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Comenzando por el final por Broken Kiara

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Notas del capitulo:

Hola! Al final he tardado menos de lo que pensaba.

Como podéis ver he cogido el capítulo de "Tormenta" y lo he actualizado y hecho más largo para que siga el hilo de la historia.

Os recomendaría que leyerais de nuevo el capítulo anterior para recordar por donde deje el fic y que no estéis muy perdidos.

Quiero deciros una cosa de la que me he dado cuenta a raíz de un comentario. La historia se centra más en Zoro que en Sanji, así que en este capítulo y en los siguientes voy a intentar que no sea así y que este más equilibrado.

Estoy muy nerviosa, porque como os comente mi estilo ha cambiado y estoy algo oxidada... Así que este capítulo va para todos, muchas gracias por leer. Seas quien seas, el capítulo va para ti.

Espero sinceramente que os guste ^^

TORMENTA

 

El despertador tuvo que sonar dos veces antes de que se decidiera a apagarlo. No quería levantarse de la cama, podía escuchar las gotas de lluvia replicando contra los cristales. Un rayo iluminó la habitación y en respuesta enterró aún más la cara en la almohada. Definitivamente se negaba a moverse.

-          Vas a llegar tarde – escuchó la ronca y dormida voz a su lado – Levanta de una vez.

Gruñó molesto cuando sus cálidas sabanas fueron arrebatadas de un tirón. Se incorporó entreabriendo los ojos, dispuesto a encarar al culpable, pero solo alcanzó a ver como el moreno cuerpo desaparecía tras la puerta del baño. Acabó por levantarse en contra de su voluntad. Miró el reloj, aún tenía tiempo para darse una ducha. Entró en el baño sin importarle que el otro estuviera dentro.

Zoro estaba echándose agua en la cara tranquilamente, se secó con una toalla y observó a través del espejo como Sanji se desnudaba.

-          Buenos días – saludó con una radiante sonrisa.

Sanji le fulminó con la mirada.

-          Nunca entenderé por qué el mal tiempo te pone de bueno humor – dijo antes de meterse en la ducha.

-          Simplemente me gusta – habló sin quitar los ojos de níveo cuerpo bajo el agua.

-          Eres raro Zoro – suspiró lavándose el pelo.

El moreno rio divertido ganándose otra mirada molesta.

-          En serio, para ya. Es siniestro que estés todo el tiempo sonriendo – dijo cerrando el grifo y saliendo de la ducha – Me gustas más con el ceño fruncido.

-          ¿No se supone que debería alegrarte el verme sonreír? – interrogó rodeando a Sanji con una toalla sin soltarle.

-          Tonterías.

Los ojos azules miraron a su pareja con algo de frialdad esperando que la tonta sonrisa desapareciera de su rostro pero contrario a lo deseado Zoro rio.

-          Yo también te quiero cocinero – el espadachín besó su mejilla sin perder la sonrisa y sin poder evitarlo Sanji se encontró sonriendo también – Vamos, vístete o llegaras tarde.

Sanji se vistió con tranquilidad, enfundándose en uno de sus trajes sin importarle realmente el tiempo. Encendió un cigarro con calma y anduvo hacia la cocina. El aroma a café le embriagó, Zoro estaba de espaldas a él preparando dos tazas. Una de café solo y amargo, y la otra con un poco de leche y dos cucharadas de azúcar. Extrañamente, el café era lo único que Zoro sabia preparar.

-          Gracias – agradeció Sanji cuando el moreno le entregó la segunda taza.

Desayunaron en silencio, cada uno pensando en sus cosas. Sanji nunca entendería como los días de mal tiempo, algo que quitaba el ánimo a cualquiera, hacían que su pareja estuviera de tan buen humor. Tanta alegría no iba acorde con Zoro. Aunque en parte lo agradecía, su buen humor hacia que su mal humor disminuyera.

-          Buenos días Kai – saludó Zoro al ver entrar al pequeño en la cocina.

A juzgar por la cara de recién levantado de su hijo, su opinión sobre los días de tormenta debía ser la misma que la de Sanji. No le gustaban nada.

-          Te has levantado muy temprano hoy – siguió hablando el espadachín.

-          La tormenta no me deja dormir – dijo finalmente el menor, sentándose en una silla y recostándose sobre la mesa.

-          Míralo por el lado positivo, así aprovecharas más el día – sonrió Zoro.

Dió un último sorbo al café y dejó la taza en el fregadero.

