Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Pandora's Box por Kuromitsu

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Como ven, me animé a hacer otra historia. La verdad llegó naturalmente, es algo que me emociona mucho plasmar -DID y las enfermedades/trastornos mentales en general- 

Ojalá les guste <3

Ahí estaba de nuevo. William podía verlo desde la mesa en la que se había sentado con un grupo de compañeros, situada a poca distancia de él. No estaba prestando atención precisamente a la charla que el grupo de cinco mantenía, porque después de todo sólo eran compañeros por mucho que intentase verlo de otra forma. No había nada en sus personalidades ni en la forma en que veían el mundo que realmente le impresionara o que siquiera le incitara un poco a hablarles por más tiempo de lo estrictamente necesario. Eran como cascarones vacíos.

No, ahora la percepción que tenía sobre ellos estaba variando lentamente de unos inútiles cascarones, hacia verdaderos sacos de podredumbre. Y era justamente por los comentarios que arrojaban riéndose a carcajadas, haciéndose notar.

Intentando que ese chico, al que miraba comer solo durante cada uno de los almuerzos desde que había llegado al país, escuchase toda la mierda que tiraban incesantemente a su persona.

—Y ese rubio japonés está solo de nuevo en el rincón —uno de sus compañeros había levantado la voz lo suficiente como para que el aludido escuchase perfectamente. William, con sus ojos puestos todo el tiempo sobre él, no notó siquiera una señal de que le hubiese escuchado— Pensando que tiñéndose el cabello encajaría, es un idiota.

Ése era la novedad. Había llegado ese día lunes con un despampanante cabello rubio que no había hecho más que redoblar las críticas sobre él y por supuesto, la atención (tanto buena como mala) El tema no era simplemente su cabello rubio que hacía juego con su piel clarísima, sino que había llegado también maquillado como toque final. Sus labios resaltaban de color carmesí, y hacían un excelente contraste con el rímel de sus pestañas larguísimas. Mirándole con detención antes, siempre había notado la delgada capa de base que se aplicaba para emparejar el color traslúcido de su piel (impropio del resto de los pocos estudiantes japoneses), pero ésta vez había ido definitivamente mucho más allá.

Y ahora, tanto el grupo con el que se había sentado a compartir el almuerzo, como el resto de sus compañeros le destrozaban con críticas acerca de su aspecto indudablemente andrógino que había salido a la superficie. Para qué mencionar los profesores que les habían hecho clases durante la mañana… hasta a ellos les había oído mencionar comentarios que ciertamente de llegar a los oídos del aludido le dolería hasta lo más profundo de su ser.

—Ni que lo digas —añadió otro de sus compañeros, devorando su almuerzo como si no existiese un mañana— Cada día me da más miedo, ¿le has visto enojado? Es como si se transformara en otra persona…

Sin querer, William asintió ligeramente. La verdad era que nadie osaba acercarse a Yuki porque éste era demasiado irascible, con unos ojos cargados de furia que no había visto ni siquiera en los mejores actores de películas. En parte ese comportamiento había hecho que todos ahora se alejasen de su presencia y que le miraran desde lejos, aislándolo aún más de lo que ya estaba.

No… nada era excusa para que lo dejasen así de abandonado. Ni siquiera ese comportamiento iracundo que hasta a él mismo le asustaba a ratos.

Quizá ese comportamiento sumado a su altura, que debía de estar rondando por el metro ochenta (cuando la mayoría no superaba el metro y setenta centímetros), eran los factores que combinados, lograban que Yuki fuese visto como un especie de monstruo que necesita enjaularse lejos de las personas “normales”.

Quería ayudarle, pero, ¿cómo?

En múltiples veces había intentado acercarse, en momentos en los que nadie miraba porque le asustaba un poco lo que pensarían los demás. Pero siempre había recibido una fría mirada de su parte, con esos ojos que parecían contener un verdadero infierno interno que en cualquier momento se desbordaría. Y tenía el horrible presentimiento que toda esa ira acumulada por quién sabe qué razón, se liberaría más temprano que tarde.

