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De llaves y reencuentros por keny_shawol

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Notas del capitulo:

Terminé esto justo hoy y quise compartirlo. No hay MinKey en la página y necesitamos más mucho más (?).


Inspirado en un post en Tumblr: «You should’ve changed the locks.»


 

Minho no debe estar ahí. Debe estar viajando en su vehículo de camino a la cafetería que maneja. Debe estar llegando a tiempo y no perdiendo el tiempo frente a esa puerta.

 

Se pregunta entonces qué diablos está haciendo ahí. No es como si estuviera del todo seguro. Pero cuando las llaves habían tintineado en el bolsillo de su pantalón, imágenes lo atacaron, y sus pies caminaron solos, como si fueran dueños de su cuerpo y él no tuviera ninguna decisión.

 

Tal vez está arrepentido de su decisión, pero tampoco es como si pudiera hacer algo.

 

La puerta casi golpea su nariz, y sus dedos tocan el cerrojo. Minho no está seguro de golpear a la puerta o si debería presionar el timbre. Aunque tal vez debe marcharse, piensa, alejarse lo más rápido posible de ahí y no mirar atrás.

 

Y cuando quiere hacerlo, las llaves se sienten más pesadas en su bolsillo. Minho se pregunta si aún servirán, si aún pueden abrir la puerta frente a él como en el pasado. Duda, antes de palmear su bolsillo y tomarla entre sus dedos.

 

Se sienten diferentes, Minho juega con ellas entre sus dedos y suspira mientras piensa en las llaves y todo lo que ha pasado en los últimos meses. Piensa en si podría funcionar, en si las deje caer en la cerradura y la puerta se abra tan rápido como siempre.

 

Sus manos lo hacen, las llaves entran en la cerradura  y se detiene segundos después. No puede hacerlo, porque esa ya no es su casa, porque esas llaves deberían de impedirle la entrada, porque no es correcto.

 

Pero la curiosidad gana en Minho y las llaves giran con la naturalidad en que lo hicieron en el pasado, y la puerta suena con ese suave chirrido que había olvidado por completo. Minho se congela, su cuerpo deja de moverse, mientras la puerta se abre de par en par.

 

No sabe si entrar o cerrar la puerta de nuevo y huir del lugar, pero entonces un abrigo gris llama su atención. Es suyo y la pregunta de ‘¿Dónde quedó?’ al fin tiene una respuesta. Después de eso es como si sus pies lo llevaran por si solos dentro de la casa.

 

Minho se siente un momento como ‘en casa’, pero se esfuma rápidamente cuando cae en la realidad de lo que está haciendo. Está irrumpiendo un lugar que no es más suyo, que no le pertenece como en el pasado, a pesar de conocer cada rincón del lugar.

 

Y su corazón no puede dejar de latir más rápido, más acelerado, tal vez por el delito que puede manchar su perfecto historial, o tal vez porque está en la casa que por mucho tiempo llamó hogar. No puede estar completamente seguro.

 

Sus pies tienen mente propia y lo llevan hasta la sala, en donde el suéter gris es un decorado más en el sofá, como si de algún cojín se tratara. Ya no le importa saber por qué su suéter ha estado todos esos meses en ese lugar, no importa porque sabe que ha estado en buenas manos.

 

Los recuerdos entonces le atacan de una manera triste y placentera, porque son esos tipos de recuerdos que tienen un dolor dulce, que no importa que lleguen una y otra vez a tu mente. A Minho no le importa la punzada de dolor, no sin con eso puede recordar el mejor tiempo de toda su vida.

 

Decide, después de dejar a sus dedos jugar con la manga del suéter, que ha sido suficiente tiempo el que ha estado ahí. Y que si el dueño del lugar lo mirara, todo estaría mal de muchas maneras diferentes.

 

Minho camina hasta la puerta, con pasos lentos y cansados, observando todo a su alrededor y mirando las diferencias que hay entre el pasado y el presente. Son muchas, hay tantas cosas, desde la pintura en las paredes, hasta la posición de los muebles, que está tan diferente a la última vez que estuvo ahí.

 

Puede que su sofá favorito ya no esté ahí, pero entonces ahí está la almohada que tiene tantos recuerdos, y también ahí, detrás de todos los retratos al fondo del pasillo, Minho cree que puede ver una foto en donde se encuentra él.

 

Una sonrisa cruza por su rostro, mientras sus pasos son más cercanos a la puerta, y cuando su mano está llegando al marco de la puerta, pasos detrás de él detienen cada movimiento.

 

Minho no tiene que girar y ver su rostro para saber quién es, sin embargo lo hace, porque no puede simplemente quedarse estático en su lugar.

 

Kibum está ahí, frente a él, con la mirada baja y una taza entre sus manos, sus pies descalzos alcanzan su mirada también y Minho sonríe al verlo, justo como en el pasado.