-          Papi – llamó el pequeño – Papá esta raro.

-          Lo se hijo – suspiró – Lo siento mucho pero me tengo que ir ya, llego tarde.

Besó la frente del menor y salió de la casa, asegurándose haber cogido un paraguas antes. Esperaba que el siniestro y alegre de su marido no hiciera perder los nervios a su hijo.

 

Sanji fumaba tranquilamente un cigarro en la parte de atrás del Baratie, recostado contra la pared donde la lluvia no alcanzaba a mojarle.

Estaba siendo un día apacible en el trabajo, había preparado una sopa caliente nada más llegar y eso era justo lo que pedían los escasos clientes que entraban al restaurante.

Dejó caer el cigarro ya consumido, observando como la lluvia lo apagaba rápidamente. Seguía sin gustarle nada el tiempo y la tormenta solo parecía ir a peor. Sanji no era capaz de recordar por qué le desagradaba el mal clima, un trauma infantil quizás, pensó.

Abrió la puerta y entró de nuevo a la cocina, con suerte cocinar le cambiaría el humor.

Habían pasado tres meses desde el pequeño accidente y por fortuna, no había ocurrido nada malo en ese tiempo. Robin estaba a punto de dar a luz y Franky estaba hecho un manojo de nervios, se dedicaba a construir y preparar cosas para el bebe, el cual había decidido esperar a que naciera para saber su sexo, y con ayuda de Olivia iban comprando todo lo necesario. Robin había dejado el trabajo unos días atrás y ahora quedaba en casa leyendo, riéndose de su pareja cada vez que este entraba en pánico.

Por otro lado a Zoro no le habían asignado ninguna misión en ese tiempo, por lo que había podido pasar de nuevo ese día en la playa como Sanji le prometió al pequeño. Pero dentro de toda esa tranquilidad Sanji seguía inquieto, pendiente de Kai en todo momento.

-          Señor le digo que no puede pasar – la voz de un cocinero sacó a Sanji de sus pensamiento, parecía que algún cliente intentaba entrar en la cocina – El chef está ocupado ahora mismo y-

No logró terminar la oración cuando las puertas de la cocina se abrieron dejando ver aún hombre alto y corpulento, vestido de traje de chaqueta. Sanji apagó el fuego y se preparó para lo que pudiera pasar.

-          ¿Sanji Kuroashi? – preguntó el hombre de manera educada.

-          ¿Quién lo pregunta?

-          El ejército, tenemos una propuesta que hacerle, Comandante.

Sanji frunció el ceño desconfiado. Hacía mucho que nadie le llamaba así.

 

Kai entró dando saltitos en el Baratie, Zoro detrás de él cerraba el paraguas verde oscuro mientras se sacudía las pocas gotas que se habían alojado en su pelo.

-          Aquí se está muy calentito – le dijo Kai sonriendo. Comparado con el frio y la lluvia del exterior, la temperatura del Baratie era muy agradable.

Habían decidido ir al restaurante en busca de Sanji para darle una pequeña sorpresa y salir a comer los tres juntos, con suerte al ser un día de tormenta Sanji no estaría muy ocupado. Zoro supuso que había acertado al ver la mitad de las mesas vacías.

-          ¡Mira ahí está papi! – gritó el pequeño emocionado a la vez que señalaba el lugar.

Zoro siguió la dirección que marcaba la mano de su hijo sin percatarse de que este se alejaba de él. Sanji estaba sentado en una de las mesas de dos personas y enfrente de él se encontraba un hombre enchaquetado. El espadachín podía verle la cadena sobresalir por el cuello de la camisa. El ejército, pensó.

-          ¡Papi!

-          Maldición – masculló. Cuando quiso darse cuenta Kai estaba casi a la altura de Sanji - ¡Kai, espera!

 

-          Tenía entendido que el ejército no quería tener nada que ver conmigo – Sanji suspiró dejando escapar el humo entre sus labios.

El cocinero se mantenía alerta, no confiaba en ese hombre y aún menos en lo que representaba.

-          Y así era – respondió impasible – Pero han pasado muchos años, la situación ha cambiado.

-          Para mí no. Zoro y yo seguimos juntos, no sé cómo ha podido cambiar – contestó con dureza.

El ejército siempre se andaba con juegos. El hombre no se había dignado ni a presentarse, pero Sanji suponía que se trata de un veterano que ahora se dedicaba a la parte administrativa.

