Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Tyrant por miss_seragaki

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Pareja: Lui x Naoji

—He revisado los alrededores, y no hay nadie sospechoso.— Te digo, mientras entro a la sala iluminada apenas por el atardecer que se escurre a través de los cortinajes.

Orphe, Ed y yo nos hemos turnado para asegurarnos de que te encuentres bien. Tu vida y tu libertad peligran como nunca antes. La indulgencia y bondad del Rey no serán suficientes para liberarte en esta ocasión, y necesitamos encontrar pruebas de tu inocencia antes de que seas apresado porque, si eso pasa… no… no quiero pensar en eso.

Tú me miras, impasible como siempre, y siento que puedes ver mi interior sin esfuerzo. No me gusta ser tan transparente para ti…

—Ya veo.— Comentas brevemente. Sé que detestas estar escondido en casa de Daniel, nuestro otrora rival en la competencia por volvernos Strahls, pero no tenemos opción.
—Sé que es molesto,—dejo los víveres sobre la mesita e intento sonreírte, —pero tendrás que aguantar esto por un tiempo. Estoy discutiendo los planes con Orphe y los demás.—

No lo demuestras, pero sé que estás preocupado. Sé que tras tu máscara de perfecta fortaleza, también tienes miedo. Temes por sus padres, por nosotros y por ti mismo. Quisiera poder reconfortarte…

–Todo saldrá bien.— Sonrío apenas. —Estoy seguro de que conseguiremos demostrar tu inocencia.—

Mis palabras parecen causar algún efecto en tu semblante siempre inalterable.

—Naoji, te has vuelto más fuerte.— Me dices, cerrando los ojos, como si meditaras profundamente en tus palabras. Tu voz, cuando dices mi nombre, es tan sedosa que me hace temblar ligeramente de pies a cabeza. —Has obtenido la fuerza para elegir un camino y seguirlo sin dudar.—

Lui…

¿Cuándo entenderás que mi fuerza y mi duda provienen de la misma fuente? Tú eres la única razón. Si hay algo lo suficientemente importante en este mundo para que considere dejar atrás mis responsabilidades y el abrumador deseo que siento de volver a mi país, eres  tú. A veces siento que la verdadera razón por la que deseo irme de Kuchen no es volver a Japón, sino la certeza de que si no me alejo de ti, tu fuego me consumirá hasta volverme cenizas…

Si pudiera expresarte mis sentimientos… Si pudiera decirte que tus palabras y tu fortaleza me cambiaron para siempre… si pudiera decirte que… yo…

—Lo he aprendido de Orphe, de ti, y de los demás.— Es cierto. No puedo negarme a mí mismo que Orpherus, Edward y Camus me han hecho una mejor persona, al enseñarme tantas cosas y aceptarme en mis debilidades… pero tú, Lui… —Al verlos con tantas ambiciones, y siguiendo adelante aunque los hirieran, sentí que yo también quería ser así.—

Pareciera que mis palabras te causan gracia.

—¿Incluso viendo la situación en la que me encuentro?—
—Te han obligado a dar un paso atrás, pero no te has rendido.—
 Respondo, seguro de tener razón. Tú nunca te darías por vencido… eres infinitamente más fuerte que yo.

Tu mirada se aleja de mí. De pronto, luces tan abatido…

—Yo creo en ti.— Mi corazón late fuerte cuando te lo digo, pero no me miras de nuevo. Mírame, Lui…

Dime cuanto te gustan mis ojos…

Tienes unos ojos preciosos. ¿En ese obscuro vacío está tu respuesta?

Fue ahí, en el invernadero, mientras tú sostenías suavemente mi rostro entre tus dedos… lo supe. Mi corazón ya no me pertenecía. Yo era tuyo, sin reservas…

Pero aún hoy no sé qué quieres de mí. ¿Porque repetías una y otra vez que yo debía caminar a tu lado, para luego decirme que debo seguir mi camino aun sabiendo que este puede alejarme de ti?

