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"Ser" Humano por LINALEE

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Notas del capitulo:

ADVERTENCIA.- Alusiones al abuso infantil en todas sus formas, la tortura y muerrte de animales adorables como perros y gatitos y algo de canibalismo. A primera vista puede parecer algo terrible, pero no lo es tanto, creo....¿?

Saludos...

“SER” HUMANO

Lo observo abrir al gato en dos y trago saliva sintiendo la garganta repentinamente seca, juguetea con las vísceras, intestino y órganos. No sonríe, su expresión es incierta, me desconcierta, a veces creo que me enloquece.

—¿Te molesta?— me pregunta y asiento con aire distraído.

—Lo sé— y continúa con su meticulosa labor, cortando, jalando, extrayendo, la sangre salpica su pálido rostro y sus ojos sonríen por él, realmente lo disfruta. Le causa placer.

Asesinar y descuartizar gatos y perros le divierte.

—¿Crees que es incorrecto?

—Sabes que lo es.

—¿Por qué…?

—Por qué…

Las palabras mueren en mi boca, retengo el aire, vuelvo a tragar saliva y permanezco en silencio.

¿Por qué esta mal asesinar gatos, perros o personas? ¿Por qué?

—Yo sé que es incorrecto— declara sin detener su sangrienta labor—. Si todos fuéramos por la vida asesinando a todos cuanto nos desagradan, hace mucho que nos habríamos extinguido. Si sentimos indiferencia hacia la muerte no queda mucho en nosotros que podamos llamar humanos. Y la carencia de sentimientos nos llevaría a la autodestrucción, nos convertiríamos en monstruos.

Su voz es suave, culta, controlada. Usa el mismo volumen y acentuación del estudiante modelo que se luce frente a sus profesores y psiquiatras. El chico perfecto.

Su flequillo cubre parcialmente su rostro y pese a la oscuridad y opresión de la habitación no puedo evitar pensar que es hermoso, con su cabello rubio, sus grandes ojos azules y esa expresión de perpetua e infalible confianza y felicidad. Como si todo en el mundo anduviera bien y no existiera nada que mejorar. Prefiero evadir esa imagen de belleza y miro hacia otro lado.

Me gusta pensar que la causa de que lo amé va mucho más allá de su físico. Quiero pensar en eso, de lo contrario no quedara nada a lo que aferrarme.

Continúa con su labor y empieza a tararear una suave y vieja canción infantil sin preocupación ni interés, como si estuviera podando un árbol o cortando madera.

—Si quisieras podrías detenerte— confieso.

Me levanto y me arrodillo a su lado, sujeto sus manos y mancho mi camisa con su sangre; él no forcejea, pero tampoco suelta las tijeras.

Sus ojos son ingrávidos, profundos y dolorosos. Por un momento temo que cambié de opinión y decida atacarme. Arrancar el problema de raíz, quitar sus propias barreras.

—Si quisieras podrías hacerlo. Ahora, antes de que sea demasiado tarde.

Finalmente aparta la vista del gato, deja caer las tijeras que golpean contra el piso y sonríe.

Sus labios se curvan en una fina y pura expresión de afecto, a medio camino entre el cariño y el afecto, mucho más allá de la adoración.

Y en ese momento, más que nunca, me parece el chiquillo de quince años que ha pasado por más cosas que la mayoría de los adultos en toda su vida y que pese a todo sobrevivió. Es la persona más importante en mi vida, a la que más amo.

Se acerca a mi rostro y me besa, su lengua se desliza por ferocidad en mi boca al principio, pero luego se desliza a un segundo plano, me deja tener el control, se somete y mis jadeos ahogados de placer se diluyen en la frescura de su aliento. En momentos como estos pienso que su obsesión con la limpieza conlleva más beneficios que contratiempos.

Lentamente, sin realmente querer hacerlo, me alejo con timidez, ligeramente avergonzado. Todavía no consigo acostumbrarme a esto de besar a un chico por muy atractivo que esté sea.

Acaricia mi rostro y sus manos manchadas de rostro envuelven mis mejillas, el acre olor metálico me atosiga lo suficiente como para recordarme dónde y con quién estoy.

—Incluso si quisiera, no puedo parar. Es parte de lo que soy— susurra besando mi frente—. Aunque si llegase el día en que prefiera hacérselo a niños como algunas veces hago en mis sueños, primero me suicidaría. No seré como ellos, es mi decisión.

Y yo sonrío, porque sé que es verdad.

Él jamás lastimaría a otra persona. Nunca.

Lo suelto y regreso a mi lugar, sentado en un rincón, medio alumbrado por la luz de la luna que se filtra por nuestra ventana.

Y él termina su trabajo, aparta los órganos, desgarra la carne, guarda los ojos en su “formula especial”. En ningún momento sonríe y me preguntó si en realidad no lo disfruta, quizás sufre, tal vez no le gusta hacer esto, pero es la única manera de mantenerse cuerdo y evitar que lo encierren en un manicomio.

Cuando termina guarda el amasijo de restos en una bolsa de la que tendremos deshacernos en la madrugada, lava y desinfecta sus “utensilios” con una meticulosidad que roza en la demencia,  talla sus manos con tantos productos químicos que la piel se le escora y pequeñas llagas comienzan a aparecer, entonces se detiene. Llena un tazón con agua caliente, toma un par de toallas desechables y se arrodilla a mi lado.

