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El Retratista por CrawlingFiction

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Notas del capitulo:

Les presento este pequeño two-shot. No es muy pretencioso pero hecho con amorcito(?). Espero les guste la lectura. Gracias por leer<3

El Retratista


Capítulo I: Musa renaciente.


 


Otoño y sus hojas degastadas que tenían las húmedas acercas, parecían vigilar tus pasos, entre crujidos delatores o rumores de hojas muertas pero recias a desfallecer por obra y ejecución del gélido viento, pero permitiendo resignadas que las brisas heladas les concedieran un último vals taciturno y vacilante, al compás de las hojas perennes.


Otoño.


Una tarde de otoño y el usar por fin aquella bufanda roja nueva ocultada al fondo del armario fueron motivos suficientes para que Kim JongWoon despegara la vista del infinito papeleo y cogiera su amarillento y raído blog, los grafitos y la billetera para enrumbarse al parque contiguo.


Hacía meses no se permitía el ocio de contemplar el paisaje y trazar líneas inconexas que crearían más adelante retratos honrosos de hojas en todas sus tonalidades, árboles que susurraban historias tras sus vetas y una que otra ardilla posada en vilo sobre su nido de ramas.


Dibujar era para este pelinegro de treinta años el puente invisible entre la realidad cruda a la suya misma, una realidad donde la soledad no era su compañera, donde vivía de su pasión y no de una labor heredada que amargaba día a día y nublada sus ensoñaciones esperanzadas. JongWoon era desde que recordase un artista nato, los miles de lienzos datando de años inimaginables a su edad cronológica, las pequeñas y nada pretenciosas esculturas y mil y un servilletas garabateadas más su deseo de saber más y más de ese mundo auto prohibido lo denotaban. Centenar de obras, sacadas de su imaginación sin horarios de trabajo o botón de apagado, o de aquella mínima realidad fantasiosa que entintaba su destino tan grisáceo se escondían dentro de maletas tras los abrigos. Erase la amante relegada, la amante olvidada pero fiel a sus ilusiones pasionales. Era eso, ilusiones no permisibles para un ejecutivo en sus treintas.


Pintar era su escape…sin embargo sus caminos ya cerraban brecha ¿Al final los sermones de su padre sobre que esto eran tonterías se hacían certeras, cuando ya habíase vuelto su escapatoria del día a día sin elecciones? ¿Qué moría en él qué todo se volvía un vasto sinsentido?


Sentado sobre un banco alejado de los ancianos que paseaban o de los deportistas se dedicó a mirar por el placer de ver los bancos vacíos y salpicados de rocío vespertino, los nidos desolados, las hojas muertas y las fieras sobrevivientes aferradas contra el viento. Bajó la vista a su hoja en blanco y su mano trémula sosteniendo el lápiz grafito…pero esta vez no sentía regocijo, sólo confusión. Suspiró derrotado contra su misma alma. Alzó la mirada e insatisfecho garabateó a aquel árbol que iba desprendiendo sus últimas hojas, desnudo, yermo al frío que sus compañeras no podrían sopesarle más. No obstante sus ojos rasgados como puñaladas oscuras sobre un lienzo pálido desviaron de su inmueble objetivo a la figura sentada bajo a lo que restaba de la sombra de su musa retratada. Era a primera vista del ejecutivo un hombre común, quizás exageradamente abrigado, entre sus manos temblorosas por el mezquino frío apretaba un vaso de café y una libreta, usando aquellos mullidos audífonos parecía abstraerse del mundo tal cual él con sus trazos que ya habían detenido recorrido.


La distancia considerable aun le permitía distinguir bajo el grueso gorro tejido sus cabellos miel que nada envidiaban a los térreos brillantes del follaje muerto, su piel de ligero tono tostado y sus labios cereza posados inmutables sobre el vaso sorbiendo con la mirada perdida a su libreta abierta. “Un estudiante” Pensó con cierto aire de superioridad. Algo amargado por la distracción bajó nuevamente la vista a su dibujo que ahora le parecían puras líneas vacías. Suspiró otra vez; resignado, arrancó la hoja y hecha bola su potencial artístico volvió la barbilla hacia su norte, y confeso, se mantuvo observando al joven de audífonos concentrado en sus apuntes. Una sensación cálida le embargaba poco a poco, como gotero de té recién hecho a su organismo tullido de frío. Se fijó en sus mejillas regordetas coronadas en un par de pómulos remarcados y su expresión calma con abruptos entrecejos fruncidos concordantes a sus garabateos más apasionados. “Al menos tu disfrutas esta tarde”, susurró sin darse cuenta de la sutil sonrisa recién florecida del terreno infértil de sus labios. Contempló por instantes su persona, cada vez más reconfortado solo espiando sus sonrisas desapercibidas por los demás vagantes del parque y sorbos de su café quizás ya frío.


