ARTE
El despertador sonó a las ocho y como cada mañana Sanji lo apago de un movimiento. Abrió lentamente los ojos, despertándose sin ganas. Se deslizo entre los brazos de Zoro para poder levantarse, sonriendo medio adormilado cuando vio como lo buscaba en sueños.
Se vistió rápidamente con sus típicos pantalones negros y camisa naranja a rayas negras. Y tras peinarse y calzarse, fue a la habitación de su hijo para despertarle. Kai para su desdicha costaba levantar tanto como la marmota de su marido.
- Enano levanta, tienes que ir al cole – dijo revolviéndole los cortos mechones azules – Venga, si te levantas rápido te hago taiyakis para el cole.
Y aun adormilado el pequeño se levanto y empezó a vestirse todo lo rápido que pudo ante tan delicioso premio. Sanji rio triunfante, nunca fallaba.
- Anda cuando acabes de peinarte y lavarte ven a la cocina, voy a ir preparándolos.
Se dirigió a la cocina a cocinar lo prometido. Aun tenían tiempo antes de que Kai entrara a las clases. Además luego visitaría a Luffy no le vendría nada mal llevarle algunos, sino el mono le pondría a cocinar en su casa.
Los preparo fumando tranquilamente. No obstante se extraño por la tardanza del niño, a punto estuvo de ir a buscarle cuando escucho su voz llamándole y como corría a la cocina.
- ¡Papi, papi! He crecido más, vamos a poner otra marca – dijo colocándose en la pared ansioso, justo donde estaban dichas marcas.
- Está bien, veamos cuanto has crecido.
Cogió el rotulador de la mesa y trazo una marca sobre la cabeza del peli azul. Percatándose de que el niño no mentía, había crecido dos centímetros.
- Creces muy rápido enano – rió a lo que el niño asintió con ganas.
- Luego se lo enseñamos a papá.
Algo hizo “click” en la cabeza del cocinero y una idea cruzo su mente al observar el fino rotulador negro.
- Tengo una idea mejor Kai. En cuanto desayunes te la cuento – dijo sonriendo con una pizca maldad.
Kai desayuno deprisa ansioso por conocer la idea de su padre. En cuanto acabó, ambos fueron a la habitación del adulto donde Zoro dormía. Sanji le había dicho que podían escribirle una nota y dejarla en la mesita del marimo, así la leería al levantarse.
- Kai, ¿quieres hacer algo divertido? – el aludido asintió - ¿Le pintamos la cara a papá? Como cuando te disfrazas y nosotros te pintamos.
En el instante que dijo eso el niño sonrió con la misma pizca de maldad y diversión que su padre. Tomo el rotulador y se esmero en hacerle todo un zombi. Suerte que la marmota no despertaría.
Pulso el timbre por tercera vez antes de que Luffy se dignara a abrirle y dejarle pasar.
- Hola Sanji – saludo con la misma sonrisa de siempre - ¿Me has traído comida?
El rubio suspiro, dándole la bolsa con los taiyakis. Los cuales fueron devorados en un abrir y cerrar de ojos.
- ¿Cómo está Zoro? – pregunto con verdadero interés.
- Igual que siempre, esta semana no tiene trabajo. No hay nada de preocuparse – respondió siendo consciente del motivo de la pregunta.
- Me alegro, ¿y el enano?
- Crece muy rápido. Ayer por fin logro ver una pelea entre el marimo y yo.
Le conto como el pequeño logro conseguir su objetivo. Y estuvieron hablando un buen rato, contando anécdotas recientes y antiguas. Desde que Luffy se hizo capitán de barco tres años atrás no tenían mucho tiempo libre para verse. Él y Nami estaban casi siempre en altamar y Zoro pasaba varios meses al año fuera por las misiones.
- Luffy, necesito un favor – dijo serio, ganándose así la atención del menor – ¿Podría Kai dormir en tu casa? Solo sería la noche y pasar el día con él, dentro de tres días.
- Claro. Pero solo podría estar con él hasta el almuerzo, por la tarde tengo una reunión. Lo siento Sanji.