Dime qué quieres que me quede contigo… convénceme de abandonar todo por ti…

—Pareciera que hay algo más que te preocupa.— Me dices con un gesto extraño.
—No es nada.— Saco de la bolsa los víveres que te traje. No quiero mirarte ahora… no quiero que adivines mis pensamientos vergonzosos…
—Vuelves a perder la confianza.— Cruzas los brazos, y luces decepcionado. —¿Acaso en el fondo, crees que no saldré de esta, Naoji?—

Me desconciertas, Lui. Nunca pensaría una cosa así. Temo por ti, claro, pero sé que al final prevalecerás. Tu fortaleza es incomparable… ni siquiera Orphe posee tu coraje y tu determinación.

—Siempre me miras así cuando piensas en Orpherus…— me dices con un tono de desprecio tras tus palabras cuidadosamente elegidas. Pero sé que no me desprecias a mí, y en realidad, tampoco a Orphe.
—Solo pensaba en lo mucho que aún falta por hacer.— Miento, sabiendo que te darás cuenta.
—¿En serio?—

Ah, Lui, ¿te has puesto celoso? Siempre he sabido que te desagrada mi evidente admiración por Orpherus.

¿Pero, por qué te pondrías celoso? Nadie ocupa mis pensamientos como tú.

Todas las veces que has tocado mi rostro, y todos tus comentarios extraños… por momentos, creo entender qué quieres decirme, pero luego no haces ni dices nada más…y yo me muero porque me toques más… muero porque me digas que quieres que me una a ti porque me necesitas, y que te gustan mis ojos porque me deseas…

—Deberías comer.— Te digo con una media sonrisa, y te ofrezco una manzana. Tú la tomas con elegancia y aspiras su perfume. Yo decido escapar. –Iré a preparar el té.—

Me escurro a la cocina, huyendo de tu mirada.

Siempre te ha gustado mi té… siempre me he esforzado por complacerte al menos con eso. Creo que no puedo complacerte en nada más. A veces, creo volverme fuerte, y luego me vuelvo débil de nuevo. No puedo evitarlo.

Mientras espero a que el té esté en su punto, me viene a la mente la vez que anunciaste que te casarías.

Nos lo dijiste con tal tranquilidad, que por un momento, te odié. Hablabas de cómo ese matrimonio podría darte ventajas, y de cómo así podrías cumplir tus objetivos…

Y cuando Orphe dijo que estar con la persona que amas trae felicidad… yo…yo no podía pensar en otra cosa más que en que si te casabas, Lui, yo nunca podría ser feliz.

Me preguntaste si no tenía algo que decirte sobre tu inminente boda. ¿Acaso podías ver la tormenta que arrasaba mi corazón? Quería decirte que no volvieras a ver a esa mujer… Quería suplicarte que me miraras a mí, y solo a mí.

Pero no pude decirte otra cosa más que una decisión tan importante como esa no podía tomarse a la ligera. Y me diste un discurso como harías lo que fuera por ayudar a su familia y a tu país… y tuviste el descaro de preguntarme si yo no haría lo mismo en su lugar.

¿Lui, que no podías ver que me moría por besarte? ¿No entiendes qué a diferencia de ti, aún hoy no estoy tan seguro de poder renunciar a mi felicidad por el bien de los demás? Porque, aunque lo niegas siempre… a mí no puedes ocultarme que eres más dulce de lo que aparentas, y tu mirada a veces trasluce una soledad inconmensurable…

Ah, Lui… tuviste el atrevimiento de decirme entonces que te casabas por tu beneficio, y que no había nada más que responsabilidad y deseo de sobresalir en tu proceder. Y luego, me miraste, y me dijiste que a diferencia de mí y de Orphe, carecías de pasión en tus motivos.

Pero yo sé que eso es mentira. Lo sé porque, cuando me miras a los ojos, veo fuego en tus pupilas violetas.

Tuve que ir a tu boda. Quería morir. Pero me mantuve fuerte a tu lado, para que supieras que nunca te dejaría solo. No sabes cuánto me odié por haber nacido hombre cuando esa mujer te tomó del brazo. Si yo fuese una mujer… Lo único que puedo hacer siendo como soy es estar a tu lado cuando necesitas a un amigo leal. No soy lo suficiente como para que siquiera pienses en renunciar a todo por mí. Creo que si me lo pidieras, yo abandonaría todo para irnos lejos, a donde nadie pudiera juzgarnos.

