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Depuis le début por girlutena

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Notas del fanfic:

 


Como ya sabemos Naruto y Sasuke son de Masashi Kishimoto.


 


Depuis le début - Desde el principio.


Es una historia que empecé a escribir cuando la depresión empezó a apoderarse de mi vida, convirtiéndome en su simple y cruel juguete, obligándome a olvidar todo por lo que tanto soñé y desee.


Nunca pensé en subirla, es más nunca pensé en publicarla como un SasuNaru,  ya que fue la primera vez que empecé a escribir algo que tenga que ver de misterio, así que espero hacerlo bien.


 


Esto es un SasuNaru y por el resto de las parejas...aun no sé.


 

Notas del capitulo:

Aquí el prólogo.

Las letras cursivas son los recuerdos.

Espero que les guste!

Ahí donde viven las personas que le temen a las nubes negras, donde se esconden de sus pecados más mortales, donde otros pocos que se ocultan de la copiosa y matutina lluvia y muy pocos son los que danzan bajo ella.


Ahí donde cada vez que el hermoso cielo se opaca con las esponjosas nubes y se vuelve negro y desolado, el cielo llora y aquel pueblo no puede evitar llorar con ella.


Un viejo y olvidado pueblo que tan solo era rodeado por un espeso y desconocido bosque, donde las altas montañas eran cubiertas por la blanca nieve, donde los espesos y espinosos matorrales, los altos y frondosos árboles, ocupaban todo el alrededor y donde los pequeños y más salvajes animales habían hecho de aquel lugar, su hogar.


 


En aquel pequeño pueblo aún seguían creyendo en los Dioses, en los demonios y en las leyendas que decía "aquel que tenga un hijo varón en medio de una noche tormentosa, donde sus ojos sean distintos a los demás, traerá destrucción y hambruna al pueblo y al más cercano" 


Donde muchos de ellos aún siguen creyendo fervientemente en aquella vieja y palpable leyenda, donde pocos creían que aquel hijo varón sería procreado por aquel doncel maldito y el mismo Satán.


Ahí donde muchos creen sobre la magia negra y en Satanás. Muchos cuentan haber visto al mismo demonio vagar por aquellas viejas y desoladas calles, en las noches donde la niebla baja hasta rozar contra el sucio suelo, muchos de ellos dicen haber visto esos ojos escarlatas brillar con hambre y pasión, donde las nubes negras cubren a las personas hasta hacerles creer que aquel Dios ha borrado sus pecados; mientras un llanto de un pequeño bebé, recién nacido, les rodea los sentidos.


En aquel pequeño pueblo, habitado por muy pocas personas, donde sus pequeñas casas eran construidas de tan solo un piso y tan solo de madera corroída, donde los cuchicheos llegaban como pan caliente en la mañana, como agua en el manantial; donde todas las personas eran unidas y a la vez sinvergüenzas, donde los pocos donceles que quedaban no tenían cabida en aquel pequeño pueblo, donde aún eran utilizados como prostitutos, para mantener tibias las camas de los viejos clientes.


Donde los jóvenes con nuevos y estúpidos ideales planeaban salir corriendo de aquel pequeño, apestoso y frío lugar, con las esperanzas bien puestas en conseguir un mejor trabajo, una mejor vida.


Donde la lluvia y la neblina era cosa de todos los días, donde el sol había dejado de existir permitiendo que las sombras ocultaran a aquel desgraciado lugar; donde en el interior de aquel hermoso bosque era alumbrado por una escaza sol.


Donde las copas de los árboles se habían permitido abrirse dando paso a una corta y fina luz de esperanzas.


Donde los más ancianos se sentaban en los portales de sus viejas, destartaladas  y vacías casas para observar como las nubes negras y espesas empezaban a cubrir aquel anhelado lugar, donde el recuerdo carente de emociones y colores se les venía a sus mentes como recuerdos lejanos.


Donde los niños más pequeños, tan solo dormían con las leyendas contadas por sus abuelos, donde las risas eran opacadas por el fuerte sonido de los relámpagos cayendo sobre la pequeña y envejecida plaza.


 


Una mujer de unos ochenta años caminaba totalmente encorvada, siendo ayudada por un viejo palo de madera, donde su rostro se mostraba cansado, lleno de arrugas, sus largos cabellos plateados enmarcaban sus pequeñas orbes plomizas que detonaban simplemente tristeza y temor; alzó suavemente su envejecido rostro al sentir como una pequeña, simple y fría gota de lluvia caía sobre su arrugada mejilla.


Soltó un ligero suspiro y cerró lentamente sus ojos, mientras sus cabellos se pegaban sobre su rostro.


- Deus salvos nos a peccatis nostris (Dios, sálvanos de nuestros pecados)


Un fuerte trueno cayó con fuerza en medio del bosque, mientras que la opaca luz de los escasos faroles en todo el pueblo se cortaban, quedándose en una apacible y temible oscuridad, las lenguas de fuego empezaron a bailar suavemente, llevándose todo de su alrededor; todo ocurría en cámara lenta.


El sonido chirriante de la puerta de madera se escuchó por todo el lugar, la lluvia ya había empezado a caer con fuerza, convirtiendo por el suelo en un lodoso fango, los ojos plomizos de la anciana brillaron contra uno de los fuertes y brillantes relámpagos, mientras su pequeño nieto le ayudaba con la vieja bolsa de tela, donde llevaba un poco de verdura.


La mujer acepto con una cansada sonrisa, la toalla que el pequeño niño le entregaba; el tiempo pasaba demasiado rápido, llevándose sus recuerdos y dejando con ello a las viejas y recientes arrugas.