Después de todo, habían pasado más de dos meses desde su llegada, nunca en todo ese tiempo le había visto perder el control, y no pareciera que la rabia fuese a amainar en algún momento. Sin embargo, había momentos en que podía verle de otra forma, como un pájaro con el ala rota, con su lenguaje corporal hablando por él. Parecía realmente alguien completamente indefenso cuando adoptaba esa posición, y ahora mirándole la espalda desde lejos podía notar a la perfección que había entrado en ese estado de ánimo.

Era ver a dos personas completamente diferentes. O quizá era simplemente su impresión.

—No lo sé —escuchó el tipo que estaba a su lado, de quien ni siquiera podía recordar su apellido porque sinceramente no le interesaba— Se nota a leguas que es un hijo de papá. Mira que pagarle el viaje para venir acá, desde Japón… lo consienten incluso con las notas mediocres que tiene.

—¿Mediocres? —preguntó William, confundido, quitándose los lentes para limpiarlos. No sabía de dónde habían sacado esa información, pero le había escuchado decir al profesor de música que era un genio.

—Siempre reprueba —le respondió el mismo tipo… ¿Steve? Incluso dándole vueltas incesantes a los nombres de las personas a su alrededor, no podía recordarlos— Seguramente terminará por repetir el curso. Se dice que tiene veinte años después de todo, ¿será verdad?

Desde la mesa ubicada en un rincón, Yuki estaba escuchando todo. Después de todo cómo no hacerlo si a propósito estaban hablando en un volumen tan alto que todas las personas podrían escucharlos. Miró su bandeja, y luego el reloj de su muñeca. Habían pasado ya cerca de treinta minutos y aún no podía probar bocado de lo que se suponía debía almorzar.

No era la primera vez. Se había pesado diariamente en la balanza como si de un ritual se tratase, siempre, desde que había llegado al país. Registrando en un pequeño cuadernillo sus cambios de peso, era el único que había notado que se estaba consumiendo lentamente pero a paso constante. En un par de meses había bajado más de siete kilos.

Tocó inconscientemente sus costillas que habían pasado de ocultas por la grasa, a sobresalientes. Tenía la horrible sensación de que se extinguiría en cualquier momento de desnutrición y que nadie sería capaz de notarlo hasta que sucediera. Incluso así, pasaba un par de horas al día ejercitándose para seguir marcando sus abdominales y para no perder la fuerza de su cuerpo, que de la misma forma se había desgastado con su baja de peso. Era sentir que se estaba pudriendo. Para peor, su apetito no había vuelto en lo más mínimo.

Y escuchar esos comentarios crueles… tapó con su mano izquierda su boca, reteniendo las ganas de vomitar. Se estaba enfermando cada día más.

Otro mes y no aguantaría.

De por sí era horrible, una tortura lidiar consigo mismo y además debía de aguantar estoicamente comentarios diarios acerca de su persona…

—Además mira que venir con el cabello rubio, ¿acaso sus padres le consienten tanto para venir tan extravagante? ¿Con esos labios rojos de “puta”?

Bajó la cabeza, sintiéndose avergonzado. Era obvio que dirían algo sobre su aspecto. Después de todo era extraño que un día lunes llegase como si nada con un cambio de look radical.

Pero tenía sus razones, y ellos no tenían por qué inmiscuirse…

Jamás entenderían.

—Punto uno, se llaman trabajadoras sexuales, y no creo que un labial tenga nada que ver con ellas.

A Yuki el corazón le dio un vuelco. Conocía perfectamente esa voz, después de todo era la única persona que había salido antes en su defensa y que ahora lo estaba haciendo nuevamente.

Lo recordaba perfectamente. Apenas a la primera semana de llegar a ese colegio, muchos ya le molestaban por su aislamiento voluntario de los demás. Le decían raro, se reían a sus espaldas. No era algo que le molestase de sobremanera, pero cuando se dieron cuenta de que utilizaba a diario una capa de base para cubrir sus imperfecciones… ahí las burlas se habían redoblado en intensidad.