- No te preocupes con eso valdrá, me las apañare por la tarde – dijo mirando de pronto el reloj y levantándose – Me tengo que ir, dentro de media hora abro el restaurante.
- Sanji – la voz de peli negro le detuvo - ¿Es por el aniversario no?
- Si – asintió el cocinero con cierta tristeza – Dentro de tres días es el aniversario de la muerte de Kuina.
Zoro apareció a mediodía en el Baratie para desayunar, parte de su rutina durante los días que no estaba de misión o dando clases de kendo en su antiguo dojo.
Un camarero aviso a Sanji de la llegada de su marido, el cual esperaba de pie entre las mesas. Vestido entero de negro, con una camiseta de seda ajustada perfectamente a sus músculos y los pantalones ligeramente anchos no tenían nada que envidiar.
- Estúpido marimo sensual – pensó Sanji.
Por las miradas de algunas damas supo que muchas pensaban lo mismo. Camino a una mesa donde se encontraban varias chicas jóvenes preguntándose quién era Zoro y comentando el sensual cuerpo del marimo.
- Perdonad mis damas – dijo captando la atención de las señoritas – Les propongo algo, ¿Aceptarían una comida conmigo si a cambio consigo un beso de aquel peli verde? – pregunto indicando con la mirada a Zoro.
- Claro – rieron todas – Pero seguro que está aquí esperando a su pareja, lleva una alianza. Esa chica tiene mucha suerte.
- Seguro que si – objetó escondiendo su propia mano – Observen mis ladies.
Zoro vio como el rubio se acercaba y fue a saludarlo con un casto beso. Acto que realizaba siempre al saludarle. Para su sorpresa Sanji inicio el beso y le obligo a profundizarlo apresando su nuca con ambas manos. A lo que replico rodeándole la cintura.
- ¿Y esto? – pregunto desconcertado.
- No todos los días se ve un alga bien vestida – dijo entrelazando sus manos – Y acabas de conseguirme una comida con unas hermosas señoritas – dirigió su mirada la mesa de las chicas.
- Lo siento mis damas, es verdad, soy un chico con suerte – los rostros de plena confusión de las chicas le animaron a continuar – Pueden quedarse a comer, la casa invita.
A continuación guio al marimo a su despacho. Cuatro años atrás Zeff había decidido retirarse de los fogones dejando a Sanji al mando del restaurante. Cuando el despacho paso a sus manos coloco una mesa para poder estar con a solas con Zoro.
- ¿Te ha gustado la obra de arte de Kai? – Dijo una vez llegaron. Soltando una carcajada por el recuerdo.
- He estado diez minutos enteros limpiándome la cara. Si le enseñas cosas así crecerá estando permanente castigado.
- Vamos marimo no te enfades. ¿Por qué no me cuentas a que se debe tanta elegancia?
Al parecer le había surgido una reunión. Usopp también tendría que ir. Habían hecho varias misiones juntos dado que ambos son parte del equipo especial de rescate del ejército. Silenciosos y solitarios, un francotirador y un espadachín de primera. La reunión trataría sobre una posible misión de unos tres meses de nuevo los dos. Cosa que a Sanji no le hizo ninguna gracia y Kaya sería de la misma opinión.
Desayunaron entre risas y besos como hacía meses no hacían. Con un marimo inusualmente romántico. No obstante el cocinero era consciente de la causa. Dentro de tres días Zoro dejarían de ser su esposo desorientado y dormilón. Y al rubio esa situación siempre le aterraba.
- Me tengo que ir ya o llegare tarde – dijo finalmente Zoro.
- Aun si sales ya probablemente llegues tarde – rio Sanji levantándose de la silla a la par de él.
Contrario a lo normal, el espadachín no gruño ni le contesto con otro de sus apodos. Se limito a mirarle con una sonrisa de total enamorado. Atrajo al ero-cook a él por la cintura. Beso con lentitud los rosados labios, habiendo tirando con anterioridad del labio inferior. El beso fue tan lento, arrullador y poco común en Zoro que Sanji sintió como las piernas le fallaban por unos instantes.
- Te veo en casa para cenar.
Dio un último beso en la frente del cocinero antes de salir, sin dejarle tiempo a responder.