 

Pero entonces no es el pasado, porque en el momento en que Kibum alza la mirada y sus ojos se encuentran, no hay pasos corriendo hasta él, ni besos suaves en los labios. En cambio hay una taza resbalándose de los dedos de Kibum, y estrellándose contra el suelo, dejado un desastre liquido oscuro.

 

Kibum parpadea, y lo hace de nuevo, tal vez no creyendo que él esté en su casa. Kibum maldice en voz baja segundos después y Minho baja la mirada hasta los pies de Kibum, en donde el desastre está jugando.

 

Minho camina hacia él, mientras Kibum desaparece con pasos rápidos por el pasillo y regresando sólo segundos después con un toallas de papel en las manos. Kibum ni siquiera lo mira cuando está ahí, y se deja caer frente a él, ayudándole con el desastre que ha dejado.

 

—¿Qué estás haciendo aquí?—Kibum pregunta, sus manos aún contra el suelo. Minho no contesta, en cambio deja una toalla húmeda a un lado y toma otra, secando tan rápido como puede. —¿Por qué entraste de esa manera? —Pregunta de nuevo. —¿Cómo siquiera entraste? —Inquiere, cuando ya no hay más liquido en el suelo, y mirándole directamente a los ojos.

 

Está molesto, Minho puede saberlo. Él conoce cada maldita emoción en Kibum después de todo.

 

—Uh, las llaves. —Murmura, con palabras torpes y rápidas. —Kibum… —Él dice, pero Kibum levanta la mano, deteniéndole.

 

—¿Acaso eres estúpido, Minho?—Pregunta, pero no espera respuesta. —¿No sabes que es un delito irrumpir en las casas de esa manera?

 

Minho no está en verdad seguro de que sea un delito en su totalidad. Tenía la llave después de todo, y era su casa en el pasado, y tampoco rompió cerraduras ni mucho menos entró por la ventana como un ladrón. Pero sí no es su casa, y sí tampoco puede decirle eso a Kibum.

 

—Lo siento. —Dice, y suenan como las palabras correctas para decir. —En verdad no sé lo que estoy haciendo.

 

—Por supuesto que no lo sabes. —Kibum suspira, incorporándose con el desastre en sus manos. —Siempre has sido tonto, Minho, no me sorprende.

 

Minho abre la boca, dispuesto a disculparse de nuevo, pero se detiene. Lo hace, porque antes de que Kibum le dé la espalda, él puede ver la casi imperceptible sonrisa que los labios de Kibum dibujan.

 

Kibum se pierde una vez más por el pasillo, y Minho suspira, despeinándose el cabello. Sus dedos se detienen dentro de su cabello, cuando Kibum reaparece por el pasillo, frotándose las manos una contra otra.

 

—Kibum. —Minho dice, dejando a sus manos caer de su cabello y acercándose sólo un poco hacía Kibum. —Lo siento, simplemente no debí entrar de esta manera.

 

Kibum enarca una ceja, y sus labios se fruncen. Minho no puede saber qué es lo que está pasando por su mente en esos momentos.

 

—Veo que aún sigues despeinándote el cabello cuando estás estresado, Minho. —Kibum deja de frotarse las manos y suspira antes de mirarle a los ojos. — A ti simplemente te gusta ser tonto y estar despeinado.

 

Los ojos de Kibum brillan, y Minho quiere que sigan de esa manera. Porque de alguna manera le recuerda al pasado.

 

—Y a ti te gustar estar descalzo por la casa, con tazas de café en las manos, cuando estás inspirado, ¿no es así?—Kibum asiente, sus labios atrapados entre sus dientes y Minho sonríe viéndole de esa manera.

 

Kibum no ha cambiado nada. Es el mismo Kibum más joven que se paseaba por la casa con café en las manos, y la mirada pérdida, pensando en su próxima historia, creando nuevos personajes en su cabeza.

 

Es el mismo Kibum que le abrazaba por las noches y murmuraba su nombre en sueños. Es el mismo Kibum que ríe tan fuerte que tiene que sostenerse de él, y el mismo Kibum que golpea su brazo cuando explota por algo.

 

—Hay cosas que no cambian.

 

—Cierto.

 

Kibum ríe tan suave y tan maravilloso, que Minho se pregunta cómo ha vivido sin esa risa tanto tiempo. Se pregunta también por qué ha dejado escapar esa risa de su vida.

 

—¿Qué estás haciendo aquí, Minho?—Kibum baja la mirada un momento, antes de encontrarse de nuevo. Los pequeños ojos de Kibum brillan y sus pies se balancean, como si él fuera el extraño en su propia casa.