“¿Un hombre utilizando maquillaje?” “Probablemente sea un marica” “Ugh, qué miedo, quizá por eso está siempre aislado, mira a los hombres todo el tiempo” “Incluso con maquillaje sigue viéndose horrible”

Hundió sin querer sus uñas en su propia piel, con su ansiedad floreciendo más allá de lo que normalmente tenía. Respiró hondo un par de veces para intentar calmarse pero todo fue inútil.

Concentró entonces nuevamente su mente en los recuerdos grabados en su memoria, y recordó el día número cinco dentro del colegio, un viernes que parecía ser igual a los demás. Su atención había estado completamente dispersa durante las clases, tomando una o dos frases de lo que el profesor intentaba enseñar. A mediodía había sonado la alarma que anunciaba el final de la jornada, y como siempre se había dirigido hacia la reja de salida a paso calmo, en uno de los pasillos que no solía ser frecuentado por el resto de los estudiantes.

Después de todo era mejor así, no tenía que sufrir empujones como los que había recibido en el primer día de clases, al seguir estúpidamente a la masa y sufrir el embotellamiento humano. Pero ese día viernes no había percibido que un grupo pequeño de estudiantes le había seguido todos los pasos.

Antes de darse cuenta le habían acorralado contra un rincón del pasillo, oculto gracias a la natural desviación del camino, y gracias además a un panel de madera que escondía el ingreso a ese rincón (que además, jamás había notado antes)

Incluso con su metro setenta y ocho no era ningún tipo de rival para ellos, compañeros de clase que constantemente le molestaban de lejos. Pero ésta vez se habían acercado exclusivamente para violentarle, y como en ése entonces no entrenaba a diario… su fuerza se limitaba a cero.

Había entrado en pánico, con sus niveles de estrés tan altos que terminó perdiendo toda noción de su yo, de Yuki… y le cedió entonces voluntariamente el lugar a “Toko”.

Y luego, amnesia total. Lo único que recordaba luego de esa horrenda experiencia era que ese hombre de cabellos castaños con reflejos rojizos al sol, ese hombre que era más bajo que él por aproximadamente diez centímetros, ese hombre con mirada protectora… ese hombre le había ayudado. ¿Acaso les había golpeado? Lo ponía en duda. Pero le había ayudado.

Con una enorme, amplia sonrisa le había ayudado a salir de ese oscuro rincón ya sin abusadores a la vista, y ajustándose las gafas de montura negra se había retirado sin decir palabra, sin tiempo para siquiera agradecerle.

Pero, ¿agradecerle de qué? ¿Cómo corresponder a alguien que era igual que el resto? Las personas eran demasiado egoístas como para ayudar a un desconocido sin esperar algo a cambio. Quizá sólo lo había hecho para verle en un momento de indefensión, para verle quebrarse. Pero no le había dado en el gusto.

Como decía “Iro”, gritándole en el fondo de su cabeza, todas las personas hacían daño. Todas y cada una, sin excepción.

Sabiendo eso, aún cruzaba los dedos para que William fuese la excepción a la regla. No era tan malo tener esperanzas, ¿cierto?

¿Cierto?

—William, desde que llegó ese raro nunca le has dejado de defender, ¿qué te sucede?

No pudo evitar sonreír sinceramente como no lo hacía en meses. Bajó un poco más la cabeza para que nadie lo viese en ese estado, era extraño hasta para él mismo formar esa expresión inconsciente en su rostro. Felicidad. No había estado así de feliz desde antes que empezara toda esa pesadilla.

—No me has dejado terminar —los sensores de alerta de William se activaron rápidamente. No quería ser aislado también, no lo soportaría— Segundo punto, nadie debería de meterse tanto en su vida, incluso siendo un inútil para los estudios como lamentablemente lo es.

Su sonrisa espontánea se esfumó en el aire como si nunca hubiese existido, y la paranoia que normalmente poblaba sus pensamientos se vio por fin, rectificada. Yuki podía sentir perfectamente a “Iro” reír a carcajadas dentro de su mente, burlándose de su estúpida esperanza, burlándose de su ser por completo.

Pero antes de dejarse controlar por la presencia autodestructiva de “Iro”, su protector “Toko” había intercedido para tomar al fin posesión de su cuerpo. Éste se levantó, iracundo, dejando la bandeja con la comida intacta sobre la mesa y conteniéndose para no lanzarla a la cara de William.

