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HALLOWEEN: un oscuro libre albedrío por Leana

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Notas del fanfic:

Debo decir que… ¡soy una completa idiota! He eliminado el fic por completo sin querer, ¡realmente lo siento! Sé que tuve que haberles dado un susto de muerte y aw, lo siento, de verdad. Pero como no hay otra solución, resubiré el fic, un capitulo todos los días hasta alcanzar el viernes el capítulo 6 que sería el correspondiente.

De verdad lo lamento! Y lo más triste es que perdí todos sus lindos reviews. De verdad, eso es lo que más me atormenta. Pero bueno, ahora tendré muchísimo más cuidado! *shora como nena*

-.-.-.-.-.-.-.-

Feliz noche de Halloween atrasado por unos minutos! xD

Es que este especial se me salió de las manos literalmente. No sé qué sucedió. Al principio era breve: algo pornoso y sobrenatural, pero terminaron en 15 páginas (y contando). Así que al final terminará siendo algo extenso, pero no tengo claro nada, así que tampoco prometo que actualizaré pronto.

El fic está inspirado en algunas cosas de la Saga “Cazadores Oscuros” de la autora Sherrilyn Kenyon. Es mi Saga favorita y estoy leyendo los libros que tengo por tercera vez. Quizás eso hizo a mi mente divagar e inspirarse en hacer algo más extenso, canalizándolo en este fic.

También es mi primer AoKi, así que pido piedad xD

*Este fic va dedicado a Nayen Lemunantu, nena, desde que pusiste AoKi en la sugerencia para el especial que no pude sacarme a estos dos de la cabeza. Ojalá te guste, ya sabes que estoy nerviosa porque amo como escribes tú sobre esta pareja, la cual quizás nunca me hubiese gustado como ahora gracias a tus fics.

 

Disclaimer: estos personajes no me pertenecen, si así fuera, Kuroko no basket sería declarada una serie yaoi.-

 

Notas del capitulo:

Es un AU que se desarrolla a partir de la “Noche de Brujas”

Disfrútenlo…

 

HALLOWEEN: un oscuro libre albedrío

 

 

Se abre paso entre la multitud de gente que baila al ritmo de la música dubstep del lugar. Inspira captando múltiples aromas, cigarrillos, perfumes caros, shampoo’s de aroma dulce, hierva, algo cítrico y muchas mezclas de tragos en sus alientos.

No es la primera vez que va a un lugar así, aunque su costumbre es ir a otro tipo de bar para compartir con gente de su especie, cuando se mezcla con los humanos es únicamente para cazar. Pero esta vez es diferente, está ahí para divertirse y con ese pensamiento una sonrisa socarrona se abre paso por sus labios.

Una vez al año, donde todo está permitido.

La noche de Halloween, cuando los humanos celebran a los muertos y las criaturas de la oscuridad, sin siquiera saber que esos seres realmente existen. Una noche donde se les da el permiso a esos mismos seres para mezclarse con los humanos, divertirse y matar a gusto, de hacer absolutamente lo que quieran.

Aomine adora esa noche. Si bien él es alguien que toma lo que quiere, hace lo que le viene en gana sin remordimiento alguno, hay ciertas reglas en ese mundo oscuro que hasta por él son respetadas.

Con sus jeans de color negro, unos bototos gruesos y una chaqueta de cuero abierta, dejando ver su playera ajustada de color azul, impone su presencia en aquel local. Casual, pero con su porte y estampa, llama la atención de varias féminas y chicos del lugar, que se giran para mirarlo con descaro. El moreno de cabellos azules ignora a la gente a su alrededor, esperando captar un aroma que le resulte agradable, que provoque su apetito, del cual será su siguiente víctima.

Pide una cerveza amarga bien fría y el camarero se la sirve con la espuma llenando el vaso. De pronto un aroma dulzón llega hasta su nariz, inspira captando los toques masculinos, haciendo que se gire hacia su derecha para ver al dueño de ese olor. Sus ojos azules ven ese cabello rubio agitarse cuando el chico llega a la barra, su piel es blanca y parece perfectamente lisa. Aomine entrecierra los ojos, afilando su mirada, la cual es mucho mejor que la de un humano normal, sobre todo en la oscuridad, es un cazador por naturaleza.

— Un vodka escarchado con sprite, por favor.