Empieza a lavar mis manos con cuidado, como si fueran la cosa más bella y delicada del mundo y en cualquier momento pudieran quebrarse y romperse.

—¿Qué te hicieron?— las palabras brotan de mis labios sin que pueda detenerlas y él se detiene, su mirada vidriosa se pierde en el vacío, ajeno a todo, el dolor, el miedo, la soledad, el afecto, el rencor, la culpa y…hasta amor.

—¿Realmente quieres saberlo?— pregunta reanudando su labor—. Si quieres saberlo te lo diré a ti…

—¿Quieres contarlo?

—No. Nunca.

—Entonces está bien. No necesito saberlo.

Una suave sonrisa se desliza en su rostro a modo de agradecimiento y lo abrazo.

¿Qué le hicieron?

Me lo pregunto a mi mismo cientos de veces cada noche y me sé incapaz de conocer la respuesta, creo que no la soportaría.

Un matrimonio que secuestraba, torturaba y asesinaba niños se lo llevaron cuando tenía siete años.

Torturaban a los niños de toda forma posible durante días, semanas, a veces meses antes de que asesinarlos: los desmembraban vivos.

Pero él sobrevivió durante tres años.

Lo encontraron dentro de una porqueriza, encadenado como un animal y conviviendo con total naturalidad con los animales. El abuso físico y sexual era evidente, la desnutrición obvia, pero la mente, durante mucho tiempo constituyó un misterio para los muchos especialistas que le examinaron. Su mente era un enigma.

¿Cómo logró sobrevivir? ¿Por qué no le asesinaron? ¿Qué lo hacía especial?

Ante todo pronóstico reaccionó bien al tratamiento, en semanas recupero el habla, en meses el movimiento, en años…en años era un niño inteligente y retraído cuyos modales eran aceptables y comportamiento normal.

Todo apuntaba a que sería un miembro funcional de la Sociedad.

A ojos de todos los demás, incluso de sus progenitores lo es.

Con el tiempo convenció a sus Padres de que lo internarán en un colegio privado, quería ponerse al corriente con sus clases en un ambiente que le permitiera desarrollarse plenamente.

La verdadera razón era otra, bajo la atenta mirada de ellos no podía dedicarse a sus pesquisas y sabía que si no lo hacía, perdería el control, la locura se apoderaría de él.

Yo soy su compañero de cuarto, para cuando descubrí los cadáveres de los animales ya lo amaba lo suficiente como para hacer algo más que mirar para otro lado, encubrirlo.

Y ahora soy su cómplice.

Me hizo prometer que lo sería hasta que él fuera incapaz de controlarse y quisiera intentarlo con humanos, cuando eso pasará debía entregarlo.

¿A quién?

A cualquiera que fuera capaz de detenerlo.

Termina de limpiar mis manos y nos arrastramos juntos hasta mi cama, bajo la manta nos abrazamos y acurrucamos con fuerza, todavía hay sangre en nuestras ropas, pero no importa, nos encargaremos de ella por la mañana junto con los restos del gato.

—La razón por la que ellos no me mataron fue porque querían deshacerse de la evidencia, de toda— dice a mi oído en voz tan baja que por un momento creo haberme dormido—. Ese era mi trabajo, deshacerme de los cadáveres, uno a uno, con la fuerza de mis dientes, el ácido de mi estomago, el olvido de mis desechos…

El horror me consume tan deprisa que apenas puedo contener las arcadas, salto de la cama y me pego a la pared, deseando fundirme con la puerta a mis espaldas, desaparecer, escapar de esa pesadilla.

Y ahora recuerdo lo que leí: sólo se encontraron huesos, incluso en los cadáveres más recientes que no debían tener más que semanas, no había más que huesos.

Ni siquiera el ácido es capaz de reducir un cuerpo a la nada.

Le obligaron a comerse a todos esos niños. Canibalismo. ¿Cuántos? Decenas, centenares…, no, me niego a recordar el número exacto. No puedo.

Él permanece allí, sentado en la cama, con la mirada aturdida y el rostro insensible. Únicamente es un bosquejo de un niño, una criatura que nunca terminó de desarrollarse, tan penosa y desgraciada que ni siquiera la muerte le quiere.

—Ven aquí— digo y abro los brazos.

Su rostro se ilumina con una enorme sonrisa, tan grande que por un momento creo que toda la habitación se llena de luz.

Da un salto y refugia su cabeza sobre mi pecho.

—Está bien. Yo siempre estaré contigo.

Porque más allá que odio, desprecio, seguridad o amor, si hay algo que realmente puedo entregarle es aceptación.

Lo acepto porque lo amo. Supongo que eso me convierte en humano.

 

 

 

 

Notas finales:

Juró que la idea original no tenía ni siquiera animales muertos, menos lo demás.

Un fic experimiento, andando entre el horror y el drama.

Además he de admitir que siempre he querido escribir algo donde los personajes no tienen nombre, curiosa cosa...es más complicado de lo que parece, aunque ya en alguna ocasión lo había hecho.

Bueno, si a alguien le ofende, esta bien, supongo...XDDDDD, ¿qué se le va a hacer?

Supongo...


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