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Two Portrait por xSuicide_Silentx

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Notas del fanfic:

Nombre de la pinturaEl grito

 

Nombre del pintorEdvard Munch

 

Año asignado2010

Una excéntrica exposición de arte había llegado por fin a Tokio, congregando a un sinfín de artistas de la región así como en diferentes especializaciones. Cuadros tradicionales y exposiciones modernas se dejaban ver en aquellas excéntricas galerías puras que podía ofrecer la ciudad. Con un ambiente tranquilo, siendo el único dueño de ello los murmullos de la multitud. Algunos observaban la muestra por mero gusto y pasión al arte, otros lo analizaban y criticaban desde el propio punto de vista y sus colegas y otros buscaba inspiración entre tantas piezas maravillosas en las salas.

                         

Nuevos artistas se daban a la fama, así como otros ya experimentados se consagraban nuevamente ante los maravillosos ojos del público, acrecentando su ego y regocijo. Otros aceptaban las críticas y con humildad agradecían los múltiples cumplidos que eran dados a sus obras. Todo se llevaba a cabo de maravillas, incluso para los que lo deseaban, en las instalaciones se hallaba un pequeño bar para quienes desearan disfrutar algún trago.

 

En aquel lugar se hallaba un joven artista en la compañía de una copa de vino, buscando alejarse del bullicio, dejando a su suerte las críticas sobre su trabajo. Después de todo en primer lugar aún dudaba de su presencia en la galería. No era tonto, sabía que algo de talento traía entre manos a la hora de las típicas representaciones abstractas que lograba realizar, pero de allí a estarse exponiendo de manera tan directa a profesionales y grandes críticos le hacían querer salir corriendo en ese preciso instante. Maldecía el momento que se dejó convencer.

 

Al fin y al cabo, no eran muchos los años que se había instalado en el epicentro del país y aunque no lo hubiera admitido, no se encontraba ni remotamente listo para un acercamiento social de ese estilo. Apenas y pudo terminar los años en la universidad sin problemas. Aun se preguntaba cómo no había terminado por aislarse de la sociedad en su departamento. De seguro era el deseo de subsistir naturalmente.

 

Todo tipo de pensamientos pasaban por su mente en aquel momento mientras la bebida carmín pasaban por sus labios, solo quería pasar desapercibido, sin importarle mucho el poder hacerse de un gran reconocimiento. Aunque le tentaba la idea de poder vender alguna de sus obras. Pero tenía los pies en la tierra, debía de tener una gran suerte para que algo como eso sucediera.

 

Las horas siguientes se le escaparon entre sus dedos, su móvil apagado como si no existiera en el universo. Sabía que sus colegas andarían buscándole pero no quería saber nada de ello. Se iría al cabo de unos momentos sin levantar sospecha alguna, ya sabría su futuro el día siguiente. Poco a poco la gente se retiraba de la galería quedando vacía. Tomando ello como pie para pagar y retirarse rápidamente, deseaba con fervor llenar a su vivienda.

 

Las personas salían ordenadamente y a paso lento. Algunas estaban contentas con lo que habían observado y otras con lo que habían adquirido. Algunos más conformes que otros por los precios que fueron obligados a pagar. Aunque de entre ellos destacaba aquel hombre de aspecto duro y frío que por casualidad se vio arrastrado a aquel lugar. Adoraba el arte, pero no era su hobby el ir a las exhibiciones, siendo para sí una pérdida de tiempo por el trabajo de diseñador gráfico que siempre acarreaba, pues se le era bien conocido en el ambiente laboral.

 

Pero aquella vez era diferente, ahora entendía el poder de un simple cuadro, pues uno de ellos había llamado poderosamente su atención, culminando en ser el dueño de este sin lugar a dudas, aun así, sintiendo cierta frustración al no poder ver cara a cara a su creador. No tenía mucho que decir sobre la pieza, el arte siempre es algo idealizado por todos. Pero quería saber quién era el que dio vida a su compra. Pero sería otra ocasión o al menos eso esperaba que sucediera. Después de escuchar los comentarios de la personalidad artística del pintor lo dudaba y mucho.