Esa voz melodiosa arranca una sonrisa del barman que atiende, mirándolo con ojos vivaces, y pronto le sirve el trago. El chico toma su vaso y se bebe la mitad de un solo sorbo. Ver esa manzana de Adán bajar y subir cuando traga provoca en sed Aomine, se lame los labios y le da un sorbo a su cerveza.

De pronto el rubio se gira y sus miradas se encuentran por fin. Aomine siente la electricidad caldear la atmósfera, removiendo algo dentro de él, un instinto que lo llama a devorar a ese chico. Una sonrisa propia de cualquier spot publicitario llega hasta el chico de cabellos azules, que no deja de mirarlo con el semblante serio, estudiando todo de aquel rubio.

Se termina de beber el vodka de un solo trago y deja el vaso vacío sobre la barra, para luego mirar a Aomine otra vez, con una expresión de clara coquetearía. Sus ojos amarillos resplandecen contra la luz del lugar mientras se gira caminando hacia la pista de baile, todo sin dejar de mirar al moreno.

Aomine no puede dejar de mirarlo embelesado, ese cuerpo delgado pero masculino comienza a moverse al ritmo de la música, incitándolo con descaro. El blondo alza las manos, moviendo sus caderas, su cabello se agita al ritmo y su manos que van descendiendo por su pecho, tocándose de manera insinuante, llamando a Aomine con la mirada.

El moreno deja la cerveza a medio beber sobre la barra y camina hacia el chico, como un lobo seduciendo a su presa antes de atacar. Aquel chico se relame los labios, retrocediendo sin dejar de mover ese hermoso cuerpo al ritmo de la música. Aomine sonríe de lado, divertido y extasiado. Los hombres nunca le han llamado la atención antes, de hecho, siempre ha estado con lobas de cuerpos exuberantes. Pero el chico que baila con total sensualidad y frescura frente a él despierta su instinto, su hambre.

Por fin se encuentran, el rubio sonríe dejando sus labios entreabiertos mientras alza las manos para acariciar ese duro abdomen con la punta de los dedos. Aomine siente el tacto, al tiempo que reconoce el aroma de la sangre proveniente de esa boca.

— ¿Dulce o truco, lobo?

Aomine sonríe de medio lado, mostrando sus dientes y perdiéndose en esos ojos dorados. Él es un sol nocturno.

Se inclina sintiendo su corazón latir por las emociones, por lo prohibido. —Truco.

El rubio sonríe lamiéndose los dientes de arriba, se gira y pega su cuerpo al duro de Aomine, que desprende calor, algo tan propio de su especie. Alza las manos y las engancha tras su cuello, frías, haciendo al moreno estremecer.

Sus manos se deslizan por las caderas del chico de cabellos amarillos, se ciernen en su cintura y lo pegan a sus caderas, comenzando un ritmo erótico, una fricción descarada que pronto hace a Aomine despertar y arder.

Perteneciente a una manada de lobos, uno de los más fuertes, siempre ha hecho “lo correcto”. Defiende a su manada, cumple con el límite de caza, ayuda con el entrenamiento de los cachorros y se integra a los humanos. Aunque cuando se manifestó por primera vez tuvo una “etapa de rebeldía” en la que sembró el caos, sintiéndose el dueño del mundo. Por suerte su mejor amigo Kagami lo ayudó a entrar en razón. Ambos serán los próximos guardianes de su manada.

Lobas tiene por montón, chicas de cuerpos fibrosos y esculturales que no dudan en satisfacerlo cuando quiere. Entonces, ¿Por qué se siente tan atraído por un hombre? Que para empeorar las cosas es vampiro.

No lo sabe y no le interesa tampoco.

Hace mucho que no siente un deseo así, la adrenalina de tocar a alguien que además no debe. Un deseo que lo hace estremecer, lo aturde.

Ese rubio mueve sus caderas de lado a lado, refregándose sin ningún tipo de morbo contra su pelvis, donde su erección comienza a despertar. Sus movimientos son masculinos, pero sexys, desprendiendo elegancia y poniéndolo a mil. Aomine se deja llevar, subiendo las manos por su torso, colándolas bajo esa playera de color gris con rayas negras. Su piel es fría, siente bajo sus dedos esos músculos que se marcan bajo la piel y los desliza hasta su ombligo, luego subiendo hasta su pecho donde toca su pectoral, rozando su pezón, para volver bajar. Siente el bufido por parte del rubio y sonríe ante su impetuosidad. No sabía que los vampiros pudieran ser tan calientes.