-          No estoy aquí por su vida personal con el comandante Roronoa. He venido a hacerle una propuesta.

-          Eso ya lo ha dicho antes. Permítame decirle que no estoy interesando en…

-          ¡Papi!

-          Maldición. ¡Kai, espera!

Sanji se sorprendió. Dirigió la vista hacia la dirección de la que provenían las voces y ahí estaban, Kai a unos pasos de él con Zoro persiguiéndolo detrás. Se levantó antes de que el pequeño llegara hasta la mesa para agacharse a abrazarlo. Kai era el único hombre de la tierra al que Sanji siempre respondía con cariño, ni Zoro era una excepción solo su hijo.

-          Hola enano, ¿qué hacéis aquí?

-          Hemos venido a por ti – rio el menor.

-          Cook.

El nombrado alzó la vista para encontrase con Zoro al lado suya. Se incorporó para saludarle. El moreno hizo un leve gesto con la mirada hacia el hombre, preguntándole en silencio qué estaba pasando. Sanji negó con la cabeza levemente, no podía darle una explicación que él no tenía. Zoro asintió, lo mejor sería dejarles a solas.

-          Kai, papá está ocupado ahora mismo, por qué no vamos a pedir algo de beber mientras le esperamos, ¿te parece?

-          ¡Sí! Ahora te vemos papi.

Observó cómo su familia se alejaba hacia la barra unos segundos antes de volverse a sentar en la mesa. Si al hombre le había molestado la interrupción no dijo nada, aunque tampoco a Sanji le preocupaba.

-          Cómo le iba diciendo, no estoy interesado en nada que el ejército pueda ofrecerme.

-          Antes de negarse, escuche la oferta por favor, no tiene nada que perder.

Sanji suspiró resignado, no parecía tener otra opción.

-          ¿Y bien?

-          Tenemos una misión para usted y el Comandante Roronoa. Se trata de un asunto de Seguridad Nacional, por lo que cuanto antes nos responda, antes podremos actuar y evitar una catástrofe. La misión en sí apenas duraría unos días.

-          ¿Y por qué yo? ¿Acaso el ejército no tiene quién pueda llevarla a cabo con Zoro?

-          Su perfil es ideal para el trabajo, Comandante – el cocinero chasqueó la lengua al oír de nuevo esa palabra, no le gustaba que le llamaran así – Es sigiloso, ágil y un buen estratega. Además de sus habilidades de combate. El Comandante Roronoa no ha sido informado aún, si lo desea, podemos buscarle otro compañero.

-          ¿Y al ejército no le importa nuestra “vida personal”?

Fue muy sutil, pero Sanji pudo percibir como los hombros del militar se tensaban. No debía agradarle el tema.

-          Sigo sin entender por qué deberá interesarme – apoyó las manos en la mesa antes de levantarse – Lo siento, encuentre a otro.

Le dio la espalda dispuesto a marcharse cuando de nuevo la voz de aquel hombre le detuvo.

-          Quiere mucho a su hijo, ¿cierto?

Sanji frenó en seco antes de volverse iracundo.

-          No meta a mi hijo en esto – gruñó entre dientes.

-          Si le pasará algo… Seguro que se arrepentiría toda la vida de no haberlo evitado cuando pudo.

 

Estaba tirado en una de las colchonetas de la sala de entrenamiento, observando el techo con la mirada perdida.

Habían ido a comer a un restaurante de comida chica que le apetecía a Kai. El cocinero se tomó la tarde libre para poder disfrutarla en familia. Fueron al cine, comieron churros con chocolate…

Pero Sanji había estado medio ido todo el tiempo, con la conversación del medio día en la cabeza.

Y ahora, con los pantalones de dormir ya puestos, y tan solo el sonido de la lluvia contra los cristales y el replicar de las pesas de Zoro, no podía evitar volver a pensar en lo mismo. Hacia una media hora que le había contado a Zoro todo y el espadachín no había opinado, Sanji sabía que no lo haría a menos que se lo pidiera,  y fuera cual fuese su decisión, Zoro le apoyaría. Eso le consolaba un poco.

Pero aun así…

-          Quiere mucho a tu hijo, ¿cierto?

-          Si le pasará algo… Seguro que se arrepentiría toda la vida de no haberlo evitado cuando pudo.

En cuanto lo escuchó, recordó el accidente y un miedo atroz le invadió el cuerpo.

-          Marimo… no podemos dejar que le pase nada.

-          Nunca.

