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Y nos volvemos a ver por GretelHalliwel

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Notas del fanfic:

PruMano (Prusia x Romano) como pareja principal

OoC en los personajes debido a la trama

Mención de un OC propio

 

Notas del capitulo:

Ningun personaje -excepto Remus- me pertenece, son propiedad de Hidekazu

No tiene relación alguna con los verdaderos países, armadas y cualquier otra cosa de esas.

 

Después de 6 años al fin lo vería, no que antes no lo hubiera intentado sino más bien era que Romano había cumplido su palabra, se mantuvo aislado de él y el pobre de España moría de culpa, después de todo no pensó que esa última pelea llegaría al extremo de “separarlos” y lo ponía en comillas porque él no había aceptado aún el que Romano lo terminara ¡Y todo por un inexistente niño! ¿Acaso Romano no había entendido sus razones? Era imposible para ellos tener un niño: ya no había países nuevos, las micro-naciones no irían con ellos (y Romano aceptó que el criar una micro-nación no era una opción) y ninguno daría la independencia a una parte de sí para criarlo, esa sería su ruina, económicamente hablando.

Aun recordaba ese día, se levantaron normal y de pronto Romano había sacado el tema muy seriamente, pero España, distraído y denso como él solo, terminó por pensar que era una broma del menor, lo que hizo enfurecer a Romano. Quien después de un drama tamaño mundo terminó por empacar sus cosas y regresar a su casa diciéndole un seco: “Pues si tan poco te importa compartir algo así conmigo, me largo y no volverás a saber de mí” España como era obvio intentó seguirlo, pero los opacos y heridos ojos de Romano lo congelaron en su lugar, no creyó que el tema de ser padres lo afectara tanto ¿no se supone que ya habían pasado por eso al cuidar todas las colonias del continente americano?

Y dicho y hecho, apenas Romano dejó la casa, el español ya no supo de él por los siguientes seis años. Intentó por todos los medios ir a verlo o saber algo pero nadie le daba razón de él, el único que podía decirle algo era Veneciano, pero el italiano se encontraba bastante ocupado -o eso decía- como para atenderlo. Así que ansiosamente estuvo esperando por ese día, la reunión de las Naciones Unidas.

Llegó temprano y se quedó fuera de la sala a la espera de Romano, pero todos los países fueron llegando, la reunión estaba por comenzar y ni señales del italiano.

− ¿España, no piensas pasar? - Francia se acercó y le tomó del hombro.

− No vendrá… - cabizbajo evitó mirar a su amigo - Romano, él… no vendrá

− España… Romano ya está dentro de la sala… él llego con…

− ¡Sí llegó! - con su ánimo restaurado corrió hacia la sala sin importarle el escuchar todo lo que Francia le avisaba.

− Sí, pero ¡España, espera! ¡ESPAÑA! - el galo inútilmente intentó detenerlo, por lo que lo siguió y se detuvo cuando chocó contra la espalda del español - España…

− ¿Ro…mano? ¡Eres… eres tú! - se detuvo cuando alcanzó a distinguirlo.

En esos seis años Romano había cambiado un poco, en lugar de estar gritando y maldiciendo como siempre, estaba tranquilamente leyendo algunos documentos. Su ropa consistía en un traje azul oscuro y camisa blanca con los dos primeros botones desabrochados y usaba unos lentes delgados con el armazón negro. Al escucharlo su ceño se frunció levemente. Sentado a su derecha estaba Prusia y a su izquierda Veneciano, quien a su vez estaba sentado al lado de Alemania. Los cuatro voltearon a verlo al mismo tiempo.

− España, Francia ¿por qué el escándalo? - fue Alemania quien les preguntó - ¿sucede algo?

Antes de que Francia respondiera, España corrió hasta Romano y lo intentó abrazar pero los brazos de Prusia lo alejaron, abrazando él a Romano.

− Quieto ahí amigo, nadie toca a la pareja del asombroso yo - le riñó con una sonrisa pero España sabía que era una amenaza verdadera.

Y eso lo descolocó por completo… “pareja” ¿a qué se refería con eso? ¡Él era la pareja de Romano, no Prusia!

− ¿De qué estás hablando? ¡Yo soy su pareja, no tú! ¡SUÉLTALO GILBERT! - gritó llamando la atención de todos los demás países pues nadie solía llamar a los demás por sus nombres humanos en una reunión. Francia y Alemania se acercaron y lo sostuvieron cuando hizo amago de golpear a Prusia y jalar hacia sí a Romano - ¡Suéltenme! ¡Francis, Ludwig!