Me alegré tanto cuando cancelaste tu compromiso luego del atentado en medio de la ceremonia…

—Naoji…—

Tu voz me saca de mis pensamientos. Miro el té, y me percato de que lo arruiné. Me siento profundamente avergonzado.

—Lo lamento, Lui.— Digo mientras vuelvo a poner el agua para preparar uno nuevo.
—Si compartieras tus pensamientos, podrías liberar tu carga.— Suenas como si no tuvieses problemas propios, y eso me entristece. No quiero ser una preocupación más…
—Tienes otras cosas en que concentrarte.— Respondo, evadiendo tu mirada mientras pongo las hojas de té en el agua. –Mis dificultades no son nada comparadas con las tuyas.—

Tomas mi mano, y me jalas suavemente para obligarme a mirarte. Pero yo, cobardemente, miro hacia otro lado. No me mires… no veas lo que hay en mi corazón…

—Eres tan hermoso, mi Naoji…— Me dices con suavidad mientras tomas mi mentón entre tus dedos largos… —Nunca pensé que un hombre pudiera ser tan bello…—
—Lui…— 
pronuncio tu nombre apenas, pues no puedo hablar. Tus manos me queman, y me cuesta respirar.
—Si cuando te conocí, hubiera sabido que tu decisión sería ir por tu propio camino, no hubiera hecho nada diferente.— Sonríes apenas. –Eres prefecto. Justo como debes ser.—

No sé qué contestarte. El recuerdo del día en que te conocí está fresco en mi memoria. Estaba atardeciendo, y yo estaba en la sala de descanso. Estaba solo, muy solo… acababa de llegar a Kuchen, y nadie me dirigía la palabra. Todos me miraban a distancia por ser extranjero.

Cuando te vi, me impresionaron tu estatura y tu confianza. Y tus ojos… adoro tus ojos…

Me preguntaste si yo era el estudiante japonés, y pensé que te burlarías de mi igual que los demás. Pero fui cortés, y te dije mi nombre. Y luego, me compartiste el tuyo. Ludwig.

Confesaste que yo era como habías imaginado, y luego, que yo no era tan débil como creía ser.

Y luego, me dijiste que tenía el potencial para estar junto a ti…

Tu voz profunda me hizo temblar. Aún me cuesta poner en palabras lo que sentí en ese momento, pero sé que desde entonces mi único verdadero deseo es estar cerca de ti. Por eso… por eso no sabía qué decisión tomar…

—Lui…— miro a mi derecha, liberando mi rostro de tus manos, —el té.—
—El té puede esperar. Mírame.— Me dices con autoridad, y yo, sin poder evitarlo, obedezco.

Y entonces me besas. El piso bajo mis pies parece desaparecer, y me siento caer en un abismo infinito. Tus labios atrapan los míos, y puedo sentir tu sabor en mi lengua. Mi nariz se satura con tu perfume de aquilaria, y ya no puedo pensar. Creo que me sostengo de ti, porque sigo cayendo, más y más…

¿Por qué haces esto? No me digas que lo haces por si no lo logras, Lui… No me hagas pensar que esto es una despedida por si acaso…

Puedo sentir que tu mano desata la cinta blanca de mi pelo, dejándolo fluir libre entre tus dedos. Cuando jalas las hebras negras, suavemente, siento descargas por todo el cuerpo, y sin saber por qué, peleo por liberarme.

Pero, ¿por qué? ¿Acaso no era esto lo que quería? ¿O es solo que tengo miedo de que ya no pueda irme de tu lado después de este beso?

Tú no me das tregua, y tus manos comienzan a acariciarme en lugares prohibidos, con suavidad. Siento tu mano bajo mi ropa, contra mi piel, y siento que voy a morir de felicidad. Y ese pensamiento me avergüenza tanto que tengo ganas de llorar.

Pero no lloro, y te dejo quitarme la ropa. Y luego, te pones de rodillas ante mí, y me miras con adoración. ¿Cuándo hubiera imaginado que Ludwig Herzog von Mohn Nahe Liechtenstein se arrodillaría ante alguien, y especialmente, ante mí?