••••••


Un siseo de aceite caliente al ser la rebanada de pollo algo crudo dado vuelta. La noche llegó brusca en la ciudad somnolienta por el próximo invierno y Kim JongWoon se ocupaba en preparar la cena. No era dado a la cocina pero al vivir solo desde los diecinueve años de edad había aprendido a los golpes unos cuantos trucos. Servido con arroz recalentado y lechuga ya marchita ese trozo de pollo lucía un apetitoso premio por…haber tenido una tarde fructífera observando a ese joven de, supondría venti tantos años garabateando concentrado en su libreta tal cual él mismo hubiera deseado pero su sublime presencia no le permitió del todo. Podía rememorar sus suaves rasgos aún pasadas un par de horas de ese evento extraño para el rutinario corazón del ejecutivo.


Dio las gracias y se dispuso a cenar mirando la televisión sin prestarle atención a lo que fuera que estaba puesto en la pantalla. Se sentía aturdido, ese reflejo no salía de su cabeza, y lo denominó reflejo al consolarle sobre que quizás ese joven que casualmente vio sólo exponía lo que él tantos años fue pero ahora no encontraba. Y sin más, apagó la televisión y dejando los trastes en la cocina encaminó los contados pasos hacia la habitación del pequeño apartamento que consideraba su taller de dibujo. Para ser de un rango importante en una empresa familiar debería vivir en un lugar más lujoso, pero el dinero no era algo que JongWoon hubiese antes anhelado, el buscaba algo mejor, sin fecha de expiración: un motivo para estar vivo.


Entró a su taller improvisado y se sentó en la sillita frente a la mesa, cogió el lápiz, escogió el de grafito más suave, sintió que ese le correspondería mejor al chico de audífonos y café, si, así se llamó horas después el pliego de blanco papel humedecido por la acuarela aún fresca al cual le dedicó hasta la madrugada que fundiese con el alba. Y sonrió. Esto era lo que tanto había anhelado retratar. No más flores, no más azulejos o cardenales, era esto, era el retrato de un hombre sentado bajo la ya inexistente sombra de un árbol, refugió del atardecer rosáceo. Sus delicadas manos apresando gráciles su vaso de café, sus labios que tiñó del más lívido de los rojos de su paleta de colores, y el melocotón, rubor a sus mejillas infantiles. Era hermoso. Ese hombre lo era y él sólo lo pretendió plasmar. Esto era lo que necesitaba; aquella musa, el chico de audífonos y café.


Y obviamente, como hombre apasionado y constante que reconocía ser bajo la bruma de sus dudas existenciales, decidió volver a retratarlo.


Debía encontrarlo.


Su musa.


••••••


Semanas transcurrieron y el treintón sólo podía anhelar verle nuevamente en el parque. Con religiosa asistencia se dejó ver entre los caminos de hojas que cada vez eran más y más. ¿Acaso el chico no volvería más? ¿Fue sólo un turista o inmigrante de paso? ¿Un estudiante de otra universidad lejana?  ¿Acaso sólo era un espejismo? ¿Dónde estabas? Pero, aun así de tragicómico fuese sus tardes al salir del trabajo, esperándole en el mismo banco, no regresó.


No obstante, lastimosamente JongWoon se conocía…la impresión curiosa que ese sujeto había implantado en su consciencia así no le volviese a ver le regresó toda la inspiración, la viveza y motivación que necesitó. Y de un retrato a acuarela surgieron una decena más, y le secundaron dibujos a grafito o tinta china. Posteriormente de esa vasta cantidad de dibujos de rebuscados nuevos ángulos y paisajes yacía dibujado, revivido en los folios, ese joven de cabellos miel que ajeno al revuelo emocional que causó escribía en su libreta con su eterno vaso de café.


 


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