− Deja el escándalo España, esta es una reunión importante - le dijo el alemán menor - tranquilízate

− Ve~ España nii-san hazles caso - Veneciano lo miraba preocupado, no asustado como uno supondría que estaría.

− ¡NO! ¡Lovino es mío, no de él! - gritó mientras se zafaba de los rubios - ¡suéltalo!

− ¡Yo no soy propiedad de nadie! - Romano lo encaró deteniendo a España de hacer algo más, su ceño estaba fruncido y su mirada destilaba furia - deja de hacer el ridículo, bastardo español  ¡Y no me llames Lovino! No tienes derecho ni razón para llamarnos por esos nombres y mucho menos aquí - lo regañó, se había zafado de los brazos de Prusia pero ahora lo tomaba de la mano.

− Pero… Roma, yo… te eh esperado estos años ¡no eh sabido nada de ti en 6 años! - le reclamó, no apartaba la mirada de sus manos unidas - y ahora que te veo, apareces a lado de él y Prusia dice esas estupideces de ustedes juntos y…

− No son “estupideces” como tú les llamas - lo interrumpió, después cambio su expresión molesta a una seria y lo miró con algo de culpa reflejada en sus ojos… solo un poco, pues sabía que lo siguiente que diría lastimaría al español -  Prusia, él… él es mi esposo - dijo mirándolo a los ojos, para que viera que no mentía.

− ¿Qué? No… no es cierto, tú no pudiste… - España los miraba sin querer creer lo que le dijo, desvió su vista a las manos de estos y notó los anillos que confirmaban lo dicho por el italiano - ¿Cómo pudiste hacerme esto Romano? ¿Y tú, Prusia? ¡Se supone que eras mi amigo! - les gritó, lágrimas ya bajaban por su rostro - ¿¡Cómo pudieron hacerme esto?!

− España, cálmate… por favor, cálmate - Romano se acercó a él - las cosas se dieron así, no fue ninguna traición, porque,  bueno, nosotros… - se intentaba explicar, pero al no hallar las palabras volteó hacia el albino.

− España, lo que Romano quiere decir es que ustedes ya no estaban juntos cuando nosotros comenzamos a salir y la razón del por qué nos casamos, bueno, no es fácil de explicar

− Bruder, mejor salgan, empezaremos la reunión y después, cuando España se haya calmado, regresen - Alemania los miraba serio, pero también estaba preocupado.

− Sí fratello, creo que será mejor eso - Veneciano les comentó al ver que todos los países estaban atentos a lo que sucedía.

Entre los dos sacaron a España de la sala y mientras Alemania comenzó la reunión, desviando la atención de ellos tres. Afuera España los miraba serio y herido, Romano y Prusia no sabían cómo seguir explicando la situación.

− ¿Por qué? ¿Tan importante era eso para ti, Romano? - España bajo la mirada, cerró los puños con furia.

− No España, no fue eso… es que… - antes de que pudiera terminar la oración una dulce y emocionada voz los interrumpió.

− ¡Vati! ¡Papá! ¡Miren lo que encontré!  

Los tres desviaron la vista hacia la voz. Venía de un niño que se acercó a ellos sosteniendo entre sus manos un pequeño canario. Tendría alrededor de 5 años, estaba vestido con un suéter azul, una playera blanca, shorts cafés y tenis negros; su piel era un tono más claro que la de Romano, su cabello era castaño y sobre su cabeza sobresalía el rulo distintivo de los italianos además de tener los ojos cerrados igual que Veneciano, mostrando así su obvia ascendencia latina.

 Se acercó a ellos mostrándole el canario a Romano, y España quedó algo confundido, al principio no había entendido el por qué el niño le decía “Papá” pero luego unió rápidamente cabos y creyó que el niño era de ambos y por eso se había mantenido aislado de él todos esos años y el cómo se le había escapado la existencia de un nuevo territorio y en dónde. Estuvo a nada de acercarse cuando recordó que también había llamado “Vati” a Prusia, lo cual lo enojó pues se suponía que el niño -tal vez- era suyo… sin embargo cuando abrió sus ojos España se enfureció, pues eran… unos rojizos ojos iguales a los de Prusia.

− Rem, se supone que te quedarías en la sala donde te dejamos hasta que terminara la reunión - Romano le riñó cariñosamente - no puedes andar vagando por el edificio así como así

− Lo siento… ¡pero es que este pajarito cayó del árbol cerca de la ventana! ¡Pensé que Vati y Gilbird podrían regresarlo a su nido! - argumentó inflando los cachetes - ¿verdad que lo pueden regresar, Vati? - volteó hacia Prusia y lo miró con sus grandes ojos a punto de soltar lagrimitas… igual de melodramático que Romano.

