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Comenzando por el final por Broken Kiara

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Notas del capitulo:

Siento el retraso! he intentado subirlo antes pero por motivos personales me ha sido imposible. En compesacion el capitulo es mas largo

Este capitulo es muy importante pero tambien muy triste. 

Espero que os guste a pesar de todo. Yo estoy muy orgullosa de como ha quedado.

Recordad que la cursiva signifa recuerdos

Nos vemos abajo ^^

PD: si hay faltas lo siento, no me ha dado tiempo a revisarlo.

DOLOR

-          Kai pórtate bien con el tío Luffy – dijo Sanji despidiéndose del niño en la puerta de la casa – Mañana por la tarde vengo a por ti.

-          Vale, buenas noches papi.

Estaban en la casa de Luffy. Ya habían pasado dos días desde su conversación y mañana seria el aniversario de Kuina.

-          Toma – hablo esta vez a Luffy dándole una bolsa – Es comida, intentar que os dure. Gracias de nuevo Luffy.

-          No te preocupes. Tu encárgate de cuidar a Zoro – Dijo adoptando esa postura sería tan poco común en él pero sin quitar la sonrisa de la casa.

-          Lo hare.

Salió del edificio, montándose en coche de vuelta a su casa. Los dos años anteriores había hecho lo mismo. Llevaba a Kai a casa de Luffy la noche anterior y le recogía al día siguiente por la noche. Su marido no se perdonaría que el pequeño le viera en ese estado por eso hacia lo posible por evitarlo. Pero este año Kai volvería por la tarde y Sanji no sabía cómo se darían las cosas.

Aunque el marimo y Kai se entendían muy bien desde el primer momento. Desde aquel día tres años atrás.

 

El cielo estaba nublado y amenazaba con llover en cualquier instante. Aun así estaban dando un paseo. Habían salido al cine para  ver la nueva película de acción y ahora volvían a casa andando. Cogidos de la mano porque el marimo se perdía hasta en línea recta.

Iban en silencio, Sanji fumando y Zoro pensando en sus cosas. Silencio que se rompió a causas de varias voces infantiles y ambos dirigieron su atención al origen de ellas. Provenían del patio de un orfanato. Y ambos se pararon en la verja a observar curiosos.

Un niño con el pelo azul de no más de dos años jugaba en la arena, cuando varios niños mayores que él se acercaron con lo que parecían muy malas intenciones. Uno de ellos hablo riéndose del más pequeño, burlándose de su color de pelo y que gracias a él nadie le iba a querer adoptar.

Contario a lo que imaginaron el peli azul no dijo nada para defenderse. Acto que enfado a los demás. Uno de ellos se dispuso a empujarle pero el pequeño fue más rápido y le tiro una bola de arena para luego salir de allí corriendo hacia la valla. Sin percatarse de los dos adultos presentes comenzó a llorar.

Antes de que Sanji pudiera darse cuenta Zoro ya se había acercado al niño.

-          Oe enano, ¿estás bien? – automáticamente el pequeño alzo la cabeza mientras se limpiaba las lagrimas con la mano.

-          Tienes el pelo verde – dijo ignorando su pregunta y alucinando ante lo que sus ojos veían. Y el espadachín no pudo evitar reír ante eso.

-          Si mi pelo es verde. Y el tuyo es azul – nada mas decirlo se arrepintió pues el niño volvió a entristecerse - ¿Qué te pasa?

-          Los demás niños dicen – habló de manera entrecortada a causa del llanto – que como tengo el pelo azul nadie querrá adoptarme nunca – paso sus pequeñas manos por su rostro intentando dejar de llorar - ¿A ti te quieren aunque tengas el pelo verde?

-          Claro que sí. ¿Ves al chico rubio de allí? – preguntó señalando a Sanji quien fumaba tranquilamente mirando al cielo. El niño asintió – Pues él me quiere mucho. Se ríe del color de mi pelo pero yo se que en verdad le encanta. Así que no hagas caso a esos niños – de nuevo vio como asentía - ¿Cómo te llamas?

-          Kai.

-          Encantado Kai, yo soy Zoro. Y que sepas que me encanta tu pelo azul.

 

Abrió la puerta de su casa, escuchando casi al instante el sonido de la televisión. Zoro sentado en el sofá veía un partido de futbol. Con los pantalones de pijama y botella de sake en mano.

-          Mierda. Ya empieza – pensó Sanji.

Suspiro intentando no mostrarse muy preocupado mientras andaba hacia él.

-          Ya he vuelto – dijo a modo de saludo. Inclino su cuerpo hasta su altura para darle un casto beso – Voy a ponerme el pijama, te espero en la cama. No tardes.