Kai estaba sentado en la mesa de su cuarto, concentrado en los dos folios y colores frente a él.
- Pequeño la cena esta lista – dijo Sanji entrando en la habitación.
- Espera papi, ya casi acabo – dijo sin mirarle.
- Está bien, ven cuando termines. Papá está en el salón, acaba de llegar.
Trazo unas últimas líneas en ambos papeles, predominando el verde y amarillo. Sonrió satisfecho con su trabajo y corrió directo al salón donde los adultos conversaban.
- Toma papá este es para ti – dijo emocionando entregándole uno de los dibujos a Zoro – este es para ti papi.
Cada uno era un conjunto de pequeños y simples dibujos. El de Zoro estaba lleno de espirales, utensilios de cocina y algún que otro cigarro. Todo de color amarillo. El de Sanji tenía muchas algas por doquier, marimos y tres katanas. Todo de verde.
- Kai, ¿A qué se debe los dibujos?
- Es que pensé que eran vuestras palabras y cosas favoritas por eso las he dibujado – proclamo con una gran sonrisa – El de papi es verde porque le gusta mucho el pelo de papá. Y el de papá es amarillo porque decía que el pelo de papi brillaba como el Sol.
Y tanto Sanji como Zoro enrojecieron al sentirse expuesto con tal declaración.
- Además son las paredes de vuestro cuarto.
El ojiazul sonrió, pues las espirales y marimos en la pared de su dormitorio fueron parte de su regalo a Zoro.
La mudanza y la reforma por fin habían acabado. Pero Sanji todavía no permitía que Zoro entrara a ver el nuevo apartamento. Situación que agotaba la paciencia del espadachín. Al comprar el dúplex, el cocinero decidió apropiarse de la segunda planta, la cual consistía en una amplia estancia. Planta que el peli verde tenia terminalmente prohibida bajo amenaza de muerte. Y desde hacía tres días ya ni siquiera podía entrar en el piso.
La tercera noche el rubio le cito por fin en el apartamento. Llamo al timbre repetidas veces sin obtener respuesta. Tenía llaves claro, pero no sabía si debía o podía usarla. Un mensaje entrante en su móvil fue todo lo que obtuvo.
- Usa la llave y sigue las fechas verdes del suelo. Intenta no perderte.
Abrió la puerta, deteniéndose un segundo a admirar la estancia antes seguir dichas fechas. La cuales empezaban en la puerta. Se percato de que le guiaban a subir las escaleras. Subió curioso por saber que había hecho su esposo en el segundo piso. Pero siendo sinceros se esperaba de todo menos eso.
Allí estaba Sanji, sentado en el suelo de parqué de una magnifica sala de entrenamiento. Con todas sus pesas ya colocadas, la colchoneta y sus maquinas de entrenamiento a un lado y en la pared se encontraban tres discretos soportes para sus katanas.
- Llevas más de cinco minutos callados. Si no te gusta puedes decirlo no me voy a ofender – dijo el rubio cansado del silencio – La verdad es que si me ofendería. Me ha costado muc…
Los labios de Zoro no le dejaron hablar más. Separo sus bocas lo justo para sonreír y hablar rozando sus labios.
- Es genial. Absolutamente genial. Gracias Sanji.
- Me alegra que te guste – respondió dándole un casto beso al marimo – Vamos te quiero enseñar el resto de casa.
- ¿A dónde van las fechas amarillas y azules? – pregunto el peli verde muerto de curiosidad.
- Las amarillas conducen a la cocina y las azules... – Sanji se sonrojo ligeramente poniéndose nervioso – van al cuarto de Kai.
- Vamos a ser padres – dijo y Sanji no hizo más que sonreír, con las lágrimas a punto de salir - ¿Estas nervioso? – de nuevo asintió.
Dentro de un mes Kai por fin viviría con ellos. El espadachín abrazo al rubio dejando que escondiera el rostro su pecho. Le beso los cabellos rubios, revolviéndoselos con los labios.
- Sanji, eres el mejor esposo y serás mejor padre. Además es imposible que lo hagas peor que yo – sintió con reía contra su pecho – Aunque negare a ver dicho eso en un futuro.