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Piezas de recuerdos. por MissLouder

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Notas del fanfic:

¿Drabbles con azurquilla y crema chantilly?


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Notas del capitulo:

Dos drabbles de no más de quinientas palabras.

I

DESPERTAR CÁLIDO.

—x—

Aún no amanecía para cuando entró a hurtadillas al doceavo templo, desplazándose lentamente en busca de la habitación del guardián. Abrió la puerta con sumo cuidado evitando que las bisagras se quejaran, para así poder entrar sin proporcionar ningún ruido.

A pesar de la poca luz proveniente de las grietas entre los marcos de las ventanas, logró reconocer al cuerpo que descansaba entre las sábanas cubriéndole los hombros, mientras dormía tranquilamente.

Se sentó en el piso frente a la cama, con las piernas cruzadas y las palmas sobre las rodillas. Le vio dormir unos minutos más antes de despertarlo; cogiendo como maña de verle descansar sin que él se enterara y bueno, cuando despertaba terminaba mayormente con un cardenal en ojo o con una anestesia venenosa filtrársele en la piel.

Pese al noventa y cinco porciento de contras, y ese cinco porcentaje de verle dormir de ese modo tan pasivo, hacía que todo valiera la pena. Le rozó la mejilla con el tacto de una cálida ráfaga de viento, removiendo un poco aquel cabello celeste. El sentido de protección reaccionó ante la caricia que le había prodigado, teniendo como repuesta un mirada torva. Tapándose el rostro con la sábana al reconocer el cosmos.

—¡Hey! —le llamó, cuando el guardián del templo dio media vuelta.

Se mantuvo con el rostro cubierto ignorando las quejas de su compañero, hasta que en un punto se hicieron divertidas. Soltó un gruñido aún cubriéndose el rostro.

—¡No me gruñas! —regañó con otro gruñido infantil.

Una risita pequeña se escuchó bajo las sábanas.

—¿Qué quieres ahora? —Se giró nuevamente sobre su torso, destapándose el rostro aún hundido en la conformidad de su almohada.

—¡Buenos días, Alba-chan! —Le sonrió con su habitual rostro radiante. Se carcajeó después de pronunciar el saludo y ver como la mirada de Albafica le atravesó como un atizador ardiente.

—Buenos días…—respondió con su tono neutral, con escaso sonido por el hecho de ser despertado. Casi alzando una ceja ante ese repentino saludo.

—Debes levantarte, tenemos reunión con el viejo —anunció, cambiando su rostro a uno bastante serio, haciendo que el guardián se viera en la obligación de prestarle más atención.

—¿Qué hora es…?

—Las seis —Una ceja alzada y de vuelta al ignoro, cerrando los ojos con cansancio. Cosa que molestó a su compañero, quien espetó—: ¡Vamos, despierta, Alba-chan!

—La reunión es las diez, Manigoldo.

No hubo respuestas. No supo cuantos minutos pasaron, quizás cuatro para cuando abrió un ojo; topándose con una sonrisa lúgubre rasgada en los labios de su compañero. Entendió toda la situación, y de sus labios una invisible sonrisa se difuminó al entender el mensaje. El sentido de supervivencia de ése hombre, lo abandonó desde el día que nació tal vez.

—¿En serio? —Alzó las cejas con una fingida sorpresa—. ¡Ups!

Albafica mantenía los ojos cerrados, hasta quizás con una sonrisa. Dejando el pasar de los segundos para cuando sintió un pequeño calor en los labios. No necesitó abrir los ojos para verificar el porqué, todo lo contrario. Abrió ligeramente la boca, dándole más cavidad a una pequeña lengua traviesa colarse.

—Entonces podemos hacer algo divertido, ya que tenemos cuatro horas libres —musitó, llevando su mano hasta la cadera del pisciano.

—Podrías morir —le recordó—. Aunque ayer te preparé más antídoto.