Se lo había prometido a Zoro. Pero aún así no sabía si Kai podría correr un peligro real, al ejército le encantaba jugar, y tampoco sabía en que consistía la misión. Si iba con Zoro y algo salía mal… Pero por otro lado no quería ir si no era con Zoro.

Nunca se había planteado volver al ejército, no había terminado bien. Aún recordaba la última vez y seguía causándole sentimientos contradictorios.

 

El pequeño apartamento se le hacía enorme a Sanji desde que estaba solo. Llevaban poco más de un año viviendo juntos pero hacía unos cinco meses a Zoro le habían asignado una misión de medio año. Zoro estuvo a punto de no aceptar, la situación era distinta ahora que tenía pareja, se decidió a ir ya que le habían prometido no asignarle apenas misión en el año siguiente, valía la pena. Pero desde dos semanas atrás, Sanji estaba inquieto. No recibía noticias del espadachín desde entonces, y el cocinero tenía un mal presentimiento.

Cuando el rubio dejó el ejército había aprendido que se sentía al no saber casi nada del que se iba, así debían sentirse los seres queridos como Kaya y su viejo. Nunca pensó que echaría tanto de menos a Zoro, no estaba acostumbrado a ese sentimiento y no acaba de gustarle.

Además la comunicación por teléfono no se les daba bien. Ellos eran más de expresarse con el cuerpo, con gestos y miradas. Así que estos cinco meses para Sanji estaban siendo una tortura, pero le habían servido para darse cuenta de lo enamorado que estaba de Zoro.

Y entonces recibió la llamada.

Sanji había corrido a coger el teléfono esperando oír la voz del peliverde. Nada más lejos de la realidad.

-          ¿Sanji Kuroashi?

-          Soy yo – tragó grueso al hablar, nervioso.

-          Necesito que tome asiento. Le llamó para hablarle del Comandante Roronoa.

 

Había llegado a la base tan rápido como pudo, y ahora se encontraba en un avión rumbo a un lugar desconocido. Zoro estaba herido, muy herido. No había muchos testigos de lo sucedido pero al parecer, algunos aseguran a ver visto a Mihawk allí, lo siguiente que vieron fue a Zoro volver ensangrentado.

Había perdido un ojo.

Sanji no podía dejar de pensar en eso. Conocía a Zoro, había visto en persona como actuaba justo después de perder o salir herido en una batalla, se olvidaba de todo, ignoraba sus heridas y se dedicaba solo a entrenar. Y si además se trataba de Mihawk…

Cuando llegó un joven soldado salió a recibirle.

-          Señor Kuroashi – saludó cortésmente.

-          ¿Dónde está?

-          Se encuentra en uno de los gimnasios, no ha salido de ahí apenas para comer.

-          Llévame.

El soldado obedeció y lo llevó hacia una nave grande. Sanji desentonaba totalmente allí, vestido de traje entre tanto camuflaje. Se encendió un cigarro meditando mientras caminaba.

Retuvo un jadeo cuando le vio, levantando una pesa, con las vendas rojas por la sangre de las heridas abiertas y una gasa en el ojo izquierdo. Zoro parecía ido, concentrado en sus pensamientos, con los dientes apretados y el ceño fruncido. Solo parecía importarle levantar la enorme pesa una y otra vez.

Sanji sintió como el corazón se le subía a la garganta, el simple hecho de mirarle dolía.

-          Señor – el soldado habló al ver como Sanji avanzaba – Tenga cuidado, no deja que nadie se le acerque.

-          Es por eso que estoy yo aquí.

Según le había informado, no había nadie lo suficientemente fuerte allí para poder enfrentar al espadachín aun estando herido.

Zoro gruñó al sentir como de nuevo alguien se le acercaba, esos soldados no se cansaban nunca.

-          Lárgate.

No alcanzaba a verle más que los pies, pero aquella persona no parecía tener intención de irse.

Sanji miró al techo soltando el humo entre los labios un segundo, para después apagar el cigarro contra el cemento. Observó a su alrededor asegurándose de que no hubiera nadie lo suficientemente cerca y con un movimiento calculado, pateó la pesa mandándola unos metros volando antes de caer al suelo.

Zoro se tambaleó por el movimiento, ahora más enfadado. ¿Quién se había atrevido a…? Se giró hecho una furia hacia el culpable cerrando el puño entorno a su camisa.

-          ¿Se puede saber quién…? – Su voz murió al ver los ojos azules.