Olas de placer y calor me recorren todo el cuerpo una y otra vez, al ritmo de tu boca. No puedo evitar gemir, y el sonido de mi propia voz me parece ajeno. No debemos hacer esto. Está mal, Lui…

Pero tú no te detienes, y yo siento que no podré contenerme por más tiempo. No quiero que esto termine tan pronto… por eso, me obligo a apartarte, y tú mirada me dice que no tienes pensado dejarme escapar.

Tiramos tus ropas a un lado, y me abrazas fuerte, obligándome a sentir el calor de tu piel desnuda contra la mía. Me embeleso con tus mejillas rojas, y la expresión de tu rostro. No logro vislumbrar tu fría careta en ningún lugar.

Cuando me besas de nuevo y me recuestas en el suelo, sobre tu capa, cierro los ojos intentando capturar en mi mente cada una de las sensaciones que me producen tus manos al explorarme meticulosamente. Quiero poder capturarlas todas en mi mente por siempre, porque si no puedo volver a tenerte, quiero poder recordarte.

—Mírame.— Me ordenas, y como tu esclavo, obedezco al momento. –Quiero ver tus ojos cuando te haga mío, Naoji. Quiero ver tu rostro cuando el éxtasis te invada, y quiero que pronuncies mi nombre cuando eso pase.—

Siento la sangre subirme al rostro descontroladamente, y eso me incomoda. ¿Por qué tienes que ser tan despótico? ¿Acaso no sabes que pronunciaré tu nombre, me lo ordenes o no?

Nuestros labios se juntan nuevamente, esta vez con más ansias que antes. Se me escapa un agudo gemido que me avergüenza. Nunca me había sentido tan excitado ni tan vulnerable… pero puedo ver que tú también estás perdiendo el control y que no vas a soltarme, y eso me da la seguridad para acariciarte también. Cierras los ojos y suspiras mi nombre en mi oído, como para hacerme saber que soy yo quien te provoca tanto placer.

Ya no sé dónde termina mi piel y donde comienza la tuya. Tantas sensaciones me confunden, me marean… pero no puedo detenerme. Eres mío. Ahora lo entiendo. Me perteneces tanto como yo te pertenezco a ti.

Tus dedos comienzan a abrir mi cuerpo suavemente. Sé que te mueres por tomarme, pero ocupas tanto tiempo como es necesario para prepararme. Siempre eres un perfecto caballero, Lui. Siempre me has tratado con amor y delicadeza, y yo he sido terrible, y he dudado de ti y de tus intenciones, cuando siempre estuvo claro que tu deseo también era que pudiéramos estar juntos.

Ahora lo estamos, al menos por este momento.

Cuando separas mis piernas y te colocas entre ellas, sé que ya no hay marcha atrás. Mi voluntad ya no es mía, y solo existe para complacerte a ti.

Mi cuerpo pone un poco de resistencia cuando intentas entrar.  Tú te detienes, y me doy cuenta de que estás dudando. Pero yo te deseo desesperadamente, y te rodeo con mis piernas para obligarte a acercar más tus caderas a las mías.

Entonces me sonríes como nunca antes. Sabes que ya me he entregado por completo, y que solo hace falta que también lo hagas tú. Me obligo a mirarte mientras te siento entrar en mí, y tus ojos traslucen una profunda fragilidad que me conmueve. Sabes que estás vulnerable como nunca, pero también sabes que entre mis brazos estás a salvo.

Creo que estoy llorando, porque besas suavemente mis párpados.

—¿Te he lastimado?— Suenas sumamente preocupado, y me acaricias la mejilla.
—No.— Te respondo mientras te paso los dedos por los cabellos largos. –Me siento muy feliz…—

La nube de duda desaparece de tus ojos, y nuestro abrazo se vuelve más profundo y ansioso. Puedo sentir tus caderas chocando contra las mías, mientras respiras entrecortadamente sin dejar de mirarme. No quiero que esto termine jamás.

—No…— Digo mientras aprisiono un mechón de tus cabellos violetas en mi mano. –Ya no puedo…—

Tú solo sonríes. Sé que te has contenido para verme, porque eso era lo que querías… a veces, no te entiendo, Lui. Pero te acepto así de enigmático como eres, y me dejo ir entre tus manos.

—Ludwig…—

La inevitable conclusión me alcanza con un espasmo que me invade todo el cuerpo. Cierro los ojos, y por unos momentos que parecen eternos, floto en un abismo colmado del aroma de tu pelo.