-Abuelita, ¿puedes contarme la vieja historia del doncel maldito? –La anciana soltó un suspiro cansado y con su espalda encorvada, caminó lentamente hasta el viejo catre que funcionaba como cama, donde dormía el pequeño niño de cabellos rubios y ojos de color miel.


-Keishi, ya te he dicho que no es un doncel maldito.


La mayor frunció su ceño, lleno de dolor para cuando estaba sentándose sobre el viejo colchón, observó cómo su pequeño nieto de siete años soltaba un bufido de insatisfacción y sonrió con ganas para que la mujer le contara aquella leyenda, aquella que todos los aldeanos le temían.


 


-Hace muchos años hubo un incendio, un gran incendio que acabo con muchas casas y familias de este lugar. Aquella noche era un día de invierno, donde la nieve caía con fuerza bajo nuestros techos, donde el frío había aplacado todas nuestras reservas.


El pequeño niño de siete años se bajó del viejo catre y corrió para esconderse entre las mantas junto con su abuelita, cerró lentamente sus ojos mientras se dejaba llevar hacia aquel tiempo, donde él aun no nacía.


-En aquel tiempo vivía una pequeña familia, una hermosa familia que había llegado de improviso, sin importarle sobre las leyendas de que este pueblo se encontraba maldito, los padres habían llegado a buscar un lugar alejado del bullicio de la ciudad, donde criar a su hermoso niño doncel.


Un hermoso niño de siete añitos, con sus cabellos largos, tan brillantes y rubios, el pequeño era dueño de unos ojos tan azules como el mismo cielo; muchos jóvenes aldeanos se quedaron prendados de tanta belleza, aquel niño tenía una actitud tan vivas, era como el mismo día, como el mismo sol, que Dios nos había arrebatado.


Un día el hermoso niño, ya de nueve años recién cumplidos, salió con prisa de su pequeña casita de madera, su padre, un hombre fuerte, dueño de un temple nata, caminó tranquilo detrás de su hermoso retoño, mientras la hermosa mujer de cabellos rojos se quedaba en casa.


-¿Ellos eran los únicos que podían entrar al bosque maldito?


-Solo ellos, ni su hermosa esposa Kushina. –La anciana acarició los sedosos y cortos cabellos de su hermoso nietecito; cerró lentamente sus enrojecidos ojos al sentir como su corazón empezaba a estrujarse entre su pecho al recordar el hermoso rojo escarlata de sus largos y lacios cabellos.


Padre e hijo ingresaban cada día al bosque, mientras que los aldeanos tan solo permanecíamos quietos a cualquier extraño movimiento; nadie sabe lo que hay en su interior, nadie sabe lo que ocurrió dentro de aquel lugar.


Pero un día, todos vimos como el pequeño doncel salía del bosque con una gran y hermosa sonrisa, una que nunca habíamos visto antes, todos nos paralizamos al observar que mientras su alto y guapo padre acariciaba sus hermosos y sedosos cabellos, el pequeño traía en sus pequeñas y morenas manitos una hermosa y escarlata Higanbana.


-¡Las flores del infierno! –El niño alzó exaltado sus pequeño bracitos, mientras que la anciana tan solo asintió suavemente, dándole un pequeño beso en la coronilla de los rubios cabellos, haciendo que el pequeño se removiera entre los brazos de la mayor, quedando fijamente a sus añiles y entristecidos ojos.


 Muchos de nosotros no pudimos decir nada. Los siguientes días el viento soplaba fuerte, siendo capaz de romper las delicadas ventanas de las casas.


El día en que todo esto ocurrió, salió el brillante sol, alumbrando cada esquina oscura del pueblo; muchos de nosotros no salimos de nuestras casas, mientras que otros se reunieron en el bar; no era normal que aquello sucediese, pero aquella misma noche hubo una descomunal tormenta, el agua oscura llena de fango, brotaba desde el interior del bosque.


Una horripilante carcajada se pudo escuchar retumbar como eco en nuestros oídos; un huaico se llevó todo, hundió muchas casas, enterró a muchos niños que dormían a esa hora de la noche, después de aquello un fuerte terremoto se sintió en el suelo, haciendo que la tierra se desquebrajara en dos.


-Donde se dice que el mismo Satanás salió.


La mujer asintió suavemente y mostró una pequeña y cansada sonrisa; cubrió con las viejas pero limpias mantas, sus entumecidos cuerpos, mientras escuchaban como la fuerte lluvia chocaba fuertemente contra las calaminas.


Sintiendo como el frío se colaba por las rendijas de las viejas paredes, mientras que el miedo empezaba a invadirle todos sus sentidos, sintiendo como su cuerpo empezaba a temblar; cerró fuertemente sus ojos al saber que no había contado toda la verdad, viejo cuerpo tembló fuertemente al imaginar que aquel hermoso pero temible  hombre se cobraría lo que paso hace doce años.


Los gritos aterradores de aquel hermoso niño doncel de nueve años aun le atormentaban todas las noches; los ojos escarlatas y llenos de furia de aquel hermoso hombre aun le hacían temblar y tener pesadillas.


Si no creyera que tenía ochenta años, saldría corriendo de aquel lugar, si aún su hijo siguiera con vida, sabría que tendría esperanzas de ser perdonada.


Y lo único que se escuchó aquella noche, fueron los lamentos de todos aquellos que alguna vez pecaron, los que tuvieron que ver con la muerte de aquellas hermosas y bondadosas personas.


El pequeño se removió lentamente entre los brazos de su abuela pero esta tan solo abrazó fuertemente el menudo cuerpo del pequeño varoncito intentando protegerlo de los lastimosos pecados que cargaban todos sus antepasados.


 

Notas finales:

  ¿Y tiene futuro? 

Espero recibir sus criticas constructivas!!!!

Hasta el próximo capi.


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