 

Los pasos resonaban fuera del establecimiento y el amontonamiento de gente era cada vez más molesto. Sin evitar chocar a veces con las mismas personas que se aglomeraban en el lugar. Era una situación totalmente molesta. Más cuando por accidente se vieron chocar dos jóvenes, uno con una pintura en mano, que al estar recubierta el daño fue mínimo; y un artista que fue el centro de atención cuando su deseo de escapar sin levantar sospecha fue desechado.

 

—Siento mucho el choque ¿se encuentra bien? – Rápidamente se escuchó por parte de un preocupado pintor, ofreciendo ayuda al verse de pie.

 

—Sí, solo espero que la pintura no se haya dañado. Estarás en problemas si es así. – Palabras duras y secas fueron su recompensa y una mirada de pocos amigos. Debía marcharse y rápido. Pero la incógnita de la pintura era más fuerte que él, aún si tuviera que pagarla por algún daño lo haría.

 

Cuando pudo recuperar la pintura, solo notó roto el papel que la cubría pero la obra estaba en perfecto estado. — No ha sucedido nada. Te has salvado.

 

Un suspiro de alivio fue el que le devolvió el alma y la curiosidad el ver la adquisición de ese hombre. Sorprendiéndose de que era una de las propias pinturas las que tenía allí. El habla lo abandonó, ¿había vendido realmente una de sus pinturas? Debía pellizcarse para creerlo.

 

— ¿Te ha gustado esa obra?

 

Una mirada fue su respuesta, diciendo más que mil palabras en ella.

 

—Claro. Es perfecta y los colores fríos parecieran dar una sensación de calidez, como si fuera magia. Tenía deseos de felicitar al artista, pero no andaba cerca.

 

Dudas fueron las que lo asaltaron si decirlo o no. ¿Pero que más daba? Se había tropezado y adquirido una de sus primeras obras, algo debía hacer.

 

—El artista soy yo.

 

Incredulidad y ansia se mezclaron en el diseñador. Extendiendo su mano en saludo y felicitaciones. Presentándose a él. Tenía que aprovechar esa oportunidad, era ahora o nunca.

 

—Akira, Mucho gusto. Yo compré tu obra y me gustaría hablar de arte contigo.

 

—Mizuki, el gusto es mío. Me parece bien, ¿trabajas en el ambiente?

 

Una respuesta afirmativa fue lo que obtuvo y allí, una charla dio comienzo, tanto de sus profesiones como ideales y criterios sobre el arte y sus distintas ramas, con un café de por medio en aquellas cafeterías clásicas que eran comunes cerca de las galerías. Surgiendo desde ese momento un ambiente cómodo entre ambos hombres.

 

El tiempo había pasado para ambos y entre citas, llamadas y pequeños tiempos durante los trabajos sentimientos afloraron en ambas partes. Era de esperarse que aunque fueran en ciertas formas opuestas el amor por el arte y ciertos hobbies los llevaran a una relación formal que culminó con la convivencia de ambos en un mismo lugar. Cada quien poseía su lugar de trabajo y respetaban sus tiempos. Detalles iban y venían como los años juntos pasaban. Siendo consumidos poco a poco por la monotonía con ocasiones de aquel intenso fuego del inicio.

 

Mizuki pasaba tardes y noches en su taller, experimentando y creando nuevas y diversas obras, a las que, a la mañana siguiente siempre buscaba el criterio de Aki y aunque fueran unas pequeñas palabras antes de largarse al trabajo eran suficientes. Compartían los escasos días libres del diseñador y las noches en que la inspiración no golpease a la puerta para pasarlas juntos. Ya sean en amenas charlas o cenas.

 

Ya artos de la rutina una idea había surgido entre ambos, pasar una noche fuera. Desde la cena hasta un hotel. Aun poseían juventud y grandes anhelos para ambos en un futuro. Pero todo se vio opacado ante una inminente reunión de trabajo. Lo dejarían para otro día, era difícil encontrar ese tipo de trabajos bien pagados para un diseñador gráfico. Debía de cumplir o sería difícil conseguir un trabajo similar a ese.

