¿Qué harías? por Nayuki_Uchiha

-Kakuzu, ¿Qué harías si yo mañana me muriese? -te preguntó Hidan, y quedaste mudo.
 
No esperabas esa pregunta. Claro que no. ¿Si Hidan se muriese? Esa era la principal duda, dado que el peliplata es inmortal, pero, ¿Y si ya no lo fuera? ¿Y si se fuera a morir? ¿Qué harías tú? ¿Qué haría?
 
¿Qué harías sin su molesta voz gritando todo el tiempo? ¿Qué harías sin sus caprichos, sus "Joder, Kakuzu", sus enojos, sus insultos, sus estupideces, sus "Jashin-sama te castigará"? ¿Qué harías sin sus besos, sus abrazos, sus manos en las tuyas, su cara descansando sobre tu pecho y su cuerpo entre tus brazos? ¿Qué harías sin esos ojos violetas mirandote? ¿Qué harías sin él a tu lado, ocupando cada uno de tus pensamientos a la fuerza? 
 
Morirías junto con él. 
 
Sin Hidan, morirías. Porque esta vida ya no tendría sentido. Ya no tendrías motivo para enojarte, para reírte, para amar u odiar. Para vivir. Hidan lo es todo, y no recuerdas desde cuando. Pero lo sabes. Hidan lo es todo para tí, aunque jamás se lo hayas dicho, y probablemente jamás vayas a hacerlo. 
 
Puede que sea molesto, caprichoso, estúpido, gritón, irritante, y un millón de cosas malas más. Pero también tiene sus virtudes, su lado bueno. Se preocupa por tí, y quiere que sólo lo mires a él. Siente celos cuando alguien se te acerca demasiado, y se enfada cuando no le prestas ni mínimo de atención por pensar en otra cosa o persona. Te dice que te odia, aunque luego te abraza y te besa con un cariño inmenso. En los días fríos busca tu calor, y en los calurosos se aparta porque sabe que te molesta. Sabe cuando molestarte y cuando no, sabe lo que te gusta y lo que no. Te cumple tus caprichos, aunque sean pocos, y aunque en el fondo sabes que quiere más, no te exige demasiado. 
 
Sólo besos de vez en cuando. Abrazos cuando hace frío. Cama compartida en la noche. Buen sexo cuando apetece. Risas cuando están de humor. Paseos cuando no hay nada que hacer. Peleas cuando están aburridos. Insultos tantas veces dichos que pasaron a formar parte de las palabras que expresan cariño.
 
Hidan lo es todo para tí. Y no te lo puedes negar ni a tí mismo. Sin él no sabrías que hacer más que vagar por el mundo, matando personas y reclamando sus recompenzas. Contando dinero y gastándo lo mínimo. Sin Hidan, no habría una pizca de amor en todo tu ser. No habría nada bueno en tí. 
 
¿Qué haría yo? ¿Qué haría si Hidan muriese?
 
-Te diría cuánto te amo. -le dices mirándolo a los ojos. Esos ojos que tanto te gustan.
 
Y contrario a lo que te esperabas, los ojos de Hidan se ponen acuosos. Se sonroja hasta las orejas, tan sonrojado como nunca lo has visto. Tiembla ligeramente, y la primera lágrima cae. 
 
-¿Qué harías tú, Hidan, si mañana me muriera?- le preguntas, y tu voz se quiebra. No llorarás, claro que no. Pero el verlo así te da ganas. 
 
Se seca algunas lágrimas, inútilmente, porque en cuestión de segundos vuelve a tener la cara empapada. Traga duro, quiere deshacer el nudo en su garganta.
 
-Te diría cuánto te amo. -te responde, aún llorando, mirándote a los ojos son sus orbes violetas.
 
Te acercas a él, y lo envuelves con tus brazos, en un abrazo protector. Nunca creíste que llegarías a ver a Hidan de aquella manera. Llorando, pero no de tristeza. Llorando de felicidad, de amor, de quién sabe qué. 
 
Llora en tu pecho, y también te abraza. Lo aprietas más a tí, y le acaricias el cabello. Ese suave cabello que tanto te gusta despeinarle, porque le enfada, y porque es tan suave que no te resistes a revolverlo cada vez que puedes.
 
Cuando Hidan se ha calmado, y tú también, se separan un poco. Sólo lo suficiente para verse a la cara. Tomas su cara entre sus manos, delicadamente, acariciando sus mejillas en un suave contacto. Y hablas. Susurras. 
 
-Te amo, Hidan. -palabras tan cargadas de amor que están a punto de rebalsar, de explotar, de inundar la habitación y ahogarlos en todo ese amor. 
-Repítelo. -te pide.
-Te amo, te amo. Te amo, Hidan. -le dices una y otra vez, hasta que parece satisfecho.
-Te amo, Kakuzu~ -lloriquea con una sonrisa en su cara, y tú también le sonríes, como tan pocas veces has hecho. 
 
Y luego lo besas. Lo besas, de manera tan delicada como jamás se habían besado. Tan dulce y gentil, como no fué el primero. Y tampoco será el último. Porque aunque la idea de que pueda morir haga que se te encoja el alma, Hidan es inmortal. Y tú piensas pasar toda su inmortalidad a su lado. 
 
Amándolo.
 
Y dejando que te ame.