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Hormonas para San Valentin. por Layonenth4

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Notas del fanfic:

Por que nunca hay que molestar a un embarazado damas y caballeros, NUN-CA! lastima que a Sherlock le llego tarde el aviso jaja.

Advertencia: es mi primer fic de esta pareja, sean piadosos (;-;)
Desclaimer: la serie le pertenece a sus respectivos productores, yo solo tengo fantasías obcenas con los personajes.

Notas del capitulo: ¡¡FELIZ SAN VALENTIN A TODOS!! *avienta flores y corazones*
esto va por este día tan especial (para mi en realidad vale mierda, pero cuando salen nuevos fics mi corazón se llena de tanto amor! *-*)

Es mi primer fic de esta pareja, así que les pido paciencia pero de tomatazos por mi ortografia, de esos sí, ni me quejo!

Desclaimer: absolutamente nada me pertenece y Sherlock y Watson son el uno del otro. Ellos solitos .3.
John H. Watson Holmes no entendía él porque seguía casado con aquel mugriento, desordenado, loco, cínico, antisocial, sociópata, detective asesor. No lo comprendía y dudaba de hacerlo en un futuro bastante cercano.

¡Es que era el colmo de los colmos!

¡Dejarlo plantado para su cena festiva (la cual no hace falta decir que realizo perdiendo un día de trabajo en la clínica, horas en el mercado peleando con viejitas que querías sus ricas y frescas verduras y se esmero en preparar el mismo, a tal punto de perder su útil y necesario dedo por andar cortando rábanos en tiempo record) cuando el otro sujeto fue el mismo que sugirió la idea! ¡No! ¡Maldito sicótico-subnormal-peligro para la sociedad!

¡Día de San Valentine y el solo cual perro! No, minuto, Clarkson (su perro) no estaba solo pues salió a pasearse con la señora Hudson y sus amigas. Ni el perro estaba solo en el supuesto día del Amor y la Amistad. Que patético. ¡Qué deprimente!

“Calma John” se tranquilizaba a sí mismo “el doctor dijo que nada de alteraciones”.

Y de tan solo recordar lo que le dijo el doctor, lo puso más colérico.

¡…l que le iba a dar a su supuesto marido la noticia más importante de su vida como matrimonio! Posiblemente también seria la noticia más importante para todo Londres en más de un siglo, pero eso no importaba pues el quería solo que se enterase ¡el-engendro-de-su-marido!

¿Y esté donde se encontraba? ¡Resolviendo un maldito caso, seguro! Por un día, por un mísero día desearía que Scotland Yard fuera independiente de su consorte y el regresara a casa a la ¡maldita hora acordada! ¡El inspector Lestrade podría hacer su trabajo bien por una maldita vez!

¡Y no, no estaba siendo un melodramático por nada! Es más, ¡no estaba haciendo drama de nada!

— Malditas hormonas— maldecía el buen doctor. Se puso de pie de su sillón favorito y alejo el jugo de tomate (culpar a las hormonas nuevamente), para ponerse a caminar alrededor de la sala como león enjaulado.

¿Cuántas maldiciones llevaba? La cuenta la había perdido pasando la hora acordada de su cena, cosa que fue a las 8:00, ¡y eso fue hace cuatro malditas horas! Desconsiderado, sujeto cruel, vil, desalentador y mentiroso pertinente.

Entonces paró en seco.

¿Y si le había ocurrido algo? Y si él encerrado en su capricho de preparar todo con perfecta magnitud su esposo estaba muriendo, desangrando, fue secuestrado, fue extorsionado, ¡fue asesinado!

¡Tranquilo Jonny, estás hablando de Sherlock Holmes! – el inútil intento de su subconsciente por alentarlo no dio frutos, pues bien recordaba lo que paso aquel día hace cuatro años, que por culpa de
Moriarty perdió su más grande razón de existencia, su anhelo más lejano y a la vez la mitad de su alma; fueron tres años de angustia hasta que el muy hijo de su progenitora decidió aparecerse después de tanto tiempo. No evito darle el puñetazo en la cara, la patada y después derivarlo contra el suelo de 221B Baker Street… aunque termino por plantarle un beso y finalizaron en la cama (ni en cuenta a qué hora caminaron hacia el cuarto) riendo cual par de adolescentes.

Pero antes de esa felicidad y la alegría del último año, antes de una inesperada boda esa misma noche en las vegas (Sherlock quería evitar a su familia, John solo quería tiempo a solas antes de enfrentarse a Londres entero y su tonta red de prensa), fueron tres años de llanto, lejanía y daño entre ambos. Algo que obviamente, no quería repetir.

Pero helo ahí, pensando en las peores situaciones solo porque ¡Sherlock-no-se-dignaba-a-APARECER!

Pero gracias a Dios y a cualquier deidad que haya fastidiado con 4 horas de maldiciones, el sonido de la puerta abriéndose a la par y pisadas fuertes resonó por el desordenado pasillo. Ese era su Sherlock.

— Gracias a Dios… — si, estaba en casa sano y salvo. Pero impuntual, tremendamente impuntual a su cita que el detective asesor estuvo insistiendo hasta muy entrada de la madrugada para tenerla.

¡Hijo de…!

— ¿John? — Sherlock entro con tremenda alegría de ver a su rubio consorte de pie y esperándolo — ¡John!

— ¡Idiota! — si alguien preguntaba porque el angelical y buen doctor Watson aventó un tarro a su amado compañero, ¡que culpen a las jodidas hormonas! — ¡¿Dónde estabas Holmes?! ¡Solo a ti se te ocurre estropear esta noche tan importante!