 

Era odioso tratar de sobrellevar una reunión de aquel tipo por tantas horas seguidas. Tanto por su jefe y compañeras de trabajo. Nadie se ponía de acuerdo con lo que querían en concreto. Dolor de cabeza era lo menos que le molestaba a ese momento. Y no hacía más incrementarse conforme las horas pasaban, dando paso a la hora estipulada que habían planteado para retirarse todos, si bien cobraba extra por hora, quería marcharse ya mismo.

 

Todos fueron abandonando la oficina, contentos con lo poco concretado esa tarde. Por su parte el interés nunca estuvo en la oficina aunque ello era lo que conseguía su sueldo, sus planes sin duda eran más importantes que las personas allí. Con esos pensamientos, tomó el maletín y se dio a la fuga con un bajo perfil. Pero nada sale como lo planeado. Desafortunadamente los contratiempos no se hacían desear.

 

Por fin había regresado al apartamento, cansado y bastante molesto gracias a sus “amigables” compañeras ¿acaso tenía cara de chofer? Pero claro, no sé podía negar, tenía por demás claro que aquella muchacha era alguien cercano a su jefe, por no decir su hija. Una razón más por la cual conseguir un nuevo trabajo que pagara algo similar a lo que ya ganaba en aquella empresa. No quería problemas y ya había tenido bastantes indicios de ellos. Como el haber llegado tarde y sin aviso alguno.

 

Todo se estaba en penumbras, de seguro ya su compañero estaría durmiendo. Por ende sus pasos y movimientos se vieron lentos así no quebrar el silencioso panorama. Pero algo llamo su atención, aún podía escuchar cierta discusión proveniente de la habitación. La curiosidad le ganó, escuchando la charla que parecía ser una ferviente discusión.

 

—Mejor demos la conversación por terminada. No hay nada de cierto en lo que dices. El paranoico eres tú. ¿Cómo tirar tanto tiempo por la borda? Es imposible.

 

Segundos pasaron y una nueva respuesta era dispuesta con ira.

               

—Esto no está arruinado ¿qué te da el derecho de decírmelo? Yo soy quien está con él, no tú. No, no te dejaré continuar. ¡Haré lo que crea mejor para mí no lo que tu opines y se acabó!

               

Sin duda las palabras que escuchaba habían llamado su atención ¿de qué estaría hablando y con quién? No debía interrumpirlo era un hecho. Pero debía dar fin a sus dudas. Momentos fueron los que pasaron antes de cerciorarse de no interrumpir nada, abriendo la puerta y dando a notar su presencia.         

 

—Perdona la hora, ya he llegado. – Noto sobre la cama el móvil del susodicho, aceptando el hecho de que había cortado lo que parecía ser una llamada. Al levantar la vista, se encontró un ceño fruncido y colérico. Algo realmente andaba mal.

 

—Pensé que pasarías la noche fuera, bienvenido.

 

Las palabras fueron eficaces y lo llevaron al frente de su amante con una interrogante directa, no era el mismo chico que conocía y eso solo daba la certeza de su ira. Y frente a ella no podía dar el brazo a torcer.

               

—Dime que he hecho esta vez.

 

Los segundos silenciosos no se hicieron de esperar, la tensión se hacía cada vez más palpable entre ambos. Más al no recibir siquiera contestación.

 

—Quise ir por ti. Pero no quería interrumpirte con tus compañeros de trabajo. – Mala interpretación de la situación, eso era malo y la terquedad del otro no hacía buena combinación.

 

Suspiro y buscó la calma inexistente que poseía pero aparecía solo para ese chico. — Es la hija del jefe ¿vale? Tuve que llevarla no quiero perder el trabajo hasta que consiga otro.

 

Pensaba que con eso era suficiente pero por el contrario se vio con una reacción totalmente neutral. Las palabras definitivamente no eran las correctas y las horas tampoco. Viéndose por primeras veces durmiendo solo nuevamente.

 

Las semanas habían pasado desde la primera discusión entre ambos y las cosas no eran las mismas, eran tratos ciertamente distantes y fríos. No había forma de hacer entender al pintor lo que realmente había pasado. O mejor dicho no quería escucharlo, cada vez que lo intentaba se encerraba en su estudio y no salía hasta la hora de la cena y otra vez las palabras no salían. El esfuerzo sobre humano para calmar las aguas era agotador. Fue el detonante para buscar un nuevo trabajo para otra firma aunque significará menos ingresos para ambos.