Su clan y el de ellos no se lleva bien, son enemigos naturales. Su pasado está marcado por la traición, son los únicos de las razas sobrenaturales donde sus antepasados eran hermanos. Es una maldición de siglos, y llevarse mal corre por su sangre como el instinto. El moreno pocas veces se ha topado con uno de ellos, ya que los vampiros tienen clanes muy pequeños y evitan meterse con lobos, que pueden ganar en número. Tampoco le importa saber nada sobre ellos, solo como matarlos. Jamás se imaginó encontrarse bailando con uno, siendo seducido hasta un límite inimaginable, con un frío cuerpo siendo refregado contra el suyo proclamando sexo puro y duro. Y él se lo dará.

Esa noche de Halloween se les ha concedido a todos esos seres oscuros para poder cazar a destajo, sin ser eliminados por los cazadores: los guardianes del mundo de los humanos. Pero también es una noche de libre albedrío, donde él sabe que un montón de especies se involucran para probar una manera distinta de sexo. Siempre lo había creído estúpido ¿Qué mejor que alguien de tu raza para satisfacer esos bajos instintos? Y no se imagina cuan equivocado ha estado…

— Por cierto, mi nombre es Kise Ryouta.

 

 

 

Empotra al rubio contra la pared de ese sucio baño, donde los grafitis y la luz parpadeante iluminan el ambiente que comienza a caldearse. Aomine recorre ese torso con las palmas abiertas de sus manos, abarcando todo, observando cada detalle de ese esculpido cuerpo, y lo ve morderse los labios con descaro, coqueto, tan insinuante. El lobo se siente demasiado extasiado, ese rubio es una presa perfecta y planea darse un festín inolvidable.

Desliza la lengua sobre la suave piel de su cuello, deteniéndose en el lóbulo de su oreja que es adornado por una argolla dorada. Oro. No puede ser otro metal. El moreno lo muerde, jalándolo levemente y volviendo a lamer.

— ¡Ah! —suelta el chico arqueándose para rozar sus caderas con las contrarias.

— Dime, Kise. —El rubio suelta un jadeo, aquella voz es realmente ronca, aterciopelada y reverbera contra su cuerpo como si de su toque se tratara—. ¿Dejarás que te devore por completo? Estoy hambriento…

Ese moreno realmente es ardiente, en todo sentido. Desde su mirada, su voz, hasta sus gestos. Todo en él lo ha seducido desde antes, pero al parecer el moreno no recuerda su anterior encuentro. Con la mano agarra la erección bajo los jeans ajustados de Aomine y le da un apretón sexy que le arranca un gruñido.

Aomine lo toma de las caderas y lo gira con brusquedad, haciendo que Kise entierre las uñas en la madera delgada que separa los cubículos. Le quita la playera rayada colgándola sobre el espacio de las finas paredes y con maestría desata su cinturón. De solo oír la hebilla al soltarse, Kise se muerde el labio con expectación, sintiendo esa morena mano colarse bajo su bóxer para agarrarlo sin pudor.

— ¡Mn! —Kise aprieta la mandíbula sintiendo a Aomine masturbarlo a un ritmo rápido, sin tener piedad, para deslizar su boca y dientes sobre sus hombros.

El más alto esta embelesado con aquel vampiro, un sentimiento se arremolina en su interior, es avasallador, lo ciega, es el claro e inexplicable deseo de poseerlo. Quiere márcalo, ahí, ahora.

Su mano libre juguetea con el erecto pezón del chico, que se arquea sintiendo la violenta masturbación, y es porque el lobo no se caracteriza por su paciencia, quiere verlo correrse, solo para mitigar sus ansias. Ese cuerpo de piel nívea es demasiado frío, contrastando contra su temperatura elevada, pero eso no le importa, al contrario, se siente fresco, ardiendo por dentro.

Kise siente ese duro falo restregarse contra su trasero, mientras las manos del otro lo atienden con urgencia, haciéndolo ver estrellas en cosa de minutos.