− Claro que sí, tu asombroso padre lo regresará a su nido - Prusia se agachó para cargar al niño mientras le sonreía.

− Así que no fue por esto ¿CIERTO? - España comentó con voz fría - no fue por tu enloquecido deseo de ser padre que me dejaste, sí claro, como no…

− ¿Vati? ¿Quién es él? - el pequeño se aferró al saco de su padre mirando un poco asustado a España.

− El que debió ser tu padre… ¡Tú tenías que haber sido mío! - gritó acercándose a ellos de improviso, logrando tomar al niño.

− ¡SUÉLTALO ESPAÑA! - gritaron a coro los padres.

− ¿Q-Quién eres? ¡Me asustas, maldición! - gritó el niño pataleando para que lo soltara - ¡bájame! ¡Suéltame! - le dio una patada en la cara que provocó que lo soltara.

Cayó al suelo y corrió hasta sus padres. El canario firmemente sostenido entre sus manos.

− ¡No te me vuelvas a acercar bastardo! - le gritó temblando de pies a cabeza, mientras Romano lo cargaba y Prusia se ponía enfrente de ellos - maldición, das miedo - se quejaba haciéndose bolita entre los brazos de su padre, algunas lágrimas escapaban por las comisuras de sus ojos.

− El problema es con nosotros, no metas a mi hijo en esto ¿entendido, Antonio? - Prusia lo miraba fijamente con el ceño fruncido, con una ira y fuerza que solo era comparable a sus tiempos como caballero Teutón.

− ¿Tú hijo? - se burló - ¡debía ser hijo mío! - gritó de nuevo - ¿crees que Romano se quedó contigo porque te quiere? ¡Solo está de tu lado porque le diste un mocoso!

− ¡Silencio Antonio! No voy a permitir que le hables así, ni a mi hijo ¡ni a mi esposo! - Lovino lo veía furioso, ahora más que nunca se notaba su parecido con el Imperio Romano.

Con tanto escándalo los demás habían pausado la reunión y salieron a ver el por qué de tantos gritos. Alemania y  Veneciano se adelantaron a los demás y miraban a sus hermanos preocupados, Alemania hacia mucho que no veía a Prusia tan molesto y Veneciano no recordaba haber visto así a su hermano. Suiza se acercó seguido de Linchestein y al verlo Romano le dijo al niño que fuera con ellos y ni tardo ni perezoso el pequeño corrió hasta los brazos de la rubia, quien preocupada lo cargo.

− ¿Se puede saber por qué están tan serios? España ¿qué sucede? - EUA salió de entre los demás y preguntó mirando alternativamente entre España, Romano y Prusia - ¿chicos?

− Que te lo diga el puto de Romano… - España le respondió de mala gana, sorprendiendo a la mayoría de los presentes - o el imbécil de Prusia… digo, ya que fue tan bueno como para revolcarse con MI novio y darle un mocoso, que sea bueno para explicar el por qué le daré la paliza de su vida - terminó por decir viendo fijamente a Prusia.

− ¿What? ¿Kid? - el rubio volteó hacía todos lados y al final fijó su vista en el niño que cargaba Linchestein y que Suiza protegía - ¿te refieres a Remus? No seas idiot, Spain!

− ¿Disculpa? - desvió su atención al americano, que ahora reía a carcajada suelta - ¿qué te causa tanta risa, gringo? - preguntó de mala gana.

− ¡No puede ser posible que hagas este escándalo por Remus! It´s stupid! - repitió entre risas - Remus is the new Vatican! - aclaró para después medio calmarse.

− ¿Él… es el nuevo Vaticano? - toda su furia fue sustituida por confusión - no lo entiendo ¿el Vaticano no es la molesta mujer mayor? ¿Cómo podría serlo ese niño?

− Es lo que intentamos decirte, bastardo español - Romano ahora lo miraba con algo de reproche - hace cuatro años, Magdalena nos mandó llamar a nosotros cuatro - señaló a los dos alemanes y a su hermano -  y nos dijo que su era estaba por terminarse, que en cuanto el nuevo Papa tomara el cargo, ella desaparecería - explicaba serio, pero se  podía distinguir un tinte triste en su voz - pero no el Vaticano en sí, solo se “renovaría”, por decirlo de alguna manera, y que debido a eso era necesario que la nueva personificación tuviera bases sólidas, más que solo la de ella

− Si eso fue así ¿por qué no llamarme a mí? - debatió volviendo a enojarse.

