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El cazador por Wolfy_chan

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Notas del capitulo: Notas de la autora: Aquí esta el primer capítulo de mi segundo fic, espero que ustedes lo disfruten mucho, dejen reviews para que pueda conocer su opinión.- Wolfy-chan.

 

¡¡¡Hola!!!...bueno, aquí me tienen de nuevo, con otra historia de Full Metal Alchemist, de nuevo basándome en un cuento. Como he tomado la costumbre de leer últimamente los cuentos que me leían de niña, varios de ellos me parecen buenos para una historia. A ver qué les parece, ustedes me dirán cómo queda.

Disclaimer: Los personajes de Full Metal Alchemist le pertenecen a sus respectivos creadores, yo solo los utilizo con fines de entretenimiento, nada lucrativo.
 

Notas: Al ser basado en un cuento, la historia es AU y los personajes muy probablemente sean OOC. Basada en el cuento “Alex, el cazador”, que le pertenece a su respectivo autor.
 

“El cazador”
Por Wolfy-chan

En un pequeño bosque, se escuchaba el cabalgar de varios caballos y las charlas de varias personas, cortando en seco el tranquilo silencio que reinaba en el lugar. Las personas que iban cabalgando eran el Führer y los militares a su servicio, que regresaban de una batalla en el país vecino. Los militares llevaban uniformes rasgados y sucios por la pelea y sus armas relucían a la luz del sol, con el Führer, enfundado en sus finos ropajes, guiándolos de vuelta al palacio.
Mientras iban en camino, pudieron ver una humilde casa de madera más adelante, de seguro de algún campesino o cazador que vivía ahí. El Führer pensaba pasarlo de largo sin prestarle atención, pensando que no había nada que pudiera serle de interés en la pequeña casa, cuando al pasar por el frente de la casa pudo ver algo que lo sorprendió.
Justo enfrente de la casa, sentado en los escalones de la entrada, había un muchacho rubio que escribía rápidamente en una libreta, totalmente concentrado en su trabajo.
El Führer miró extasiado al muchacho. El largo cabello rubio, de apariencia sedosa y sujeto en una trenza, brillaba reflejando la luz solar que se filtraba entre los árboles; sus ojos de hermoso color dorado brillaban también como oro puro, enfocados fijamente en la hoja donde escribía; su cuerpo pequeño y delgado daba una pequeña sensación de fragilidad, que era contrastada por la energía que expresaban sus ojos. Iba vestido con ropas sencillas y humildes; unas botas de cuero café, unos pantalones y camisa sin mangas de tela color pardo y una cinta de cuero sujetando su trenza. A su lado descansaba un largo abrigo, que seguramente se había quitado a causa del clima cálido.
Impresionado por la apariencia del chico y detuvo a sus hombres para verlo más detenidamente, sin poder evitar una mirada lujuriosa. Se acercó a él en su caballo, sabiendo perfectamente que el chico estaba consciente de su presencia, ya que había detenido su escritura un momento antes de continuar.
-¿Quién eres? ¿Qué hace un muchacho tan joven en este bosque tan aislado?-le preguntó, omitiendo el “hermoso” que había pensado decir al principio.
El muchacho lo miró con atención, sus ojos dorados brillando con recelo, claramente sin estar muy seguro de querer mantener una conversación con ese hombre que a su parecer era demasiado amable, demasiado para su gusto.
-Me llamo Edward Elric, soy el esposo de Roy Mustang, el cazador.
El Führer se sorprendió. ¿Esposo de un cazador? ¿Cómo era posible que una criatura tan hermosa fuera el esposo de un simple cazador? Estaba sinceramente impresionado. Aún así, solamente soltó un largo suspiro y se dirigió a Edward:
-Tu esposo ha de ser un hombre con suerte. A final de cuentas, te tendrá a su lado por el resto de su vida.
Edward se tensó visiblemente, comprobando sus sospechas. Miró de manera hostil a los hombres que se encontraban frente a su casa, especialmente al que le había dirigido la palabra y le habló de manera seca:
-Gracias. ¿Necesitan algo más?-no se necesitaba ser un genio para notar que la frase dicha por el rubio indicaba claramente que deseaba que se fueran.
-No…Con su permiso, joven Elric, nos retiramos-fue la única respuesta del Führer, que había notado el tono de voz del rubio. Hizo girar a su caballo y todos volvieron a caminar hacia el palacio.