— Aomine —suelta con voz ronca, acariciando la punta de su pene con el pulgar, sintiendo el líquido comenzar a salir—. Aomine es el nombre que debes gritar, Kise.

Con esa voz pegada en su oído, su cuerpo duro contra el suyo, ese dedo acariciando una zona erógena; todo, todo en ese morenazo lo hace delirar, lanzándolo al abismo sin ninguna posibilidad de arrepentirse.

— ¡Ah! ¡Aominechii~!

El rubio se contornea, alzando el trasero para pegarlo más al moreno y arañando con fuerza la pared, astillándola como si fueran las garras de un animal. Jadea girándose con lentitud, aún sensible por la brusquedad de esa masturbación y queda embelesado con ese hombre. Su altura y físico son simplemente perfectas, un lobo hermoso.

Sin siquiera esperárselo, Aomine se lleva la mano a los labios y lame el líquido espeso que se escurre por su largos dedos. Ya no puede más, simplemente todo es demasiado erótico, demasiado para él, y sintiendo su erección despertar nuevamente se lleva las manos al cabello en un gesto que enciende al rubio frente a él.

Aomine se inclina con una sonrisa letal, sintiendo su cuerpo arder—. Te devoraré, Kise. Esta noche eres mi presa, serás totalmente mío.

El rubio se lleva la mano al bolsillo trasero de sus jeans y alza una tarjetita de color gris, con letras en rojo, un tono como el de la sangre. Aomine observa el “VIP” ahí escrito, junto al nombre del rubio, y comprendiendo la invitación sonríe ansioso, lamiéndose los dientes, los cuales le hormiguean por el hambre.

 

 

 

Suben la escalera en la esquina del local, donde un hombre alto con una chaqueta de cuero los mira con el rostro impasible. Kise muestra la tarjeta, haciendo que aquel hombre le sonría con amabilidad mientras se quita para cederles el paso.

Aomine solo puede ver el cabello amarillo del chico caminando frente a él por el pasillo oscuro, levemente iluminado por bombillas de color azul. Las puertas a los costados tienen números y algunas son de un material acrílico semitransparente, reflejando las sombras de las distintas parejas que tienen sexo, algunas con más de dos integrantes.

El más alto con ríe de medio lado, se detienen frente a una de las puertas finales y Kise la abre deslizando la tarjeta por la ranura. Entra a paso lento, un poco nervioso por aquello, y Aomine se quita la chaqueta de cuero para dejarla caer al piso, al tiempo que desliza sus manos por el pecho del rubio abrazándolo desde atrás. Por acto reflejo éste gira levemente el rostro, sintiendo la boca del moreno pegada a su oído.

— He oído ese “Aominechii” antes —susurra con voz segura y Kise se estremece soltado un jadeo.

— ¿No lo recuerdas?

Aomine se detiene, alzando el rostro con la lengua aún afuera, la que lamía ese suave cuello con delicia. Realmente no recuerda de donde ha escuchado eso, ¿alguna pelea quizás? En su etapa de rebeldía solía pelear mucho con todo lo que se moviera y no recuerda ni la mitad de sus contrincantes.

— Recién había oscurecido, no planeaba cazar, pero ese chico olía realmente delicioso…

Entonces todos los recuerdos de aquella noche se vienen a la mente de Aomine de golpe. Ese día él había quedado de juntarse con Kuroko, un humano que conoció en el club de básquetbol. Su primer amigo, el único, antes de conocer a Kagami. Ese chico de cabellos celestes se destaca por tener un aroma demasiado irresistible para las especies nocturnas, jamás se ha explicado el porqué, quizás sea su alma, bastante pura para el período en el que viven.

Tetsuya demoraba mucho, así que Aomine decidió comenzar a caminar por la calle por la que debería llegar, mientras se aproximaba a la esquina, oyó un gemido por parte del chico, proveniente de un callejón. El moreno se adentró en la oscuridad viendo a un vampiro de cabellos negros arrinconando a su amigo contra la fría muralla. Recuerda haberlo llamado y sus ojos dorados se clavaron en él. Pelearon y Aomine le dio una paliza, aun sobre el suelo, ese vampiro lo llamó “Aominechii” después de que él mismo le dijera su nombre.

Había sido una pelea, sí, pero entre golpe y golpe, habían mantenido una conversación bastante complicada, la cual no puede recordar con exactitud.

