En la mansión Phantomhive se vivía un ambiente algo inquietante diferente a lo normal, no era para menos pues algo que no era usual estaba a punto de realizarse, una reunión de tipo social que tenía un trasfondo algo extraño que era claramente percibido por el joven conde y su leal mayordomo.
-No debes preocuparte mi joven amo…- Hablaba el apuesto mayordomo terminando de arreglar a su amo que con la mirada algo preocupada miraba a través de la ventana la fuerte lluvia que caía en esa oscura noche. -Y lo peor es que la lluvia nos hará compañía- Decía desanimado el conde sentado al filo de su cama y miraba a su mayordomo que arrodillado frente a él terminaba de vestirlo pues ya se escuchaban en el salón principal el murmullo de los invitados.
-Pero la lluvia es lo que le dará el toque mágico a toda la velada- Trataba de animarlo Sebastian acariciando tiernamente las mejillas de su hermoso amo. -Sí, pero…- Dijo con timidez el conde desviando la mirada pero no detuvo la dulce caricia que le regalaba su mayordomo, permanecieron así por unos segundos cuando un pequeño trueno hizo estremecerse al conde que obviamente lo disimuló de inmediato, no le gustaba mostrarse vulnerable ante su demonio a pesar de que era el que mejor lo conocía.
-No te preocupes si hay truenos, estaré contigo… no te dejaré solo.- Murmuraba a su oído el demonio animándolo sintiendo como los brazos fuertes de su mayordomo rodeaban su frágil cuerpo, el conde aun sentía recelo con estas muestras de afecto, a pesar de que su relación con Sebastian era más íntima por así decirlo, pero su carácter orgulloso no le permitía mostrarse cariñoso y afectuoso ante su ahora amante quien tampoco se desanimaba pues ese detalle en Ciel era que también lo tenía enamorado y sabía que poco a poco su amado iría abriendo su corazón, tampoco tenía prisa es más le parecía tierno y divertido esta etapa de su relación.
-No me trates como a un niño- Decía Ciel tratando de mostrar seguridad en sus palabras, pero se sentía intimidado por su demonio que dulcemente lo miraba y acariciaba como si ese pequeño humano frente a él fuera su mayor tesoro, esa evidente muestra de devoción y amor en la mirada de Sebastian estremecía al conde porque sentía su pecho arder y su corazón erráticamente latía, además el anhelo de sentirse amado por su demonio, sin duda alguna estaba enamorado de él, ambos se quedaron de nuevo en silencio tratando de hablar a través de sus miradas enamoradas.
-Oh cierto… mi joven amo es todo un hombre ahora- Aclaró Sebastian, con ese tono burlón característico de él mientras su mano acariciaba con firmeza la pierna de su amo, que sonrojado desviaba la mirada, -¿Por qué lo dices en ese tono? - Murmuró con algo de molestia el conde, su demonio le respondió con una sonrisa igual de burlona eso exasperó más al jovencito de hermosa mirada haciendo un leve puchero. -Te estas burlando- Decía en medio de ese puchero cruzando sus delgados brazos en claro signo de su resentimiento ante esa burla de su demonio.
-Claro que no- Respondió el demonio a quien le enloquecía en sobre manera ver esas infantiles reacciones de su amo, -en la tarde el joven amo no mostró ningún rastro de ser un niño inocente- Susurraba Sebastian recostando sutilmente a su amo en la cama y colocándose sobre él.
-Eso es porque estaba ansioso- Murmuraba algo avergonzado Ciel por su mente divagaba el recuerdo de lo que habían hecho en esa cama pocas horas atrás, desviando la mirada pretendía ignorar a su amado que sentía el dulce aliento de su amo sobre sus labios cuando le hablaba, ese pequeño detalle lo enloquecía aún más.