Al llegar ahí, el Führer les autorizó a sus militares el regreso a sus hogares. Se sentó en el salón y empezó a reflexionar. Le vino a la mente el chico que había visto en la cabaña, de una apariencia simplemente extraordinaria y, ciertamente, con mucho carácter, algo que a él le había agradado bastante. Volvió a recordar lo que le había contestado Edward al preguntarle quien era…De nuevo se preguntó como era que ese bello muchacho era el esposo de un cazador, que a su parecer debía ser tosco y vulgar, además de no poseer grandes riquezas. ¿Por qué el chico no podía ser esposo de alguien como él, que había sido educado en los finos modales de la realeza y que podía darle todo lo que deseara con simplemente chasquear sus dedos? Él no consideraba que eso fuera justo; el hecho de que un hombre tan poderoso y rico como él estuviera solo, mientras que alguien tan pobre y humilde como ese simple cazador tenía a ese hermoso joven para hacerlo feliz, simplemente le parecía inconcebible. No podía permitir eso, él era el Führer, todos lo obedecían; así que si podía hacer eso, conseguiría que Edward Elric fuera suyo costara lo que costara.
El Führer se dirigió a un sirviente que se encontraba a su lado y le ordenó que trajera a su primer ministro, que acudió unos minutos después. John Kimbley era un hombre alto, con piel pálida, cabello negro y largo sujeto en una cola de caballo y ojos del mismo color, su expresión una eterna máscara de malicia. Vestía completamente de negro, con botas altas, pantalones, camisa y capa. Hizo una profunda reverencia ante el Führer, con una  sonrisa torcida en sus labios.
-¿Cuál es el asunto que requiere mi presencia, mi señor?
El Führer le explicó detalladamente su problema, mientras la sonrisa maliciosa de su primer ministro se ensanchaba a medida que escuchaba lo que el Führer decía.
-Señor, creo que está usted en lo correcto-declaró una vez que el Führer terminó de explicar el asunto-¿Cómo puede un miserable cazador gozar de la finísima criatura que me ha descrito, siendo que con su estirpe debería ser suya por derecho? Debe usted conseguir a ese muchacho a toda costa.
-¿Pero cómo puedo conseguirlo? El muchacho es esposo del cazador y el desear la pareja de alguien más es un crimen, tomarla por la fuerza a pesar de eso es peor aún, así yo sea el Führer lo más seguro es que fuera muy mal visto-reflexionaba el Führer en voz alta-La única manera de conseguir al muchacho es que su esposo muriera, pero tampoco puedo condenarlo a muerte sin razón…¿Qué puedo hacer entonces?
Kimbley sonrió de manera perversa, viendo fijamente al Führer.
-Bueno, debería buscar un pretexto para poder ejecutar al cazador, sin que parezca que fue planeado-sugirió.
El Führer pensó un momento, hasta que de pronto apareció en su rostro una sonrisa muy parecida a su ministro.
-Ya sé que hacer. Le ordenaré algo que sea imposible de cumplir y si regresa sin haberlo conseguido, lo ejecutaré alegando que desobedeció mis órdenes-su sonrisa se hizo aún más ancha que antes-Y yo sé de algo imposible de cumplir para él-Volvió a mirar a Kimbley, que parecía estar disfrutando mucho la situación-Kimbley, ve con el General Hakuro y dile que, junto con algunos de sus subordinados, traiga a el cazador Roy Mustang a mi presencia.
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En el bosque, Roy regresaba a su hogar con cuatro conejos para la cena, guardados en un saco que siempre llevaba para las presas pequeñas. Venía algo molesto, ya que había perdido una presa. Y es que esta no era una presa como las otras, esta no era para que la comieran.
Ed le había comentado algún tiempo atrás que le gustaría tener una mascota, para tener algo de compañía mientras él iba a cazar. Hoy mientras cazaba, había tropezado con un lobito, que no tendría más de un mes de nacido. Lo había encontrado caminando solo en el bosque, seguramente buscando algo de comer. El se había sorprendido de esto, ya que se suponía que a esa edad el cachorro aún no se separaba de la madre, por lo que dedujo que su madre debió haber muerto o la habían cazado. Fue entonces que se le ocurrió que con lo joven que era el cachorro, ellos podrían domesticarlo y lograr que fuera la compañía que Ed quería mientras él estuviera fuera; tal vez no sería totalmente domesticado por vivir en el bosque, pero al menos su esposo no se sentiría tan solo. Había perseguido al cachorro por media hora, pero el pequeño era rápido y escurridizo, además de que por su tamaño podía esconderse muy fácilmente, perdiéndosele a Roy al dar un salto tras unos arbustos