El moreno vuelve al presente, alzando la mano para acariciar sus cabellos amarillos.

— Tú eres aquel vampiro.

— Sí —responde Kise girándose para encararlo con una sonrisa divertida—. También estaba en mi época de rebeldía, así que me teñí el cabello negro para verme más rudo —soltó encogiéndose de hombros.

Una risa reverbera por el pecho de Aomine, ronca, ligera y sensual. Kise lo queda mirando embobado, su expresión relajada lo abruma y encanta a la vez. Esos ojos azules se clavan en los suyos, se inclina y deposita un casto beso sobre sus labios.

— Me gusta más así —dice Aomine mirándolo con intensidad—. ¿Y qué paso con esa rebeldía?

Kise alza las manos deslizándolas por esos duros brazos por fin desnudos antes de mirarlo nuevamente—. Me llamó mucho la atención que protegieras a un humano, ¿Por qué lo harías? Así que, bueno, digamos que te seguí un poquito…

— ¿Me estuviste siguiendo? —repite el moreno pestañeando varias veces.

— ¡Pero fue solo por curiosidad! —se defiende el rubio aferrándose a su playera de color azul con un lobo lineal estampado—. No podía creer que congeniaras con humanos, se supone que son comida. —Ante la mirada impasible de Aomine, el blondo desvía la mirada para jugar con la cadena que adorna su cuello antes de agregar—: así que decidí llevar una vida de “humanos” para descubrir aquello, y terminé tendiendo amigos. Pude comprenderte. No sabía nada de ti, a veces me imaginaba que nos reencontraríamos, aunque no así precisamente.

Aomine vuelve a regalarle una sonrisa de medio lado, una cargada de sensualidad y malicia. — ¿Así? —pregunta aferrándolo por las nalgas y pegándolo a su pelvis.

— Yo… no sé lo que me pasa —suelta el rubio por fin, respirando agitadamente contra esos labios que prometen un placer delirante.

— Me deseas, Kise —responde el moreno poniéndose serio al fin, mirando esos ojos dorados titilar con ansiedad.

Sin decir nada más, Aomine se apodera de esa boca, sintiendo esas manos aferrase a sus mejillas para profundizar el beso. Su lengua se cuela dentro de esa boca suave, el moreno jamás imaginó que un vampiro pudiera tener un sabor así, dulce y embriagador. Lo deja sediento, hambriento de más.

Kise intenta deshacerse de los nervios y siguiendo la danza de esa boca comienza a tironear su playera para poder quitarla, entendiendo, el más alto se la quita por sobre la cabeza. Por fin puede tocar ese vientre duro bajo sus manos, su piel es suave y caliente, el rubio se deleita con esos músculos bajo su tacto.

Pero su lado vampírico comienza a tomar el control, queriendo morder y seducir a ese lobo que lo ha cautivado desde el momento en que sus ojos azules se posaron en él. Kise lo gira sin dejar de besarlo y desata su cinturón, aquel sonido lo hace sonreír ante la victoria, para luego dejar caer sus pantalones hasta el suelo, donde Aomine termina de quitárselos ayudado por su propios pies. El rubio lo insta para que se siente en el borde de la cama. Por fin abandona sus labios, para descender por su mentón, bajando por su cuello y delineando con la punta de su lengua la línea profunda entre sus pectorales duros, rozando su abdomen de piel morena hasta detenerse en el elástico de su bóxer de color negro y rojo.

Aomine entrecierra los ojos expectante a su visión de esa mata de cabellos dorados entre sus piernas. Siente su pene tensarse con el aliento del chico rozándolo. Kise desliza su mano por la tela, sintiendo ese duro miembro alzarse bajo sus dedos, para liberarlo e impresionarse con aquel tamaño. Sin poder evitarlo se humedece los labios con lascivia, provocando una sonrisa en el moreno.

La tensión y expectación del momento hace mella en el estómago de Aomine, no recuerda haberse sentido así jamás. Ha disfrutado del sexo un montón de veces, con lobas atrevidas y hambrientas, pero Kise no se compara a ninguna. Es simplemente increíble, por fin el moreno comienza a ser consciente de lo que está sintiendo cuando está cerca de él. Su piel hormiguea, el bombeo de su corazón acelera y siente el deseo secarle la boca.