-Me alegra ser su juguete que le alivia la ansiedad- Dijo sarcástico el demonio con fingido resentimiento ante lo declarado anteriormente por su amo. -No juegues al resentido,- dijo el conde enredando sus brazos al cuello de su amante, aunque tratara de reprimirse a sí mismo no podía por momentos mostrar su calidez al demonio, a veces simplemente no podía evitarlo si lo tenía así de cerca y más si hacia esos gestos tan humanos a pesar de ser un demonio, adoraba aunque no lo admitiera esos pucheros de su Sebastian, sus labios rozaron algo temblorosos entre sí, aunque no era su primer beso, era algo que no podían contener al sentirse tan cerca, era como una extraña pero dulce sensación que los estremecía por igual, no entendían si era por lo distinto de sus naturalezas que ante tal cercanía y los sentimientos a flote provocaban esa sensación.
-Tú también fuiste brusco conmigo- Murmuraba Ciel con una pequeña sonrisa traviesa miraba con fijación a su demonio, el conde estando así entre los brazos de su demonio no escuchaba ni los truenos del exterior, por ahora eran solo dos y su idílico romance.
-Se aprovecha porque soy un demonio puede regenerarme a mi antojo- Decía el mayordomo con tono de resignación, recordando los profundos arañazos y mordidas de su amo cuando por la tarde le regalaba al tomar su cuerpo, amándolo en esa misma cama, podía en su mente escuchar el resonar de los gemidos de su amo al hacerlo tan suyo, el demonio sonrió en complicidad con él recordando su tarde, ambos tímidamente desviaban la mirada al recordar lo mismo.
-Tengo suerte de ser un humano débil a veces- Murmuraba con jactancia el pequeño y travieso conde pues a pesar que él podía delirar de placer mientras hacían el amor, dándole libertad de hacer lo que quisiera en el cuerpo de su amante, pero Sebastian debía contenerse porque el pequeño cuerpo que poseía con sus besos y caricias, no era igual al suyo, pues a diferencia de él si lo marcaba con una mordida a los pocos minutos no podía regenerarse además de ser doloroso, era un punto a favor de Ciel y su humanidad, lo que de alguna manera frustraba al sensual demonio que chasqueaba la lengua al escuchar esa aclaración de su realidad, cuando repentinamente sintió como su pequeño amo atrapaba sus labios con profundidad en un delicioso beso, el demonio se dejaba llevar, así ambos disfrutaban de ese beso en medio de la noche lluviosa.
- ¿Qué haces Ciel Phantomhive?-Murmuraba Sebastian después de ese exquisito beso viendo jadeante a su amante que trataba de recuperar el aliento. -¿Hacer?- Murmuró entre jadeos el conde no entendiendo la pregunta de su demonio. -Nos estamos besando, idiota- Terminaba de decir ante esa extraña pregunta y lo miraba con algo de molestia.
-No… me refiero como haces para tenerme completamente cautivado.- Declaraba con una sincera sonrisa el demonio, ante esa inesperada confesión el conde muy avergonzado se sonrojaba y enmudecía, esas palabras lo habían callado y como odiaba sentirse así, que lo dejaran sin palabras. -Se… bas… tian- Murmuró al sentir que su demonio, tomaba la iniciativa de ir más allá de un beso en ese momento, el conde se debatía entre seguir o no, pero recordando la misión de esa noche decidió abstenerse y refrenó el ímpetu de su demonio obligándolo a pararse cuando él se sentaba. -Los invitados nos esperan- Se escuchaba decir al conde poniéndose de pie también tratando de arreglar su ropa y disponerse a bajar.
-Cuando terminemos este juego… jugaremos los dos solitos…- le susurraba sensualmente el conde a su demonio tratando de animarlo pues su ánimo estaba decaído por el reciente rechazo de su amo. –Sí, mi señor- Dijo Sebastian ante esa promesa tan encantadora, esperaba terminar todo ese asunto de la velada esa misma noche y así disfrutar de la dulce compañía de su amo, con esa esperanza se animó y con una enorme sonrisa halaba de prisa al conde para bajar a la cena de esa noche con sus invitados que le esperaban.
-Es tan fácil cautivarte querido- Decía con una sonrisa traviesa el conde al sentirse halado por el ansioso demonio, al llegar a las escaleras y al no ser vistos por los invitados se regalaron un beso y se susurraron algo a los oídos, sonrieron y soltándose bajaban las escaleras notando la mirada de los invitados sobre ellos, el juego empezaría en esa noche lluviosa en la mansión Phantomhive.