− Porque el Papa que fue elegido no era español, era alemán, por eso además de llamar a Romano y Veneciano, nos llamó a nosotros - Prusia siguió con la explicación - era necesario que las bases del nuevo Vaticano fueran del país donde se encuentra la Ciudad-Estado y del país del cual era originario su nuevo líder

− Y si todo eso es verdad ¿por qué no dejar que los padres del mocoso fueran Alemania e Italia? - agregó en tono ácido, sabiendo bien que el que llamara a Veneciano “Italia” hacía sentir menos a Romano, pues desde que eran niños todos consideraban a Veneciano como la única Italia y nadie tomaba en cuenta que Romano también lo era - estoy más que seguro que ellos dos hubiesen estado encantados de hacerlo, así ustedes no tenían que “sacrificarse” mostrando lo geniales que son como hermanos mayores - terminó sarcástico.

− Por si no lo sabías, la Ciudad del Vaticano está en Roma, y es parte del territorio que represento yo, así que Veneciano no podía hacerlo - Romano continuó como si nada, pero los comentarios de España le habían dolido. Prusia pasó un brazo por detrás de su cintura, abrazándolo para darle ánimos, lo cual enojó aún más a España.

− Y mi bruder tiene demasiadas cosas de las cuales encargarse, además no tiene el suficiente tiempo disponible que requeriría cuidar de una pequeña nación, el asombroso yo sí, y no escuché a nadie quejarse por ello - añadió solo para molestarlo - además el tiempo apremiaba, Magdalena nos llamó el mismo día que empezaba desaparecer, nos hizo decir unas palabras extrañas en latín antiguo y después de que Romano y yo nos casamos, porque lo que dijimos fueron votos matrimoniales y nosotros ni enterados - agregó con un toque de humor - ella desapareció, dejando en su lugar un pequeño niño de dos años que se parecía a nosotros y que, además, decía llamarse Ciudad del Vaticano

− Supimos entonces que estaba hecho, la antigua personificación del Vaticano ya no existía y en su lugar una nueva dependía de nosotros - Romano sintió como jalaban de su pantalón, bajó la mirada y al verlo tomó a su hijo en brazos - lo llevamos con nosotros, le dimos un nombre humano -Remus Beilschmitd- y le avisamos a todos aquellos que debían saberlo, como Suiza, pues es su Guardia quien se encarga de la protección del Vaticano, de allí se extendió la noticia a los demás - añadió sonriéndole al niño para luego fijar su vista en el confundido español.

− No lo entiendo, yo pregunte por ti todos estos años ¡y nadie me dijo nada! ¿Por qué? - gritó mirando hacia los demás.

− Porque te conocemos, sabíamos que si te decíamos lo que había pasado no reaccionarías bien, solo mírate ahora - Bélgica fue quien respondió - tal vez hubieras reaccionado peor hace algunos años - añadió con cierto reproche y algo de tristeza.

− Si ahora estuviste a punto de atacar a Romano y a Prusia tú solo, hace algunos años podrías incluso haber hecho uso de tu ejército… y no estoy exagerando, bien que lo sabes - Francia fue quien habló esta vez.

− Eso… yo no, es que… ¿¡cómo pudiste hacer esto?! - ahora, un poco más calmado le preguntó.

− No fue totalmente decisión de nosotros al principio España, las cosas se dieron así - Prusia, algo fastidiado ya, le repitió - ahora, deja los dramas atrás ¿quieres?

− ¡No! Lovino, tú ¿me dejaste por esto? - seguía necio, insistiendo con el tema.

− Dios mío ¡ya te dije que así no fueron las cosas, maldito bastardo español! - Romano también ya se había fastidiado - Prusia, regresen a la junta - le pasó al niño - todos, por favor… yo haré entrar en razón al bastardo - añadió mirando a los demás países.

− Bueno, ya lo oyeron ¡vuelvan a sus lugares! - Alemania, como siempre, fue quien dio la orden.

Todos regresaron poco a poco a la sala, Prusia fue el último en entrar junto a su bruder y a Feliciano. Ya dentro intentaron volver al tema pero todo mundo estaba pendiente de lo que sucedía afuera, todos estaban esperando oír de nuevo los gritos de España o los de Romano.

− ¿Es que no piensan hacer nada? - fue Austria, quien perdiendo la paciencia, dijo mirando a los alemanes.