Por fin esa lengua caliente de desliza desde la base hasta la punta de su miembro, arrancándole un jadeo antes de que esos finos labios se apoderen de la punta, dándole un suave chupetón. Aomine aprieta los dientes, esos ojos amarillos resplandecen en contraste con la luz azulosa de la habitación. Tiembla cuando Kise lo engulle de golpe, chupando toda la extensión hasta que su hombría choca con esa garganta. Cuando el chico retrocede la saliva empapa su miembro y ese labio inferior tiene un hilo de húmedo que aún lo une con aquel duro falo.

Es tan erótico… los vampiros tienen fama de seducir a sus víctimas, con ese encanto y atractivo, como la luz de un pez para atraer a su presa. No así los lobos, ellos simplemente toman lo que quieren, salvajes, imponiendo un deseo extraño en sus víctimas.

Aomine se deja seducir, esa boca sube y baja a un ritmo frenético, sus cabellos rubios se mueven al ritmo de su rostro, tentando al moreno para enredar sus dedos en él. Se siente suave como la seda, desliándose entre sus dígitos al tiempo que Kise gira el rostro para chocar la punta de ese miembro contra su mejilla.

— Aaahh, sí, Kise —gruñe Aomine tensando la mandíbula, sintiendo esos labios apretando con fuerza antes de sacarlo de su boca.

Por si eso fuera poco, el rubio se lleva una mano hacia atrás, colándola bajo sus ajustados pantalones y Aomine sabe que se está tocando, que se prepara para él. Ver esa tela moverse, escondiendo la mano bajo ella, solo provoca la imaginación del lobo, que se derrite ante lo erótico de esa acción.

El moreno sube sus manos hasta sus mejillas y lo atrae hacia sí para besarlo con lentitud, extasiado por sentir su propio sabor en la boca del rubio, que jadea sobre su lengua caliente, esa que reclama todo dentro de él. Aomine posee una fuerza sensual hasta para besarlo y sus caricias, con esa manos anchas y firmes están haciendo a su cuerpo deshacerse entre temblores.

Kise no es alguien que se destaque por ser alguien tímido, él hace lo que su cuerpo le dicta, lo que siente.

Cortando el beso y mirando esas profundidades azules, el rubio se levanta con elegancia, desabrochando sus ajustados jeans y tirándolos hacia abajo para quitárselos. Se ve tan sexy que Aomine pronto sucumbe, tomando esas masculinas caderas y girándolo para arrojarlo sobre la cama con brusquedad, terminando de quitarse su propia ropa interior.

El rubio lo observa soltando un jadeo cuando gatea sobre él, quitando la última prenda en juego, admirando la desnudez de esa piel blanca, fría y perfecta. Kise alza las caderas para facilitar la tarea de desvestirlo, para cuando Aomine vuelve a posicionar su cuerpo sobre él, el chico desliza la lengua por la mejilla de ese moreno rostro.

— Házmelo, Aomine —suelta con voz enronquecida, suave y completamente provocativa—. Muéstrame como un lobo folla a su presa.

Dicho aquello, el moreno siente su sangre bullir caliente, aumentando el deseo por reclamarlo.

Aomine se sienta de cuclillas para girar al rubio bruscamente y dejarlo boca abajo. Sus manos acarician esa espalda marcada, que se contornea ante su tacto, complacido con sus caricias. El moreno siente esa fascinación por aquel chico, la manera en la que responde a él. Lo insta a alzar las caderas para restregar su duro miembro por la humedad de esos glúteos, rozando esa entrada que se contrae con cada roce.

— Estás muy ansioso —suelta el moreno tomando a Kise por debajo de los brazos para alzarlo y hacer que se sostenga con sus manos. El rubio se deja hacer, totalmente entregado a ese lobo de aspecto intimidante, pero que le encanta—. Mira, con nada roce que doy… —dice acariciando su húmedo agujero con la punta de su pene—, parece como si quisiera atraerme. Dime Kise, ¿me quieres dentro?

El moreno comienza con su juego, rozando, bajando, volviendo a rozar, haciendo que el chico suelte un bufido de frustración que le encanta. Pero no cede, sigue con su jueguito mientras acaricia esas caderas con parsimonia y Kise comienza a sudar.

— Pídelo, Kise… vamos…

— ¡Dentro, maldita sea! ¡Penétrame, Aomine!