 

Días enteros fueron los que había invertido pero por fin pudo renunciar y ser contratado para un trabajo similar y con buena paga. Esperaba que pudiera contentarlo con eso. Las ideas se le agotaban. Ni corto no perezoso entró al territorio ajeno, el cual se veía lleno de cuadros inconclusos o terminados y lienzos en blanco. Sin duda alguna era el esfuerzo total de su pareja lo que se hallaba entre esas paredes. Pero no podía dejarse llevar por aquel talento. Tenía que tomar al toro por los cuernos.

 

—Renuncie y tengo otro empleo. ¿Ahora estás contento? –Cortas simples y duras fueron las palabras que salieron de su boca, aun así fue ignorado por una simple pintura.

 

La paciencia se drenó por completo y era hora de volver a poner los puntos sobre las ies. Se interpuso entre el lienzo y su pareja.- Escúchame. Nunca te fui infiel, hace semanas que no llevamos una relación sana. Cambie mi trabajo por ti ¿qué necesito para qué salgas de estás cuatro paredes y me perdones?

 

Los pinceles se detuvieron y dejaron a un lado. La tranquilidad con que Mizuki lo hacía realmente era sobrehumana y lo irritaba más. Solo una mirada, con cierta indiferencia al contenido que hacía sido dirigido para si tuvo una simple respuesta.- Una cita.

 

Y ahí estaban, en una cita simple por el parque a las horas del atardecer. Solo eso fue necesario para que las cosas volvieran a la normalidad. Los conflictos de días anteriores habían quedado en el pasado y una nueva confianza momentánea había surgido, volviendo a unirlos en el  paseo que el joven pintor había propuesto para dar por oficial su reconciliación, las cosas simples era lo de ambos.

 

Siendo el hecho de que con los primeros fríos pocos se aventuraban por los senderos de la gran extensión de bosque artificial lo que les proporcionaba una intimidad única, lejos del bullicio de la ciudad y el constante fluir de personas. Una época otoñal a relucir por las múltiples hojas marchitas que adornaban cada paso de la pareja, dejando un escenario agónico ante la arboleda sin ellas cubriendo sus copas.

 

El silencio dominaba el lugar, solo la brisa gélida se paseaba entre ellos. Y, como cuales jóvenes amantes, se tomaban de los brazos buscando recobrar el calor que les era quitado, tomándola como excusa para estarse más cercanos el uno del otro. En donde ambas sonrisas cómplices y cálidas le hacían frente a la estación reinante en su alrededor, buscando romperla. Creando un paisaje despreocupado en donde ninguna mala hierba podría siquiera pensar que existiría.

 

Las hojas crujían a cada paso dado por ambos, y pequeñas palabras o murmullos rompían la clara escena otoñal frente a sus ojos. Cualquiera que pasará por el lugar diría que esa escena era un burdo cliché sacado de la más clásica y parodiada película de romance. Y podría decirse que así lo era. Ambos ahora detenidos y sentados en una de las bancas que cada cierta cantidad de  metros se colocaban en todos los senderos del parque. Admirando la escena natural frente a sus ojos. Solos y tranquilos. Con sonrisas plasmadas en sus rostros.

 

—Sabes, creo que deberíamos tener más momentos como estos ¿no lo crees así? No solo luego de una disputa. –Fueron las palabras que salieron de la boca del diseñador.

 

 —Es verdad. Aun con ello, siempre será un buen recuerdo. Los dos juntos aquí, paseando y disfrutando de tal paisaje. Me recuerda a mis primeras incursiones a la pintura. Siempre fue mi escenario favorito desde niño.

 

—Vaya, nunca lo habías mencionado ¿así mismo te inspiraste en la pintura que compré aquella vez? — La respuesta tardo en llegar, el semblante ciertamente sombrío de Mizuki era naturalmente perceptible ante la incómoda pregunta, sabía que no podía ocultarlo por mucho más. Pero pudo recuperarse ante los recuerdos de aquella pintura y darle una respuesta lo suficientemente convincente.

