La música de la taberna resuena en sus oídos mientras saborea una cerveza helada, escarchada a sal en los bordes; ha sido un día duro en el trabajo. Los toques de panderos y guitarras le llevan a una parte de su vida, una extraña parte de su vida, en que se perdió entre los jades brujos danzantes.
Había entrado a ese sitio a la fuerza… la verdad odiaba esos tugurios de donde no puede salir nada bueno, sólo problemas y más problemas. Sin duda mataría a los que se hacía llamar amigos.
-Malditos…-
-Oh vamos no tiene nada de malo.-
-Que sabes tú, idiota.-
-La verdad mucho más de lo que puedas imaginar- respondió un azabache malicioso- Divirtámonos un rato ¿De acuerdo?-
Sin oponer mucha resistencia, se colocaron en una mesa que se hallaba cerca de una pista de baile. Entre lo que ordenaban y bebían en medio de malos chistes de parte de ambos, el salón se oscureció, quedando una lámpara que iluminaba el centro de la pista. El solo de las panderetas hizo salir a un joven bailarín, meneando las caderas con destreza absolutamente sensual.
Su tostado torso desnudo imitaba el movimiento de las ondas marinas; las piernas, cubiertas en holgados pantalones, se notaban torneadas. Pero los ojos, esos ojos resaltados en colorete negro, resultaron cautivadores para unos plata que no podía dejar de verle.
De aquí a allá iba el mozo de largo cabello oscuro, bailando ferozmente dulce.
Suspira al imaginarse el buen cuerpo contorsionarse frente a él.
Se le acercó con ese ritmo desesperante de caderas para luego tirarse al piso y bailar insinuante a sus pies, con las irises ardiendo en libido, atrayéndolo como imanes.
Sintió perderse en la oscuridad de esos verdes profundos… como en esos pozos de ciénega de los que ya no se puede salir.
Intentó tocarlo pero el chico le dio un suave manotazo, sonriendo alegre.
La luz se apagó y en su mesa halló un papelito con un número telefónico escrito.
-H. ¿Quién será?- susurró.
-¡Ejele! Al parecer le has gustado a alguien mi amargado Draco… pero la pregunta es ¿A qué descerebrado?-
-Maldito Neville… ¿Insinúas que no le puedo agradar a nadie?-
-Bueno, contando a todos los que les has caído mal, exceptuando a Pansy, Theodore, Blaise y yo… diría que sí, ¡Auch! También te quiero.-
No le hizo caso.
¿De quién sería ese número?
Le da un gran sorbo a la cerveza… sus ojos platas brillan cálidos, tristes… melancólicos.
Después de unos días, marcó al número desconocido. Debía admitir que estaba nervioso, muy nervioso.
Era la primera vez que hacía algo así y todavía más si contaba con que le simpatizara.
“El número que usted marcó no está disponible o se encuentra fuera del área de servicio. Le sugerimos llamar más tarde.”
-Demonios…-
Se enojó… y cuando se hallaba así, era preferible mantener cierta distancia, por lo que sus compañeros de trabajo se aislaron en la pequeña sala de juntas… orando que nadie se le cruzara en el camino al “pequeño” hurón.
-¡¿Cómo está el amargado de mi amigo?!- gritaron alegre a su espalda.
Mala suerte.
Que se apiaden de esa pobre alma… de Theodore Nott.
-¡Pregunté qué cómo está mi amigo amargado!- exclamó a la vez que palmeaba la espalda del blondo.
Grave error.
De un movimiento rápido se vio con el rostro pegado al escritorio mientras que su brazo izquierdo se encontraba torcido arriba de su trasero.
-Ya-ya- no-noté que anda de malas…-
-Dime ¿Dónde rayos está Neville? Piensa bien lo que has de decir… no estoy de humor para ninguna tontería.- susurró amenazante.
-Se fue con el Conejo de Pascua…-
-Ninguna.-
-Es en serio…- una nueva torcedura en su brazo le hizo cambiar de opinión- ¡Aaarrgg! ¡De acuerdo de acuerdo! ¡Se fue con Pansy a comer y me pidió que viniera a buscarte! ¡Mierda!-
-Jum, espero que sea verdad, porque si no…-le dio una vuelta más a la muñeca del pobre chico- verás…-
-¡Ya suéltame! ¡Duele maldito!-
Le dejó por las buenas. Tomó su celular y al idiota Nott para salir en búsqueda del resto.
Los halló en la mesa de cualquier restaurante.
Vio al objetivo.
Y sonó la alarma.
-¡Sea lo que sea que le hayas hecho a Draco, Neville imbécil, no está contento!- exclamó el “prisionero”
-Dime que no hiciste nada guasesco a Malfoy…- pidió la joven.
-No que yo recuerde…-
-Esta vez no te defenderé del “Dragón” y te lo tendrás merecido.-
-Ok Pansy, ok… Antes de que me golpees, me gustaría saber qué es lo que hice.- pidió socarrón.
El interpelado tomó asiento, ordenando una cerveza.
-El número que apareció en la mesa de ese bar de mala muerte de la última vez… ¿Es una broma?... piensa lo que vas a responder…-
-¿Número? ¿Cuál número?-
-Neville… conviene que no te hagas el olvidado…- susurró el adolorido muchacho a su amigo- Tiene más fuerza que antes.-
-Longbotom…-
-Número, número… ¿Te refieres al número de teléfono que apareció en el bar árabe-gitano? ¿O a cuál?-
-Neville Longbotom… me queda muy poca paciencia…-
-Ya me acordé. No, no es una broma… por lo menos no una que yo haya auspiciado… que se me hace que has estado llamando y nadie responde…-
-Así es ¿Cómo es que lo sabes, Ville?-
-Corazonada y no me llamo “Ville”, culebra.-
-Más vale que no sea una engañifa tuya porque me las cobraré muy caro ¿Entendiste?-
-Memoricé el teléfono mientras tú buscabas a alguna persona sospechosa, Co, así que intenté averiguar, digo, se tiene que perder la razón para acercase a ti…-
-Maldito.-
-Gracias por el cumplido… ahora, yo tengo hambre y no sé ustedes, pero voy a ordenar.-
Definitivamente, ese fue el inicio de su calvario.
-El más hermoso calvario que me ha tocado vivir.-
Vuelve a sorber un poco de su cerveza tibia.
Continúo con la búsqueda, todo el día, todos los días.
Él no cree en las coincidencias, sólo en lo inevitable.
Murmura palabras que la cantinera atrapa entre ráfagas de viento. Y la hacen sonreír.
-¡Draco! ¡Draco! ¡Dracooo!-
- ¿Qué pasa?-