Con una sonrisa socarrona, sintiendo su pene tensarse ante esa petición explícita. El meneo obedece abriendo sus glúteos con los pulgares y hundiéndose en él de una magistral embestida.

— ¡Aaah! —Sentir ese duro miembro penetrándolo con fuerza lo hace retorcerse, haciéndolo estremecer de pies a cabeza, sensible por la excitación y las caricias anteriores. Le toma unos segundos acostumbrarse mientras Aomine se muerde el labio al sentir esa caliente estrechez apretarlo con fuerza. Por ello no quiere moverse aún, hasta que se relaje.

Unos jadeos escapan de la boca de Kise, antes de inclinarse hacia adelante y volver hacia atrás, ganándose un gruñido de placer por parte del moreno. Esa posición facilita el empuje, ambos pueden guiar el ritmo y es una de las favoritas de Aomine, que se inclina para susurrar en su oído:

— Te destrozaré de placer, Kise. Marcaré cada parte de tu cuerpo con mi nombre.

Y el vampiro no tiene la más mínima duda de que es capaz de eso y mucho más. Aomine se endereza para aferra esas caderas y comenzar a embestir con fuerza, sin piedad alguna, haciendo que el blondo entierre las uñas en las sábanas, destrozándolas, pero el sonido del desgarro de la tela muere en contraste con los gemidos que brotan por la garganta de Kise.

Se siente muy bien, demasiado. El rubio ha perdido la cuenta de cuantas noches se ha desvelado pensando en Aomine, en cómo se sentirían sus caricias, ese duro y fibroso cuerpo contra el suyo. Se enamoró a primera vista, ¿Qué cursi, no? Demasiado patético para un vampiro. Pero… ¿Qué más da? Esa noche es Halloween y tiene todo permitido, absolutamente todo. Y, mierda, lo va a disfrutar.

Aomine lo embiste a un ritmo brusco y constante, deteniéndose de vez en cuando para acariciar el contorno de su cuerpo, inclinándose para morder esa piel blanca y dejando marcas en él, las cuales desaparecerán cuando terminen su sesión de sexo. Ambas especies tienen eso en común: cuando están enfermos o intiman, son débiles, sus cuerpos no están al 100% de sus capacidades. Así que el moreno graba en su memoria las marcas de sus mordidas y besos sobre esa hermosa piel, antes de que desaparezcan al terminar.

Kise se siente abrumado por el placer, Aomine entra en su cuerpo con envites certeros que lo están haciendo delirar, ya no se puede mantener sobre sus brazos así que se deja caer apoyando la mejilla contra la rasgada sábana. De refilón puede ver la expresión del moreno, que suda con la boca entreabierta, soltando jadeos calientes. Entonces lo ve peinarse su azuloso cabello hacia atrás con un gesto tan sexy que termina por correrse al fin.

— ¡Umnh! Aaaahh… —grita Kise entre espasmos.

Manchando la sábana con el espeso líquido, Aomine gira su tembloroso cuerpo para dejarlo boca arriba, vaciando por la visión de un chico tan hermoso, ruborizado y jadeante. Pero los ojos de Kise han cambiado, ahora son rojos, como espesa sangre de la que también se alimenta, el orgasmo arranca su verdadera naturaleza.

El morenos se inclina sobre su cuerpo para lamer su mentón al tiempo que hunde los dedos en el semen que gotea aún por su miembro.

— Te has venido solo por detrás, eres un vampiro muy lascivo —ronronea llevándose los dedos a los labios para darles un lamida que provoca que el rubio se ponga duro de nuevo.

Las manos de Kise acarician su pecho fornido, deslizándose con facilidad a causa del sudor. Su aroma se vuelve más fuerte, impregnándose en sus fosas nasales. Masculino, salvaje. El rubio inspira ese toque mágico, de sangre. Sus palmas siguen subiendo hasta detenerse en su cuello, donde su dedo índice se desliza por esa tráquea bajo su piel, y Aomine nota su mirada hambrienta y su estómago da un vuelco.

El ambiente cambia, Aomine siente justo en la boca del estómago un calor anhelante, y cuando ve a Kise fruncir el ceño, sabe que él también lo siente. La tensión aumenta y no solo puede dejarse abandonar a sus instintos.