Vio como Zoro asentía. Fue a su dormitorio a cambiarse y después al baño para lavarse los dientes y la cara. Intento calmarse, solo tenía que hacer lo mismo de todos los años. Cuando volvió a la habitación Zoro ya estaba allí. Sentado en el centro de la cama con la mirada perdida en las sabanas. Y Sanji recordó cómo debía actuar.

Empujo al marimo por los hombros haciéndole caer de espaldas sobre la cama al tiempo que se colocaba sobre. Y antes de que pudiera reclamarle algo le beso con fuerza. Abriéndose paso con la lengua en su boca, uniéndola a su compañera. Acaricio con una mano los cabellos verdosos mientras unía las manos con las alianzas. Y mordió una última vez sus labios antes de separarse.

-          Durmámonos Zoro – dijo dándole un  último beso.

Se dejo caer encima de su marido, sabiendo que Zoro podía con su peso, sin dejar de acariciarle. Cuantas más horas durmiera más se retrasaría la tormenta. Sintió como el sueño le vencía a pesar de no querer dormir. Pues esta no sería una buena noche.

 

El sonido de cristales rotos acabo por despertar a Sanji. Parpadeo varias veces antes de mirar alrededor. Como suponía Zoro no estaba en la cama y podía apostar que los cristales eran de botellas de sake. Botellas que sin duda habría vaciado en segundos, menos mal que tenia gran resistencia al alcohol. Aunque conociendo a su marido hoy preferiría estar ebrio.

Llego al salón y nada más entrar vio los cristales y a Zoro sentado en el sofá con los codos sobre las rodillas y las manos en la cabeza. Se acerco a él consciente del próximo movimiento de Zoro. En cuanto lo tuvo alcance se lanzo encima de él besándole con ganas pero apenas unos segundos después era él quien tenía la espalda contra el sofá.

El espadachín tiro de sus pantalones y bóxer rompiéndoselos en el proceso mientras devoraba su cuello. En otra situación Sanji se habría enfadado por ello o incluso habría reído de la desesperación de Zoro por hacerle el amor. Pero hoy no diría nada, porque hoy era el único día del año que no hacían el amor. No había besos lentos ni cruces de miradas llenas de amo, solo lujuria y sexo.

Pero Sanji lo entendía. Comprendía que para el marimo era su forma de asegurarse que no estaba solo, de descargar una parte de toda la tensión que sentía y liberarse de la desesperación que le agonizaba. Por eso el cocinero se encarga de apoyarle y evitarle hacer cosas de las cuales luego se arrepentiría.

-          Ahh – un gemido escapo de sus labios cuando los tres dedos dentro de él rozaron su próstata.

Zoro los saco al sentirle suficientemente dilatado. Y otro gemido escapo de los labios del rubio cuando el miembro del peli verde se abrió paso en su interior. Apenas unos segundos después el espadachín empezó a moverse. Siempre con embestidas fuertes y rápidas buscando el máximo placer.

Sanji gemía, que no hicieran el amor no significaba que no disfrutara. A pesar de todo Zoro se encargaba de no hacerle ningún daño porque si había algo que no se perdonaba era hacerle sufrir. Cuando sintió cerca el final el propio cocinero se encargo de su entrepierna mientras su otra mano busca entrelazarse con una del marimo. Pues Zoro no buscaría la suya. Gimió mas fuerte en su orgasmo, arrastrando consigo a su amante.

No logro impedir el sentimiento de añoranza al no recibir nunca muestra de cariño por parte de su marido. Dispuesto a que no le afectara fue él mismo quien incorporándose le dio un casto beso mientras le acariciaba la espalda.

 

Zoro entrenaba golpeando con fuerza el saco de boxeo. No tenía mucho espacio para moverse pero ese momento le dio igual. Sanji veía desde la puerta al tiempo que fumaba un cigarro, como golpeaba con furia y su rostro se contraía con una mueca de dolor cada vez que lo hacía.

-          Estúpido marimo – pensó – si sigues acabaras por hacerte daño.

Y es que tan solo tres semanas atrás Zoro había vuelto de una misión con heridas serias. No tendría heridas permanentes ni nada que no curara con reposo. Pero el problema era que Zoro no reposaba, al contrario. Pensó en sacarle de casa y llevarle al cementerio como hacía cada año, usando la misma frase de siempre.

-          Marimo vamos a dar un paseo – dijo con el tono más amable que tenia.

-          Déjame en paz cocinero – fue la respuesta en forma de gruñido que obtuvo.

Suspiro, intentando no perder la paciencia.

-          Venga cabeza de alga demos una vuelta.

-          Ya te he dicho que me dejes tranquilo. No seas pesado cocinero – dijo sin mirarle.

El espadachín siguió entrenando, golpeando con aun más fuerza el saco. Y el rubio se percato de que este aniversario Zoro estaba especialmente furioso.

-          Zoro – lo llamó, intentando captar su atención al decir su nombre – deja de entrenar un rato. Si sigues así acabaras por hacerte daño. Aun no estás del todo recuperado.