− ¿Y qué quieres que hagamos, señorito podrido? - Prusia, ya de mal humor, le contestó ceñudo - Romano dejo muy en claro que no nos quería de metiches

− ¿Y piensas hacerle caso? ¡España no está bien! - argumentó - deberíamos estar allá con él

− No, eso podría empeorarlo - Alemania lo miró serio.

− Ve˜ Señor Austria, por favor no salga, solo lo empeorará - Feliciano le pidió al ver que el castaño se levantaba.

− ¡No pienso quedarme aquí sentado mientras ese idiota lastima a España! - alterado se dirigió a la puerta - ¡si a ustedes no les interesa, a mí sí!

− ¡Detente ahí Österreich! - Prusia lo detuvo del brazo.

− ¡Suéltame tú Preussen! - le respondió intentando zafarse, pero el albino seguía siendo más fuerte que él - ¡Que a ti no te importen no significa que a mí tampoco!

− ¿Tú crees que eres el único preocupado? ¡Mira a tu alrededor, bastardo! - el insulto tan poco común en él salió de lo más natural, tanto tiempo con Romano tenían que hacer algo de mella en él - ¡Ni siquiera tienes que ver en este asunto!

− ¡Déjame ir! - forcejeó de nuevo.

− Tía Lily ¿por qué mi Vati está tan enojado? - Remus miraba con duda a la rubia - ¿es culpa de ese bastardo de cabello castaño? ¿Por eso mi Papá se quedó afuera con él?

− En parte sí, pero no es algo de lo que tengas tú que preocuparte, además ¿qué lenguaje es ese, Vaticano? No debes decir groserías ni palabras ofensivas como esa - lo regañó Suiza, aunque sabía que era imposible pedirle eso al hijo de Romano.

− Pero tío Vash, si no tiene que ver conmigo ¿por qué el tipo ese dijo que él debía ser mi padre? No lo entiendo, mi Vati y mi Papá son mis únicos padres ¿no? Digo… también está la anciana Magda, pero ella es algo así como una abuela… algo así como el Nonno Roma o el Nonno Germania… ¿seguro que no tiene que ver conmigo? - sus rojizos ojos estaban llenos de dudas y los hermanos no sabían que responderle.

− Nein, Vaticano, esto es cosa de tus padres - Alemana volteó a verlo.

− De acuerdo… - nada convencido volteo de nuevo hacia su Vati, que intentaba jalar hacia su silla a Austria - pero ¿quién es el tipo ese? -le preguntó.

− España… o Antonio Fernández Carriedo, el antiguo Jefe de mi fratello - Veneciano le contestó - ellos… salían hace algún tiempo, pero se separaron

− ¿Por culpa de mi Vati y mía? - ahora lo miraba algo triste.

− ¡Ve˜ claro que no! - se alarmó - fue antes de todo eso, cuando tu apareciste ellos ya tenían tiempo separados

− No lo entiendo… ¿entonces que le reclama?

− ¡SUÉLTAME AHORA MISMO EXNACIÓN DE MIERDA! - gritó furioso Austria al tiempo que le daba un puñetazo en el abdomen.

− ¡Ni de coña te suelto, idiota! - le regresó tirándolo al piso, inmovilizándolo con una llave de defensa personal - de aquí no te mueves ¿entendido?

Mientras ellos discutían dentro, afuera los dos castaños se miraban sin decir una sola palabra. España aún intentaba creer que todo era una broma pesada y Romano simplemente quería estar en otro lugar y así evitar la mirada del español.

− ¿Por qué terminaste conmigo? - era la pregunta que rondaba en su mente desde que volvió a verlo, la respuesta lógica era por el niño, pero quería escucharle diciéndoselo, confirmándoselo.

− Tú… ¿no lo recuerdas? - volteó a mirarlo, con el ceño fruncido pero aun así, calmado.

− Si lo supiera o lo recordara no hubiera montado tanto alboroto ¿no te parece?

− De verdad que eres un bastardo - resopló y después de un pesado suspiro lo miró a los ojos - tú terminaste conmigo Antonio

− ¡¿Qué?!

− Esa vez, cuando discutimos ¿recuerdas lo último que me dijiste?

− Yo… te rogué que no te fueras ¿no es así? Pero tú te fuiste, me dijiste que si no quería compartir algo así contigo, entonces te irías y no te volvería a ver - dijo seguro, pero al ver al triste sonrisa de Romano supo que sus nebulosos recuerdos de esa discusión y su posterior borrachera no le habían dejado recordar todo tal cual - ¿Romano?