— Kise… —suelta el moreno antes de lanzarse hacia él para tomar sus piernas y subirlas hasta sus hombros al tiempo que vuelve a acomodar su pene en la entrada para hundirse de una sola vez.

— Aaahh —suspira el rubio al sentirlo en su interior nuevamente, pero algo ha cambiado, lo aprecia en el aire, en su piel. Un sentimiento que se arremolina alrededor de ellos como un presagio inevitable que le pone la piel de gallina, aun así no quiere detenerse—. Aominechii.

Esa voz, ese llamado. Con cada dulce, lenta y profunda estocada el moreno se siente como si comenzara a internarse en lo más profundo del vampiro, como si tocara su alma, si tuvieran una, claro.

Aomine deja caer su cuerpo por completo, soltando sus piernas, sin llegar a aplastarlo en el acto, buscando más de ese contacto, más de Kise. El rubio lo recibe con un abrazo y enterrando el rostro en la curvatura de su cuello. Los movimientos en su interior son lentos, pero tan profundos que siente el placer aumentar y aproximarse de manera deliciosamente lenta, como si ese ritmo ralentizara el orgasmo, pero aumenta el placer en su cuerpo.

Entonces Kise se da cuenta: lo ama. Está enamorado de ese chico de un modo desconocido, abrumador. No lo conoce en su totalidad, pero lo suficiente para encantarse con esa tosca personalidad, con ese ego infantil y con esa arrogancia seductora.

Sus miradas se encuentran en el preciso instante en que el clímax llega, pero una especie de descarga eléctrica recorre el cuerpo de Kise mezclándose con el orgasmo y siente como si cayera en un letargo. Aun así es consciente de esas cosquillas que siente en las encías cuando sus colmillos salen, y la necesidad de morder se apodera de él. No sabe qué está pasando, jamás le ha sucedido algo así, pero es como si su instinto se adueñara de él por completo y no puede hacer nada.

Abre la boca y muerde a Aomine en el cuello con fuerza, sintiendo la carne ser rasgada bajo sus dientes al tiempo que el espeso líquido sale bañando su lengua con el regusto de la sangre. Traga, sintiendo su garganta contraerse con el golpe de excitación al recibir aquel elixir. Entonces su vista se vuelve clara al fin, sus sentidos parecen volver a estar en orden y al ser consciente de lo que hace, se aleja de ese cuello con rapidez. Pero queda pasmado al ver la transformación del hombre sobre él, Aomine lo observa con sus ojos amarillos, los colmillos afuera y el rostro crispado en una mueca de ferocidad.

Kise quiere hablar, pero todo sonido se atora en su garganta. No sabe qué sucede…

Aomine alza el rostro y aúlla, como un lobo, un sonido hermoso que le crispa los vellos al rubio que aún lo siente enterrado dentro de él. Ahora sus ojos están fijos en un destello dorado que sale de la piel de Aomine, justo sobre su corazón, y para cuando deja de brillar puede ver una marca: lo que parece un sol, con rayos curvos intercalando uno más largo que el otro. Parece una especie de tatuaje. Pronto siente una quemazón justo tras su oreja, pero Kise lo olvida al ver que el moreno vuelve en sí, mirándolo jadeante.

— No puede ser… —suelta Aomine con su voz ronca titilando por la incredulidad.

Todo ha sido demasiado intenso y Aomine apoya su frente sobre el pecho de Kise, intentando regular su respiración. Para cuando alza la mirada, el rubio parece totalmente dormido. Sus ojos azules se quedan fijos en él por un largo rato, tratando de asimilar todo aquello.

No puede ser que el ritual se haya llevado a cabo… es imposible.

Kagami le pateará el culo cuando se entere de lo que ha sucedido.

Halloween, la noche más esperada por las especies de las sombras para llevar a cabo su libre albedrío. La mejor noche del año.

— Pueden metérsela por el culo —gruñe el moreno llevándose una mano a la frente.

 

 

Notas finales:

Ok, sé que no aclaro mucho que carajos pasa, pero eso vendrá en el segundo capítulo C:

Aún no sé qué tan extenso será y quizá salgan algunas parejas por ahí, pero aún no lo tengo del todo claro.

Espero sus reviews llenos de dulces de Halloween.

Saludos y besos pegosos~


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