Y desde la mesa donde se ubicaba William, todos se habían volteado al sentir la forma violenta en que Yuki se había levantado del asiento. El mal presentimiento del castaño se estaba cumpliendo a una velocidad alarmante. Yuki estaba perdiendo el control… y todo por su culpa.

Como si hubiese escuchado los pensamientos preocupados y ligeramente asustados de William, el aludido se había dado la vuelta. Sus ojos cargados de ira posaron su mirada tan sólo un segundo en él, antes de retirarse rápidamente del comedor comunitario.

Verdaderos escalofríos recorrieron su cuerpo de punta a punta. Esa mirada de odio puro no había sido para nadie más y nada menos que para él.

—Ah, parece que nos escuchó —uno de sus compañeros murmuró esa frase como si de comentar el tiempo se tratase, sin ninguna gota de preocupación— En fin, se lo merecía. A ver si dejar de ser un maldito refunfuñón por todo.

—Sigue dándome miedo —añadió otro antes de volver pacíficamente a su almuerzo.

Actitudes como ésas no hacían más que repeler su compañía aún más, y pensándolo bien había sido un verdadero idiota al intentar encajar con ellos. Además, había logrado que Yuki al fin colapsara.

La culpa le carcomió por dentro, y lo único que pudo hacer fue cruzar sus dedos para que no fuese nada grave.

Al volver al salón de clases donde tendrían que pasar una hora más antes de volver finalmente a sus casas, sus ojos vagaron incesantemente de un punto a otro de la gran habitación que albergaba a somnolientos estudiantes.

Nada, su cabello rubio no se veía en ninguna parte. El remordimiento que había decaído lentamente en intensidad ahora estaba redoblando su fuerza, penetrando en sus pensamientos con ímpetu. Y al sentarse en su sitio correspondiente, diagonal  al que debía ser el asiento de Yuki, cuando el desasosiego estaba alcanzando su punto más álgido…

Le vio aparecer. Estaba tan cabizbajo que no pudo notar parte alguna de su rostro ni del estado en que se encontraba, y sin decir ni una palabra se sentó en su sitio correspondiente. Entonces su mirada se posó en el paisaje exterior como normalmente hacía él y también los afortunados que estaban situados al lado de alguna ventana, con su cabeza situada de tal forma que seguía siendo un total misterio para sus compañeros.

Apenas unos segundos y ya todos le habían comenzado a criticar. Después de todo gran parte de los presentes había visto su reacción en el comedor, y eso sumado a su cambio radical de aspecto no ayudaba en nada. William se molestó muchísimo.

Debía de ser extremadamente duro viajar de un país a otro y establecer tu vida en un lugar nuevo, perdiendo contacto continuo con las personas que habían estado presentes durante todos tus años de colegio… Era algo extremadamente difícil, como para que más encima viniese una manga de idiotas a criticar cada una de las cosas que hacías o no.

Llegó a esa conclusión tan rápidamente que se odió a sí mismo por no haber conectado puntos antes. La situación de Yuki debía de ser horrenda, un infierno al no tener apoyo de al menos una persona. E incluso cuando veía esos ojos iracundos intuía que en lo más profundo de su ser sólo se encontraba alguien desesperado por protegerse del daño.

Sin embargo la clase comenzó rápidamente y todos hicieron silencio. Al menos en eso la manga de inútiles era respetuosa, tomando apuntes calladamente como si fuesen unos verdaderos ángeles que no podían hacer daño.

¿Yuki se daría cuenta de ello también? Probablemente.

Sentía que en apenas unos minutos había llegado a conocerle mucho más que antes, y podía notar que era una persona que intuía fácilmente lo que sucedía a su alrededor. Sólo que siempre mantenía la boca cerrada y una actitud cabizbaja, de indefensión.

Claro, hasta que se transformaba en un ser iracundo. Pero ahora mismo, en esos momentos, se veía mucho más calmado que antes.

—¡Profesor!

O al menos eso parecía.