—Vivo muriendo constantemente por los efectos secundarios que me da tu maldito cuerpo, que ya pronto seré inmune —respondió tironeando sus labios en esa sonrisa maquiavélica. Albafica le vio sonreír, esa curva tan siendo ferozmente seductora—. Mientras, ¡seguiré resucitando a la tercera hora después de beberme el antídoto!

Albafica terminó por olvidar la idea que dormiría. No con ése hombre pajareando sobre sus pétalos.

—Además, fue una gran casualidad equivocarme de hora —añadió sonriente—.Mira, tenemos tiempo para nosotros.

—Sí, claro. —Y lo jaló de la capa de la armadura, haciendo que se acostara sobre él. Sintiendo la armadura estorbarle entre sus piernas—. Y yo nací ayer.

Manigoldo empezó a reír, a sabiendas que nunca sería lo suficientemente calculador, para engañar al santo de Piscis. Deslizó la sábana, bajándola lentamente, destapando el verdadero cuerpo del protector del templo sin la coraza de oro. Le acarició la mejilla y susurró:

—Yo volveré a nacer hoy —Sonrió, besándole nuevamente. Albafica le rodeó el cuello con los brazos, correspondiéndole—. Y moriré a las diez.


II

DELGADEZ.

—x—

Se encontraron en el templo de piscis, dos horas después de que su protector recibiera a quien estuvo fuera unos días. Un cálido beso fue la bienvenida, abrazándose con cuidado. Recordando cómo era el calor del otro.

No hubo palabras por un tiempo, sólo estaban ahí, abrigándose con el oro que les cubría.

—Te eché de menos —musitó sobre el cuello del guardián de la doceava casa.

Albafica se alejó un poco para verle.

—¿Cómo te fue? —le preguntó, rodeándole el cuello, acariciándole el cabello. Tenían poco tiempo antes que el Santuario despertara, olvidándose que se amaban en las noches y se odiaban en el día. Que en las noches, Albafica era sólo un humano y Manigoldo un Romeo frustrado.

—Bien —respondió, bajando sus manos hasta las caderas de su compañero, percatándose de algo extraño—. ¿Estás más delgado?

Éste como respuesta le sonrió tenuemente.

—Estoy bien. Ya sabes que en ésta temporada el veneno me quita el apetito.

—Mierda, la maldita fecha donde te alejas más de mí.

—Lo hago por tu bien —subrayó con un tono más firme.

—Bésame una vez más y no te insistiré hasta que creas que ya puedo besarte.

—Podría causarte fiebre —recordó, aunque sabía que poco le importaba a ese caballero. Quien al momento le besó los labios con suavidad. Unos segundos más robados, y logró hablar después de recuperar su boca.

—Yo también te siento más delgado, Manigoldo —añadió rozándole el torso. También percatándose que había una línea casi invisible en el puente de la nariz—. ¿Y esto? —Rozó con la punta del dedo la pequeña línea, notando que era una cortadura reciente.

—Tuve una pelea con el idiota de Kardia —Volvió a abrazarle, hundiendo su rostro en la clavícula del pisciano—. Y tampoco he tenido mucho apetito.

Su parabatai mantuvo un silencio breve, y una pequeña idea le tocó la mente.

—Para cuando se alivie la rigidez del veneno, quizás quieras…

—Sabes que quiero —espetó sin despegar la cabeza de su hombro—. Será así como una cita.

Albafica sólo le sonrió, encorvando un poco los hombros, asintiendo mudamente. El sol empezó a tender sus pliegues sobre el lienzo omnipresente, anunciándole que ya debía irse. Una sonrisa y un hasta luego fue la despedida. Ya después hablarían con más calma.

Notas finales:

Encontré estos pequeños fragmentos en mi cel, cuando creía que iba a borrar unos doc. Así que decidí subirlos, quizás si me llega otra idea corta lo continúe, o lo deje hasta ahí x'D ¿Quien sabe?

Me animé a subir mis fic a esta web, después de un gran acoso (??) jaja broma, pero sí una amiguita me convenció. Espero que les guste, hasta la próxima.


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