Pero me obligo a mirarte, porque también quiero verte cuando llegues al final.

Entonces tu rostro se transforma. El rubor carmesí que cubre tus mejillas despide un calor delicioso, y tus labios abiertos dejan escapar un gemido ronco y profundo. Eres lo más hermoso que jamás he contemplado.

Te dejas caer sobre mí, exhausto y jadeante. Me abrazas, fuerte, muy fuerte, y te escucho sollozar quedamente contra mi pecho. No llores, Lui…

Cuando me miras, unos momentos después, eres el mismo de siempre.

—Naoji…— Pronuncias mi nombre con reverencia. –Mi Naoji…—
—Yo…— Me detengo. No debo decirte, aunque sé que ya lo sabes. –Te amo.— Se me escapa de los labios. ¡No! ¿Por qué lo hice? No debí decirte eso.
—Lo sé.— Respondes, mientras te sientas y dejas caer el velo de tus cabellos por tu espalda.

Me enojo contigo. ¡No es la respuesta que quería…!

—No pongas esa cara.— Me dices con una media sonrisa. —¿Acaso querías escuchar otra cosa?—
—Yo…—
 Desvío la mirada, y me recuesto sobre mi costado, dándote la espalda. Sollozo. Entonces, siento tu pecho contra mi espalda, y me abrazas, besándome la mejilla.
—Dime qué es lo que quieres escuchar de mí.—
—¿A qué estás jugando? – Te pregunto, con las mejillas ardiendo por la rabia. –Si te lo dijera… no sería lo mismo.—
—Dime.—
 Respondes mientras besas mi oreja. –Quiero escucharte exigir lo que te corresponde.—

Me quedo en silencio unos momentos. Lui, Lui… Siempre quieres empujarme a hacer las cosas… especialmente cuando sabes que tengo miedo.

—Dime que me amas.— Digo finalmente. –Dime que eres mío. Dime que te pertenezco.—
—¿De verdad necesito decirlo? ¿No basta con que te haya hecho el amor y esté abrazado a tu cuerpo desnudo?—

—Dímelo.— Tomo su mano en la mía. –Dilo.—

Puedo sentir tu sonrisa contra mi mejilla. Pero sé que intentas ocultar tu dolor.

— Aún si no puedo probar mi inocencia, y aún después de que te hayas ido de Kuchen, la única verdad que debe permanecer entre nosotros es que nuestros caminos se encontraron por una razón.—
—No hables de eso ahora.—
 Me embarga la tristeza. ¿Por qué siempre haces eso? Siempre arruinas un momento perfecto con tu pragmatismo… 
—Ahora mismo…— pegas tu cuerpo más al mío, y siento que ya estás preparado para complacerme de nuevo, —desearía ser otra persona, y vivir en otro tiempo y otro lugar, para que pudiéramos estar juntos sin pensar en nada más…—

Tu voz se hace un hilo, y me pregunto si estás llorando. Yo lo hago, porque no quiero pensar en que tendremos que separarnos un día. Prefiero perderme en la sensación de tu cuerpo invadiendo de nuevo el mío, obligando a mi mente a olvidar las cosas tan tristes que dijiste.

El amanecer se acerca mientras hacemos el amor otra vez. Debo regresar al colegio, o se darán cuenta de mi ausencia. Y eso podría ser fatal para ti.

Cuando hemos terminado, me ayudas a vestirme con esmero. Pero no quiero que me toques de nuevo, porque la voluntad de irme se me escapa…

Me obligo a apartarme de ti antes de que me beses otra vez. Y justo cuando me acerco a la puerta, te escucho reír por lo bajo, como si fueses un niño que está a punto de hacer una travesura.

—Te amo, Naoji. Eres mío, y yo soy tuyo.—

Me giro para mirarte, y te sonrío. Pero luego me enojo contigo de nuevo. Siempre haces lo que quieres, y lo haces a tu manera. Por eso te adoro.

Hace mucho que mi corazón no me pertenece. Tú eres el tirano que lo gobierna a su placer.

Pero no quisiera que fuese de otra manera. Y quisiera que durara para siempre.

—Ende

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).