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Todos lo sabían.
Era notorio.
No era por su buen humor y sonrisa fácil. No era el caminar despreocupado y el poco arreglo de su ropa. No era la maraña densa de su cabellera dando vueltas cautivadoras sobre si misma. No era el rostro lozano y palabras acertadas.
Era como sonreía y de que se reía. Era el desgarbado andar de una insolencia coqueta, insinuada entre el uso estrafalario de sus uniformes. Era la cabellera que danzaba con descaro y conciencia.
Era ese giño de ojo pícaro, esa actitud de “todo lo puedo, y te gusta”.
—¿Que buscas? —Preguntó la muchacha cuando Duo se inclinó muy cerca de ella.
—Algo más que el perfume que traes porque de verdad me está volviendo loco. —Le soltó y esta rió encantada. Sus compañeras miraron la interacción de forma peligrosa. —Es broma, —enmendó al ver que la seguridad de la chica estaba en su poder, aunque eso suponía tristeza en sus labios, — o tal vez no… —La expresión de las demás se hizo de peligro.— … vale, es broma.
—Tenemos que hablar. —Lo tomó del brazo, mientras Duo se despedía risueño, y lo arrastró hasta una esquina oculta a la simple vista.
—¿Hablar? ¿Tu y yo? Que sorpresa…
—Debes ser prudente. —Le reclamó con un dejo de posesión injustificada, y Duo le sonrió.
—¿Discreto en San Valentín? Visto las ropas, pero del seminario no hago los encargos Heero, ¿entiendes? Tu también ve y consíguete una novia. Eso será menos sospechoso que tú “mírame y no me toques”, matalascallando.
—¿Qué?
—¡O muestra interés en alguien que se yo! Resulta que ser el centro de atención de la escuela, te quita del registro policial, y por ende del militar. Tu lo haces muy bien con lo académico, pero en lo social apestas, mi querido Heero. —Concluyó Duo risueño. Y de nuevo ocurrió. Hizo esa pausa extraña mientras lo miraba.
Esa ojeada fija y obtusa que lo hacía pensar pero no convencerse. ¿Era lo que creía que Duo le insinuaba? Entonces Duo pasó su vista de los ojos a la boca. Y no dijo nada.
La pausa les sirvió para apoyarse en el muro. —Podría besarte a ti. —Salió más veloz que la idea se formó en su cabeza.
Duo alzó las cejas y le regresó el contacto visual,… pero no dijo nada. Recargó su cabeza con los ojos soslayados y media sonrisa de lado.
Heero se acercó y no hubo intento de retiro.
Pequeño pero firme contacto dieron sus labios, hasta que leve humedad separó el rostro de Heero. Duo se saboreó. —¿Mi San Valentín? —Preguntó juguetón y levantó de nuevo la barbilla, cerrando los ojos.
—¿Más? —Cuestionó Heero sorprendido.
— Más. —Y los largos brazos de Duo rodearon su cuello.
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