 

Minho se hace la misma pregunta. Pero no tiene una respuesta buena. No está seguro de que lo hizo estacionar frente a la casa de Kibum, ni que lo hizo bajar y probar las llaves que tenía en el bolsillo.

 

—¿Tal vez quería devolverte las llaves?—Kibum alza las cejas y su mirada parece estudiarlo.

 

—¿Tal vez quisieras decirme la verdad?—Pregunta entonces. —No creo que después de seis meses, justo hoy quisieras regresar las llaves.

 

Minho ríe por sus palabras y sabe que Kibum merece una mejor explicación, pero de nuevo, no hay una mejor explicación. Sólo locos impulsos inducidos por recuerdos.

 

Minho piensa entonces y sólo puede recordar su tiempo con Kibum y todo lo que le hizo regresar a su casa justo ese día.

 

Tal vez deba decirle que ha extrañado el café de la mañana. O tal vez que ha extrañado demasiado su cuerpo al dormir. O que extraña sus besos por las noches o la manera en que se apoya contra él cuando ríe muy fuerte.

 

O simplemente debe decirle que extraña el ‘te amo’ por las noches, y que tal vez debió arreglar las cosas cuando su relación terminó.  Y no dejar pasar el tiempo así sin más.

 

—¿Por qué terminamos, Kibum?—Pregunta.

 

Kibum abre los ojos y parece sorprendido por su pregunta. Él también lo está. Porque no planeaba preguntar eso, pero sus impulsos ganaron de nuevo.

 

Kibum suspira, y sus dedos juegan los unos contra los otros. Minho no sabe si esperar una respuesta, o simplemente hablar y decirle buenas razones, pero Kibum separa los labios, y entonces él espera.

 

—No sé. —Kibum se encoge de hombros. —Creo que simplemente fuimos demasiado orgullosos.

 

Minho piensa lo mismo. Tal vez el orgullo era demasiado. Tal vez todavía no eran lo suficiente maduros para superar sus últimas peleas. Pero no puede estar complemente seguro.

 

—Creo que sí.

 

Kibum deja caer los hombros y Minho quiere abrazarlo contra él, como en los viejos tiempos. Muere por hacerlo, sin embargo, se queda justo ahí, frente a Kibum, esperando por algo más.

 

—¿A qué viene esa pregunta, Minho?

 

—No lo sé, en realidad. —Dice con sinceridad. —Sólo pensé por un momento que había madurado lo suficiente para venir y hablar contigo. Para decirte que extraño tanto tenerte a mi lado, y uh, —Kibum le mira directamente a los ojos y las palabras se pierden a mitad del camino. —Sólo fue demasiado tonto entrando a tu casa de esta manera, así que sólo olvida todo.

 

El rostro de Kibum no contiene ninguna expresión y es como si él simplemente no hubiera hablado. Pero finalmente deja a su cuerpo relajarse y asiente hacía él, como si nada hubiera pasado.

 

—¿Es todo?

 

Minho asiente y mira hacia todas direcciones, sintiéndose como un extraño finalmente. Palmea su bolsillo, sintiendo las llaves ahí. Las toma entre sus manos después de pensarlo y las sostiene un momento antes de levantarlas frente a Kibum.

 

—Supongo que es todo. —Él sonríe, mostrando las llaves aún más. —Y también supongo que debería regresarte esto.

 

Kibum las mira, y después le mira a él. Muerde su labio inferior antes de tomar las llaves entre sus manos, rozando suavemente con sus dedos la mano de Minho.

 

Kibum murmura un suave ‘gracias’ y Minho se aleja con una última sonrisa hacia Kibum. Sus pasos quieren ser rápidos, pero no puede hacerlo. Será la última vez que esté ahí, y se toma el tiempo de fotografiarlo en su mente y recordar la sonrisa de Kibum también.

 

—Minho. —Kibum llama y hace que sus pies detengan todo movimiento. Hay pasos después de la voz de Kibum y hay un cuerpo tan cerca del suyo que cree que puede estar imaginándolo.

 

Y no es así. No es su imaginación. Kibum está frente a él, tomando sus manos entre las suyas y dejando las llaves de nuevo con él.

 

—A veces odio tus estupideces. —Kibum dice, dejando su mano contra la suya más tiempo del necesario. —pero otras, como está, no son tan malas.

 

Kibum le mira y él sonríe y no puede dejar de atrapar la mano de Kibum, porque simplemente no puede dejar de pasar esa oportunidad.

 

—¿Estás seguro?

 

Kibum ríe y su mano sujeta la de Minho más fuerte. Hay un tirón después de eso y pasos adentrándose a la casa, y tal vez un ‘yo también he madurado, Choi’ antes de unos labios encontrándose de nuevo.

 

 

Notas finales:

Algo corto, como siempre escribo.


¡Nos leemos el viernes!


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