− Ese día, cuando salí de la casa, sí te dije eso… pero volví - desvió su vista - yo no quería que las cosas terminaran así, siempre era lo mismo… tú o yo nos enojábamos, yo me iba a mi casa o tú te ibas de fiesta toda la noche. Yo te esperaba para arreglar las cosas o tú me ibas a buscar y me rogabas que regresara… dime Antonio ¿qué tan sano era eso en una relación? - volteó a verlo con una ceja alzada pero no dejo que contestara - cuando regrese te encontré en la sala, había botellas tiradas por el piso y el olor a alcohol inundaba la habitación

− Romano yo… - él sí recordaba haber bebido hasta hartarse, y tenía una vaga idea de lo siguiente que le diría, pero Antonio pensó que lo había soñado.

− Fui e intenté despertarte - siguió con el relato ignorando al otro - y justo cuando me daba por vencido lo hiciste

Flashback

− ¡Maldizione Antonio, despierta! - Lovino lo sacudía del hombro, por la posición del otro en el sofá no podía hacer otra cosa - merde… justo ahora que vine a arreglar las cosas - suspiro decepcionado el menor - no hay remedio, hablaré contigo en la mañana…

Al levantarse sintió un tirón en su brazo y al voltear abajo unos verdes ojos le regresaron la mirada.

− ¿A-Antonio? - la mirada que le daba era parecida a la que tenía en sus tiempos de conquistador - maldición bastardo ¿es que acaso no piensas soltarme?

− ¿Qué haces aquí? - su voz, rasposa por el alcohol asustó un poco al menor - ¿no se supone que te irías y no te volvería a ver la cara?

− Si tanto quieres eso, puedo hacerlo - le respondió a la defensiva.

− No se trata de lo que yo quiera, pequeño Roma, sino de lo que tú quieras - siguió ahora levantándose sin soltarlo - ¿o qué acaso no es eso por lo que siempre huyes como una doncella ofendida?

− ¿A quién le llamas doncella, bastardo español de mierda? - sus mejillas se pusieron rojas por el enfado.

− A ti, pequeño Roma… pero sabes, ya me cansé de esto… si tanto quieres irte, hazlo, esta vez no pienso detenerte - lo soltó aventándolo un poco - estoy harto de siempre ser yo el malo de la historia, de ser yo quien como un puñetero marica va rogando que regreses conmigo, de soportar tus golpes, insultos y tu fastidiosa personalidad bipolar… haz lo que quieras - con un gesto desdeñoso busco una botella que aún tuviera algo de bebida.

− Antonio… ¿estás hablando enserio? - Lovino lo veía con algunas lágrimas formándose en sus ojos, pero no lloraría ¡no señor! Y menos por el bastardo de España, si no lo quería así, si le fastidiaba su forma de ser ¿por qué comenzar una relación con él? ¿Por qué no dejar de buscarlo?... ¿Por qué no… evitar enamorarlo? - ¡Respóndeme, maldición!

− Ya lo hago Romano - sentenció en tono frío - si lo quieres más claro, te lo diré… tú y yo terminamos. Ya no pienso seguir aguantando tus golpes, desaires y actitud bipolar… te amaba pero todo el mundo tiene su límite y yo alcancé el mío… ¿en qué estabas pensando cuando se te ocurrió que podríamos tener un niño? Si no puedes ni cuidar de ti mismo, incluso si no fuera por mí seguro hubieras desaparecido hace mucho… hasta Feliciano es más útil que tú - todo fue dicho en un tono de cansancio y fastidio que solo lograron herirlo más.

− Bien, tú… no volverás a saber de mí - alcanzó a decir y corrió a la puerta tomando todas sus maletas como pudo.

Al salir las lágrimas no tardaron en bajar por su rostro. Una parte de sí no quería creerlo ¿cómo aquel español amable y algo tonto al que amaba podía decirle palabras tan crueles? Pero decidió entonces que cumpliría su palabra y se olvidaría del español… aun si su corazón le rogaba no hacerlo y volver cuando estuviese sobrio, Romano no cedió. Fue directo a Roma, al pequeño departamento que hacía mucho no utilizaba y del cual solo Feliciano (y por extensión, el macho patatas y el macho patatas 2) conocían. Sintiendo como su corazón se quedaba atrás, al lado del español que tan cruelmente lo había ilusionado, enamorado y ahora lo dejaba.

Fin flashback

− Romano… yo… - España intentaba por todos los medios acercarse a él, pero el italiano se alejaba a cada paso que él daba.

− Así que, yo no te deje… tú terminaste conmigo… no tienes nada que reclamarme - añadió lo último en tono firme y molesto, mirándolo fijamente sin expresión alguna.

