El cerdo chillo y cuando Will trato de tomarlo se escapó de sus pequeñas y torpes manos. Por fortuna lo alcanzó y tratando de tranquilizarlo lo lastimo haciendo que lo mordiera, Will reacciono golpeándolo lejos de él, tenía miedo, nunca había tenido otro animal en sus manos que no fuera Winston. Will cayó de sentón y se contrajo. 


La ira de Mason era notable por su cara roja y llena de  cólera -¡Estúpido!- alzó su mano para golpear a Will pero el golpe nunca llegó. Will tenía los ojos tan apretados por el miedo que casi estaban blancos; nada, despacio abrió los ojos y miro hacia arriba de él. Hannibal había detenido el golpe de Mason. Mason respiraba rápido por el coraje retenido y sus ojos grandes llenos de indignación lo miraban a través de sus lentes.  


-No debes de golpear a alguien  en la casa de otra persona que  ni si quiera te ha dado permiso de entrar, eres un niño grosero Verger- los sollozos se escucharon, Hannibal le había propinado una cachetada. Estupefacto, el  niño rubio tomo a su mascota y salió de la casa. El chocolatero extendió una mano para ponerlo de pie, con miedo la tomó y se puso de pie. 


-Lo siento...-susurró muy bajo 


-Está bien  Will y me alegra saber que aún tienes una lengua. Qué bueno que has llegado, necesitaba hablar contigo. ¿Podrías ayudarme a terminar el pedido Lady Murasaki? Le han fascinado tus chocolates y quiere que los hagas- Will asombrado lo miró. 


-Yo...quiero ser tu alumno, quiero que seas mi maestro. Como cumpleaños- Una sonrisa sencilla y de alivio fue reflejada en el rostro de rubio. 


-Si ese es lo que quieres de regalo, así será. Eso lo tomaré como un si para el pedido. Bien, vamos a empezar- 


Durante la siguiente semana estuvo con Will terminando los chocolates. Se encargó de que fuera a la escuela, comiera, se aseara y descansará lo suficiente. 


Con suma delicadeza colocó el último chocolate en la caja de bambú y cerró la tapa, coloco un moño color rojo y respiro. 


-Gracias a ti Will, hemos terminado- Will se sonrojó y descanso sobre el banquillo 


-¡Will!- era su padre de nuevo. Hannibal le sonrió y le entrego una canasta con despensa. 


-Ve, gracias. Te veré luego- tomó la canasta y salió junto con Winston.  


Así como el otoño terminaba el invierno empezaba. Tocaron a la puerta, el cielo era gris y triste, era el cartero. 


-Señor, buenas tardes, le traigo su correspondencia- el anciano le entrego el bonche de cartas, Lecter le sonrió y le entregó un sobre con su propina.  


-Gracias, qué tenga buen día señor- el viejo camino lento hacía el resto de la vecindad, el rubio cerró la puerta para impedir el paso del frío, mientras caminaba hacía su chimenea confirmaba sus correos pero una carta lo detuvo en seco. Era una carta por parte del gobierno, pidiéndole que se presentará en la ciudad y con el jefe de policía.  


Para su edad Lecter había terminado sus estudios en Psiquiatría y era el segundo en toda la ciudad. Los rumores decían que la Gran Guerra se acercaba y por como la desolación azotaba el país era cierto. Ahora tenía que presentarse para prestar sus labores al gobierno Suizo. Tomó asiento y examino la carta, esto no le caería nada bien a nadie, menos a él. Will. Le pedían que estuviera en la ciudad para mediados del próximo año. Tiempo justo para terminar de enseñarle a su aprendiz.  


El carruaje se detuvo frente la casa, Lady Murasaki cruzo el patio con elegancia pero torpemente por la prisa de la angustia que le traía la carta de su amante. Tocó desesperadamente a la puerta y un tranquilo Lecter le abrió la puerta. El corazón del rubio se le contrajo al ver el rostro rojo por el esfuerzo y blando por las lágrimas nocturnas. 


-No es bueno que una dama de su altura llore por un chocolatero como yo, Lady- la joven se dio cuenta de su torpeza y que era fácil de que leyeran sus sentimientos. Dio un paso tembloroso pero tropezó por su kimono, Lecter la tomó para evitar que cayera, a los minutos sintió como la humedad traspasaba su saco de color gris- espero que no sólo hayas venido por la carta sino también por tu pedido- La joven se enderezó y lo miró fijamente a los ojos 


-Dime que no es verdad- Lecter se dirigió a la mesa y tomó una caja donde estaban algunos de los chocolates que le había hecho con ayuda de Will 


-No, solamente me enviaran al ejército para ser su psiquíatra y evaluar la condición de nuestros hombres que vayan y a los que regresen de batalla, sabes que no es cualquier cosa, es un asunto muy delicado- Limpió sus lágrimas y le dio un chocolate- pruébalo, los hizo él- tomó un chocolate y lo probó, su paladar explotó con miles de sabores y sensaciones recorrieron su cuerpo  


-Será un gran chocolatier, Hannibal, ten cuidado- el rubio sonrió 


-Me alegra que lo halagues y te hayan gustado, quédate al té, para que te vayas temprano que es peligroso para ti en invierno-  


La beso en ambas mejillas y espero a que el carruaje se fuera haciendo más pequeño en la carretera. 


 


 

Notas finales:

Gracias por leer :) 


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