Yuki se había levantado de su asiento inesperado, todavía cabizbajo. Pero ésta vez era diferente. Podía notar perfectamente la fuerza con la que se estaba afirmando de la mesa, tan potentemente que los nudillos se le habían puesto blancos en cuestión de segundos. Se hizo un silencio tan profundo que William tuvo la extraña sensación de que podía escuchar la respiración errática de Yuki, pero descartó rápidamente la idea.

—No puedo, no puedo aguantar ni un minuto más con gente —levantó al fin su cabeza, e incluso desde la posición en la que estaba William alcanzó a mirar fugazmente su rostro iracundo— Con gente… ¡con estúpida gente como ésta! ¡Me harté de todos ustedes!

Su grito de furia pura los dejó a todos en un shock tan hondo que nadie acertó a detenerle de su huida del salón, e incluso William notó, mirando de reojo al profesor que éste tampoco haría algo para impedírselo.

¿Acaso todos se quedarían mirando esa explosión de ira, sin hacer nada? ¿Sin siquiera preguntar qué había sucedido?

La impotencia inundó el cuerpo de William y antes de siquiera darse cuenta se había retirado estruendosamente del salón, ignorando los rostros de perplejidad de sus compañeros (e ignorando la orden del maestro para que se quedara en clase)

No le cabía en la cabeza cómo todo el resto podía ver la situación y no preocuparse por Yuki. Cómo lo habían dejado así de aislado.

Cómo no eran capaces de ver más allá de sus propias narices.

—¡Yuki!

Pudo verlo, caminando a paso rápido hacia el mismo pasillo donde una vez le había ayudado, intimidando a los malditos abusadores que le habían acorralado en un rincón. Se sentía extraño pronunciar su nombre porque nunca antes se había dirigido a él específicamente.

No era algo que le disgustase, en lo absoluto.

—Yuki, vamos —comenzó a seguirle, aumentando la velocidad constantemente— Detente.

En un impulso se acercó lo suficiente y le tomó la muñeca, impidiendo su huida. Contuvo la respiración al fijar su mirada en su mano sosteniéndole, el contraste de ambas pieles, notando lo increíblemente traslúcida que era la de Yuki. Y para qué decir la tersidad de su piel, confirmando instantáneamente que nunca había tocado una piel tan suave como aquella.

Se sentía como tocar algo prohibido. Algo que no debía ni quería ser tocado, algo que había puesto voluntariamente un cordón de seda para que nadie se acercase a su presencia.

—Suéltame.

Súbitamente, el rubio más alto que él se dio la vuelta. William sintió como si el tiempo se congelara en apenas un segundo, en donde tuvo tiempo de apreciar su persona como nunca lo había hecho antes.

Lo que más destacaba de sus facciones y que en contadas veces anteriores había notado, eran sus labios. La forma de su boca era pequeña y distinta a cualquier otra que hubiese visto jamás, con el color rojo complementando perfectamente esa inusual forma. Su labio inferior era voluptuoso y el superior estaba trazado inmejorablemente, contraído debido al enojo que no amainaba en su ser.

Sus ojos eran otro fiel indicativo de su molestia, pero a pesar de eso tenía una mirada fría y calculadora que sin embargo estaba hundiéndose en su ser, como intentando buscar su alma. Definitivamente podía notar en sus ojos que era alguien demasiado perceptivo comparado al resto de la gente, alguien que podía atar cabos sin necesidad de que le explicasen nada.

Fijándose en la frente lisa que dejaba entrever tras algunos cabellos que formaban alguna especie de improvisado y abstracto flequillo, pudo notar que quizá eso contribuía también al miedo que inspiraba. Porque si bien podía ver en su expresión facial que estaba molesto más allá de lo sano, en su frente no aparecía ninguna arruga que lo confirmase. Pequeños detalles como ésos estaban aclarándose ahora que podía verlo a una distancia tan corta, pero al costo de embobarse ligeramente en su aspecto tan distinto de los demás.

Sí, era bellísimo.

—No te soltaré —respondió impulsivamente. No, no quería dejarle ir bajo ninguna circunstancia.

Más de dos meses habían bastado para que secretamente reconociera a la persona que quería mantener a su lado a cualquier costo. ¿Amistad, amor? No lo sabía. Lo único que supo reconocer fue su propia obsesión con él que había latido fuertemente desde el principio.