Sherlock con su altísima capacidad de compresión y deducción (y reflejos, por la misma ciencia, que su tierno esposo tenia la fuerza., velocidad y puntería de un titán) llego a la conclusión que John estaba disgustado por su impuntualidad, aunque estuviera siendo melodramático. Casi tirándole a la paranoia.

Pero también le estaba mal interpretando y si seguía así, se cometería homicidio en la residencia de los Holmes – Watson.

— John, necesito que me escuches.

— ¡Ni lo sueñes Holmes!

— John, relájate. — el tono calmado y exigente de su desconsiderado moreno le cabreo mas, así que solo se dirigió a la cocina a recoger todo. Todo absolutamente desperdiciado.

— ¡Relajado un cuerno! ¿Sabes lo que me costó preparar tu dichosa cena? ¡A mí! ¡Yo que quemo hasta el agua, tuve que preparar tu cena y ni te dignaste a llamarme! — no se relajo como esperaba, tomo uno de los platos de su colección victoriana y lo aventó contra un extrañado Holmes.

— ¡John! — el detective pudo esquivarlo con gracia y agilidad, pero estaba totalmente desconcertado por tremenda actitud. Watson entre todas las personas del mundo era el más paciente, amoroso, PA-CIEN-TE con él, y siempre ha sido así. ¿Qué ha cambiado? Además, nunca le han dado importancia a esas fechas más que ese año y eso porque el mismo Sherlock quería darle una noticia embriagadora pero, definitivamente con el humor de perros del rubio, no se podía.

Sherlock iba a comenzar a discutir también (desde lo de Moriarty, trataban de no hacerlo tan seguido. Es más, eran contadas las peleas que habían tenido y lo poco que habían durado), pero al ver al rubio militar desequilibrarse de repente le bloqueo su racionalidad y por instinto fue hacia él a sostenerle.

Sin más protestas u objetos voladores, llegaron ambos al sofá de tres piezas y se recargaron el uno junto al otro; el moreno le rodeo con ambos brazos protectores mientras le frotaba la espalda con una mano y el brazo con la otra, John se dejo hacer y termino por recargar su rostro en el pecho de su amante para relajarse. Sip, definitivamente el estrés no era buena idea ahora.

Sherlock dejo pasar un tiempo que el creyó conveniente y aparto un poco a Watson para mirarle directamente, claro que mientras le frotaba trato de encontrar alguna herida o turbación que tuviera su cuerpo, pero dado que su diagnostico físico paso positivamente, era hora del emocional.

A veces Holmes detestaba que su John fuera tan sensible.

— Me dirás…

— Tenía miedo — lo interrumpió el joven doctor y Sherlock le iba a reprender poquito y después ofrecerle una taza de chocolate, pero el ex militar prosiguió —, miedo a pasar otra vez lo mismo que hace cuatro años.

El detective no necesito mas y lo abrazo de nuevo tan fuerte, no temía ahogarlo, temía perderlo al igual que él. Tres años lejos de su John fueron tan infernarles que solo quería terminar con todo aquello y repetirlo sería su fin. Sabía de antemano que ese sería un trauma que ambos cargarían por siempre, mas aun teniendo el tipo de trabajo que tenían y a la muerte siempre acechándoles.

Aun así, no entendía los conceptos para que John temiese de repente, solo por faltar a una cena (vale, entendía que se paso de la hora, pero con su nuevo sistema de rastreo no tenían porque comerse las uñas hasta que la alarma fuese activada), así que se cuestiono el motivo de la preocupación

Pero antes de poder preguntarla, John volvió a interrumpirle

— ¿Por qué tardaste?

¡Oh cierto!

Sherlock recobro su entusiasmo de niño pequeño y saco una cajita aterciopelada de su bolsillo del saco y se la tendió a John con extenuante alegría. También se quito el guante de su mano derecha.

John le miro la mano y abrió los ojos por completo, también con un tremendo rubor dirigió con lentitud su vista desde el dedo anular de su hombre amado hasta la cajita. ¿Podría ser que al fin…?

La abrió con insistente paso de tortuga, pero para calmar la desesperación de Sherlock se fijo en el rubor de su amado rubio y decidió que valió la pena andar correteando tras el ladrón de Oro blanco por toda la ciudad y llegar tarde a su cena con John.

¡No había sido su intención faltar! Pero por el descuidado de Lestrade habían perdido las notas de evidencia que culpaban al ladrón de Oro blanco y por ende, las dos sortijas de oro blanco que habían mandado a hacer una semana antes de ese gran robo. Tan hermosas y elegantes con inscritas en ellas: “Mon compagnon élémentaire” en su idioma, “Mi elemental compañero”.

Y John ya no pudo estar más enojado con él; su temor había sido fundamentado por perder al padre de su bebe no nato, de tener que criarlo solo, de tener que estar solo con un pequeño pedacito de carne. Había temido por la vida de su hijo sin su padre.

Pero ya no.

Se le abalanzo a los brazos y le beso siendo correspondido. Por supuesto que mañana le tendría que explicar a su amado detective asesor el porqué de sus acciones, pero con mostrarle las radiografías tendría que bastar, ¿no?

Pero ese catorce de febrero (o quince mejor dicho, ya pasaban de la media noche) lo terminarían como Dios mandaba. No había ni cena, John no le daría su regalo de pipas de colección que consiguió por milagro y Sherlock no le mostraría la colección de oro de libros viejos que casi le cuesta media herencia. No, no habría nada de eso.

Y si alguien les llega a cuestionar por qué tan extrañas medidas, dirían (si es que no basta con entender que ya son una pareja extra, de por sí), que fueron las hormonas de John.
Notas finales: y pues es lo que salio a las 12:31 de la madrugada, así que dispensen ustedes las molestias xD

Nuevamente, ¡¡FELIZ SAN VALENTIN!!

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