 

—No has tenido suerte, fueron otros sucesos los que me llevaron a ella. Haz tenido un gusto singular. –Allí estaba, una sonrisa radiante, vacía para él pero convincente para su compañero.

 

—Pero la suerte estuvo de mi lado.

 

Esas palabras habían calado rápidamente el interior del receptor, sintiendo en su pecho cierta opresión por ellas, recurriendo a un suspiro para aliviar esa carga. Ambos miraban el atardecer, como si este pudiera ser el último.

 

De un momento a otro todo se vio opacado por un sonido seco y sordo que podría decirse, corto el suave y gélido toque de la brisa otoñal. Todo para aquel ser había terminado de un momento a otro. Sin entender el porqué de ello. ¿Acaso tan mal hacían sucedido las cosas entre ambos para llegar a aquellos extremos? No sabía cuál dolor era peor, si el de la traición de su tan amado artista o el que se producía al irse escapándose la propia vida de su cuerpo, yaciendo casi inerte sobre la arenilla del parque, que por su parte se iba tornando carmín con el correr de los segundos.

 

Sintió como pequeñas gotas salinas golpeaban sus mejillas, confundiendo aún más la escena que transcurría, siendo ambos los protagonistas de ello. Aun así, un deseo de reconfortarlo en aquel dolor se hacía presente en su interior, buscando alcanzarlo con la poca fuerza que recibía en su cuerpo. Teniendo como respuesta que aquel muchacho se arrodillase a su lado entre sollozos, dejando a un lado el objeto de su crimen.

 

—Lo siento mucho, Aki… No deseaba esto para los dos. Lo sé, sé las dudas que rondan en ti. Nunca quise mentirte ni ocultarte cosas, pero lo hice y lo lamento. –Las palabras fluían con dificultad, rehuía a su mirada, como vil cobarde que se sentía. No tenía que haber terminado de aquel modo. Y otra pausa se vio impuesta entre ambos, la mirada del otro, lo decía todo. Necesitaba saber lo que sucedía aunque ya no pudiera solucionarlo. Pero lo necesitaba.

 

—Debía de hacer esto por mi cuenta, no deseaba que corrieras la misma suerte que mis padres. Nunca mencione esto a nadie y me arrepiento de no haberlo hecho contigo. Pero mis padres fueron asesinados, yo mismo lo hice. No exactamente yo. — El buscar las palabras correctas le eran sumamente difícil, más con el hecho de estar perdiéndolo frente a sus ojos.

 

— ¿Recuerdas mi llamada por móvil hace semanas atrás? No era un amigo, era una discusión conmigo misma y mi otro yo… Poseo otra personalidad y él fue quien causo la muerte de ellos. Sino hacía esto yo mismo, tú hubieses seguido el mismo camino que ahora, pero mucho más doloroso. 

 

La sorpresa adornaba el rostro de Aki, nunca hubiera sospechado algo como eso pudiera sucederle a su pareja, dando por sentadas ciertas actitudes que pudo haber tenido en su pasado. Pero ya no importaba, el perdón le era merecido. Luego de tanta felicidad ¿qué importaba llegar a ese final tan abrupto? No importaba, buscando llegar su último pensamiento a ese ser que tantos momentos le había podido dar apretando su mano y besándola como tantas veces lo había hecho tantas veces.

 

Todo lo que callaban allí estaba expresado, penas, dudas, alegrías, diversión y traiciones. En un último exhalo, donde ambas manos volvieron a desconectarse. Dejando el panorama de ambos en una obscuridad total.  Un sueño eterno que no desaparecería y un futuro sin esperanza alguna era lo que quedaba.

 

Nada sería igual desde ahora en más. Las fuerzas habían abandonado el cuerpo del pintor que miraba el cuerpo inerte de su amado ser cubierto por los colores tan cálidos del atardecer, siendo una gran ironía a su vez. Sin duda una escena digna de un cuadro, un cuadro del que buscaría ser parte también.

 

“No lo hagas. No hay vuelta atrás después”

 

Pero las palabras ya no llegaban, todo indicio de vida había desaparecido con un solo movimiento.

Notas finales:

Espero lo hayan disfrutado y recibir sus críticas.

Nos leeremos luego.

 

Bye Bye.


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