Era distinto. Yuki era una persona distinta, alguien que por fin llamase la atención como para invertir tiempo conociéndolo. Quiso de pronto saberlo todo, saber cada uno de los aspectos celosamente guardados de su personalidad. Quería abrir esa caja de pandora.

—Estoy siendo claro —murmuró, con los dientes castañeándole por la rabia— Déjame ir.

Incluso con esas palabras y con esa mirada intimidándole de cierta forma debido a su abismal altura, notó que algo no calzaba exactamente. Su lenguaje corporal difería con lo que estaba diciendo.

No fue necesario pensarlo más de un segundo para darse cuenta, fijándose en el cuerpo de Yuki que éste tenía mucha más fuerza que él mismo. Podría haberse zafado desde el primer momento. William intuyó que debía de tener abdominales marcados debajo de la camiseta, y tan sólo dando un vistazo a su brazo pudo notar sus músculos sobresalientes que serían capaz de mandarle un potente puñetazo en cualquier momento.

¿Siempre había sido así? Recordando la primera semana, ese día en el que le había ayudado, un gran “no” como respuesta se implantó en su memoria. Antes era indefenso incluso pese a su altura naturalmente intimidante, antes no poseía ninguno de esos músculos.

¿Acaso esa experiencia por sí sola había sido un incentivo para entrenar? No hacía falta ser un genio para notar que debía de matarse entrenando a diario para conseguir una fuerza así en tan sólo dos meses.  Quizá esa experiencia, sumado al acoso que sufría diariamente habían sido los detonantes.

Entonces,  si podía zafarse, si podía incluso golpearle… ¿por qué no lo había hecho? No tenía sentido.

Hubiese preferido mil veces un golpe de su parte antes de esa actitud sumisamente agresiva, hasta dócil que estaba demostrando en esos momentos.

—Empújame entonces y vete —respondió yendo en contra de su sentido común— No me iré por cuenta propia.

—Lo dice la persona que me encuentra un total inútil en lo académico —musitó Yuki, contrayendo más sus músculos faciales en una clara muestra de molestia— Pensé que tú eras diferente, y hoy me demostraste lo contrario…  “Wiriam”.

Su natural pronunciación japonesa le traicionó como nunca, denotando sus raíces. William no pudo menos que sentirse ligeramente enternecido por lo avergonzado que ahora lucía Yuki, como si siempre se hubiese controlado para pronunciar todo correctamente. Pensándolo bien, de no ser por su aspecto claramente asiático, por sí misma su voz no dejaba entrever normalmente su procedencia. A ojos cerrados jamás hubiese adivinado su real procedencia, pero sí podría haber reconocido un acento sutilmente diferente.

Pero devolviendo sus pensamientos a lo que había dicho, definitivamente se sentía como una escoria por haberle tratado así. Y todo por intentar encajar en una manga de idiotas…

—Lo siento.

Notó sus ojos observándole de forma incrédula, hasta que negó débilmente con la cabeza.

—No tienes por qué disculparte de algo que sientes o piensas, ¿verdad? —ya no estaba siendo agresivo. Estaba siendo incluso más dócil que antes, con una voz cargada de emociones reprimidas bajo siete llaves— No creería una disculpa después de eso. Fuiste sincero.

Al fin deshizo su agarre con apenas un poco de fuerza, esa fuerza que tenía oculta debajo de una apariencia superficialmente débil. Se retiró sin decir otra palabra, dejando a William lleno de escalofríos.

Había encontrado por fin a alguien interesante, a alguien que quería… no, alguien que necesitaba conocer. La respuesta estaba delante de sus ojos y se había ido.

Y por su culpa.

Lo único en lo que pudo pensar fue en esos labios sublimes pronunciando esas sumisas pero hirientes palabras. En esos ojos inteligentes juzgándolo. En esos cambios de humor erráticos.

En esa caja de pandora irresistible.

Notas finales:

Y bien, ¿qué les ha parecido?

Espero sus lindos comentarios, críticas constructivas, de todo jiji <3

¡Nos vemos!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).