-          Eso es asunto mío, no debería importarte.

-          Si me importa – afirmo de manera seria y rotunda – Eres mi marido, claro que me importa.

-          Cierto – dijo y el rubio por un segundo creyó lograr su objetivo – Y no sé como acabe casándome contigo.

Ignoró el nudo en el estomago que se le creo al escuchar aquellas palabras. Intentando interpretarlo uno de sus muchos piques o bromas.

-          Te recuerdo que fue idea tuya – dijo soltando una risita nerviosa.

-          Y no sabes cuánto me arrepiento.

Y Sanji sintió como el mundo se le venía encima con la misma velocidad que su cigarro caía al suelo. Esta vez Zoro si giro para verle, encontrándose con los ojos de su esposo clavados en los suyos. Olvido momentáneamente el día que era, donde estaba y todo lo demás, tan solo se centro en el visible dolor de esos ojos azules.

Sanji espero un par de minutos a que Zoro dijera algo, lo que fuera. Más eso no ocurrió. Dio media vuelta, andando despacio a la puerta, deteniéndose únicamente a coger las llaves. Camino despacio, con la esperanza de que el peli verde fuera tras él. En cuanto cerró la puerta de la casa a sus espaldas, la primera lágrima broto de los ojos azules.

Cuando Zoro reacciono Sanji ya no se encontraba en el edificio. Salió corriendo a buscarle. Su primera idea fue ir al restaurante pero su sentido de la orientación le jugó una mala pasada y no llevaba dinero para un taxi o autobús. Acabo dando vueltas por la cuidad hasta detenerse en un sitio familiar, un sitio al cual iba todos los años y detestaba. El cementerio.

Entró intentando recordar el camino a la tumba de su amiga. Llego a ella media hora más tarde y apenas vio las flores sobre ella se derrumbo. Pues eran los mismo tulipanes azules que Sanji y el llevaban cada año. Intento calmarse y se sentó frente a la lapida.

-          Maldita sea – dijo – Kuina la he cagado.

Había dañado al cocinero y no sabía cómo solucionarlo.   

Podían dañarse físicamente en las peleas y verbalmente cuando se picaban o discutan, pero nunca si eso hacia verdadero dolor o sufrimiento para el otro. Ambos lo sabían. Por mucho que Sanji se metiera con su trabajo u orientación y Zoro se burlara de sus cejas o comida. Pero si había algo con lo que ninguno de los jugara era con los sentimientos que tenían hacia el otro. Y Zoro lo había hecho.

 

Llego a su casa pasada la media noche, sin importarle perderse en el camino pues realmente no le apetecía llegar, tan solo quería ver al cocinero. Por eso cuando llegó y vio a Sanji sentado en el sofá pensó que estaba alucinando. Esta vez reacciono rápidamente, no queriendo perder un segundo para disculparse.

-          Antes de que digas nada déjame hablar a mi – dijo de pronto el rubio y Zoro se temió lo peor – Se que hoy es un día difícil para ti y lo entiendo. Comprendo que actúes diferente y seas más frio y duro. Yo… intento hacer todo lo posible por apoyarte pero resulta muy complicado sino te dejas ayudar Zoro – dijo todo sin dejar de mirar al espadachín a los ojos mientras se levantaba y lentamente camina a él – Puedo tolerar muchas cosas que hagas o digas hoy porque te conozco y sé que no las piensas de verdad. Por eso se que no querías decir lo que has dicho… pero eso no evita que me duela – una lágrima se escapo de sus ojos y Zoro se sintió lo peor al ser el causante de ella – Pensé en ir al restaurante – continuo el rubio haciendo más pausas cada vez – O incluso visitar a mis damas para intentar calmarme pero me di cuenta que si alguien puede consolarme ese eres tú, Zoro.

En cuanto acabó el peli verde le estrecho entre sus brazos y automáticamente Sanji rompió a llorar en su hombro.

-          Perdóname – dijo hablándole suave al oído – Lo siento, de veras que lo siento. Tienes razón no lo pienso nada de eso. Maldita sea Sanji perdóname, soy un gilipollas.

-          Zoro – le corto de nuevo el cocinero – Dilo. Solo necesito que lo digas.

Zoro no necesito que dijera más para saber a qué se refería. Levanto su rostro por el mentón y nada más hacerlo devoro sus labios con hambre. Volcando en el beso todo el miedo que sintió al pensar que podía perderle.

-          Te amo Sanji – susurro sobre sus labios, sintiendo como se estremecía – Te amo. Te amo – a cada beso que daba lo repetía – Te amo más que a nada en la vida.

Notas finales:

Espero que os haya gustado y no querais matarme.

El proximo sera mucho mas alegre lo prometo.

Espero vuestros comentarios como siempre :D

Gracias por leer ^^


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