-          Para de una vez. Si lo que quieres es descargarte, te patearé con gusto hasta dejarte inconsciente, espadachín de mierda.

El nombrado abrió su ojo único ojo, mudo. Sanji estaba allí, parado frente a él, después de tanto tiempo… Cerró los ojos y recargo su frente llena de sudor en la del cocinero, sintiendo el cansancio volverle de golpe.

Sanji sostuvo el débil cuerpo del marimo antes de que se diera de bruces contra el suelo, sin importarle marcharse las ropas de sangre en el proceso.

-          Cocinero…

Le cogió en brazos cuando las piernas de Zoro fueron incapaces de mantenerle en pie. El peliverde se recargó en su cuerpo, haciendo un esfuerzo para levantar un brazo y rodearle el cuello sin fuerzas.

-          Estoy aquí.

 

Le llevó a la enfermería y le recostó sobre unas de las camas después de ordenar que les dejaran a solas.

Zoro dejó que le quitara las vendas y le limpiara las heridas sin quejarse, en silencio, observaba el rostro concentrado de Sanji. Se había cambiado de lado el pelo y se había dejado perilla.

-          Estas más fuerte – dijo rozando con los dedos los músculos del brazo.

Sanji se estremeció.

-          Estate quieto.

El espadachín sonrió divertido. Ver a Sanji le había calmado totalmente.

Cuando llegó el turno de cambiarle la gasa del ojo se sentó, con las vendas limpias rodeándole el torso se sentía mucho mejor. Sanji le quitó la gasa con cuidado, dejando ver la cicatriz que le atravesaba el ojo y Zoro notó como el cocinero entrecerraba los ojos, triste.

-          Ei – susurró a la vez que le cogía la mano – Estoy bien.

-          Lo sé – el rubio le acarició la mejilla morena distraído – Pero… –  negó con la cabeza olvidando esos pensamientos – La próxima vez, patéale el trasero.

Zoro le miró a los ojos y corazón le martilleo contra el pecho. Sentía que amaba a Sanji como nunca antes lo había sentido. No le había hecho ninguna pregunta incomoda sobre el ojo, solo estaba ahí, ayudándole, dando por sentado que Zoro podría contra Mihawk la próxima vez. Sanji confiaba plenamente en él. Su cocinero, su pareja, su amante, su amigo… Sanji se había metido bajo su piel.

 Y entonces lo tuvo claro, le rodeó la cintura, haciendo un rápido movimiento para dejarle tumbando sobre la camilla bajo su cuerpo.

-          ¡Marimo! ¿Qué estas-?

El peliverde le besó sin dejarle acabar. Le había echado tanto de menos… Besarle era como hacerlo por primera vez de nuevo. Sanji ahogó una queja y se dejó hacer, rodeándole el cuello con cuidado, arrastró los dientes por el labio inferior de Zoro, queriendo más.

Se separaron segundos después con la respiración entrecortada.

-          Cásate conmigo.

Quería pasar el resto de su vida con Sanji.

-          Zoro, ¿qué?

-          Cásate conmigo – repitió.

Sanji abrió los ojos incrédulo.

-          ¿Has perdido la cabeza? Tenemos veintidós…

-          Todo eso me da igual – continuó con una gran sonrisa – Casémonos.

No iba a aceptar un no por respuesta.

 

Abrió los ojos al sentir unos suaves besos recorrerle la mandíbula. Zoro estaba tumbado sobre él con los brazos a ambos lados de su cabeza para no aplastarse con su peso.

-          ¿En qué piensas? – le preguntó besándole la perilla.

Sanji enterró los dedos entre los cabellos verdes.

-          En nada – se inclinó a besar el ojo cerrado para después recorrer con la yema del pulgar la cicatriz – La última vez que pise una base, me pediste matrimonio.

Zoro recibió el beso que le daba Sanji sin dejar de sonreír.

-          Si voy, ¿vendrías conmigo, marimo?

-          Siempre.

Sonrió, devorándole los labios hasta quedarse sin aire.

-          Entonces decidido.

Irían.

Notas finales:

Eso ha sido todo ^^

¿Qué tal? Espero de corazón que os haya gustado!

Como siempre cualquier comentario, crítica u opinión es bien recibida siempre que se respete a todo el mundo ^^

Siento mucho si hay fallos o similar, lo dicho, estoy algo oxidada.

Así que me ayudaría mucho que me dijerais cualquier cosa para mejorar ^^

Espero que no leamos pronto!

 

Kiara


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