− ¡Estaba borracho! ¿Cómo puedes tomar enserio lo que dije en ese estado? -intentó debatir.

− España, siempre que bebes dices solamente la verdad, no piensas si herirás a alguien más, solo dices las cosas tal cual las piensas y las sientes ¿es que acaso crees que no lo sé?

− Bueno, pero yo…

− Nada, ya no queda nada que discutir - dio media vuelta dispuesto a volver a la junta.

−… ¿Lo amas? A Gilbert… a él ¿lo amas? - la pregunta fue tan baja que por poco y no alcanza a escucharla. Se volteó y lo miró con un brillo en los ojos que hace mucho solía estar dirigido a él.

− Más de lo que te puedas imaginar - lo dijo sonriendo ligeramente, con un tono suave que dejaba claro que nada de eso era una farsa.

− Romano, yo… por favor, no, no te vayas - se acercó a él, intentó tomarlo de la mano pero Romano se soltó.

− No, España… Antonio, por favor ya basta - su tono cansado hirió un poco más al latino - mira, tú, aunque no quieras aceptarlo ahora, terminaste conmigo hace seis años - comenzó - aunque tú no lo recordases yo sí, y lo acepté… no tenía caso seguir en una relación contigo cuando tú pensabas todo eso de mí y no tenías el valor suficiente para decírmelo estando sobrio… regresé a mi casa y por los seis meses siguientes fui solo la sombra de lo que era… me pasaba los días deprimido, llorando… esforzándome en no dejarme vencer y correr a tu lado, pero, un día… un día me quebré y fue Gil quien estuvo a mi lado - sus ojos comenzaron a arder, pero no quería llorar - fue él quien con pequeños gestos me sacó de ese estado, fue él quien logró devolverme a la normalidad, fue por él que volví a sonreír, a salir de casa… a vivir - sus lágrimas una a una comenzaron abajar por sus ojos - y, año y medio después… Gil me pidió salir, yo para ese momento estaba enamorado perdidamente de él y acepté, salimos y se me declaro de la forma más tierna y nerviosa que puedas imaginar - rio un poco - todos nos dieron un enhorabuena y nos dijeron “ya era hora”, más Feliciano y ese bobo de Ludwig

− Lovino… por favor - suplicó, escucharlo hablar con tanto amor por alguien que no era él, le dolía y mucho.

− Solo llevábamos saliendo medio año cuando Magdalena nos llamó, nos dijo lo que pasaba y lo que debíamos hacer. Ludwig era quien, junto conmigo, la ayudaría pero, entonces Gilbert se ofreció de voluntario… creo que él ya sabía de qué iba todo y el muy bobo no me lo dijo… el punto fue que él tomó el lugar de su hermano y cuando dijimos aquellos votos sabíamos que no habría marcha atrás - siguió sin escuchar al otro - vimos a Magdalena desaparecer poco a poco, nos miró y nos sonrió una última vez antes de que con un solo chispazo de luz se evaporara en el aire. Bajamos la mirada y allí nos miraba el pequeño Remus… y era todo tan irreal, en menos de una hora me había casado y era padre… en menos de una hora mi vida entera había cambiado y giraba en torno a una sola persona, una pequeña y hermosa personita - su mirada se perdió en algún punto del suelo - una personita que pensé durante toda mi vida que tendría tus ojos… que tendría tu personalidad y sería parecido a ti, pero que no había pasado así… y sin embargo… sin embargo al darme cuenta que sus ojos eran rojos, que su piel era clara y que su padre era Gilbert… me alegre como nunca en la vida, porque me di cuenta que pasase lo que pasase no cambiaría ese hecho, que podría vivir cien vidas humanas y jamás me arrepentiría de tenerlos a mi lado, ni de que Remus llevara el apellido Beilschmitd… y que todo se debía a que ya no te amo, que ahora mi corazón es de Gilbert así como sé que el de él es mío - terminó mirando a los llorosos ojos del español.

 − ¿Por qué… eres tan cruel? - su voz sonó baja y bastante afectada - ¿por qué me dices todo esto? ¿¡Por qué?! - lo tomo de los hombros, su llanto ya era incontenible y aun así los llorosos ojos de Lovino no mostraban arrepentimiento alguno.