Soltó un suspiro de frustración y continuó su camino hasta la cabaña, donde todo su enojo se esfumó al ver a su esposo escribiendo algo en las escaleras de la puerta. Al oír los pasos, Ed levantó su rostro con el ceño fruncido, pero mostró una resplandeciente sonrisa al ver a su esposo frente a él. Era un hombre más alto que él, con cabello y ojos color negro, que de cierta forma le recordaban a un cuervo, piel clara; sin llegar a ser pálida y una sonrisa juguetona en su rostro. Vestía un traje parecido al de Ed, pero de un tono más oscuro y muy gastado por el uso, además de un cinturón donde llevaba un cuchillo de caza y un carcaj para flechas colgado en su espalda, el arco en mano.
-Bienvenido Roy-lo saludó, cerrando sus apuntes y mirando a Roy con alegría-Más te vale que traigas algo más que bayas esta vez o haré que te las tragues todas y cada una para comprobar que no sean dañinas.
Roy se rió levemente al recordar que la última vez que había llevado bayas para comer, Ed se había pasado una semana enfermo porque había traído bayas que no eran apropiadas para comer.
Se sentó junto a Ed en las escaleras, le dio un corto beso en los labios y le revolvió cariñosamente el cabello, disfrutando de la bella sonrisa de su pequeño.
-¿Pasó algo nuevo mientras no estaba?-le preguntó como siempre, esperando el típico “¿Cómo va a pasar algo nuevo en un lugar tan aislado y aburrido como este?” que Ed siempre le decía. Pero la respuesta que recibió fue otra.
-A decir verdad, sí-Roy miró a Ed con curiosidad, como alentándolo a continuar-Un hombre pasó por aquí por la tarde. Creo que debió ser alguien importante, venía con varios militares y sus ropas eran muy finas.
Roy pensó un momento quién podía ser hasta que se le ocurrió algo:
-¿Ese hombre usaba un parche?-al ver que Ed asentía, supo que estaba en lo correcto-Ese hombre era el Führer. Qué suerte, ¿no lo crees?
-No lo creo así-murmuró Ed para sí mismo, pero Roy alcanzó a escucharlo.
-¿Por qué dices eso Ed? ¿Pasó algo malo?-le preguntó preocupado.
-Considerando que me miró de la misma manera que lo haría un hambriento a un banquete, se podría decir que sí.
Roy se puso serio al oír eso. Podía ser el Führer, pero si había algo que no le consentía a nadie, era que miraran de esa forma a su pequeño. Era su esposo y lo amaba por sobre todas las cosas, el sólo pensar que alguien mirara de esa manera a su Ed le hacía arder de furia. Ed notó el cambió de humor de Roy, por lo que intentó calmarlo.
-Vamos Roy, no te pongas así, que no pasó nada…¿Qué iba a hacer de todos modos si lo hubiera intentado, llevarme a la fuerza?-la expresión furiosa y seria de Roy le dio la respuesta. Se acercó un poco más a Roy y le rodeó el cuello con los brazos, haciendo que lo mirara a los ojos-Muy bien Mustang, más te vale ponerme mucha atención porque sólo diré esto una vez: en primer lugar, él nunca podría llevarme a la fuerza, estoy casado contigo, por lo que si lo hace sería un crimen; en segundo lugar, siendo un hombre tan desagradable, lo más seguro es que primero me bebería veinte litros de leche antes que ir con el siquiera al río-este comentario le sacó una sonrisa a Roy, que conocía perfectamente lo mucho que a Ed le desagradaba la leche-y en tercer lugar, aunque seas un maldito bastardo egocéntrico, eres a la única persona que amaré en toda mi vida, por lo que si vuelves a dudar de mi, te aseguro que tendrás que dormir con tus presas por lo menos un mes, porque conmigo puedes apostar que no lo harás.
Al escuchar esto, Roy se acercó a su esposo y lo besó suavemente, para profundizar el beso cuando los labios de Ed se separaron levemente. Entrelazaron sus lenguas y saborearon la boca del otro, disfrutando de la divina sensación que resultaba de esto. Cuando sintieron que el aire les faltaba, se separaron lentamente y se sonrieron, para después entrar a la cabaña para cenar.
En la noche, mientras comían el asado de conejo que Ed había preparado, tocaron a la puerta. No pudieron evitar preocuparse, pues no era común que llegaran personas con ellos, menos aún a esas horas. Ed se levantó y abrió la puerta, mirando con desconfianza y hostilidad a los militares que vio al otro lado de ella.
-¿Se encuentra aquí Roy Mustang, el cazador?-Roy, que alcanzó a oírlos, se levantó de su asiento y se dirigió a los militares, gentilmente moviendo a su pequeño detrás de él.
-Yo soy-les respondió tranquilamente, a pesar de que su presencia le inquietaba.
-Roy Mustang, el Führer requiere tu presencia ante él en este instante-le dijo el hombre que parecía guiar a los militares. Tanto Roy como Ed sintieron que el corazón se les detenía con violencia.

Continuará…


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