− Porque ya es tiempo de que dejes ir el pasado, de que te des cuenta que las cosas ya cambiaron y que nada volverá a ser como antes entre nosotros - lo tomo de las manos, quitándolas de sus hombros y sosteniéndolas entre las suyas - a que es hora de olvidarme y amar a otra persona, alguien con quien te sientas libre de ser como eres, que no te haga sentir incómodo o mal con su forma de ser… alguien que te ame y lo ames solo por ser quien es… porque esa persona ya no puedo ser yo… mi amor por ti fue muy fuerte Antonio y te amé casi toda mi vida… pero eso se acabó

Lo soltó y fue hacia la puerta, girando antes de entrar para decirle una última cosa.

− Y ¿quién sabe? Tal vez esté más cerca de lo que crees - le sonrió una última vez antes de limpiarse los ojos y entrar a la sala - ¿¡Pero qué está pasando aquí?! Prusia ¿por qué estas atando a Austria a su silla… sin que nadie haga nada? - pregunto levantando una ceja, mirando con duda a su esposo -

− ¡Papá! - Remus se bajó del regazo de Linchestein y corrió hacia Romano, levantando los brazos para que este lo cargara - ¡Vati le ganó al señor Austria!

− Sí ya lo vi… la pregunta aquí es ¿por qué peleaban?

− ¡Suéltame remedo de ex nación con síndrome de asombrosidad! - más de uno lo miró con la ceja alzada, incluyendo el “ofendido” -

− ¿Se te acabaron los insultos o qué? - Romano se acercó a ellos burlándose del de lentes -”síndrome de asombrosidad” ¿enserio, Austria? - siguió ahora riéndose - a todo esto ¿Por qué lo amarraste?

− Quería ir afuera y tú nos pediste que no los interrumpiéramos, así que como él quería ir… pues lo detuve - contesto con una sonrisa inocente -

− Creo que eso es llegar a los extremos… pero es efectivo, eso ni dudarlo - compartieron una sonrisa cómplice - si embargo creo que deberás soltarlo… España necesita algo de apoyo allá fuera - agregó incómodo -

− ¿Ves? ¡Suéltame ahora mismo Preussen! - comenzó a forcejear otra vez -

− ¿Enserio?... con lo que me costó amarrarlo… - se quejó - ¡ya te oí señorito, cálmate! - deshizo un nudo y las cuerdas cayeron, Austria corrió hacia la puerta -

− Bueno, bola de viejas chismosas -sin ofender a las damas presentes, que igualmente son chismosas- ¿Qué no se supone que estamos en una junta? - Romano tomo asiento al lado de su hermano seguido de Prusia y, ahora sí, la junta volvió a realizarse.

Afuera, España se había sentado en una de las bancas del jardín. Pensando en todo lo que Romano le había dicho y forzando a su mente a recuperar aquellos recuerdos de su ruptura, con algo de esfuerzo lo logró y supo que Romano no había mentido, él le había dicho todas y cada una de esas crueles palabras.

− Soy un idiota - frustrado hundió su cara en sus manos y soltó un grito ahogado - eres un gran idiota España… después de todo lo que le dijiste, lo que hiciste ¿vas y le haces una escena como esta?

− ¿España? - Austria tardó un poco en dar con él y al verlo en esa posición derrotada le pregunto con algo de duda, no quería incomodarlo más -

− Austria… tú ¿qué haces aquí? - miró con cierta sorpresa al austriaco, quien se acercó a él y se arrodillo para lograr verlo de frente.

− Vine a ver cómo estabas… no podía dejarte solo - su suave voz con un toque de preocupación hicieron mella en él, al mirar los ojos del otro se dejó vencer.

− Soy un tonto… Austria, no sé qué hacer ahora - dejo caer sus manos, las cuales fueron sostenidas por el castaño quien con una suave caricia le limpió algunas lágrimas.

− Lo que se hace en estos casos… seguir adelante - lo tomó de la barbilla para poder verlo a los ojos - pero eso no significa que lo harás solo - le dio una pequeña sonrisa, casi inexistente, pero una sonrisa al final.

− Austria, tú… - no pudo completar la frase pues el otro le soltó de la barbilla.

− Tal vez no es lo que esperabas e igual no se te paso por la mente esto… pero, yo… quisiera poder ayudarte a superar esto… quisiera ser la persona que pueda curar tu corazón - bajo la mirada, volviendo a ser el serio de siempre, pues la falta de respuesta del otro significaba que había ido demasiado lejos.

−  Sí… me gustaría que lo fueras - España tardo su tiempo en decirlo, pero lo decía con sinceridad. 

Notas finales:

MI primer fic de Hetalia, con mi pareja preferida. espero que les gustara y, si quieren una continuación (porque de verdad estoy tentada a convertir esto en un Two-shot) solo pidanlo.

 


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